LA
PENA DE MUERTE: UNA ESPINA DE NUESTROS DÍAS
DEMIAN LUCANO
La pena de muerte - también conocida como pena capital o ejecución - es un castigo que consiste en la sustracción de la vida, el valor más preciado del Ser Humano. En el caso de infringir una determinada ley de Estado, gobierno o legislación en particular, está la pena de muerte como la peor de la sanciones. Ha habido ejecuciones de distintos tipos a lo largo del recorrido de la Historia Universal, hoy en día no deja de ser una inquietante espina que sigue presente en la jurisprudencia de diversas naciones, impartiéndose como un claro ejemplo de arcaica mentalidad y nefasta degradación de los derechos humanos.
Desde épocas muy primitivas existe el
registro de la pena de muerte, si bien a partir de una Weltanschauung o
‘cosmovisión’ prehistórica apareció ya retratado en la expresión artística
rupestre, resulta justificable aventurar que a medida que el hombre prosperó en
la complejidad de sus pensamientos y en la práctica de su voluntad, desarrolló
así una visión de vida en comunidad en donde el castigo formó parte del motor
conservador de la misma, diseñándose en el espectro de una realidad consecuente
al progreso. Nacieron así las normas jurídicas, sociales y políticas a partir
de una metodología de organización, esto permitió que las colectividades
despegaran tal y cual cohete en la formación de núcleos urbanos conocidos como
imperios o metrópolis. Es interesante analizar que, pese a las diversas
veneraciones metafísicas y distancias geográficas, hubo exacta similitud en la
ideología de ‘muerte’ como resultado al quebrantamiento de los establecidos
decretos.
Actualmente la pena de muerte ha sido
abolida y penalizada en casi todos los países europeos a excepción de
Bielorrusia, y en la mayoría de los correspondientes a Oceanía como Timor
Oriental, Australia y Nueva Zelanda. También
en Canadá, Rusia, entre otros. La mayoría de los países latinoamericanos la han abolido, en Chile fue derogada el 2001 por la Ley
Nº19.734 reemplazándola por presidio perpetuo calificado, no así por la
Justicia Militar que ha de mantenerla por periodos de guerra y aplicada
sólo en delito contemplado en ley aprobada por quórum calificado,
muy similar al caso de Brasil o Perú. En países como los Estados
Unidos de América, Guatemala y la mayoría de los estados del Caribe aún sigue siendo empleada. En África está
permitida en Zambia y Botsuana. En Asia, aún se usa en democracias
tales como Japón e India. En muchos países
se utiliza para castigar delitos sexuales, siendo considerados como tales
el adulterio o la sodomía. En otros se usa para
crímenes de asesinato, espionaje, traición o como parte
del Derecho militar. También se castiga con pena de muerte en ciertos
países musulmanes: la apostasía, la renuncia formal al islam, delito de
acto homosexual, blasfemia y brujería son algunos de los causantes.
En China, el tráfico de personas y los casos graves
de corrupción política son castigados con esta pena. En algunos
países se utiliza por motivos políticos, con la máxima difusión posible, como
“escarmiento” de masas.
La pena de muerte ha sido y será la peor
de las condenas. En la antigüedad era la muerte por estrangulamiento,
apedreamiento, la horca, el torniquete, el garrote, ahogamiento, aplastamiento,
lanzamiento desde precipicios. Decapitación con hacha que luego evolucionó en
la decapitación por espada y luego en la guillotina, por esta última murieron
15.000 personas sólo en la revolución francesa. Era muy común el envenenamiento
con sustancias letales como la cicuta por ejemplo, obligada a ser bebida por
Sócrates en su condena. Otros procedimientos arcaicos fueron el
acuchillamiento, muerte por hambre o abandono en mazmorras, desangramiento,
flagelación, arrastramiento hasta la muerte por erosión como estuvo muy de moda
en la Antigua Roma, a ello hay que sumarle las fieras en los circos romanos y
la crucifixión, recordemos al profético Jesús de Nazaret. Los colonos
encarcelados en tierras indias eran sometidos a la sierra o el empalamiento;
muchos de estos viejos rituales eran acompañados de música, bailes y ceremonias
místicas. Todas estas prácticas primitivas se llevaron a cabo en la Edad Media,
en donde se modernizó la maquinaria de muerte con inventos como: el
desmembramiento por elaborados sistemas dirigidos a voluntad de animales
salvajes, la estaca, la picota, la doncella de hierro, la araña de hierro (…).
Aun así, mantenían el ‘clasicismo’ con la horca y la hoguera, muy utilizados en
la Inquisición. En otros lados enterraban al culpable hasta el cuello para
luego liberar a las alimañas hambrientas, o bien los colgaban de cabeza al
fuego. Vale decir que todos estos eran espectáculos de entretención para el
pueblo, el cual disfrutaba y podía participar arrojando objetos, piedras,
frutas o simplemente gritando improperios. Hasta hace pocas décadas – incluso
hoy en día - es propio el fusilamiento, tiro en la nuca o ametrallamiento; muy
utilizado en las últimas guerras mundiales y dictaduras militares. El
lanzamiento a acantilados sirvió de ejemplo al lanzamiento desde aviones. En
las cárceles fue la cámara de gas, la silla eléctrica, (…)[1].
Como podemos ver, la imaginación no ha tenido límites, sería necesaria una
serie de volúmenes para poder clasificar todas las técnicas; el lector puede
investigar cada una de ellas y conocer en profundidad los detalles, si es que
así lo desea.
Desde tiempos remotos, las personas han
estado sometidas a la ignorancia, a la estrechez de miras y a la mentalidad
empobrecida. A su vez, estas características de siglos no tan lejanos al
nuestro, estuvieron subyugadas a sanguinarias autoridades dejadas llevar por la
exacerbación del poder, apasionamiento de supremacía y fanatismo de creencias
religiosas mal interpretadas. Satíricamente, este contexto aún no desaparece
del todo, si bien los partidarios mencionan que los métodos modernos son “más
veloces” y no “tortuosos” - como por ejemplo: la inyección letal - aun así
llevan la viciosa marca de todos los métodos antiguos. La Ley Islámica aún se
lleva a cabo con la decapitación de espada; en lapidación, la víctima
semi-enterrada puede quedar libre si logra escapar al impacto de las piedras.
Esta burla a la vida no puede seguir así. “Amnistía Internacional considera que
la ejecución por lapidación agrava la brutalidad de la pena de muerte y es un
método concebido específicamente para aumentar el sufrimiento de la
víctima”. [2]
Los argumentos a favor de la pena de
muerte velan desde una supuesta visión ética: como una pena justa, privando de
vida a quien ha ultrajado la de otros; perdida de los derechos frente a la
sociedad; argumentos utilitaristas que avalan el eficaz cese del crimen;
prevención en base a la ‘publicidad de ejecuciones’ y así aumentar el miedo o
fuga de prisiones; el argumento de una Deidad Superior justiciera, y la moral o
las buenas costumbres. Si analizamos esta cuestión, nos percatamos de que
tampoco proponen una solución pensada o inteligente, sino una de carácter
veloz, arrebatada, llena de odio y animadversión. Que el rencor o el desprecio
no nos quite la razón, que la aversión no nos arrebate la inteligencia. Es
mejor para las víctimas que los imputados paguen con cárcel o medios de
comunicación de prensa, ¿no es lo que corresponde?, coloquémonos por un
instante fuera del lógico arrebato de dolor y veamos las cosas para sacar un
beneficio de ellas, la muerte sólo quita el castigo al criminal, le salva de la
desdicha que hay que sufrir en vida. Esto sería en los casos de infracción o
atentado íntimo a otros, pero los de abandono de religión o infidelidad es
llegar demasiado lejos. “¡Búsqueda de la justicia!, ¿es justo matar a los
delincuentes? (…) matar al que privó a otro de la libertad, ¿acaso la vida
tiene el mismo valor que la libertad?, esto no puede ser equivalente” ³,
¿la Justicia es la idéntica retribución?, ¿tan débil e inescrupulosa es la
balanza de la justicia?, ¿ese es el ejemplo que quieren dar al mundo?.
Las naciones, en vez de buscar la solución
al problema buscan la salida fácil, es satisfacer la sed de venganza de la
víctima, amigos o familiares, ¿es lo correcto caer en el mismo juego inicial?;
un secuestrador que no mató, ¿está justificado entonces quitarle la vida?.
Tampoco tiene mucha lógica que el Estado entre en la contradicción de
principios, quitarle la vida a un individuo que haya cometido un delito, ¿no es
acaso también cometer un delito?, y con ello ¿se autoimputa el estado?, es una ironía
de las más burdas. El Estado debe dejar de actuar con impulsividad, tiene que
ser mediador, buscar una solución perspicaz y no un “escape” veloz de la
responsabilidad que debería tomar. El Estado, en vez de hacer populismo con las
ejecuciones debería ingeniárselas en materia de seguridad y prevención
ciudadanas combatiendo la criminalidad, reforzar los mecanismos adecuados de
tratamientos psiquiátricos y reinserciones; debería tomar medidas que luzcan un
gobierno capaz y no temeroso de la contra-opinión. En la mayoría de los
casos, el culpable viene envuelto en una historia particular, se ha
desarrollado en un ambiente disfuncional que otorgan así un desorden de tipo
psicológico. El delincuente se forma en un
entorno donde es retroalimentado con estímulos que agravan los problemas de
gestión de sus impulsos. La complejidad de la raíz es por la que debe velar la
nación, si no parte desde ahí, jamás podrá ofrecer seguridad concreta a sus
ciudadanos, pregonando el descuido y la indiferencia con negligencias. Cada
ejecución devela la ineficacia de un país.
“En Estados Unidos el mayor número de
víctimas de pena de muerte son los negros y los latinos (…) pues en muchos
casos similares la probabilidad de la condena es menor si el delincuente es
blanco y mayor si es negro (…)”⁴. El
Estado divulga discriminación, racismo y artimaña política. Las estadísticas de
algunos países en los que se ha adoptado la pena de muerte muestran que los
delitos sancionados con dicha pena se han incrementado; es decir, la previsión
de la pena de muerte en las leyes penales no ha conseguido disuadir al
delincuente y disminuir la comisión de delitos; por el contrario, el efecto ha
sido el incremento de esos delitos, como si la pena de muerte fuese un
aliciente para el delincuente.
El raciocinio ha sido una bendición y
maldición a la vez, pese a ello, actualmente estamos en un proceso de control y
administración consciente de nuestras facultades; estamos en un proceso de
asimilación del valor de la vida, despojándonos así de las monstruosas cadenas
del ayer. Tal cual ha evolucionado la tecnología, las comodidades o la ciencia,
así también lo ha hecho la conciencia; estamos adquiriendo una comprensión de
una realidad más trascendental de nosotros con el Cosmos. Aun así, es muy común
convivir con la idolatría de la humanidad hacia sí misma, los diversos logros
hicieron crecer el Ego de la especie y durante mucho tiempo fue condenada
cualquier tipo de creencia que no apoyara nuestro centralismo en el universo.
Hemos avanzado como civilización a pasos agigantados, pero todavía hay espinas
que nos estancan y que existen delante de nuestras narices; ¿de qué sirve
vociferar logros o dinero si aún no elevamos nuestros valores?. La víctima de
pena capital debe sufrir otra sanción, es comprensible que ellos (no
todos, ya que muchos son víctimas innecesarias de los extremismos de
Arabia Saudita por ejemplo) deban pagar por homicidio o violación, pero no
matándolos, eso no es lo que corresponde, ¿no es mejor que pague en prisión a
que le otorguen un escape fácil?. Si queremos lucir el título de seres
avanzados, hay que empezar por ahí. Si bien se destruyeron las barreras
de la física y la astronomía pisando tierra Lunar, perfectamente nos podemos
despejar de un ideal tan arcaico e inhumano. A veces los presos esperan años
para ser ejecutados, resulta tentador un castigo de ‘muerte en vida’ para la
víctima o los seres queridos del victimario, pero hay otras opciones, nadie
tiene derecho de arrebatarle la vida a nadie; esto sería un constante círculo
vicioso del que no saldríamos jamás, no obstante, estamos apartándonos a medida
que crecemos como humanidad. Siempre habrán personas que cometerán
infracciones, delitos o crímenes, tampoco somos perfectos, estamos rodeados de
defectos de los que uno puede arrepentirse en vida, tal vez no superar, pero sí
arrepentirse.
La carrera del ser humano - desde los
inicios hasta hoy en día - no ha sido externa, ha sido más bien interna; este
ha ido experimentándose y ha ido conociéndose a sí mismo. Todos los inventos,
las creaciones, las formas de pensamiento, todo lo que ha ido evolucionando en
sí ha sido producto de este auto-descubrimiento, poco a poco vamos descartando
los límites, los hombres y las mujeres van comprendiendo que son así mismos una
totalidad. Atrás quedó el oscurantismo de la Edad Media y las sádicas
costumbres que le fueron características. Hoy en día, el pensamiento de querer
castigar quitando la vida con la institucionalización de la Ley Talión: “ojo
por ojo, diente por diente”, es representación de una conciencia bruta,
atrasada y digna de salvajismo. Existen un sinnúmero de opciones que pueden
servir de reemplazo: como la cadena perpetua, el aislamiento o la prestación de
servicios en las cárceles. Por suerte, no todo es tan gris como parece, el mundo
está adquiriendo conciencia de enlace, amistad, amor, protección y aceptación,
la conciencia de los individuos va en ascensión con la moral; los Derechos
Humanos son el fruto de nuestro mañana, instituciones como la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) están velando por una unión a escala planetaria, sin
embargo, más eficaz sería si no fuese con los infaltables afanes y
conveniencias de superintereses. En fin. La pena de muerte no es
disuasiva, no soluciona la raíz del crimen, no va al origen de los problemas,
no baja la frecuencia del delito; la falencia radica en los asuntos sistémicos
y estratégicos basados en materia económica y socio-cultural. Una vez que se
comprenda esta cuestión, habremos pegado un gran salto a las estrellas y
luciremos el verdadero apelativo de mundo globalizado, orgullosos de nuestra
capacidad de progreso en adelantos materiales y doctrina espiritual. Como mundo
estamos a un paso de lograr la unificación de intereses, siendo la abolición de
la pena capital la luz que describe el ideal del mañana, es el mejor pronóstico
que podemos esperar en la ascensión ética e intelectual de la humanidad.
BIBLIOGRAFÍA
Díaz Aranda, Enrique, Islas de González Mariscal,
Olga. (2003). ‘Contra la pena de muerte’.
Amnistía Internacional (Octubre 2006), ‘La pena de muerte, un fracaso de la justicia’
LINKOGRAFÍA
Amnistía
Internacional,
http://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/pm-catalogo.html
[1] Amnistía internacional [en línea], Educación
en derechos humanos, Informe anual de amnistía internacional, Historia de la
pena de muerte, Un catálogo espeluznante de las formas de ejecución,
Recuperado de:
http://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/pm-catalogo.html
² Amnistía Internacional (Octubre 2006), ‘10 de octubre: Día Mundial contra la Pena de
Muerte. Datos, cifras y países 2006’, En ‘La pena de muerte, un fracaso de la
justicia’ (p.15), Madrid.
³ Díaz Aranda, Enrique & Islas de
González Mariscal, Olga. (2003), ‘Contra la pena de muerte’, En ‘Pena de Muerte’ (p.
71, 72), México.
⁴ IDEM, (p.84)
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