LA
SEXUALIDAD EN EL MUNDO ANTIGUO: GRECIA Y ROMA.
En
el presente ensayo se expone una breve discusión comparativa entre las
construcciones sociales referentes a género y sexualidades en Grecia y
Roma.
Como menciona Jeffry Weeks en su libro “La invención de la sexualidad”,
la expresión generalmente utilizada de "construcción social de la
sexualidad" suena dura y mecanicista, pero en realidad es un asunto
bastante directo y comprende "las maneras múltiples e intrincadas en que
nuestras emociones, deseos y relaciones son configurados por la
sociedad en que vivimos" (Cartledge y Ryan, 1983). La
sexualidad tiene una historia o, de manera más realista, muchas
historias, cada una de las cuales debe comprenderse en su singularidad y
como parte de un esquema intrincado; la sexualidad es un resultado de
distintas prácticas sociales que dan significado a las actividades
humanas, de definiciones sociales y autodefiniciones, de luchas entre
quienes tienen el poder para definir y reglamentar contra quienes se
resisten (Weeks, 1998).
Es
hoy en día aceptada la creencia de, que en la Antigua Roma, la
sexualidad estaba compuesta del más puro libertinaje y diversión sin los
límites de lo moral y lo legal. Pero cabe recalcar que estas visiones
de la sociedad romana como abiertamente sexual, en honor a la verdad,
poseen aspectos verídicos como también erróneos, dichas interpretaciones
han sido fomentadas por las múltiples representaciones artísticas y
literarias de todos los tiempos, las cuales han estimulado las fantasías
más recónditas del hombre y la mujer modernos. El cine por su lado
también ha hecho lo suyo, citando por ejemplo los controvertidos films
“Calígula” de Tinto Brass (1979), Satiricón de Federico Fellini
(1969), entre muchos otros nombres, los que no dejan de deleitar al
espectador con una serie de eventos extremos, costumbres, ceremoniales y
rituales en honor al sexo que pueden herir la sensibilidad de más de
algún cardíaco. Más vale mencionar que, los romanos, vivían realmente
con múltiples restricciones de moral y tabúes sexuales. Lo que era
considerado socialmente aceptable
en la sexualidad, era mayormente desarrollado dentro de las costumbres
del matrimonio y era fuertemente influenciado por los sistemas
económicos y políticos.
Refiriéndonos
al matrimonio, en el Imperio Romano este formaba parte de una unidad
crucial dentro de la estructura de la sociedad, mas no era
necesariamente considerado como un reglamento sagrado desde el punto de
vista moral o religioso. Pese a que la unión matrimonial acataba rígidas
reglas
legales, las actividades íntimas de los esposos no eran tan estrictas, y
era común y aceptable que un marido buscara satisfacción sexual con
otras además de su esposa. Las mujeres, sin embargo, como indicaban los
tradicionales epitafios romanos, debían respetar las reglas de fides marita y ser fieles a sus maridos. En Grecia, el hombre
se ocupaba de dirigir, cultivar, aplicar técnicas, vender y comprar. El
hombre, dueño de sí mismo, también es dueño de la mujer, lo cual tenía
sus consecuencias en la cuestión del adulterio pues sólo se interpretaba
que la mujer era adúltera. En esto ambas Polis son semejantes.
James C. Thompson, autor y profesor de historia, sostiene que "el adulterio
en Roma, como en todas partes del Mundo Antiguo, era definido como la
actividad sexual entre una mujer casada y un hombre que no es su
marido". Thomas A.J. McGinn, autor y profesor en la Universidad Vanderbilt, también define adulterio como "la ofensa sexual cometida (por un hombre) con una mujer casada no exenta de su matrimonio". A
pesar de la simple definición de adulterio, en muchos casos, las
condiciones bajo las cuales se comete el acto, tienen un rol importante.
Por ejemplo, "adulterio por parte de una mujer de clase baja no es
considerado un problema, mientras que era un serio crimen si venía de
cualquier otra". La división de clases decidía cuán importante era la
situación. El castigo para esta práctica variaba dependiendo de la situación. En la mayoría de los casos "las
penas criminales eran ordenadas para la mujer adúltera y su amante.
Aquéllas eran mayormente patrimoniales en naturaleza, dictando la
confiscación de la mitad de la propiedad del adúltero, un tercio de la
de la mujer, así como la mitad de su dote"(McGinn, 1991). A veces el castigo permitido era que "un marido podía matar a su esposa si la sorprendía cometiendo adulterio; pero ciertamente era requerido que se divorciase".
El hecho de que la familia sea manejada por el padre o el hombre mayor,
es importante. La implementación del castigo sería la responsabilidad
de dicho hombre. En muchos casos, si la muerte no era la pena, "la mujer convicta tenía prohibido volver a casarse" (McGinn, 1991).
Sobre el concubinato (Latín: contubernium; concubine=concubina, considerado más suave que paelex,
que hace referencia a la amante del hombre casado) era la institución
practicada en la Roma antigua que permitía a un hombre tener una cierta
relación ilegal sin repercusiones, con la excepción del envolvimiento de
prostitutas. Esta poligamia de facto —los ciudadanos no podían casarse o cohabitar legalmente con una concubina mientras se tuviera una esposa legal— era "tolerada hasta el punto en que no era una amenaza para la religión e integridad legal de la familia". El título de concubinato no era considerado derogatorio (como puede serlo hoy en día) y era utilizado, muchas veces, en lápidas.
En Roma, la institución
del concubinato tenía una función práctica, proveyendo las únicas
relaciones sexuales lícitas fuera del matrimonio; otras eran
consideradas ilegales, más notablemente la prostitución. Las Leges Juliae del emperador Augusto
dieron el primer reconocimiento legal al concubinato, definiéndolo como
la convivencia sin matrimonio. Esta práctica definió muchas relaciones y
matrimonios considerados inapropiados bajo la ley romana, como el deseo
de un senador de casarse con una esclava liberada, o su convivencia con
una exprostituta. Mientras
que un hombre podía vivir en concubinato con cualquier mujer que elija
en vez de casarse, era requerido que lo anoticiara a las autoridades. Esta
tipo de cohabitación variaba poco del matrimonio, excepto en que los
herederos de esta unión no eran considerados legítimos. Era la razón
usual por la que un hombre de alto rango viviese con una mujer luego de
la muerte de su primera esposa; entonces los reclamos de los hijos de su
primer matrimonio no podían ser disputados por los de la segunda unión.
Sobre la relación entre géneros en Grecia, en
la mitología griega se concede un papel preponderante a la mujer. Los
primeros cretenses —nacía el sexto o quinto milenio antes de nuestra
era— profesaban el culto a la gran diosa-madre. La civilización cretense
alcanzó un alto grado de desarrollo. La mujer disfrutaba de gran
libertad, frecuentando los banquetes y las representaciones teatrales.
Jurídicamente era igual al hombre; podía casarse libremente y los
pretendientes que solicitaran casarse con ella no esperaban más que la
que saliera de sus labios.
El
matrimonio, lazo de unión de toda la vida social, se hallaba situado
bajo la invocación directa de Zeus y de la Madre-Tierra. Lo sexual era
una necesidad natural satisfecha libremente. Los jóvenes se unían en los
campos, sobre la hierba y el trigo recién cortado.
La
forma de unión más primitiva de los aqueos parece ser la que se
practicaba en tiempo de los patriarcas hebreos: la esposa aporta consigo
una esclava, para convertirla en concubina de su futuro marido en el
caso de que ella resulte estéril. La mujer depende en todo del marido y
ha sido cedida mediante una dote. A la muerte del marido, su hijo puede
disponer de ella, venderla a un nuevo marido o devolverla a su antigua
casa. El hombre que es demasiado pobre para poder comprar esposa, puede
casarse, pero debe abandonar su casa e instalarse en la de su suegro,
pasando a depender de éste.
Durante la época de Pericles —aunque él no fue precisamente un ejemplo de moralidad matrimonial—
triunfó la idea del matrimonio sin complicaciones. En el periodo de la
guerra con Esparta, la marcha de los hombres al campo de batalla creó
una situación peculiar que fue reflejada por los grandes poetas de la
época. Eurípides y Aristófanes defienden a la mujer y el médico
Hipócrates la disculpa de sus “desvíos” aludiendo, por primera vez en la
historia, a la peculiar constitución fisiológica femenina. Según él,
las mujeres no andaban un tanto extraviadas a causa de la guerra, sino a
causa de la insatisfacción sexual.
A
partir de esta observación, Hipócrates elabora su teoría del
histerismo, según la cual el útero itinerante provoca una excesiva
presión en las partes superiores del cuerpo, estado que lleva a la mujer
al nerviosismo y a la ansiedad. La derrota de Atenas produjo el
abatimiento en los atenienses y la institución matrimonial se resintió.
Sócrates y Platón predicaron la igualdad de derechos de la mujer y del
hombre dentro del matrimonio, pero sin ningún resultado.
“Una
metodología epistemológica de gran valor pues considera que las
concepciones y las percepciones de la realidad están determinadas, en
gran parte, por las palabras, las ideas y los conceptos que median la
experiencia”
(Foucault, 1977). Según Foucault, para entender el fenómeno sexual en
Grecia, resulta pertinente estudiar la etimología de sus palabras: 1) Aphrodisia: significa el “conjunto de actos/experiencias sexuales”; 2) Chresis: hacer uso adecuado de los placeres; 3) Enkrateia – Sophrosyne:
dominio y templanza. Grecia poseía una visión iniciática del dominio
de las pasiones para la iluminación intelectual-espiritual. Situación
similar al Tantra Hindú, Budista.
Foucault
en “Historia de la sexualidad”, identifica la “estructura de la
experiencia moral del uso de los placeres” y ésta consta de cuatro
dimensiones: una ontológica, otra deontológica, otra ascética y la
última teleológica. La esencia, los deberes, el perfeccionamiento y la
finalidad constituyen las cuatro categorías fundamentales para entender
cómo los griegos experimentaban la sexualidad (Foucault, 1977). La chresis aphrodision reflejaba la concepción de usar debidamente los placeres. “Todo estaba permitido, pero en su justa medida”. Por
un lado, un uso debido de los placeres podía ser entendido al modo
animal, es decir, al modo de Diógenes quien propugnaba hacer sexo en
público argumentando que no es malo comer y que tampoco, por lo tanto,
lo es comer en público (Foucault, 1977). En Grecia, el uso de los
placeres estaba fuertemente condicionado por el contexto
político-social. Según si se estaba en una posición de poder, una
persona tenía más responsabilidades y era su obligación tener la
capacidad de resistir a la tentación de los placeres, ya que se
consideraba la capacidad del auto-control de uno mismo con la capacidad
del control sobre el manejo de una polis. Enkrateia
era la palabra que inmortalizaba el control de los impulsos y los
deseos, si el hombre vencía esa fuerza oscura que provenía de las más
hondas entrañas de su ser, alcanzaba la Sophrosyne
o el más alto escalón iniciático. Foucault en “La Historia de las
Sexualidades” profundiza la relación Individuo-deseos con
Individuo-Estado.
Dentro
de los amplios parámetros de las actitudes culturales generales, cada
cultura clasifica distintas prácticas como apropiadas o inapropiadas,
morales o inmorales, saludables o pervertidas (Weeks, 1998). En
la Roma imperial la violación ocupaba un lugar importante en la vida
sexual, se atropellaba sin vergüenza y se consideraba que el individuo
forzado obtenía placer de ello. El modelo de la sexualidad romana era la
relación del amo con sus subordinados (esposa, pajes, esclavos), es
decir, el sometimiento. El placer femenino era totalmente ignorado o
presupuesto. En la moral sexual la oposición era someter/ser sometido. Someter era loable, ser sometido era vergonzoso solamente si se era un varón adulto libre. Si se era mujer o esclavo era lo natural.
En los comienzos de la República Romana las relaciones homosexuales entre hombres libres estaban penadas incluso con la muerte por la ley Scantinia. No se conocen los términos exactos de la ley, aunque es citada varias veces por leyes posteriores, pero parece que prohibía ciertas formas de contacto sexual, como la pederastia que era considerada una práctica griega degenerada y como tal y generalmente reprobada, y también contra aquellos casos en los que un ciudadano ejercía un papel pasivo en la práctica del sexo anal.
Por lo que en realidad no prohibía todas las prácticas homosexuales, no
haciendo ninguna restricción legal al uso sexual de los esclavos
varones por parte de su dueño, ni aquellos casos en los que el hombre
libre ejerciera el papel activo. Las costumbres griegas fueron siendo
aceptadas gradualmente por la sociedad romana a finales de la república y
principios del Imperio Romano. Sin embargo, las relaciones con el mismo sexo surgieron de una forma bastante diferente de cómo era la homosexualidad en la antigua Grecia. Como los hombres ostentaban, en particular el pater familias,
completamente la autoridad en la sociedad romana, las relaciones con el
mismo sexo a menudo se establecen como interacciones del tipo
amo/esclavo.
El
rol de los hombres tenía un carácter en sociedad de mayor control y
dominancia, los romanos creían debían ser los participantes activos en
todas las formas de actividad sexual. La pasividad masculina simbolizaba
pérdida de control, la virtud más preciada en Roma. Era social y
legalmente aceptable para los hombres romanos tener sexo así con mujeres
y hombres prostitutos como con esclavos, siempre y cuando el hombre romano fuese el activo. Leyes tales como Lex Scantinia, Lex Iulia y Lex Iulia de vi publica regulaban las actividades de sexo homosexual entre hombres libres y, tanto Lex Scantinia como otras legislaciones especiales de la milicia romana, ponían pena capital a estas prácticas. Un hombre que disfrutaba siendo penetrado era llamado pathicus o catamita o cinaedus, duramente traducido como “pasivo” en sexología moderna, y era considerado como débil y femenino.
Cabe destacar al joven emperador Heliogábalo,
conocido por sus numerosos amantes y que a principios del siglo III
siendo adolescente escandalizó a sus contemporáneos casándose
públicamente dos veces vestido de mujer, adoptando así explícitamente el
papel pasivo en la relación. Sin
embargo, estas leyes eran evadidas en un rango desconocido con esclavos
y bárbaros a quienes no abarcaban, ya que no eran considerados seres
humanos; eran pasivos o activos, aunque cualquier romano que se dejara penetrar era mirado con desdén. Los esclavos eran considerados res
(cosas) y podían ser usados libremente para situaciones que serían de
otra manera ilegales, aunque, a diferencia de las actividades
heterosexuales, las homosexuales con esclavos no era alentadas como una
forma de placer sexual. De hecho, esto era más bien una forma de castigo
al mal esclavo, intrínsecamente idéntica a los azotes. En general, el papel pasivo se equiparaba con el papel de la mujer, que en una sociedad patriarcal como la romana era muy bajo. Usar
a los esclavos para la satisfacción sexual del amo era considerado
legítimo, incluso en contra de los deseos del esclavo. Por lo tanto era
aceptable que un ciudadano romano adulto penetrara a su esclavo, ya
fuera hombre o mujer, pero no estaba bien visto que fuera él el
penetrado. El término catamita, joven sirviente sexual pasivo, era usado comúnmente para insultar o ridiculizar a alguien.
La forma más común de relaciones sexuales entre hombres en Grecia era la paiderastia, combinación de dos vocablos griegos: παιδ- (raíz de παῖς, παιδός, 'niño' o 'muchacho') y ἐραστής (erastēs, 'amante'; cf. erotismo). De este término, que significaba 'amor de niño', proviene la palabra pederastia.
La pederastia, tal como se entendía en la antigua Grecia, era una
relación entre un hombre mayor y un joven adolescente. En Atenas el
hombre mayor era llamado erastés y se encargaba de educar, proteger, amar y dar ejemplo a su amado. El joven era llamado erómeno y su retribución al amante era su belleza, juventud y compromiso. Existían elaborados protocolos sociales para proteger a los jóvenes del deshonor asociado a ser penetrado. Se esperaba que el erómeno respetara y honrara al erastés,
pero no que lo deseara sexualmente. Aunque ser cortejado por un hombre
mayor era prácticamente una prueba de hombría para los jóvenes, un joven
con deseo sexual recíproco para con su erastés debía afrontar un estigma social considerable.
Los antiguos griegos, en el contexto de las ciudades-estado pederastas, fueron los primeros en describir, estudiar, sistematizar y establecer la pederastia como institución social y educacional. Era un elemento importante de la vida civil, militar, filosófica y artística. Existe cierto debate entre los expertos sobre si la pederastia se daba en todas las clases sociales o si estaba mayoritariamente limitada a la aristocracia.
La
moralidad de la pederastia fue exhaustivamente analizada en la Antigua
Grecia, siendo considerados algunos de sus aspectos como infames y otros
como lo mejor que la vida podía ofrecer. En el diálogo platónico de las Leyes, la pederastia carnal es descrita como "contraria a la naturaleza"; sin embargo, los interlocutores de este diálogo reconocen que una iniciativa por la abolición de la pederastia sería impopular en la mayoría de las ciudades-estado griegas.
La primera aparición registrada de una unión emocional profunda entre hombres antiguos en la antigua cultura griega fue en la Ilíada (800 a. C.). Aunque Homero no describe explícitamente la relación entre Aquiles y Patroclo como sexual, al inicio de la antigüedad clásica (480 a. C.) los dos héroes fueron interpretados como iconos pederásticos.
Al sentirse los antiguos griegos incómodos con cualquier percepción de
Aquiles y Patroclo como adultos en igualdad de condiciones, trataron de
establecer una clara diferencia de edad entre ambos. Había desacuerdo en
cuanto a quién ejercía de erastés y quién de erómeno,
ya que la tradición homérica sugería que Patroclo era mayor pero
Aquiles el dominante. Otras opiniones de la antigüedad consideran que
Aquiles y Patroclo eran simplemente muy buenos amigos.
Esquilo, en su tragedia Mirmidones,
dibujaba un Aquiles protector, puesto que había vengado la muerte de su
amante aun cuando los dioses le hubieran advertido de que le costaría
la propia vida. En el Banquete de Platón, de otra parte, se representa a
Fedro afirmando que Homero enfatizó la belleza de Aquiles, lo que lo definiría a él, y no a Patroclo, como erómeno.
En Roma, la pederastia había perdido las restricciones que tenía en su estatus como forma de educación ritual hacía
mucho tiempo (el proceso de cambio se había producido ya en los
griegos) y en su lugar se convirtió en una forma de satisfacción del
deseo sexual y su práctica se generalizó compitiendo con el deseo por
las mujeres, aunque los conservadores la condenaban junto con otras
formas de obtención de placer. Tácito atacó las costumbres griegas definiéndolas como "gymnasia et otia et turpes amores" (deporte, holgazanería y amores vergonzosos). En cambio, otros escritores no condenaron la pederastia per se, pero censuraron o alabaron varios de sus aspectos.
En el siglo I Suetonio y Tácito constatan la generalización de matrimonios entre hombres sin trabas, ya que el matrimonio en la sociedad romana era una situación privada. El emperador Nerón
fue el primer emperador romano que se casó con otro hombre, un joven
eunuco de palacio llamado Esporo y convertido en Sabina por Nerón para
reemplazar a su amada y fallecida Popea. Edward Gibbon ya en 1776 confirma que de los doce primeros emperadores solo a Claudio le interesaban exclusivamente las mujeres. Todos los demás tuvieron jóvenes u hombres como amantes. El hecho de que Claudio no tuviera ningún amante masculino fue objeto de crítica por parte de Suetonio en su obra Las vidas de los doce césares.
Aunque fue la norma en Grecia y Roma que el erómeno, miembro joven de la pareja, fuera el pasivo y el mayor, o erastés,
fuera el activo, existen (especialmente en el periodo romano)
evidencias de que había hombres mayores que preferían el papel pasivo.
Marcial, por ejemplo, describe el caso de un hombre mayor que adoptaba el papel pasivo y dejaba que su joven esclavo ocupara el de activo. La práctica de la pederastia tiene su cenit durante el reinado del emperador de origen hispano y helenófilo Adriano, que comparte la pasión por los muchachos con su antecesor Trajano. Es famoso su amor por el joven griego Antínoo. Tras su prematura muerte ahogado, Adriano erigió templos en Bitinia, Mantineia y Atenas en su honor, y hasta le dedicó una ciudad, Antinoópolis. La aceptación social de las relaciones pederastas y homoeróticas fue decayendo a lo largo de los siglos a medida que se fue implantando el cristianismo.
Hay citas sobre el gusto hacia varones que no eran adolescentes. Otra vez Suetonio informa que el emperador Galba se ´´derretía por los hombres fuertes y experimentados. Más de una vez hubo informes de que soldados eran sexualmente acosados por algunos de sus oficiales superiores".
A
diferencia de la antigua Grecia, en Roma un pene grande era considerado
un signo de atractivo y masculinidad importante, a imagen del dios de
la fertilidad Príapo. Petronio describe con admiración cómo un hombre con un pene enorme en un baño público buscaba encuentros excitado. Muchos emperadores romanos son satirizados por rodearse de hombres con grandes órganos sexuales.
En la Antigua Grecia no se concebía la orientación sexual
como identificador social, cosa que sí se ha hecho en las sociedades
occidentales en el último siglo. La sociedad griega no distinguía el
deseo o comportamiento sexual por el sexo biológico
de quienes participaran, sino por cuánto se adaptaba dicho deseo o
comportamiento a las normas sociales. Estas normas se basaban en el género, la edad y el estatus social. Por otro lado, existe poco material original sobre cómo consideraban las mujeres la actividad sexual.
En
los textos satíricos y médicos romanos, los genitales femeninos y la
menstruación eran comúnmente discutidos en una manera negativa; hay
textos elegíacos donde
se hace mención de cambio de roles, en donde una mujer adopta el rol
sexual dominante, pero respuestas críticas a estos parecen haber
indicado un tabú que rodea al cambio de roles entre hombres y mujeres.
Hay poca información acerca del sexo homosexual entre dos romanas, pero
la evidencia sugiere que había un tabú mucho más fuerte alrededor del
mismo que del de dos hombres.
Pocos
reportes existen sobre el amor entre mujeres a través de los ojos
femeninos, por lo que solamente se tiene el punto de vista masculino.
Las mujeres no tenían libertad en su sexualidad porque los hombres
consideraban la homosexualidad femenina
como algo excitante y morboso, pero no muy hablado por la sociedad, ya
que la mujer de entonces solo disponía del papel de ser madre, no de
disfrutar o elegir su sexualidad. En Grecia, una mujer que quería ser la pareja activa en una relación sexual era una “tribade”, algo que ha cambiado hoy en día. Safo, poetisa de la isla de Lesbos,
escribió numerosos poemas que describían amores entre mujeres y chicas.
El amor en estos poemas es en ocasiones correspondido y en otras no. Se
cree que Safo escribió unas 12.000 líneas de poesía sobre su amor por
otras mujeres. De éstas, tan sólo han sobrevivido unas 600 líneas. Como
resultado de su fama en la antigüedad, ella y su tierra se han
convertido en símbolo del amor entre mujeres, aunque aparentemente ella
era bisexual.
La prostitución en la antigua Roma era símbolo de vergüenza. La falta de reputación era reflejada en la ley, la cual, en la República Tardía y principios del Principado,
la clasifica a sus practicantes como «infames» —traducido como «falta
de reputación»—. Los fragmentos de fuentes legales sobre la prostitución
son primariamente encontrados en el Cuerpo de Derecho Civil que fue compilado en los primeros años del siglo VI.
Está
certificado que quienes se dedicaban a la prostitución no tenían
permitido hablar por otros en una corte. Generalmente tampoco podían
realizar acusaciones y no tenían permitido tener candidaturas a
magistraturas. Podían ser golpeados, mutilados o violados con impunidad.
Ahora
está claro que el estado de prostituta/o tenía que ser registrado
legalmente. A pesar de la probable existencia de tal registro de
prostitución, eruditos sugieren que el límite entre prostitutas y
mujeres respetables no estaba claro. Por ejemplo, la ley estipulaba la infamia
en «no solamente una mujer que practica la prostitución, pero también
quien lo ha hecho aunque haya cesado la práctica; la desgracia no es
eliminada aunque se discontinúe la actividad».
Balanceándonos
hacia el mundo artístico, vale decir que existen numerosos ejemplos de
literatura lírica ensalzando el amor y las relaciones homoeróticas.
Los poetas latinos de la época dan por hecho que todos los hombres
sienten deseo homosexual en algún que otro momento. Ejemplos de poetas
con alguna obra que alaban estas relaciones son Cátulo, Horacio, Virgilio u Ovidio. Esta particularidad artística nos recuerda la actual Teoría Queer,
en donde se sostiene que el deseo fluctúa constantemente durante el
transcurso de nuestra vida y que en más de una ocasión podemos sentir
placer o atracción por personas del mismo sexo. La libido psicoanalítica
debe fluir libremente y no debemos imponer nuestro Super-Yo ante su
vertiginosa naturaleza.
Claramente
el mundo del Arte jamás se ha quedado inmovilizado o contenido bajo la
normatividad de los paradigmas predominantes, eso sería ir en contra de
su misma naturaleza inherente. Petronio en su obra “El Satiricón” describe
la sociedad imperial y sus costumbres y en ella se alude frecuentemente
a relaciones homosexuales entre sus personajes. Por su parte Marcial defiende las relaciones pederastas ensalzando el amor hacia el efebo, no su mero uso sexual.
A modo de conclusión, deseamos enfatizar que en Roma y Grecia, debido a las épocas de las cuales nos referimos (algunas docenas de años A.C y unas docenas de años D.C.),
las construcciones sociales estaban compuestas y giraban en torno al
sexo y al deseo. Directa o indirectamente. Si bien Grecia trabajo más la
filosofía y la espiritualidad ante la concepción de la sexualidad y del
placer, no estuvo exenta de poseer extremismos y perversiones de
diversa índole. Mientras tanto, Roma, fue la cuna del futuro mundo
religioso y predominantemente artístico que hasta hoy en día tiene
dominante influencia sobre las naciones del S.XXI, pese a ello, la
sociedad de aquellos años tenía una concepción de la moral bastante
desviada, en donde las pasiones animales eran realmente bestiales, el
masoquismo, las prácticas de sodomización
y muchas otras variantes de la psiquis eran pan de cada día, entre
las clases altas y los políticos, entre los emperadores desquiciados
como Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón y más.
BIBLIOGRAFÍA
-Jeffrey Weeks – Sexualidad (1998)
-Sue Cartledge y Joanna Ryan (comps.), Sex and Love. New Thouhgts on Old Contradictions, Londres. The Women's Press,1983, p. 1.
-Foucault – Historia de la sexualidad (1977)
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