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jueves, 27 de julio de 2017

P. D. Ouspensky sobre Immanuel Kant (Part 2)


Una nueva visión del problema de Kant. Los libros de Hinton. El "sentido del espacio" y su evolución. Un sistema para desarrollar el sentido de la cuarta dimensión por medio de ejercicios con cubos de diferentes colores. El concepto geométrico del espacio. Tres perpendiculares. ¿Por qué son sólo tres? ¿Todo lo existente puede ser medido mediante tres perpendiculares? Hechos físicos y metafísicos. Signos de la existencia. La realidad de las Ideas. La evidencia Insuficiente de la existencia de la materia y del movimiento. Materia y movimiento son sólo conceptos lógicos, como "bien" y "mal".

Ya dije que Kant planteó un problema, pero no ofreció su solución ni indicó modo alguno de resolverlo. Y tampoco ninguno de los comentaristas, intérpretes, seguidores u oponentes conocidos de Kant halló esta solución o el camino hacia ella.
Encuentro la primera vislumbre de una comprensión correcta del problema de Kant, y los primeros indicios de un camino posible hacia su solución, en los intentos de un nuevo enfoque del estudio de este problema del espacio y del tiempo, conectado con la idea de la "cuarta dimensión" y la idea de las dimensiones superiores en general. Los libros del escritor inglés C. H. Hinton, A new Era of Thought y The Fourth Dimensión, contienen un interesante análisis de lo mucho que se ha hecho en esta dirección. (3)
            Entre otras cosas, Hinton dice que los comentarios sobre las ideas de Kant se ocupan habitualmente sólo de su aspecto negativo; es decir, el hecho de que podemos percibir las cosas a través de los sentidos, sólo en tiempo y espacio, se considera como un obstáculo, impidiéndonos ver a qué se parecen realmente las cosas en si mismas, no permitiéndonos conocerlas como son en realidad, imponiéndoles algo que no les pertenece, algo que las excluye de nosotros.
Pero [dice Hinton], si la afirmación de Kant la tomamos como es simplemente [sin ver en la percepción espacial un impedimento para la percepción correcta y nos decimos que aprehendemos por medio del espacio, entonces es igualmente aceptable considerar nuestro sentido del espacio] no como una condición negativa que nos impida aprehender al mundo, sino como un medio positivo por el que la mente aterra su experiencia [o sea, por medio del cual aprehendemos al mundo].
En tantos libros en los que se trata el tema hay cierto aire de desaliento — como si esta aprehensión del espacio fuera una especie de velo que nos excluyese de la naturaleza. Pero no hay necesidad de adoptar este sentimiento... [Debemos reconocer] el hecho de que es por medio del espacio que aprehendemos lo que existe. El espacio es el instrumento de la mente.
            Muy a menudo, una afirmación que parece ser muy profunda y abstrusa y difícil de captar, es simplemente la forma dentro de la cual los pensadores profundos arrojaron una observación muy simple y práctica. Y por ahora, contemplemos la gran doctrina del espacio de Kant desde un punto de vista práctico, y llega a esto: es importante desarrollar el sentido del espacio, pues éste es el medio por el cual pensamos acerca de cosas reales.
Ahora bien, de acuerdo con Kant [continúa Hinton], el sentido del espacio o la intuición del espacio, es el poder más fundamental de la mente. Pero en ninguna parte encuentro una educación sistemática y completa del sentido del espacio... Se la deja para que se organice por accidente... [Empero, un desarrollo especial del sentido del espacio hace perfectamente claro y simple] una serie total de nuevos conceptos...
Fichte. Schelling, Hegel desarrollaron ciertas tendencias de Kant y escribieron libros notables.
Pero los verdaderos sucesores de Kant son Gauss y Lobatchewski.
Pues si nuestra intuición del espacio es el medio por el cual aprehendemos, entonces se colige que hay diferentes géneros de intuiciones del espacio... Esta intuición del espacio deberá ser matizada, por así decirlo, por las condiciones (de la actividad mental) del ser que la usa...
Mediante un análisis notable, los grandes geómetras antes mencionados mostraron que el espacio no está limitado como parecería informárnoslo la experiencia corriente, sino que somos enteramente capaces de concebir diferentes géneros de espacio. (4)
Hinton ideó un complicado sistema para educar y desarrollar el sentido del espacio por medio de ejercicios con una serie de cubos de diferentes colores. Los libros ya mencionados se consagran a exponer este sistema. En mi opinión, los ejercicios de Hinton son interesantes desde el punto de vista teórico pero pueden tener significación práctica solamente en aquellos casos en los que las personas tengan la misma constitución mental que Hinton.
Según Hinton, su sistema de ejercicios mentales debe conducir primero de todo, al desarrollo de la habilidad para visualizar cosas, no como el ojo las ve, o sea no en perspectiva, sino como son geométricamente; por ejemplo, deben enseñarle a uno a visualizar el cubo desde todos los lados a la vez. Si adquirimos esta habilidad de visualización, no en perspectiva, a su vez deberíamos ampliar grandemente los límites de la actividad de nuestra consciencia, creando de ese modo nuevos conceptos e intensificando nuestra capacidad para extraer analogías.
Kant estableció el hecho de que una expansión del conocimiento bajo las condiciones existentes de percepción no nos acercará más a las cosas en sí mismas. Pero hay teorías que afirman que, si se lo desea, es posible cambiar las condiciones mismas de percepción y, de este modo, enfocar la esencia real de las cosas. En los libros antes mencionados, Hinton intenta reunir las bases científicas de tales teorías.

Nuestro espacio, como pensamos en él corrientemente, lo concebimos limitado — no en extensión, sino en cierto modo que sólo puede comprenderse cuando pensamos en nuestros métodos para medir objetos espaciales. Encontramos que hay sólo tres direcciones independientes en las que un cuerpo puede medirse: deberá tener altura, largo y anchura, pero no tiene más que estas dimensiones. Sí en él se tomara cualquier otea medida, se halla-ría que esta nueva medida estaría compuesta por las viejas medidas.
Es imposible hallar en el cuerpo un punto al que no pudiera llegarse viajando en combinaciones de las tres direcciones ya tomadas.
¿Pero, por qué el estado debe limitarse a tres direcciones independientes?
Los geómetras descubrieron que no hay razón de por qué los cuerpos deberían estar así limitados. Objetivamente, todos los cuerpos que podemos medir están así limitados. De modo que llegamos a esta conclusión: que el espacio que usamos para concebir objetos ordinarios del mundo se limita a tres dimensiones.
Pero podría ser posible que haya seres que vivan en un mundo tal que conciban un espacio de cuatro dimensiones...
Es posible decir mucho acerca de un espacio de dimensiones superiores a las nuestras, y elaborar analíticamente muchos problemas que los sugieran. Pero, ¿podremos concebir un espacio tetradimensional del mismo modo en que concebimos nuestro propio espacio? ¿Podremos pensar en un cuerpo de cuatro dimensiones como una unidad que tenga propiedades, del mismo modo que pensamos en un cuerpo que tenga una figura definida en el espacio con el que estamos familiarizados?
Realmente, no hay más dificultad en concebir figuras tetradimensionales, cuando marchamos por la senda correcta, que en concebir la idea de figuras sólidas, y tampoco existe misterio alguno acerca de ello.
Cuando se adquiere la facultad [de aprehender en las cuatro dimensiones] — o más bien, cuando se la introduce en la consciencia, pues existe en todos deforma imperfecta— se abre un nuevo horizonte. La mente adquiere un desarrollo de energía, y en este uso de un espacio más amplio como modalidad del pensamiento, se abre un sendero usando esa misma verdad que, cuando Kant la expresó por primera vez. parecía cerrar la mente dentro de límites tan estrechos. Nuestra percepción está sujeta a las condiciones de estar en el espacio. Pero el espacio no está limitado como pensarnos al principio.
El próximo paso después de haber formado esta facultad de concebir un espacio más amplio, es investigar la naturaleza y ver qué fenómenos han de explicarse mediante las relaciones tetradimensionales...
El pensamiento de los siglos pasados usó el concepto de un espacio tridimensional, y por ese medio clasificó muchos fenómenos y obtuvo reglas para ocuparse de asuntos de gran utilidad práctica. El sendero que se abre inmediatamente ante nosotros en el futuro es el de aplicar el concepto del espacio tetradimensional a los fenómenos de la naturaleza, y de investigar lo que podrá averiguarse por este nuevo medio de aprehensión.

Para expandir nuestra aprehensión es importante separar lo más distantemente posible los autoelementos, o sea, los elementos personales introducidos por nosotros en todo lo que aprehendemos, de aquello que está siendo aprehendido, para que nuestra atención no se distraiga (en nosotros) de las propiedades de lo que realmente percibimos.
Sólo "librándonos" de los "autoelementos" de nuestra percepción "nos colocamos en una posición en la que podemos proponer preguntas sensatas". Sólo "librándonos de la noción de su movimiento circular alrededor de la tierra" lo sea, alrededor de nosotros: un autoelemento] "preparamos nuestro camino para estudiar al sol".

Lo peor de un autoelemento [de la percepción], es que nunca imaginamos su presencia hasta que nos libramos de él.
[A fin de entender qué significa el autoelemento en nuestra percepción], imaginémonos trasladados de repente a otra parte del universo, y que allí encontramos seres inteligentes y entablamos con ellos una conversación.
Si les dijéramos que provenimos de un mundo y les describiéramos al sol diciéndoles que es un cuerpo brillante y caliente que se desplaza alrededor de nosotros, replicarían: Nos habéis dicho algo del sol. pero también algo de vosotros.

En consecuencia, si deseamos conocer algo del sol, en primer lugar debemos desembarazamos del autoelemento introducido en nuestra aprehensión del sol por el movimiento alrededor de éste por parte de la tierra, en la que estamos.
"Una de nuestras serias piezas de trabajo" en la educación y el desarrollo del sentido del espacio será libramos de los autoelementos en el conocimiento del orden [de los objetos]". Todavía no está determinada por completo la relación de nuestro universo, o de nuestro espacio, con el espacio tetradimensional.

La relación real exigirá mucho estudio para captarla, y entonces nos parecerá tan natural como nos parece ahora la posición de la tierra entre los demás planetas.
Los estudios del... ¡orden] yo los dividiría en dos clases: los que crean la facultad del orden, y los que la usan y ejercitan. La matemática la ejercita, pero no pienso que la cree; y por desgracia, en matemática como ahora a menudo se la enseña, al alumno se lo lanza de repente dentro de un vasto sistema de símbolos [sin recibir la posibilidad de captar su significado y su importancia].
De las posibles unidades que servirán [para el estudio del orden], tomo el cubo; y me encontré con que siempre que tomé cualquier otra unidad me equivoqué, confundí y perdí el camino. Con el cubo no se marcha muy rápidamente, pero todo es perfectamente evidente y sencillo, y se erige en un todo del que cada parte es evidente...

Nuestro trabajo será. pues, éste: un estudio, por medio de cubos, de los hechos del orden. Y el proceso de aprendizaje será un activo proceso de montar realmente los cubos. De este modo... ponemos... /a la mente/ en contacto con la naturaleza. (5)

Ahora bien, tomando en consideración todo lo que se ha dicho, tratemos de establecer exactamente cómo entendemos aquellos aspectos de nuestra percepción de los que habla Kant.
¿Qué es el espacio?
Tomado como un objeto, o sea, visualizado como fuera de nuestra consciencia, el espacio es para nosotros la forma del universo o la forma de la materia en el universo.
El espacio posee extensión infinita en todas las direcciones. Pero al mismo tiempo, podemos medirlo en tres direcciones independientes solamente: largo, ancho y alto. A estas direcciones las llamamos dimensiones del espacio y decimos que nuestro espacio posee tres dimensiones, que es tridimensional.
            Con dirección Independiente significamos, en este caso. una línea que está en ángulos rectos respecto de otra.
            Nuestra geometría (o sea, la ciencia de medir la tierra, o la materia en el espacio) conoce sólo tres de tales líneas que están simultáneamente en ángulos rectos una con otra y no son paralelas en relación de una con otra.
¿Por qué sólo hay tres, y no diez o quince?
Esto no los sabemos.
Además, es significativo otro hecho: en virtud de alguna misteriosa cualidad del universo, o debido a las limitaciones de nuestro aparato mental, no podemos visualizar más de tres perpendiculares.
Pero decimos que el espacio es infinito. En consecuencia, puesto que la primera condición del infinito es la infinitud en todas las direcciones y en todos los aspectos posibles, debemos dar por sentado que el espacio tiene una cantidad infinita de dimensiones, o sea, dar por sentada la posibilidad de una cantidad infinita de líneas perpendiculares y no paralelas una con otra. Y además, tenemos que dar por sentado que, por alguna razón conocemos solamente tres de estas líneas.
Este es el aspecto en el que la cuestión de las dimensiones superiores se presenta a nuestra consciencia ordinaria.
A pesar de todo, puesto que somos incapaces de construir más de tres perpendiculares, estamos obligados a admitir que, aunque la tridimensionalidad de nuestro espacio sea meramente condicional, lo limitado de nuestro espacio respecto de las posibilidades geométricas es un hecho incuestionable. Pero por supuesto, si estas propiedades del espacio son creadas por ciertos atributos que nos pertenecen, entonces se colige que la limitación está también en nosotros mismos.
No Importa de qué dependa esta limitación, el hecho es que existe. Un punto dado puede ser el vértice de sólo ocho tetraedros independientes. Desde un punto dado sólo pueden trazarse tres líneas perpendiculares y no paralelas.
Partiendo de esto, determinamos la dimensionalidad del espacio mediante el número de líneas que es posible trazar en él, las cuales estarían en ángulos rectos una respecto de la otra. En una línea no puede haber una perpendicular, o sea, otra línea. Es espacio unidimensional. En una superficie, son posibles dos perpendiculares. Es espacio bidimensional. En el "espacio", hay tres perpendiculares. Es espacio tridimensional.
            La Idea de la cuarta dimensión surgió del supuesto de que, además de las tres dimensiones conocidas por nuestra geometría, existe una cuarta. Inaccesible y desconocida para nosotros por alguna razón, o sea, que además de las tres perpendiculares que conocemos es posible una cuarta perpendicular misteriosa. En la práctica, este supuesto se basa en la consideración de que el mundo contiene muchas cosas y fenómenos acerca de cuya existencia real no puede haber duda. pero que trascienden cabalmente la medición en largo, ancho y alto, y están, por decirlo así, fuera del espacio tridimensional.
            Podemos tomar como realmente existente aquello que produce cierta acción, tiene ciertas funciones, representa la causa de algo más. Lo que no existe no puede producir acción alguna, no tiene función, no puede ser causa. Pero hay diferentes géneros de existencia. Está la existencia física, reconocida por acciones y funciones de cierta índole; y está la existencia metafísica, reconocida por sus acciones y funciones.
            Una cosa existe, y la idea del bien y del mal existe. Pero no existen en el mismo sentido. Un mismo método de demostración de la existencia no puede servir para demostrar la existencia de una casa y la existencia de una idea. Una casa es un hecho físico, una idea es un hecho metafísica. Los hechos tanto físicos como metafísicos existen, pero existen de modo diferente. A fin de demostrar la idea de la división del bien y del mal — o sea, un hecho metafísico— deberá demostrarse su posibilidad. Esto será suficiente. Pero si demuestro que una casa, o sea un hecho físico, puede existir, de ningún modo eso significa que realmente exista. Demostrar que un hombre puede poseer una casa no es prueba de que realmente la posea.
            Además, nuestra relación con una idea y con una casa es muy diferente. Por medio de cierto esfuerzo, puede destruirse una casa: la puede incendiar o demoler. La casa cesará de existir. Pero trátese de destruir mediante esfuerzo una idea. Cuanto más se luche contra ella, cuanto más se la discuta, refute y ridiculice, esa idea más crecerá, se difundirá y cobrará fuerza. Por otro lado, el silencio, el olvido, el no-hacer, la "no resistencia" aniquilarán, o en todo caso debilitarán esa idea. Pero el silencio, el olvido no perjudicarán a una casa ni a una piedra. Está claro que la existencia de una casa y la existencia de una idea son existencias diferentes.
            Sabemos muchísimo de existencias diferentes de ese tipo. Un libro existe y el contenido de un libro existe. Las notos existen, y la música que éstas contienen existe. Una moneda existe y el valor de compra de una moneda existe. Una palabra existe y la energía contenida en ella existe.
Por un lado, vemos una serie de hechos físicos; por el otro, una serie de hechos metafísicas. Hay hechos del primer género y hechos del segundo género; ambos existen, pero existen de modo diferente.
Desde el corriente punió de vista positivista parecerá muy ingenuo hablar del valor de compra de una moneda separadamente de ésta; de la energía de una palabra separadamente de ésta; del contenido de un libro separadamente de éste, y así sucesivamente. Todos sabemos que ésta es sólo "una manera de hablar", que en realidad el valor de compra, la energía de una palabra, el contenido de un libro, no tienen existencia; son sólo conceptos por medio de los cuales designamos una serle de fenómenos de algún modo conectados con la moneda, la palabra y el libro, pero en realidad muy separados de ellos. ¿Pero esto es así?
            Decimos no aceptar nada como datos y, en consecuencia, no debemos rechazar nada como datos.
            En las cosas no sólo vemos un aspecto externo sino también un contenido interno. Sabemos que este contenido interno constituye una parte inalienable de las cosas, habitualmente su esencia principal. Y muy naturalmente nos preguntamos dónde está y qué representa. Vemos que este contenido interior no está en nuestro espacio. De modo que concebimos la idea de un "espacio superior", que posee más dimensiones que el nuestro. Nuestro espacio llega a ser entonces parte de un espacio superior, por decirlo así, o sea, empezamos a suponer que conocemos, sentimos y medimos sólo una parte del espacio, la parte que es medible en largo, ancho y alto.
Díjose antes que, por regla general, consideramos al espacio como la forma del universo o la forma de la materia en el universo. Para aclarar más esto: puede decirse que un "cubo" es la forma de la materia en un cubo; una "esfera" es la forma de la materia en una esfera; el "espacio" —una esfera infinita— es la forma de toda la materia contenida en el universo.

En La Doctrina Secreta. H.P. Blavatsky dice esto acerca del espacio:
El absurdo superficial de presumir que el espacio mismo es medible en cualquier dirección es de poca consecuencia. La frase familiar [la cuarta dimensión del espacio] sólo puede ser una abreviación de la forma mas completa — la "cuarta dimensión de la materia, en el espacio"... El progreso de la evolución puede destinarse a introducimos en nuevas características de la materia. (6)

      Pero la fórmula que define al "espacio" como la "forma de la materia en el universo" sufre de un defecto, a saber, introduce el concepto de la "materia", o sea, una incógnita.

Ya hablé del callejón sin salida de x = y, y = x, al que conducen todos los intentos de definición física de la materia. Las definiciones psicológicas conducen a lo mismo. En su célebre libro The Physiology of the Soul. A. I. Hertzen dice:
Llamamos materia a todo lo que, directa o indirectamente, ofrece resistencia al movimiento producido directa o indirectamente por nosotros, manifestando en esto una notable analogía con nuestros estados pasivos. Y llamamos fuerza (movimiento) a lo que, directa o indirectamente, comunica movimiento a nosotros o a otros cuerpos. manifestando en esto la máxima semejanza con nuestros estados activos.

En consecuencia, "materia" y "movimiento" son, por decirlo así, proyecciones de nuestros estados activo y pasivo. Está claro que el estado pasivo sólo puede definirse por medio del activo, y el activo por medio del pasivo. El resultado es una vez más dos incógnitas que se definen entre sí.
E. Douglas Fawcett lo expresa muy bien cuando habla de la materia en su artículo "Idealismo y el Problema de la Naturaleza", en The Quest (abril de 1910):
            La Materia (como "Fuerza") no representa dificultad alguna. Lo sabemos todo acerca de ella, por la muy buena razón de que la ' hemos inventado... La "Materia" es una creación concebida por nosotros; un mero modo de pensar acerca de los objetos sensibles; un sustituto mental de complejos hechos concretos pero inmanejables...
Hablando estrictamente, la Materia existe solamente como un concepto... A decir verdad, el carácter de la Materia, inclusive cuando se trata sólo como un concepto es tan carente de evidencia que las personas, en su mayoría, son Incapaces de decir exactamente qué significan con ella.
Preséntase aquí una cuestión importante: materia y fuerza son sólo conceptos lógicos, o sea, solamente términos adoptados para designar una larga serie de hechos diversos. Para nosotros, educados en la "física", es difícil entender esto. Pero en realidad, ¿quién vio Jamás a la materia o a la fuerza? Vemos cosas, vemos fenómenos. Jamás hemos visto ni veremos nunca a la materia separadamente de la sustancia de la que está hecha o en la que consiste una cosa dada. Y, una sustancia dada no es materia, es modera, o hierro, o piedra. Del mismo modo, nunca veremos a la fuerza separadamente de la acción. ¿Qué significa esto? Significa que materia y fuerza son conceptos tan abstractos como "valor" o "trabajo", como el "valor de compra" de una moneda, como el "contenido" de un libro. Significa que la materia es la "sustancia con que están construidos los sueños". Y, tal como nunca podremos tocar esta "sustancia", y sólo la vemos en sueños, de igual modo nunca podremos tocar, ver ni fotografiar a la materia física separadamente de las cosas. Perfecta o imperfectamente, conocemos cosas y fenómenos, pero nunca conoceremos a la materia y a la fuerza aparte de las cosos y los fenómenos.
La materia es un concepto tan abstracto como la verdad, el bien o el mal.
La materia, o cualquier parte de la materia, no puede introducirse en una retorta ni en un crisol, tal como a las 'Tinieblas Egipcias" no se las puede vender en botellitas. Pero dicen que a las "Tinieblas Egipcias" las venden, en forma de polvo negro, en el Monte Athos o en otra parte, por lo que tal vez alguien también vio a la materia después de todo.
            A fin de hallar el enfoque correcto de estas cuestiones es necesario tener cierta preparación o gran sagacidad. Por desgracia, las personas se embarcan con demasiada facilidad en discusiones acerca de cuestiones fundamentales sobre la estructura del mundo.
Un hombre admite prestamente su incompetencia en música o matemática superior, en el arte de bailar ballet, pero siempre se reserva el derecho de tener una opinión y expresar un juicio sobre cuestiones referentes a " principios fundamentales". Es muy difícil conversar con tales personas.
Pues, ¿cómo se podrá contestar a un hombre que lo mira a uno con perplejidad, tamborilea su dedo en la mesa y dice: "Esto es materia, la conozco, la siento ¿Esto cómo puede ser un concepto abstracto?" Es tan difícil contestarle como contestar al hombre que dice: "¡Pero yo veo por mi mismo que el sol sale y se pone!". Para volver a la cuestión del espacio, en todos los acontecimientos no debemos introducir cantidades desconocidas en su definición. Debemos definirlo con la ayuda de los dos datos que ya decidimos aceptar en el comienzo mismo.
El mundo y nuestra vida interior son los dos hechos que decidimos reconocer como existentes. Con el mundo significamos la combinación de las causas de todas nuestras sensaciones en general. Con el mundo material significamos la combinación de las causas de una serie definida de sensaciones, las de la vista, el oído, el tacto, el olfato, el gusto, las sensaciones de peso, masa. etc.
El espacio es una propiedad del mundo o una propiedad de nuestra cognición del mundo. El espacio tridimensional es una propiedad del mundo material o una propiedad de nuestra percepción del mundo material.
            De modo que la cuestión es ésta: ¿cómo debemos enfocar el estudio del espacio?


3   Hinton tiene dos libros separados: The Fourth Dimensión, y A New Era of Thought; hay también tres libros de artículos populares y ficción: Scientific Romances, donde expone las mismas ideas.
4   A New Era Of Thought, de C. H. Hinton, Londres, George Alien & Unwin, 1910.
5   A New Era Of Thought, de C. H. Hinton, Londres, George Alien & Unwin, 1910.
6   The Secret Doctrine, de H.P. Blavatsky, Londres y Nueva York, Theosophical Publishing Society, 3a. ed., 1893, tomo I, pág. 271. (La Doctrina Secreta. Ed. Kier S.A., Buenos Aires)



 Fuente: Tertium Organum - P. D. Ouspensky. Capitulo 2.

sábado, 22 de julio de 2017

P. D. Ouspensky sobre Immanuel Kant (Part 1)




¿Qué sabemos y qué no sabemos? Nuestros datos conocidos y nuestros datos desconocidos. Cantidades 
desconocidas tomadas como cantidades conocidas. Materia y movimiento. ¿A qué arriba la filosofía positivista? ¡denudad de las cantidades desconocidas: x = y, y = x. ¿Qué sabemos realmente? La existencia de la consciencia en nosotros y del mundo fuera de nosotros. ¿Dualismo o monismo? Cognición subjetiva y objetiva. ¿Dónde yacen las causas de las sensaciones? El sistema de Kant. Tiempo y espacio. La observación de Mach. Con qué trabaja realmente el físico.

Aprende a discernir lo real de lo falso.
La Voz del Silencio, H.P.B.

La cosa más difícil es saber lo que sabemos y lo que no sabemos. Por tanto, si deseamos saber algo, debemos primero de todo establecer qué aceptamos como datos, y qué consideramos que exige definición y prueba, o sea, debemos determinar qué sabemos ya, y qué deseamos saber.
     En relación con nuestra cognición del mundo y de nosotros mismos, las condiciones serían ideales si fuera posible no aceptar nada como datos y considerar que todo exige definición y prueba.
    En otras palabras, seria mejor suponer que no sabemos nado, y tomar esto como nuestro punto de partida.
     Por desgracia, sin embargo, es imposible crear tales condiciones. Algo ha de tenerse como base, algo debe aceptarse como conocido; de lo contrario, estaremos constantemente obligados a definir una incógnita por medio de otra.
     Por otro lado, debemos cuidamos de aceptar como conocidas — como datos— cosas que. en realidad, son completamente desconocidas y meramente presupuestas: los que se buscan. Hemos de cuidamos de no hallamos en la posición ocupada por la filosofía positivista en el siglo XIX. Durante largo tiempo, la base de esta filosofía fue el reconocimiento de la existencia de la materia (materialismo); y más tarde, de la energía, o sea, la fuerza o el movimiento (energética, aunque en el hecho concreto la materia y el movimiento siguieron siendo siempre las cantidades desconocidas, x e y, y se definieron siempre una por medio de la otra.
     Está perfectamente claro que es imposible aceptar la cosa buscada como la cosa conocida; y que no podemos definir una incógnita por medio de otra incógnita. El resultado no es sino la identidad de dos incógnitas: x = y, y = x.
    Es precisamente esta identidad de cantidades desconocidas la que representa la conclusión última a la que arriba la filosofía positivista.
     La materia es aquello en. lo que tienen lugar los cambios llamados movimiento: y el movimiento son aquellos cambios que tienen lugar en la materia.
       ¿Qué sabemos entonces?
Sabemos que, desde el primer paso mismo hacia la cognición, un hombre es sorprendido por dos hechos evidentes: La existencia del mundo en que vive; y ía existencia de la consciencia en él mismo.
   No podrá probar ni refutar una ni otra, pero ambas son hechos para él, son realidad.
     Uno puede especular acerca de la relación mutua de estos dos hechos. Uno puede Intentar reducirlos a uno solo, o sea, a considerar al mundo psicológico o interior como una parte, o una función, o un reflejo del mundo externo, o contemplar al mundo externo como una parte, o una función, o un reflejo del mundo Interno. Pero esto significaría una digresión de los hechos, y todos esos conceptos no serian evidentes para una visión corriente, no especulativa, del mundo y de uno mismo. Por el contrario, el único hecho que sigue siendo evidente de por sí es la antítesis de nuestra vida interior y del mundo externo.
     Volveremos más tarde a esta proposición fundamental. Pero entretanto, no tenemos motivos para argumentar contra el hecho evidente de nuestra propia existencia — o sea, la existencia de nuestra vida Interior— y la existencia del mundo externo en que vivimos. En consecuencia, esto debemos aceptarlo como datos.
      Pero esto es todo lo que tenemos derecho a aceptar como datos. Todo el resto exige prueba de su existencia y definición sobre la base de estos dos datos que ya poseemos.
     Espacio con su extensión; tiempo, con la idea de antes, ahora y después; cantidad, masa, materialidad; número. Igualdad, desigualdad; identidad y diferencia; causa y efecto; éter, átomos, electrones, energía, vida, muerte — todo lo que se establece como la base de nuestro conocimiento usual, todos éstos, son cantidades desconocidas.
      El resultado directo de estos dos datos fundamentales — la existencia en nosotros de una vida psicológica, o sea, sensaciones, representaciones, conceptos, pensamientos, sentimientos, deseos, etc. y la existencia del mundo fuera de nosotros— es una división de todo lo que conocemos en subjetivo y objetivo, una división perfectamente clara para nuestra percepción ordinaria.
     A todo lo que consideramos propiedades del mundo lo llamamos objetivo, y a todo lo que consideramos propiedades de nuestra vida interior, lo llamamos subjetivo.
      Al "mundo subjetivo" lo percibimos directamente: está en nosotros; somos uno solo con él. Al "mundo objetivo" nos lo representamos como existiendo fuera de nosotros, por así decirlo aparte de nosotros, y lo consideramos exacta o aproximadamente tal como lo vemos. Nosotros y él somos cosas diferentes. Nos parece que si cerramos los ojos, el mundo objetivo continuará existiendo, tal como lo vemos, y que, si fuera a desaparecer nuestra vida interior, nuestro mundo subjetivo, el mundo objetivo seguiría existiendo como existía cuando nosotros, con nuestro mundo subjetivo, no estábamos allí.
      Nuestra relación con el mundo objetivo es definida muy claramente por el hecho de que lo percibimos como existiendo en el tiempo y en el espacio y no podemos percibirlo o representárnoslo aparte de estas condiciones. Habitualmente, decimos que el mundo objetivo consiste en cosas y fenómenos, o sea, en cosas y cambios en el estado de las cosas. Un fenómeno existe para nosotros en el tiempo, una cosa existe en el espacio. Pero tal división del mundo en subjetivo y objetivo no nos satisface.
     Por medio del razonamiento podemos establecer que, en realidad. sólo conocemos nuestras sensaciones, representaciones y conceptos, y que percibimos el mundo objetivo proyectando fuera de nosotros las presumidas causas de nuestras sensaciones.
Además, hallamos que nuestra cognición del mundo subjetivo y del objetivo puede ser verdadera o falsa, correcta o incorrecta.
     El criterio para determinar lo correcto o incorrecto de nuestra cognición del mundo subjetivo es la forma de la relación de una sensación con las otras, y la fuerza y el carácter de la sensación misma. En otras palabras, lo correcto de una sensación es verificada comparándola con otra de la que estamos más seguros, o mediante la intensidad y el gusto de una sensación dada.
     El criterio para determinar lo correcto o incorrecto de nuestra cognición del mundo objetivo es exactamente el mismo. Nos parece que definimos las cosas y los fenómenos del mundo objetivo por medio de comparación de uno con otro; e imaginamos que descubrimos las leyes de su existencia aparte de nosotros y de nuestra cognición de ellas. Pero esto es una ilusión. Nada sabemos de las cosas separadamente de nosotros ; y no tenemos medios para verificar lo correcto o Incorrecto de nuestra cognición del mundo objetivo aparte de las sensaciones.
     Desde la más remota antigüedad, la cuestión de nuestra relación con las causas verdaderas de nuestras sensaciones ha sido el tema principal de la investigación filosófica. Los hombres pensaron siempre que debían hallar alguna solución a esta cuestión, alguna respuesta a ella. Estas respuestas se alternaron entre dos polos: entre una completa negación de las causas mismas, y la afirmación de que las causas de las sensaciones están en sí mismas y no en nada externo —y la admisión de que conocemos estas causas, de que están contenidas en los fenómenos del mundo externo, que estos mismos fenómenos constituyen las causas de las sensaciones, y que la causa de los fenómenos observables radica en el movimiento de los "átomos" y las vibraciones del "éter". Se presumía que la única razón de por qué somos incapaces de observar estos movimientos y vibraciones es porque carecemos de instrumentos suficientemente poderosos, pero que cuando dispongamos de tales instrumentos podremos ver el movimiento de los átomos con tanta claridad como, a través de potentes telescopios, ahora podemos ver estrellas cuya existencia no se había supuesto jamás.
     En el conocimiento contemporáneo, una posición central en este problema de las causas de las sensaciones es ocupada por el sistema de Kant, que no comparte ni uno ni otro de estos criterios extremos y ocupa un lugar a mitad de camino entre ellos. Kant estableció que nuestras sensaciones deben tener causas en el mundo externo, pero que somos incapaces, y nunca seremos capaces, de percibir estas causas por medios sensorios, o sea, por los medios que nos sirven para percibir los fenómenos.
     Kant estableció el hecho de que todo lo que los sentidos perciben es percibido en el tiempo y el espacio, y que fuera del tiempo y del espacio nada podemos percibir a través de los sentidos, que tiempo y espacio son las condiciones necesarias de la percepción sensoria (o sea, la percepción por medio de los órganos de los sentidos). Y, sobre todo, estableció el hecho de que la extensión en el espacio y la existencia en el tiempo no son propiedades de las cosas — Inherentes a ellas — sino meramente propiedades de nuestra percepción sensoria. Esto significa que, en realidad, aparte de nuestra percepción sensoria de ellas, las cosas existen independientemente del tiempo y del espacio; pero nunca podemos sentirlas fuera del tiempo y del espacio, y el hecho mismo de percibir las cosas y los fenómenos a través de los sentidos les impone las condiciones del tiempo y del espacio, puesto que ésta es nuestra forma de representación.
      Así, determinando todo lo que conocemos a través dé nuestros sentidos en términos de espacio y tiempo, ellos mismos son sólo formas de nuestra percepción, categorías de nuestra razón, el prisma a través del cual miramos al mundo. En otras palabras, espacio y tiempo no son propiedades del mundo, sino meramente propiedades de nuestra percepción del mundo por medio de los órganos de los sentidos. Consiguientemente, el mundo, considerado aparte de nuestra percepción de él, no tiene extensión en el espacio ni existencia en el tiempo. Somos nosotros lo que lo investimos con estas propiedades cuando lo sentimos y percibimos.
      Las representaciones del espacio y del tiempo surgen en nuestra mente en su contacto con el mundo externo a través de los órganos de los sentidos, y no existen en el mundo externo aparte de nuestro contacto con él.
     Espacio y tiempo son categorías de nuestra razón, o sea, propiedades que atribuimos al mundo externo. Sólo son carteles, hitos, erigidos por nosotros, pues sin ellos no podemos visualizar al mundo externo. Son gráficos por medio de los cuales nos representamos al mundo. Proyectando fuera de nosotros las causas de nuestras sensaciones, construimos estas causas en el espacio, y visualizamos la realidad continua en la forma de una serie de momentos consecutivos del tiempo. Necesitamos esto porque una cosa que no tiene extensión en el espacio, no ocupa cierta parte del espacio, y no existe durante cierta extensión de tiempo, no existe para nosotros. Esto significa que una cosa sin espacio, no ubicada en el espacio, no considerada en la categoría del espacio, no diferirá de modo alguno de otra cosa; ocupará el mismo lugar que otra cosa, se fundirá en ella. Del mismo modo, todos los fenómenos considerados sin tiempo, o sea, no ubicados en el tiempo, no considerados en una u otra posición desde el punto de vista de antes, ahora y después, ocurrirán para nosotros simultáneamente, mezclándose uno con otro, por así decirlo, y nuestra débil razón será incapaz de desenredar la variedad infinita de un momento.
  En consecuencia, nuestra consciencia segrega grupos separados del caos de impresiones, y construimos, en el espacio y el tiempo, representaciones de objetos que corresponden a estos grupos de impresiones.
     Hemos conseguido dividir las cosas de algún modo, y las dividimos de acuerdo con las categorías del tiempo y del espacio.
   Pero debemos recordar que estas divisiones sólo existen en nosotros, en nuestra percepción de la cosas, y no en las cosas mismas. No debemos olvidar que no conocemos la verdadera interrelación de las cosas ni conocemos cosas reales. Todo lo que conocemos son sus fantasmas, sus sombras, y no sabemos qué relación existe realmente entre ellas.   Al mismo tiempo, sabemos muy claramente que nuestra división de las cosas de acuerdo con el tiempo y el espacio de ningún modo corresponde a la división de las cosos en sí mismos consideradas independientemente de nuestra percepción de ellas; y también sabemos muy claramente que si alguna suerte de división existe entre las cosas en sí mismas, en ningún caso podrá ser una división en términos de tiempo y espacio, como habitualmente entendemos estos términos, porque tal división no es propiedad de las cosas sino sólo de nuestra percepción de las cosas adquirida a través de los órganos de los sentidos.
      Además, no sabemos si es siquiera posible distinguir esos divisiones que vemos, o sea divisiones de acuerdo al espacio y al tiempo, cuando a las cosas se las mira, no desde el punto de vista humano, no a través de los ojos humanos. En otras palabras, no sabemos si, para un organismo constituido diferentemente, nuestro mundo no presentaría un cuadro enteramente distinto.
     No podernos representar las cosas fuera de las categorías de espacio y tiempo, pero pensamos constantemente en ellas fuera del tiempo y del espacio.
     Cuando decimos "esta mesa", nos representamos la mesa en tiempo y espacio. Pero cuando decimos "un objeto hecho de madera", sin significar ningún objeto definido, pero hablando genéricamente, eso se refiere a todos los objetos hechos de madera, en todo el mundo y en todas las épocas. Una persona imaginativa podría considerar que hablamos de algún gran objeto hecho de madera, compuesto con todas las cosas de madera que existieron en todas partes y que, por así decirlo, representan sus átomos.
     Aunque no nos demos de esto una explicación muy clara, por lo general, pensamos en tiempo y espacio sólo mediante representaciones; pero cuando pensamos en conceptos, ya pensamos fuera del tiempo y del espacio. A su criterio Kant lo llamaba idealismo crítico, para distinguirlo del idealismo dogmático, como lo presentaba Berkeley.
     De acuerdo con el idealismo dogmático, todo el mundo —todas las cosas, o sea, las verdaderas causas de las sensaciones, no tienen existencia excepto en nuestro conocimiento— existen solamente en la medida en que las conocemos. Todo el mundo, como lo represen-tamos, es sólo un reflejo de nosotros mismos.
     El idealismo de Kant reconoce la existencia de un mundo de causas fuera de nosotros, pero afirma que no podemos percibir este mundo a través de la percepción de los sentidos, y que, en general, todo lo que vemos es nuestra propia creación, el "producto del sujeto perceptor".
     Así, de acuerdo con Kant, todo lo que hallamos en los objetos es puesto dentro de ellos por nosotros. No sabemos a qué se parece el mundo independientemente de nosotros. Además, nuestra concepción de las cosas nada tiene en común con las cosas como son en sí mismas, aparte de nosotros. Y, lo que es más importante de todo, nuestra ignorancia de las cosas en sí mismas no se debe a nuestro conocimiento insuficiente sino al hecho de que somos totalmente incapaces de tener un conocimiento correcto del mundo por medio de la percepción de los sentidos Para expresarlo de modo diferente, es incorrecto decir que aún sabemos poco pero que luego sabremos más y, al final, llegaremos a una comprensión correcta del mundo; es incorrecto porque nuestro conocimiento experimental no es una brumosa representación del mundo real; es una representación muy vivida de un mundo enteramente irreal, que surge alrededor de nosotros en el momento de nuestro contacto con el mundo de las causas verdaderas, que no podemos alcanzar porque hemos perdido nuestro camino en el mundo "material" irreal. Así, la expansión del conocimiento objetivo nos trae más cerca de la cognición de las cosos en si mismos o de las causas verdaderas. En Crítica de la Razón Pura, Kant dice:

     Nada que sea intuido en el espacio es una cosa en sí misma, y el espacio no es una forma que pertenezca como propiedad a las cosas; sino que los objetos son enteramente desconocidos para nosotros en sí mismos, y lo que llamamos objetos externos no son nada más que meras representaciones de nuestra sensibilidad, cuya forma es el espacio, pero cuya correlación real. la cosa en sí, no se conoce por medio de estas representaciones ni podrá conocerse Jamás, pero respecto de la cual. en la experiencia. no se efectúa Jamás una indagación...
     Las cosas que intuimos no son en sí mismas lo mismo que nuestras representaciones de ellas en la intuición, ni sus relaciones en sí están de tal modo constituidas como nos parecen: y si quitamos el sujeto, o siquiera solamente la constitución subjetiva de nuestros sentidos en general, entonces desaparecen no sólo la naturaleza y las relaciones de los objetos en el espacio y el tiempo, sino inclusive el espacio y el tiempo mismos...
   Es enteramente desconocido para nosotros cuál sea la naturaleza de los objetos considerados como cosas en sí mismas y sin referencia a la receptividad de nuestra sensibilidad. No sabemos nada más que nuestro modo de percibirlos ... Suponiendo que debemos llevar nuestra intuición empírica [percepción sensoria] incluso hasta el grado más elevado de claridad, de ese modo no deberíamos avanzar un solo paso más cerca del conocimiento de la constitución de los objetos como cosas en sí mismas...
     Decir, pues, que toda nuestra sensibilidad no es sino la representación confusa de cosas que contienen exclusivamente lo que les pertenece como cosas en sí mismas, y esto bajo una acumulación de marcas características y representaciones parciales que no podemos distinguir en la consciencia, es una falsificación de la concepción de la sensibilidad y la fenomenización, que toma de ese modo a toda nuestra doctrina en vacía e inútil.
     La diferencia entre una representación confusa y una clara es meramente lógica y nada tiene que ver con el contenido, (1).


     Las proposiciones de Kant siguen estando aún, prácticamente, en la misma forma en que las dejó. A pesar de la profusión de nuevos sistemas filosóficos que aparecieron en el curso del siglo XIX, y no obstante el gran número de filósofos que se interesaron especialmente por comentar e interpretar los escritos de Kant, sus principales proposiciones permanecieron enteramente sin desarrollar, principalmente porque la mayoría no sabe cómo leer a Kant y se concentra en lo que no es importante ni esencial, omitiendo lo importante y lo esencial.
     Empero, en el hecho concreto, Kant meramente adelantó una cuestión, lanzó al mundo un problema que ha de resolverse, sin indicar el modo de resolverlo.
Este hecho es habitualmente pasado por alto cuando la gente habla de Kant. Kant adelantó el acertijo, pero no dio su solución.
     Y hasta hoy repetimos las proposiciones de Kant, considerándolas incontrovertibles, pero en realidad sólo tenemos una idea muy vaga de lo que aquéllas significan. Tampoco están conectadas con otras esferas de nuestro conocimiento. La totalidad de nuestra ciencia positiva —física, química y biología— se basa en hipótesis contradictorias de las proposiciones de Kant. No sabemos de qué manera imponemos nosotros al mundo las propiedades del espacio, o sea, la extensión; y no sabemos de qué manera el mundo —la tierra, el mar, los árboles, la gente— no podría poseer esta extensión.
No sabemos cómo podremos ver y medir esta extensión sino existe, o a qué podrá parecerse el mundo si no tiene extensión.
     ¿Existe realmente el mundo? O, como una deducción lógica de las ideas de Kant, ¿debemos aceptar la idea de Berkeley y negar la existencia misma del mundo excepto en nuestra imaginación?
      La filosofía positivista adopta una actitud extrañísima ante las opiniones de Kant. Las acepta y no las acepta. Para ser más exacto, las acepta como correctas en relación con la experiencia directa de los órganos de los sentidos, en relación con lo que vemos, oímos, tocamos. O sea, la filosofía positivista reconoce el carácter subjetivo de nuestra percepción y admite que todo lo que percibimos en los objetos se lo imponemos nosotros. Pero esto es sólo en relación con la experiencia directa de los órganos de los sentidos.
     Con respecto a la "experiencia científica", donde se usan instrumentos y cálculos precisos, la filosofía positivista parece considerar el criterio erróneo de Kant y supone que la "experiencia científica" nos familiariza con la sustancia misma de las cosas, con las verdaderas causas de nuestras sensaciones, y si aún no lo hace, nos pone más cerca de esta familiarización y tal vez logre hacerlo más tarde:
      En oposición a Kant, los "positivistas" están convencidos de que "un conocimiento más claro de los fenómenos los pone al corriente de las cosas en si mismas". Suponen que, considerando los fenómenos físicos como movimientos del éter, o de electrones, o como influencias eléctricas o magnéticas, y calculando estos movimientos, se familiarizan con la esencia misma de las cosas, o sea, con las causas de todos los fenómenos. Creen exactamente en la posibilidad de lo que Kant negaba, a saber, en la comprensión de la esencia verdadera de las cosas a través del estudio de los fenómenos. Además, muchos físicos ni siquiera consideran necesario conocer a Kant, y serían incapaces de definir con exactitud en qué relación están con respecto a él. Empero, uno tal vez no conozca a Kant pero no puede ignorarlo. Toda descripción de un fenómeno físico, por su palabra misma, se refiere de uno u otro modo al problema suscitado por Kant y está en una u otra relación con aquél.
      Hablando en general, la posición de la "ciencia" con respecto a la cuestión de los límites de lo impuesto subjetivamente o lo percibido objetivamente es más que precaria, y a fin de sacar sus conclusiones, la "ciencia" está obligada a aceptar muchísimas proposiciones puramente hipotéticas como datos conocidos e incuestionables, que no exigen prueba.
     Además, los físicos pasan por alto una consideración interesantísima adelantada por Mach en su libro Contributions to the Analysis of the Sensacions:

En la investigación de los procesos puramente físicos empleamos, por lo general, conceptos de carácter tan abstracto que. por regla general, pensamos sólo superficialmente, o no pensamos para nada, en las sensaciones que yacen en su base... [En la base casi interminable de simples observaciones sensorias (sensaciones), particularmente si tomamos en consideración las observaciones que aseguran el ajuste del aparato, que puede haberse cumplido en parte mucho antes del experimento real.] Ahora bien, es fácil que esto le ocurra al físico que no estudie la psicología de sus operaciones, que (para invertir un refrán bien conocido) no vea los árboles por el bosque, que pase por alto los elementos sensorios en la base de su trabajo... El análisis psicológico nos enseñó que esto no es sorprendente, puesto que el físico se ocupa de las sensaciones en todo su trabajo. (2)

     Aquí, Mach llama la atención sobre un aspecto importantísimo de la cognición. Los físicos no consideran necesario saber psicología ni tomar en cuenta sus conclusiones. Pero cuando están más o menos familiarizados con la psicología, con la parte de ésta que se ocupa de las formas de la percepción, y cuando la toman en cuenta, da por resultado en ellos una muy fantástica división de opiniones como en un hombre de creencias ortodoxas que tratase de reconciliar el dogma de la fe con los argumentos de la razón.
       O incluso puede ser peor. Muy en lo profundo, un físico puede sentir la real carencia de valor de todas estas teorías científicas nuevas y viejas, pero tiene miedo de que lo dejen colgando en el aire con nada, salvo una negación. No tiene un sistema que ocupe el lugar de aquél cuya falsedad él ya siente; tiene miedo de dar un salto en el vacío. Y, careciendo de valentía para admitir abiertamente que no cree más en nada, continúa usando todas estas teorías contradictorias, como algún uniforme oficial, por la sola razón de que este uniforme está conectado con derechos y privilegios, tanto internos como externos consistentes en cierta seguridad en él mismo y el mundo circundante a los que no tiene la fuerza ni la valentía para renunciar. Un "positivista incrédulo" es la trágica figura de los tiempos modernos, similar al "ateo" o al "sacerdote incrédulo" de los tiempos de Voltaire. El mismo temor de un vacío da pábulo a todas las teorías dualistas que aceptan "espíritu" y "materia" como principios diferentes, coexistentes pero independientes uno del otro.
     En conjunto el actual estado de nuestra "ciencia" sería de gran interés para un observador imparcial. En todos los dominios del conocimiento científico hay una gran acumulación de hechos que rompen la armonía de los sistemas aceptados. Y estos sistemas pueden existir solamente a través de los esfuerzos heroicos de científicos que se empeñan en cerrar sus ojos a la larga serie de hechos nuevos que amenazan con sumirlo todo en un torrente irresistible. Empero, si se reunieran estos hechos, destructivos para los sistemas, es probable que su número en cada dominio resultaría mayor que el número de hechos sobre los que se fundan los sistemas. La sistematización de lo que no conocernos puede proporcionar más para el conocimiento correcto del mundo y de nosotros mismos que la sistematización de lo que, según la opinión de la "ciencia exacta", conocemos.


1  Emmanuel Kant, Critica de la Razón. Pura, según la versión Inglesa de J. M. D. Meiklejohn, Londres, George Bell & Sons, 1878, págs. 28, 35 y 36.

2  Contributions to the Analysis of the Sensations , del doctor Ernst Mach, trad. por C. M. Williams, Open Court Publishing Co., Chicago, 1897, págs. 191, 192, 193.


Fuente: Tertium Organum - P. D. Ouspensky. Capitulo 1.