EL TETRAGRAMATÓN
Géburah Chesed - Porta Librorum - Elementa
Existen en la Naturaleza dos fuerzas que producen
un equilibrio, no obsediendo los tres más que a una sola ley. He aquí el
ternario resumiéndose en la unidad, y agregando la idea de la unidad a la del
ternario, se llega al cuaternario, primer número cuadrado y perfecto, manantial
de todas las combinaciones numéricas y principio de las formas.
Afirmación, negación, discusión, solución;
tales son las cuatro operaciones filosóficas el espíritu humano. La discusión
concilia la negación con la afirmación, haciéndolas necesarias la una a la
otra. Por esta causa el ternario filosófico, al producirse del binario
antagónico, se completa por e! cuartenario, base cuadrada de toda verdad. En
Dios, según el dogma consagrado, hay tres personas, y esas tres personas no son
más que un solo Dios. Tres y uno dan la idea de cuatro, porque la unidad es
precisa para explicar los tres. Así, en casi todos los idiomas, el nombre de
Dios consta de cuatro letras, y en hebreo esas cuatro letras no hacen más que
tres, porque hay en él una que se repite dos veces: la que manifiesta el Verbo
y la creación del Verbo.
Dos afirmaciones hacen posible o necesarias dos
negaciones correspondientes. El ser está significado, la nada no lo está. La
afirmación, como Verbo, produce la afirmación como realización o encarnación
del Verbo, y cada una de esas afirmaciones corresponde a la negación de su
contraria.
También resulta que, según el decir de los
cabalistas, el nombre del demonio se compone de letras vueltas del Dios o del
bien.
Este mal es el reflejo perdido o el miraje
imperfecto de la luz en la sombra.
Pero, todo lo que existe, sea en mal, sea en la
luz, sea en la sombra, existe y se revela por el cuaternario ( Aquí
Levi parece parafrasear a Isaías 45:7 “Que formo la luz y creo las tinieblas,
que hago la paz y creo la adversidad, yo IHVH (cuaternario) soy el que hago
todo esto”)
La afirmación de la unidad supone el número cuatro,
si esta afirmación no ha de girar en la unidad misma como en un círculo
vicioso. Así, pues, el ternario, como ya lo hemos observado, se explica por el
binario y.se resuelve por el cuaternario, que es la unidad cuadrada de los
números pares y la base cuadrangular del cubo, uni construcción, de solidez y
de medida.
El tetrágrama cabalístico Jodheva manifiesta a Dios
en la humanidad y la humanidad en Dios.
Los cuatro puntos cardinales astronómicos son, relativamente
a nosotros, el sí y el no de la luz el Oriente y el Occidente, y el sí y el no
del calor; el Mediodía y el Norte.
Lo que está en la Naturaleza visible revela, como
ya hemos dicho, según el dogma único de la cábala, lo que está en el dominio de
la Naturaleza invisible, o de causas secundarias, todas proporcionales y
análogas a las manifestaciones de la causa primera. Así, pues, esta causa
primera está siempre revelada por la cruz; la cruz, si, era unidad compuesta
dedos, que se dividen en otras dos para formar cuatro; la cruz era clave de los
misterios de la India y de Egipto, la Tau de los patriarcas, el signo divino de
Osiris, el Stauros de los gnósticos, la llave de la bóveda del templo, el
símbolo de la masonería oculta; la cruz, ese punto central de la conjunción de
los ángulos rectos de dos triángulos infinitos; la cruz que en el idioma
francés parece ser la raíz primitiva y el sustantivo fundamental del verbo
creer y del verbo crecer, reuniendo de este modo las ideas de la ciencia, de
religión y de progresos.
El gran agente mágico se revela por cuatro especies
de fenómenos y ha sido sometido a los tanteos de la ciencia profanas bajo
cuatro nombres:
Calórico, Luz, Electricidad y
Magnetismo.
Se le ha dado también los nombres~ tetragramaton,
de inn, de ázoe, de ether, de od, de fluido magnético, de alma de la tierra, de
serpiente, de Lucifer, etcétera.
El gran agente mágico es la
cuarta emanación de la vida-principio de que el sol es la tercera forma (ver
los iniciados de la escuela de Alejandría y el dogma de Hermes Trismegisto).
De manera que el ojo del mundo
(como le llamaban los antiguos) es el miraje del reflejo de Dios, así como el
alma de la tierra es una mirada permanente del sol, que la tierra concibe y
conserva por impregnación.
La luna concurrente a esa
impregnación de la tierra rechazando hacia ella una imagen solar durante la
noche, de modo que Hermes ha tenido razón en decir, hablando del Gran Agente:
El Sol es su padre, la luna es su madre. Luego agrega: El viento le ha llevado
en su vientre, porque la atmosfera es el recipiente, y como el crisol de los
rayos solares, por medio de los cuales se forma esa imagen viviente del sol,
que penetra hasta las entrañas de la tierra, la vivifica, la fecunda y
determina todo cuanto depende en su superficie, por sus efluvios y sus
corrientes continuas, análogas alas del mismo sol. Este agente solar está
vivificado por dos fuerzas contrarias: una de atracción y otra de proyección,
lo que hace decir a Hermes que siempre sube y desciende.
La fuerza de atracción se fija
siempre en el centro de los cuerpos, y la de proyección en los contornos, o en
su superficie.
Es por esta doble fuerza, por lo
que todo está creado y todo subsiste. Su movimiento es un enrollamiento y un
desenrollamiento sucesivos e indefinidos, o más bien, simultáneos y perpetuos,
por espirales de movimientos contrarios que no se encuentran nunca
Este es el mismo movimiento que
el del sol, que atrae y rechaza al mismo tiempo a todos los demás astros de su
sistema.
Conocer el movimiento de ese sol
terrestre, a fin y en forma de poder aprovechar sus corrientes y dirigirlas, es
haber cumplido la gran obra y es ser el dueño del mundo. Armado con semejante
fuerza os podéis hacer adorar; la ignorante muchedumbre os creerá un Dios.
El
secreto absoluto de esta dirección ha sido poseído por algunos hombres y puede,
todavía, encontrarse. Es el gran arcano mágico, depende de un axioma
incomunicable y de un instrumento, que es el gran atanor de los herméticos del
más elevado grado.
El axioma incomunicable está encerrado
cabalísticamente en las cuatro letras deltetrágramaton, dispuestas de este
modo:
Fig.4
Los cuatro grandes nombres
cabalísticos
En las letras de las palabras AZOTH E INRI escritas
cabalísticamente, y en el monograma de Cristo, tal y como estaba bordado sobre
el lábaro, y que el cabalista Postel interpreta por la palabra ROTA, de la que
los adeptos han formado el TARO O TAROT, repitiendo despues la primera letra
para inidicar el circulo y dar a comprender que la palabra está invertida.
Toda la ciencia mágica estriba en el conocimiento
de este secreto. El sabery osar, sin servidumbre, consiste en la omnipotencia
humana; pero el revelarla aun profano es perderla; revelarla, igualmente, a un
discípulo es abdicar en favor de ese discípulo, quien, a partir de ese
instante, tiene derecho de vida y de muerte sobre su mismo iniciador (hablo
desde el punto de vista mágico) y le dará muerte seguramente ante el temor de
morir a su vez a sus manos. (Esto no tiene nada de común con los actos
calificados de asesinato en la legislación criminal; la filosofía práctica que
sirve de base y punto de partida a nuestras leyes, no admite los hechos de
hechizos y de influencias ocultas.)
Penetramos aquí en las más
extrañas revelaciones, y esperamos ser objeto de todas las incredulidades y de
no pocos encogimientos de hombros por parte del fanatismo incrédulo, porque la
religión volteriana tiene también sus fanáticos y no agrada a las grandes
sombras que deben vagar ahora de un modo implacable en las cuevas del Pantheón,
en tanto que el catolicismo, fuerte en sus prácticas y engreído con su
prestigio, canta el oficio de difuntos sobre sus cabezas.
La palabra perfecta, la que es adecuada al
pensamiento que manifiesta contiene siempre, virtualmente o supuesto, un
cuaternario, la idea y sus tres formas necesarias y correlativas, y también la
imagen de la cosa manifestada con los tres términos de juicio que la califican.
Cuando yo digo: El ser existe, afirmo implícitamente que no existe la nada.
Una altura, una extensión que divide la altura
geométrica en dos y una profundidad separada de la altura por la intersección
de la extensión, he aquí el cuaternario natural compuesto de-dos líneas que se
cruzan. Existen también en la naturaleza cuatro movimientos producidos por dos
fuerzas que se sostienen una a otra por su tendencia en sentido contrario.
Ahora bien, la ley que rige a los cuerpos es análoga y proporcionada a la que
gobierna a los espíritus, y ésta es la manifestación también del secreto de
Dios, es decir, del misterio de la creación.
Suponed un reloj con dos resortes paralelos con un
engranaje que los haga mover y maniobrar en sentido contrario, de manera que al
detenerse el uno aprieta el otro; un reloj asi construido se dara cuerda por si
mismo, y habreis hallado el movimiento continuo. Ese engranaje debe abarcar dos
fines y ser de una gran precision. ¿es incontrastable? No lo creemos. Pero
cuando algún hombre lo haya descubierto, ese hombre podrá comprender por
analogía todos los secretos de la naturaleza: el progreso en razon
directa con la resistencia..
El movimiento absoluto de la vida es también el
resultado continuo de dos tendencias contrarias, que no se encuentran jamás en
oposición. Cuando una de ambas parece ceder a la otra, es un resorte que toma
fuerza, y podéis seguramente esperar y confiar en una reacción, de la que es
muy posible prever el momento y hasta determinar el carácter; así es cómo en la
época de mayor fervor del cristianismo, el reinado del ANTICRISTO, fue
conocido y predicho.
Pero, el Anticristo, preparará y determinará el
nuevo acontecimiento y el triunfo definitivo del Hombre-Dios. Esta es, una vez
más, una conclusión rigurosa y cabalística contenida en las premisas
evangélicas.
Así la profecía cristiana contiene una cuádruple
revelación: l, caída del antiguo mundo y triunfo del Evangelio bajo el primer
acontecimiento; 2, grande apostasía y venida del Anticristo; 3, caída
del Anticristo y retomo a las ideas cristianas; 4, triunfo definitivo
del Evangelio o segundo acontecimiento, designado con el nombre de juicio
final. Esta cuádruple profecía contiene, como puede verse, dos afirmaciones y
dos negaciones; la ideade dos ruinas o muertes universales y de dos
renacimientos; porque a toda idea que aparece en el horizonte social, se le
puede asignar, sin temores a incurrir en error, un Oriente y un Occidente, un
cenit y un nadir. Así es cómo la cruz filosófica es ¡a llave de la profecía y
cómo se puede abrir todas las puertas de la ciencia con el pantáculo de
Ezequiel, cuyo centro es una estrella formada por el cruzamiento de dos cruces.
+
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¿No se forma la vida humana también de estas tres
fases o transformaciones sucesivas: nacimiento, vida, muerte e inmortalidad? Y
advertir aquí que la inmortalidad del alma, necesitada como complemento del
cuaternario y cabalísticamente probada por la analogía, que es el dogma único
de la religión verdaderamente universal, es la llave de la ciencia y la ley
inviolable de la Naturaleza.
La muerte en efecto, no puede ser un fin absoluto,
así como el nacimiento no es sino un comienzo real. El nacimiento prueba la pre
existencia del ser humano puesto que nada puede producirse de nada, y la muerte
prueba la inmortalidad desde el momento en que e! ser no-puede cesar de ser,
como la nada no puede cesar de no ser. Ser y nada son dos ideas absolutamente
inconciliables, con esta diferencia: que la idea de la nada (idea completamente
negativa) emana de la idea misma del ser, en la que la nada, ni siquiera puede
ser comprendida como una negación absoluta, en tanto que la idea del ser no
puede nunca aproximarse a la de la nada, desde muy lejos que se tome.
Decir que el mundo ha salido de la nada, es
proferir un monstruoso absurdo. Todo lo que es procede de lo que eras; por
consecuencia, nada de lo que es no podría nunca dejar de serlo. La sucesión de
formas se produce por las alternativas del movimiento; estos son fenómenos de la
vida que se reemplazan unos a otros sin destruirse. Todo cambia pero nada
perece. El sol no muere cuando desaparece en el horizonte; las formas, aun las
más movibles, son inmortales y subsisten siempre en la permanencia de su razón
de ser, que es la combinación de la luz con las potencias agregativas de las
moléculas de la sustancia primera. Así se conservan en el fluido astral y
pueden ser evocadas y reproducidas a voluntad del sabio, como ya lo veremos
cuando tratemos de la segunda vista y de la evocación de los recuerdos en la
nigromancia y en otras operaciones mágicas.
Volveremos también sobre el gran agente mágico en
el IV capítulo del Ritual, en donde acabaremos de indicar los caracteres
del gran arcano y los medios de apoderarse de este formidable poder:
Digamos aquí algunas palabras acerca de los cuatro
elementos mágicos y de los espíritus elementales.
Los elementos mágicos son: en alquimia, la sal, el
mercurio el azufre y el ázoe; en cábala, el macroprosopo, el microprosopo
y las dos madres; en jeroglíficos, el hombre, el águila, el león y el toro; en
física antigua según los términos y las ideas vulgares, el aire, el agua, la
tierra y el fuego.
En ciencia mágica sabido es que el agua no es el
agua común; que el fuego no es sencillamente el fuego que arde, etc. Estas
expresiones ocultan lin sentido más elevado. La ciencia moderna ha descompuesto
estos cuatro elementos de los antiguos y ha encontrado muchos cuerpos que
tienen la pretensión de que sean simples. Lo que es simple es la sustancia
material y este elemento se manifiesta siempre por el cuaternario en sus
formas. Conservaremos, por tanto, la sabia distinción de las apariencias
elementales admitidas por los antiguos y reconoceremos la tierra, el agua, el
fuego y el aire, como los cuatro elementos positivos y visibles de la magia.
Lo sutil y lo espeso; el disolvente rápido y el
disolvente lento, o los instrumentos en caliente y en frío, forman en física
oculta los dos principios positivos y los dos principios negativos del
cuaternario, y deben figurarse así:
El Azoe
El Aguila
El Aire
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El Azufre
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El mercurio
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El Leon___________________________
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______________________El Hombre
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El Fuego
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El Agua
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El Sol
El Toro
La Tierra
Así la tierra y el aire representan el principio
macho; el fuego y el agua se refieren al principio hembra, puesto que la cruz
filosófica de los pentáculos es, como ya lo hemos dicho, un jeroglífico
primitivo y elemental del lingam de los gimnosofistas
A estas cuatro formas de elementales corresponden
las cuatro ideas filosóficas siguientes:
El espíritu.
La materia.
El movimiento.
El reposo.
Toda ciencia está, en efecto, en la inteligencia de
estas cuatro cosas, que la alquimia reduce a tres:
Lo absoluto;
Lo fijo
Lo volátil.
Y que la cábala atribuye a la idea misma de Dios,
que es razón absoluta, necesidad y libertad, triple noción manifestada en los
libros de los hebreos.
Bajo los nombres de Kether, de Chocmah y de Binah,
para el mundo divino, de Tiphereth, de Chesed y de Géburah en el mundo moral,
y, en fin, de Jesod, Hod y Nestsath en el mundo físico que, con el mundo moral,
está contenido en la idea de reinado o Malkout, explicaremos en el
décimo capítulo de este libro esta teogonía, tan racional como sublime.
Ahora bien; estando Ilamados los espíritus creados
a la emancipación por medio de la prueba, están colocados, desde su nacimiento,
entre estas cuatro fuerzas positivas y dos negativas, son la facultad de
admitir o de negar el bien y escoger la vida o la muerte. Encontrar el punto
fijo, es decir, el centro moral de la cruz, es el primer problema que se somete
a su resolución, su primera conquista debe ser la de su propia libertad.
Comienzan pues, por ser arrastrados los unos hacia el Norte, los otros al Sur,
estos al mediodía, algunos a la derecha y aquellos a la izquierda, y mientras
no son libres, no pueden hacer uso de la razón ni encarnar de otro modo que en
formas animales. Estos espíritus no emancipados, esclavos de los cuatro
elementos, son los que los cabalistas llaman demonios elementales y pueblan los
elementos que corresponden a su estado de servidumbre. Existen, pues, realmente,
silfos, ondinas, gnomos y salamandras, los unos errantes y tratando de encamar,
y los otros ya encamados y viviendo en la tierra. Estos son los hombres
viciosos e imperfectos.
Volveremos sobre este tema en el capítulo XV, que
trata de los encantamientos y de los demonios.
Es también una tradición de física oculta, que hizo
advertir a los antiguos la existencia de las cuatro edades del mundo; solamente
que no se dice al vulgo que esas cuatro edades debían ser sucesivas, como las
cuatro estaciones del año, y renovarse como éstas se renuevan. Pero todo esto
se refiere al espíritu de profecía, y de ello hablaremos en el capítulo IX, que
trata del iniciado y del vidente.
Agreguemos ahora la unidad al cuaternario y
tendremos conjunta y separadamente las ideas de la síntesis y del análisis
divinos, el Dios de los iniciados y el Dios de los profanos. Aquí el dogma se
populariza y se hace menos abstracto; el gran hierofante interviene.
Eliphas Lévi.
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