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viernes, 19 de junio de 2015

LA PENA DE MUERTE: UNA ESPINA DE NUESTROS DÍAS - Demian Lucano

LA PENA DE MUERTE: UNA ESPINA DE NUESTROS DÍAS

DEMIAN LUCANO





La pena de muerte - también conocida como pena capital o ejecución - es un castigo que consiste en la sustracción de la vida, el valor más preciado del Ser Humano. En el caso de infringir una determinada ley de Estado, gobierno o legislación en particular, está la pena de muerte como la peor de la sanciones. Ha habido ejecuciones de distintos tipos a lo largo del recorrido de la Historia Universal, hoy en día no deja de ser una inquietante espina que sigue presente en la jurisprudencia de diversas naciones, impartiéndose como un claro ejemplo de arcaica mentalidad y nefasta degradación de los derechos humanos.
Desde épocas muy primitivas existe el registro de la pena de muerte, si bien a partir de una Weltanschauung o ‘cosmovisión’ prehistórica apareció ya retratado en la expresión artística rupestre, resulta justificable aventurar que a medida que el hombre prosperó en la complejidad de sus pensamientos y en la práctica de su voluntad, desarrolló así una visión de vida en comunidad en donde el castigo formó parte del motor conservador de la misma, diseñándose en el espectro de una realidad consecuente al progreso. Nacieron así las normas jurídicas, sociales y políticas a partir de una metodología de organización, esto permitió que las colectividades despegaran tal y cual cohete en la formación de núcleos urbanos conocidos como imperios o metrópolis. Es interesante analizar que, pese a las diversas veneraciones metafísicas y distancias geográficas, hubo exacta similitud en la ideología de ‘muerte’ como resultado al quebrantamiento de los establecidos decretos.
Actualmente la pena de muerte ha sido abolida y penalizada en casi todos los países europeos a excepción de Bielorrusia, y en la mayoría de los correspondientes a Oceanía como Timor Oriental, Australia y Nueva Zelanda. También en Canadá, Rusia, entre otros. La mayoría de los países latinoamericanos la han abolido, en Chile fue derogada el 2001 por la Ley Nº19.734 reemplazándola por presidio perpetuo calificado, no así por la Justicia Militar que ha de mantenerla por periodos de guerra y aplicada sólo en delito contemplado en ley aprobada por quórum calificado, muy similar al caso de Brasil o Perú. En países como los Estados Unidos de AméricaGuatemala y la mayoría de los estados del Caribe aún sigue siendo empleada. En África está permitida en Zambia y Botsuana. En Asia, aún se usa en democracias tales como Japón e India. En muchos países se utiliza para castigar delitos sexuales, siendo considerados como tales el adulterio o la sodomía. En otros se usa para crímenes de asesinato, espionaje, traición o como parte del Derecho militar. También se castiga con pena de muerte en ciertos países musulmanes: la apostasía, la renuncia formal al islam, delito de acto homosexual, blasfemia y brujería son algunos de los causantes. En China, el tráfico de personas y los casos graves de corrupción política son castigados con esta pena. En algunos países se utiliza por motivos políticos, con la máxima difusión posible, como “escarmiento” de masas.
La pena de muerte ha sido y será la peor de las condenas. En la antigüedad era la muerte por estrangulamiento, apedreamiento, la horca, el torniquete, el garrote, ahogamiento, aplastamiento, lanzamiento desde precipicios. Decapitación con hacha que luego evolucionó en la decapitación por espada y luego en la guillotina, por esta última murieron 15.000 personas sólo en la revolución francesa. Era muy común el envenenamiento con sustancias letales como la cicuta por ejemplo, obligada a ser bebida por Sócrates en su condena. Otros procedimientos arcaicos fueron el acuchillamiento, muerte por hambre o abandono en mazmorras, desangramiento, flagelación, arrastramiento hasta la muerte por erosión como estuvo muy de moda en la Antigua Roma, a ello hay que sumarle las fieras en los circos romanos y la crucifixión, recordemos al profético Jesús de Nazaret. Los colonos encarcelados en tierras indias eran sometidos a la sierra o el empalamiento; muchos de estos viejos rituales eran acompañados de música, bailes y ceremonias místicas. Todas estas prácticas primitivas se llevaron a cabo en la Edad Media, en donde se modernizó la maquinaria de muerte con inventos como: el desmembramiento por elaborados sistemas dirigidos a voluntad de animales salvajes, la estaca, la picota, la doncella de hierro, la araña de hierro (…). Aun así, mantenían el ‘clasicismo’ con la horca y la hoguera, muy utilizados en la Inquisición. En otros lados enterraban al culpable hasta el cuello para luego liberar a las alimañas hambrientas, o bien los colgaban de cabeza al fuego. Vale decir que todos estos eran espectáculos de entretención para el pueblo, el cual disfrutaba y podía participar arrojando objetos, piedras, frutas o simplemente gritando improperios. Hasta hace pocas décadas – incluso hoy en día - es propio el fusilamiento, tiro en la nuca o ametrallamiento; muy utilizado en las últimas guerras mundiales y dictaduras militares. El lanzamiento a acantilados sirvió de ejemplo al lanzamiento desde aviones. En las cárceles fue la cámara de gas, la silla eléctrica, (…)[1]. Como podemos ver, la imaginación no ha tenido límites, sería necesaria una serie de volúmenes para poder clasificar todas las técnicas; el lector puede investigar cada una de ellas y conocer en profundidad los detalles, si es que así lo desea.
Desde tiempos remotos, las personas han estado sometidas a la ignorancia, a la estrechez de miras y a la mentalidad empobrecida. A su vez, estas características de siglos no tan lejanos al nuestro, estuvieron subyugadas a sanguinarias autoridades dejadas llevar por la exacerbación del poder, apasionamiento de supremacía y fanatismo de creencias religiosas mal interpretadas. Satíricamente, este contexto aún no desaparece del todo, si bien los partidarios mencionan que los métodos modernos son “más veloces” y no “tortuosos” - como por ejemplo: la inyección letal - aun así llevan la viciosa marca de todos los métodos antiguos. La Ley Islámica aún se lleva a cabo con la decapitación de espada; en lapidación, la víctima semi-enterrada puede quedar libre si logra escapar al impacto de las piedras. Esta burla a la vida no puede seguir así. “Amnistía Internacional considera que la ejecución por lapidación agrava la brutalidad de la pena de muerte y es un método concebido específicamente para aumentar el sufrimiento de la víctima”. [2]
Los argumentos a favor de la pena de muerte velan desde una supuesta visión ética: como una pena justa, privando de vida a quien ha ultrajado la de otros; perdida de los derechos frente a la sociedad; argumentos utilitaristas que avalan el eficaz cese del crimen; prevención en base a la ‘publicidad de ejecuciones’ y así aumentar el miedo o fuga de prisiones; el argumento de una Deidad Superior justiciera, y la moral o las buenas costumbres. Si analizamos esta cuestión, nos percatamos de que tampoco proponen una solución pensada o inteligente, sino una de carácter veloz, arrebatada, llena de odio y animadversión. Que el rencor o el desprecio no nos quite la razón, que la aversión no nos arrebate la inteligencia. Es mejor para las víctimas que los imputados paguen con cárcel o medios de comunicación de prensa, ¿no es lo que corresponde?, coloquémonos por un instante fuera del lógico arrebato de dolor y veamos las cosas para sacar un beneficio de ellas, la muerte sólo quita el castigo al criminal, le salva de la desdicha que hay que sufrir en vida. Esto sería en los casos de infracción o atentado íntimo a otros, pero los de abandono de religión o infidelidad es llegar demasiado lejos. “¡Búsqueda de la justicia!, ¿es justo matar a los delincuentes? (…) matar al que privó a otro de la libertad, ¿acaso la vida tiene el mismo valor que la libertad?, esto no puede ser equivalente” ³, ¿la Justicia es la idéntica retribución?, ¿tan débil e inescrupulosa es la balanza de la justicia?, ¿ese es el ejemplo que quieren dar al mundo?.
Las naciones, en vez de buscar la solución al problema buscan la salida fácil, es satisfacer la sed de venganza de la víctima, amigos o familiares, ¿es lo correcto caer en el mismo juego inicial?; un secuestrador que no mató, ¿está justificado entonces quitarle la vida?. Tampoco tiene mucha lógica que el Estado entre en la contradicción de principios, quitarle la vida a un individuo que haya cometido un delito, ¿no es acaso también cometer un delito?, y con ello ¿se autoimputa el estado?, es una ironía de las más burdas. El Estado debe dejar de actuar con impulsividad, tiene que ser mediador, buscar una solución perspicaz y no un “escape” veloz de la responsabilidad que debería tomar. El Estado, en vez de hacer populismo con las ejecuciones debería ingeniárselas en materia de seguridad y prevención ciudadanas combatiendo la criminalidad, reforzar los mecanismos adecuados de tratamientos psiquiátricos y reinserciones; debería tomar medidas que luzcan un gobierno capaz y no temeroso de la contra-opinión. En la mayoría de los casos, el culpable viene envuelto en una historia particular, se ha desarrollado en un ambiente disfuncional que otorgan así un desorden de tipo psicológico. El delincuente se forma en un entorno donde es retroalimentado con estímulos que agravan los problemas de gestión de sus impulsos. La complejidad de la raíz es por la que debe velar la nación, si no parte desde ahí, jamás podrá ofrecer seguridad concreta a sus ciudadanos, pregonando el descuido y la indiferencia con negligencias. Cada ejecución devela la ineficacia de un país.
“En Estados Unidos el mayor número de víctimas de pena de muerte son los negros y los latinos (…) pues en muchos casos similares la probabilidad de la condena es menor si el delincuente es blanco y mayor si es negro (…)”. El Estado divulga discriminación, racismo y artimaña política. Las estadísticas de algunos países en los que se ha adoptado la pena de muerte muestran que los delitos sancionados con dicha pena se han incrementado; es decir, la previsión de la pena de muerte en las leyes penales no ha conseguido disuadir al delincuente y disminuir la comisión de delitos; por el contrario, el efecto ha sido el incremento de esos delitos, como si la pena de muerte fuese un aliciente para el delincuente.
El raciocinio ha sido una bendición y maldición a la vez, pese a ello, actualmente estamos en un proceso de control y administración consciente de nuestras facultades; estamos en un proceso de asimilación del valor de la vida, despojándonos así de las monstruosas cadenas del ayer. Tal cual ha evolucionado la tecnología, las comodidades o la ciencia, así también lo ha hecho la conciencia; estamos adquiriendo una comprensión de una realidad más trascendental de nosotros con el Cosmos. Aun así, es muy común convivir con la idolatría de la humanidad hacia sí misma, los diversos logros hicieron crecer el Ego de la especie y durante mucho tiempo fue condenada cualquier tipo de creencia que no apoyara nuestro centralismo en el universo. Hemos avanzado como civilización a pasos agigantados, pero todavía hay espinas que nos estancan y que existen delante de nuestras narices; ¿de qué sirve vociferar logros o dinero si aún no elevamos nuestros valores?. La víctima de pena capital debe sufrir otra sanción, es comprensible que ellos (no todos, ya que muchos son víctimas innecesarias de los extremismos de Arabia Saudita por ejemplo) deban pagar por homicidio o violación, pero no matándolos, eso no es lo que corresponde, ¿no es mejor que pague en prisión a que le otorguen un escape fácil?. Si queremos lucir el título de seres avanzados, hay que empezar por ahí.  Si bien se destruyeron las barreras de la física y la astronomía pisando tierra Lunar, perfectamente nos podemos despejar de un ideal tan arcaico e inhumano. A veces los presos esperan años para ser ejecutados, resulta tentador un castigo de ‘muerte en vida’ para la víctima o los seres queridos del victimario, pero hay otras opciones, nadie tiene derecho de arrebatarle la vida a nadie; esto sería un constante círculo vicioso del que no saldríamos jamás, no obstante, estamos apartándonos a medida que crecemos como humanidad. Siempre habrán personas que cometerán infracciones, delitos o crímenes, tampoco somos perfectos, estamos rodeados de defectos de los que uno puede arrepentirse en vida, tal vez no superar, pero sí arrepentirse.

La carrera del ser humano - desde los inicios hasta hoy en día - no ha sido externa, ha sido más bien interna; este ha ido experimentándose y ha ido conociéndose a sí mismo. Todos los inventos, las creaciones, las formas de pensamiento, todo lo que ha ido evolucionando en sí ha sido producto de este auto-descubrimiento, poco a poco vamos descartando los límites, los hombres y las mujeres van comprendiendo que son así mismos una totalidad. Atrás quedó el oscurantismo de la Edad Media y las sádicas costumbres que le fueron características. Hoy en día, el pensamiento de querer castigar quitando la vida con la institucionalización de la Ley Talión: “ojo por ojo, diente por diente”, es representación de una conciencia bruta, atrasada y digna de salvajismo. Existen un sinnúmero de opciones que pueden servir de reemplazo: como la cadena perpetua, el aislamiento o la prestación de servicios en las cárceles. Por suerte, no todo es tan gris como parece, el mundo está adquiriendo conciencia de enlace, amistad, amor, protección y aceptación, la conciencia de los individuos va en ascensión con la moral; los Derechos Humanos son el fruto de nuestro mañana, instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) están velando por una unión a escala planetaria, sin embargo, más eficaz sería si no fuese con los infaltables afanes y conveniencias de superintereses. En fin. La pena de muerte no es disuasiva, no soluciona la raíz del crimen, no va al origen de los problemas, no baja la frecuencia del delito; la falencia radica en los asuntos sistémicos y estratégicos basados en materia económica y socio-cultural. Una vez que se comprenda esta cuestión, habremos pegado un gran salto a las estrellas y luciremos el verdadero apelativo de mundo globalizado, orgullosos de nuestra capacidad de progreso en adelantos materiales y doctrina espiritual. Como mundo estamos a un paso de lograr la unificación de intereses, siendo la abolición de la pena capital la luz que describe el ideal del mañana, es el mejor pronóstico que podemos esperar en la ascensión ética e intelectual de la humanidad.


BIBLIOGRAFÍA
Díaz Aranda, Enrique, Islas de González Mariscal, Olga. (2003). ‘Contra la pena de muerte’.
Amnistía Internacional (Octubre 2006), ‘La pena de muerte, un fracaso de la justicia’
LINKOGRAFÍA
Amnistía Internacional, http://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/pm-catalogo.html







[1] Amnistía internacional [en línea], Educación en derechos humanos, Informe anual de amnistía internacional, Historia de la pena de muerte, Un catálogo espeluznante de las formas de ejecución, Recuperado de: http://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/pm-catalogo.html
² Amnistía Internacional (Octubre 2006), ‘10 de octubre: Día Mundial contra la Pena de Muerte. Datos, cifras y países 2006’, En ‘La pena de muerte, un fracaso de la justicia’ (p.15), Madrid.
 ³ Díaz Aranda, Enrique & Islas de González Mariscal, Olga. (2003), ‘Contra la pena de muerte’, En ‘Pena de Muerte’ (p. 71, 72), México.
⁴ IDEM, (p.84)

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