Universo

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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Tantra, Espiritualidad y Sexo. Extracto.


 TANTRA, ESPIRITUALIDAD Y SEXO





1

TANTRA Y YOGA

El sexo es la energía básica...
El Yoga lucha contra esta energía...
El Tantra, la aprovecha, la transforma.


Osho, ¿cuál es la diferencia entre el Yoga tradicional y el Tantra? ¿Es lo mismo?
El Tantra y el Yoga son básicamente distintos. Te llevan a la misma meta, pero los caminos no son solamente distintos sino contrarios. Esto debe entenderse muy claramente.
El proceso del Yoga también es metódico; es una técnica, no una filosofía. Al igual que el Tantra, el Yoga también depende de la acción, del método, de la técnica. La acción te conduce al Yoga, pero el proceso es diferente: en el Yoga tienes que luchar, es el camino del guerrero; en el camino del Tantra no hay que luchar sino, por el contrario, hay que ser indulgente, pero con consciencia. El Yoga es una supresión con consciencia; el Tan-tra es indulgencia con consciencia.
El Tantra dice que seas lo que seas, lo Supremo no se opone a ello. Es un crecimiento; puedes crecer y ser lo Supremo. No hay oposición entre tú y la realidad; tú eres parte de ella. Por eso, la lucha, el conflicto, el oponerse a la naturaleza, no es ne-cesario; debes aprovecharlo, utilizar lo que quiera que seas para ir más allá.
En el Yoga tienes que luchar contigo mismo para ir más allá; en él lo mundano y el moksha —tú, tal como eres, y lo que podrías ser— son dos cosas opuestas. Suprime, lucha, disuelve lo que eres y podrás alcanzar aquello que puedes ser... Ir más allá, en el Yoga, significa morir; debes morir para que tu ser verda-dero nazca. A los ojos del Tantra, el Yoga es un profundo suicidio: debes aniquilar tu ser natural —tu cuerpo, tus instintos, tus deseos, todo.
El Tantra dice: acéptate tal como eres. Es una profunda aceptación. No crees distancia entre tú y lo real, entre lo mun-dano y el nirvana. ¡No crees ninguna separación! Para el Tantra no existe la separación. No es necesario morir. No tienes que morir para renacer, sino trascender, y para ello debes utilizar tu energía. Por ejemplo, la energía sexual está ahí; es la energía básica —a través de la cual has nacido, con la que has venido. Las células de tu ser, de tu cuerpo, son sexuales y por eso la mente humana gira en tomo al sexo. El Yoga lucha contra esta energía; a través de la lucha, creas en ti un centro diferente y cuanto más luchas, más te integras en él. Entonces, el sexo deja
de ser tu centro.
Luchando contra el sexo —conscientemente, por supuesto— crearás un nuevo centro en tu ser, un nuevo énfasis, una nueva cristalización. El sexo dejará de ser tu energía; luchando contra él crearás una energía diferente, un nuevo centro de existencia.
El Tantra dice: utiliza la energía sexual, no luches contra ella, ¡transfórmala! No pienses en términos de antagonismo, sé amigable con ella. Es tu energía; no es maligna ni nociva. Toda energía es neutral; puede ser utilizada contra ti o a tu favor; puedes crear un bloqueo, una barrera, o puedes hacer de ella un escalón. Se puede utilizar: si se hace correctamente se vuelve amistosa; si se usa equivocadamente se vuelve tu enemiga. Pero no es ni una cosa ni la otra; la energía es neutral.
De la forma en que se utiliza comúnmente, se convierte en tu enemiga; te destruye. Simplemente disipas tu energía. El Yoga apuesta por una aproximación opuesta a la mente común; ésta ha sido destruida por sus propios deseos. Por eso el Yoga dice: abandona el deseo, sé sin él; lucha contra él y crea en ti una integridad sin deseo.
El Tantra dice: sé consciente del deseo; no crees ningún con-flicto. Déjate llevar por él con total consciencia; y cuando hagas esto, lo trascenderás. Eres parte de él y, a la vez, no lo eres. Pa-sas a través de él, pero permaneces extraño.
El Yoga es muy atractivo porque es justo lo opuesto a la mente común; por eso el hombre corriente puede entender su lenguaje. Tú sabes cómo el sexo te está destruyendo, cómo te ha destruido, cómo dependes de él —como un esclavo, como una marioneta. Lo sabes por propia experiencia, así que cuando el Yoga te dice combátelo, inmediatamente lo comprendes; ése es su atractivo, un atractivo elemental.
El Tantra no puede atraer tan fácilmente. Parece difícil: ¿cómo dejarse llevar por el deseo sin ser desbordado por él? ¿Cómo estar en el acto sexual, conscientemente, con una per-cepción total? La mente común se asusta —parece peligroso—; no lo es, pero lo que conoces acerca del sexo te crea ese temor. Te conoces; sabes cómo te engañas a ti mismo, sabes perfecta-mente que tu mente es deshonesta. Puedes dejarte llevar por el deseo —en el sexo o en cualquier cosa— y engañarte a ti mismo pensando que lo haces totalmente consciente; por eso presientes el peligro, que no está el Tantra sino en ti. Y la razón del atractivo del Yoga está también en ti, en tu mente común, en tu supresión sexual, en tu hambre de sexo, en tu mente indul-gente respecto a él.
El Yoga es tan atractivo porque la mente común no está sana en lo que concierne al sexo. Una humanidad mejor, con una se-xualidad sana —natural, normal...— porque no somos norma-les, naturales. Somos absolutamente anormales, malsanos, esta-mos realmente enfermos. Pero como todo el mundo está como nosotros, no nos damos cuenta. El estar trastornado es tan co-rriente que el no estarlo nos parecería anormal. Un Buda, entre nosotros, es anormal; un Jesús es anormal. No pertenecen a nuestra categoría. Esta normalidad es una enfermedad.
Esta mente «normal» ha creado el interés por el Yoga. Si aceptas el sexo con naturalidad, sin ninguna ideología, sin nin-guna filosofía a favor o en contra; si aceptas el sexo de la misma forma que aceptas tus manos, tus ojos; si lo aceptas totalmente como algo natural, entonces te atraerá el Tantra y te será de gran ayuda.
Los días del Tantra se acercan. Tarde o temprano el Tantra se expandirá entre las masas por primera vez. Porque por pri-mera vez, los tiempos estarán maduros para aceptar el sexo de forma natural. Seguramente la expansión vendrá de occidente, porque Freud, Jung y Reich han preparado el terreno; no sabían nada acerca del Tantra, pero han preparado el terreno para que se desarrolle.
La psicología occidental ha llegado a la conclusión de que el principal trastorno humano está relacionado con el sexo, de que es un trastorno sexual. Por lo tanto, a menos que se disuelva el trastorno, el hombre no puede ser natural, normal. El hombre ha ido en una dirección equivocada, debido, únicamente, a sus ac-titudes respecto al sexo.
No es necesaria ninguna actitud —sólo entonces eres natu-ral. ¿Qué actitud tienes acerca de tus ojos? ¿Son perniciosos, o son divinos? ¿Estás a favor de los ojos, o estás en contra? ¡No tienes ninguna actitud! Por eso tus ojos son normales. Toma partido, piensa que tus ojos son perniciosos, y el ver se volverá difícil, problemático (al igual que el sexo). Entonces querrás ver. Desearás y ansiarás ver; pero cuando veas sentirás remordi-mientos: has hecho algo malo, has pecado. Querrías aniquilar el instrumento para ver, te gustaría destruir tus ojos; y cuanto más desees aniquilarlo, más te obsesionarás con ello. Se creará una situación absurda: ansiarás cada día más el ver, y simultánea-mente te sentirás más y más culpable. Eso es lo que ha ocurrido con la sexualidad.
El Tantra dice: acéptate tal como eres. Esto es lo fundamen-tal, total aceptación; solamente aceptándote totalmente puedes crecer. Utiliza todas las energías de que dispones. ¿Cómo utili-zarlas? Aceptándolas, descubriendo lo que son esas energías. ¿Qué es el sexo? ¿Qué es ese fenómeno? No lo conocemos real-mente. Sabemos muchas cosas acerca del sexo, cosas que nos han trasmitido. Tal vez hemos experimentado el acto sexual, pero con remordimientos, con una actitud supresora, con urgen-cia, con prisas; como un desahogo. Entonces el acto sexual no es un acto amoroso, no te quedas realmente satisfecho, pero tampoco puedes prescindir de él. Cuanto más tratas de vivir sin ello, más te atrae; cuanto más lo condenas, más te tienta.
No puedes suprimirlo, y esta actitud negativa, destructiva, destruye la mente, la consciencia, la sensibilidad que se precisa para entenderlo; y el sexo continúa, pero sin sensibilidad y por eso no puedes comprenderlo. Solamente una sensibilidad pro-funda puede hacerlo; una experiencia y un sentir profundos, pueden hacerte entender todo. Podrás entender el sexo si te acercas a él como un poeta se mueve entre las flores —sólo en-tonces. Si sientes remordimientos acerca de las flores, quizá pa-ses a través de un jardín, pero lo cruzarás con los ojos cerrados, con prisas, con una urgencia desquiciada —tienes que salir de ahí. ¿Cómo puedes percibir, ser consciente, de ese modo?
Por eso el Tantra dice: acéptate comoquiera que seas —un gran misterio de energías multidimensionales. Acéptalo, y expe-rimenta cada energía con profunda sensibilidad, con conscien-cia, con amor, con entendimiento. Experimenta con ello... en-tonces, cada deseo se convierte en un vehículo para ir más allá de él. Cada energía se convierte en una ayuda; entonces, este mundo es el nirvana, y este cuerpo un templo, algo sagrado.
El Yoga es negación, el Tantra afirmación. El Yoga concibe en términos de dualidad; de ahí la palabra «Yoga»: significa juntar, unir dos cosas. Pero las dos están ahí, hay dualidad.
El Tantra dice que no hay dualidad; pues con ella no puede haber unidad. No importa cómo lo intentes, seguirán siendo dos; comoquiera que las unas, permanecerán dos. Entonces la lucha continuará y el dualismo también. Si lo terreno y lo di-vino son dos, no se pueden unificar. Si realmente no lo son, úni-camente aparentan serlo, sólo entonces pueden ser uno. Si tu cuerpo y tu alma son dos, no pueden ser uno. Si tú y Dios sois dos, no es posible la unidad. Seguirá habiendo dos.
El Tantra dice que no hay dualidad; es sólo una apariencia. ¿Por qué entonces ayudar a que aumente? El Tantra dice: ¿Para qué ayudar a que aumente esa apariencia de dualidad? ¡Disuél-vela en este preciso instante! Sé uno; a través de la aceptación te vuelves uno, no a través de la lucha. Acepta el mundo, el cuerpo y todo lo que es inherente a él. No crees en ti un centro diferente, porque para el Tantra ese centro no es otra cosa que el ego. Para el Tantra —recuérdalo— ese centro no es otra cosa que el ego. No crees un ego, simplemente sé consciente de lo que eres. Si luchas, el ego estará ahí. Por eso es difícil encontrar un yogui que no sea egoísta. ¡Es difícil! Los yoguis dicen que no hay que tener ego, pero ellos mismos no pueden dejar el suyo. Su propio proceso lo crea: la lucha es el proceso; si lu-chas, lo crearás. Cuanto más lo hagas, más fortalecerás el ego. Y si vences en esa lucha, alcanzarás el ego supremo.
El Tantra dice: ¡No luches! Entonces no hay posibilidad para el ego. Si escuchamos lo que dice el Tantra tendremos proble-mas, porque para nosotros si no hay lucha, solamente hay indul-gencia; para nosotros, la ausencia de lucha significa indulgen-cia, y nos asusta. Hemos sido indulgentes durante muchas vidas y no hemos llegado a ninguna parte; pero para el Tantra, la in-dulgencia no es lo mismo que para nosotros. El Tantra dice: sé indulgente, pero sé consciente. Si estás enojado, no te dirá que no lo estés; te dirá: enfádate de todo corazón, pero sé cons-ciente. El Tantra no está en contra de la ira, sólo está en contra de que te duermas espiritualmente, de la inconsciencia espiri-tual. Sé consciente y enójate. En eso reside el secreto del mé-todo: si eres consciente, la ira se transforma y se vuelve compasión.
Por eso el Tantra dice: no digas que la ira es tu enemiga — es la semilla de la compasión. La propia ira, la misma energía, se volverá compasión; si luchas contra ella, no habrá posibili-dad para la compasión. Si tienes éxito en la lucha, en suprimir la ira, te convertirás en un «muerto»; no tendrás ira porque la habrás suprimido, pero tampoco tendrás compasión, porque so-lamente la ira se puede transformar en compasión.
Si tienes éxito en la supresión —lo cual es imposible— no tendrás deseo sexual, pero tampoco podrás amar, porque aniqui-lando el sexo, aniquilarás la energía que crece en el amor. Vivi-rás sin sexo, pero también vivirás sin amor, y todo el esfuerzo habrá sido en vano, porque sin amor no hay divinidad, ni libera-ción, ni libertad.
El Tantra dice que estas energías tienen que ser transforma-das. Si estás en contra de lo terreno, entonces no hay posibili-dad para el nirvana, porque es precisamente lo terreno lo que ha de ser transformado en el nirvana. En ese caso, irás en contra de las energías básicas que son la fuente en sí. La alquimia del Tantra dice: no luches, sé amigable con todas las energías que te han sido dadas; recíbelas amistosamente. Siéntete agradecido por tu ira, por tu sexo, por tu avidez. Siente agradecimiento por-que son fuentes ocultas y pueden ser transformadas, pueden abrirse. Cuando el sexo se transforma, se vuelve amor. El ve-neno se disuelve, lo feo desaparece.
La semilla es fea, pero cuando cobra vida, cuando brota y florece, entonces hay belleza. No deseches la semilla, porque haciéndolo estás desechando las flores que contiene. Todavía no han florecido, no se han manifestado —por eso no las puedes ver—, pero están ahí. Aprovecha la semilla, así podrás florecer. Aceptación, profunda sensibilidad, entendimiento y consciencia —entonces puedes permitirte ser indulgente.
Una cosa más, es muy extraña pero es uno de los descubri-mientos más profundos del Tantra: lo que ves como enemigo la codicia, la ira, el odio, el sexo o cualquier otra cosa—, tu actitud de abordarlo así es lo que lo convierte como tal. Recí-belo como un regalo divino, abórdalo con gratitud en tu corazón.
Por ejemplo, el Tantra ha desarrollado muchas técnicas para transformar la energía sexual: aborda el acto sexual como si en-trases en un templo divino, como si fuera una plegaria o una meditación; siente lo sagrado que ello contiene. Por eso, en Khajuraho, en Puri y en Konarak, cada templo tiene esculturas maithun. Las esculturas de actos sexuales en los muros del tem-plo parecen ilógicas, especialmente para el cristianismo, el is-lam, el jainismo. Parece inconcebible, contradictorio, que estos templos tengan imágenes maithun. En el exterior de los templos de Khajuraho hay imágenes de todos los actos sexuales posi-bles. ¿Por qué? Para nuestra mente esas imágenes no tienen ca-bida en un templo. El cristianismo no puede concebir una igle-sia con las imágenes de Khajuraho. ¡Imposible!
Los hindúes contemporáneos también sienten remordimien-tos, porque su mente la ha creado el cristianismo. Son «hindúes-cristianos», y son peores —porque ser cristiano es bueno, pero ser un hindú-cristiano es simplemente una rareza. Sienten re-mordimientos. Un líder hindú, Purshottamdas Tandan, propuso destruir esos templos. «¡No forman parte de nuestra cultura!» Realmente no forman parte de nosotros, porque el Tantra no forma parte de nuestros corazones desde hace siglos; no ha sido la corriente predominante. El Yoga sí lo ha sido, y para él, Kha-juraho es inconcebible: debe ser destruido.
El Tantra dice: aborda el acto sexual como si entrases en un templo sagrado; por eso sus templos sagrados contienen imáge-nes de actos sexuales. Para que en tu mente permanezcan aso-ciados y sientas que entre lo terreno y lo divino no hay con-flicto, que son una unidad. No se contradicen, son polos opuestos que se ayudan mutuamente. Y pueden existir única-mente debido a esta polaridad; si ésta desaparece, se pierde todo este mundo. Así que percibe la profunda unidad subyacente; no percibas sólo los polos opuestos, sino el interior subyacente que los hace uno.
Para el Tantra, todo es sagrado. Recuerda: para el Tantra todo es sagrado, nada es profano. Entiéndelo de esta forma: para una persona no religiosa, todo es profano. Para la persona supuestamente religiosa, algunas cosas son sagradas y otras profanas. Para el Tantra, todo es sagrado.
Un misionero cristiano me dijo: «Dios creó el mundo». Así que yo le pregunté: «¿Quién creó el pecado?». «El diablo» — me respondió. Entonces le pregunté: «¿Quién creó al Diablo?». «Dios, por supuesto» —me dijo un tanto confundido... El diablo crea el pecado y Dios crea el Diablo. ¿Quién es entonces el ver-dadero pecador?: ¿Dios, o el Diablo? Una concepción dualista siempre te lleva al absurdo.
Para el Tantra, Dios y el Diablo no son dos; no hay nada que pueda llamarse pecado: todo es divino, todo es sagrado. Y pa-rece ser la visión correcta, la más profunda. Si en este mundo hay algo profano, ¿de dónde proviene? ¿Quién lo ha hecho posible?
Así que sólo hay dos alternativas: la primera, la del ateísmo, que afirma que todo es profano. Es correcta, no es dualista. No ve nada divino en el mundo; la segunda alternativa es el Tantra, en él todo es divino. Tampoco es dualista. Y entre estas dos al-ternativas están las personas supuestamente religiosas, que en realidad ni son religiosas ni son ateas, porque siempre están en conflicto. Toda su teología consiste en intentar unir dos extre-mos, cuando esos extremos no pueden unirse
Si una sola célula o un simple átomo es profano, todo lo es, porque ¿cómo puede existir algo profano en un mundo sagrado? Está en interacción con el todo; ser implica interacción con el todo. Y si los elementos profanos están en interacción con los divinos, apoyándolos, ¿cuál es entonces la diferencia? Así que, o bien el mundo es totalmente sagrado, incondicionalmente, o es profano. No hay una posibilidad intermedia.
El Tantra dice que todo es sagrado —por eso no podemos entenderlo. Es la concepción no dualista más profunda, si es que se le puede llamar concepción. Porque cualquier concep-ción está llamada a ser dualista. Pero al no estar en oposición con algo, no es una concepción: es una unidad, una unidad viva.
El Yoga y el Tantra son dos caminos. El Tantra no atrajo tanto debido a la limitación de nuestra mente, pero para alguien que está sano interiormente, es hermoso; puede entenderlo. El Yoga tiene un atractivo fácil, debido a la alteración de nuestra mente. Recuerda: es tu mente la que hace algo atractivo o no. Eres tú el factor decisivo.
Son aproximaciones distintas. No estoy diciendo que no se pueda llegar por medio del Yoga. También se puede, pero no a través del Yoga predominante que no es Yoga realmente sino
una interpretación de la mente enferma.
El Yoga auténtico puede ser una aproximación hacia lo su-premo, pero solamente si tu mente está sana, cuando no está en-ferma; entonces toma un cariz distinto. Por ejemplo, Mahavira está en el camino del Yoga, pero no está suprimiendo el sexo —porque lo ha vivido, lo ha conocido. Está profundamente fa-miliarizado con él y se ha vuelto fútil, y por tanto, ha quedado descartado. Buda está también en ese camino, pero ha vivido lo terreno, está profundamente familiarizado con ello; no está en conflicto.
Una vez que has conocido algo, te liberas de ello. Simple-mente «cae», como caen las hojas muertas de un árbol. No es una renuncia; no hay conflicto, no hay lucha. Mira el rostro de Buda —no es el rostro de un guerrero. No ha estado luchando. ¡Está profundamente relajado! Su rostro representa la relajación
más profunda; no hay conflicto.
Mira a los yoguis: la lucha se refleja en sus rostros. Tienen un gran conflicto interior; están sentados sobre un volcán. Puedes mirar a sus ojos, a sus rostros, y lo sentirás —en algún lugar in-terno están todos sus trastornos suprimidos; no han ido más allá.
En un mundo sano, donde todo el mundo viva su individua-lidad, su vida, auténticamente, sin imitar a los demás, viviendo de acuerdo consigo mismos, el Yoga y el Tantra, ambos, tienen cabida. De uno aprenderás la profunda sensibilidad que tras-ciende; del otro, llegar al punto en que todos los deseos son fú-tiles y desaparecen. El Yoga puede conducirte a ello, pero para mí, te guiará en el mismo mundo en que el Tantra pueda guiarte—recuérdalo.
Necesitamos una mente sana, un hombre natural. En un mundo donde el hombre sea así, el Tantra será una guía y el Yoga también. En nuestra sociedad, el Yoga no te puede guiar y el Tantra tampoco; porque si elegimos el primero, no lo hace-mos porque los deseos se hayan vuelto fútiles. ¡No! Todavía son importantes. No han desaparecido por sí mismos. Hay que for-
zarlos.
Cuando elegimos el Yoga lo hacemos como una técnica de supresión. Cuando escogemos el Tantra es un ardid, una artimaña para ser indulgentes. Por eso, con una mente malsana, ambos te conducen al engaño. Una mente sana, en especial se-xualmente sana, se precisa para empezar. Entonces no te resul-tará difícil escoger tu camino. Puedes elegir uno u otro.
Hay dos tipos de personas: una básicamente masculina y otra básicamente femenina, no biológicamente hablando sino psicológicamente. Para las personas psicológicamente masculi-nas —agresivas, violentas, extrovertidas— el Yoga es su ca-mino. Para las que son básicamente femeninas —receptivas, pa-sivas, no violentas— su camino es el Tantra.
Toma nota: para el Tantra, la madre, Kali, Tara y otras devis, bhairavis, son importantes; en el Yoga nunca oirás mencionar ninguna deidad femenina. El Tantra tiene deidades femeninas, el Yoga dioses masculinos. El Yoga es energía moviéndose ha-cia afuera, el Tantra es energía moviéndose hacia adentro. En términos psicológicos modernos, el Yoga es extrovertido y el Tantra introvertido. Así que dependerá de tu personalidad: si tienes una personalidad introvertida, la lucha no es para ti; si por el contrario es extrovertida, la lucha es para ti.
Pero estamos confundidos, hechos un lío. Y por eso nada nos sirve de ayuda. Al contrario, nos confunde más. El Yoga te perturbará y el Tantra también. Cualquier medicina te creará más trastornos, porque el que elige está enfermo, su capacidad de elección está trastornada, enferma.
Por tanto, no estoy diciendo que por medio del Yoga no pue-des llegar. Estoy enfatizando en el Tantra únicamente porque vamos a intentar comprender lo que es.


2

MEDITACIÓN

Y
AMOR TÁNTRICO


En el instante del amor,
el pasado y el futuro no existen. El amor te abre al infinito,
a la eternidad de la existencia.

Shiva le dice a Devi: «Mientras eres acariciada, dulce prin-cesa, entra en el amor como en la vida eterna».

Shiva empieza con el amor. La primera técnica concierne al amor, porque el amor es tu experiencia más próxima en la cual estás relajado. Si no puedes amar, relajarte te resultará imposible; si puedes relajarte, tu vida será amorosa.
Un hombre tenso no puede amar. ¿Por qué? Porque vive siempre con un propósito. Puede ganar dinero, pero no puede amar, porque el amor no tiene propósito. El amor no es un pro-ducto, no puedes acumularlo ni ingresarlo en una cuenta banca-ria, ni tampoco fortalecer tu ego con él. Realmente, el amor es el acto más absurdo —sin ningún significado ni propósito más allá de sí mismo. Existe para sí, no para otra cosa.
El dinero lo ganas para algo: es un medio. Construyes una casa para vivir en ella: es un medio. El amor no es un medio. ¿Por qué amas? ¿Para qué amas? El amor es el fin en sí mismo; por eso la mente calculadora, lógica, que funciona a base de propósitos, no puede amar. La mente que siempre piensa en función de unos propósitos está tensa, porque el propósito solamente puede satisfacerse en el futuro, nunca aquí y ahora.
Si estás construyendo una casa, no puedes habitarla. Primero tendrás que construirla; podrás habitarla en el futuro, no ahora. Si estás haciendo un negocio, el beneficio lo obtendrás en el fu-turo, no ahora. Los medios los tendrás que utilizar ahora, y los fines llegarán después.
El amor siempre está aquí; no está en el futuro. Por eso el amor está tan cerca de la meditación, así como la muerte, por-que ésta es siempre aquí y ahora; no puede ocurrir en el futuro. ¿Cómo puedes hacerlo en el futuro? Solamente puedes morir en el presente; nadie ha muerto en el futuro. ¿Cómo puedes morir en el futuro, o en el pasado? El pasado pasó, ya no es; por eso no puedes morir en él. El futuro todavía no ha llegado, ¿cómo puedes morir en él? La muerte siempre sucede en el presente.
La muerte, el amor, la meditación, siempre tienen lugar en el presente. Por eso, si temes la muerte, no puedes amar. Si temes amar, no puedes meditar. Si temes meditar, tu vida será inútil — no en el sentido de falta de propósito, inútil en el sentido de que nunca podrás sentir ninguna dicha... fútil.
Puede parecer extraño el conectar el amor, la meditación y la muerte, pero no lo es; son experiencias similares. Por eso, si puedes entrar en una, puedes entrar en las otras dos.
Shiva empieza con el amor. Dice:
Mientras eres acariciada y amada, dulce princesa, entra en el amor como en la vida eterna.
¿Qué quiere decir? Muchas cosas. Una de ellas es que mien-tras eres amado, amada, el pasado cesa y el futuro no existe; tie-nes que moverte en la dimensión del presente, te mueves en el ahora. ¿Has amado alguna vez a alguien? Si has amado alguna vez, la mente no estaba ahí; por eso se dice: «Los enamorados están ciegos, no tienen mente, están chiflados». En cierto sen-tido es correcto; los enamorados están ciegos porque no miran al futuro, no analizan lo que están haciendo. ¡Están ciegos! No pueden ver el pasado.
¿Qué les ocurre a los enamorados? Viven el aquí y ahora sin considerar el pasado ni el futuro, sin considerar las consecuencias; por eso están chiflados. Están ciegos a los ojos de quienes calculan todo, y son visionarios para quienes no son calculadores; éstos verán en el amor los ojos verdaderos, la visión real.
Así que el primer punto es: en el instante del amor, el pa-sado y el futuro no existen. Hay que entender una sutileza: cuando no hay ni pasado ni futuro, ¿puedes llamar presente a ese instante? ¿Está el presente únicamente entre el pasado y el futuro? Es relativo; si no hay pasado ni futuro, ¿qué significado tiene llamarlo presente? No tiene sentido. Por eso Shiva no uti-liza la palabra «presente»; dice «vida eterna» —eternidad—: entra en lo eterno.
Dividimos el tiempo en tres: pasado, presente, futuro. Esa división es falsa, absolutamente falsa. El tiempo es, en realidad, pasado y futuro. El presente no forma parte del tiempo; es parte de la eternidad. Lo que pasó, es tiempo; lo que ha de llegar, es tiempo. Lo que es, no es tiempo, porque nunca pasa, siempre está ahí. El ahora siempre es, siempre está aquí. Este ahora es eterno.
Si te mueve el pasado, nunca estás en el presente; del pasado saltas al futuro. No llega el momento presente. Desde el pasado siempre vas al futuro. Desde el presente no puedes moverte en el futuro. Desde el presente, entras más profundamente en el presente... más y más en el presente... eso es la eternidad.
Podemos exponerlo de esta forma: entre el pasado y el fu-turo existe lo temporal. El tiempo implica moverse en un plano, en una línea recta, horizontalmente. En el momento que estás en el presente, la dimensión cambia; te mueves verticalmente —arriba y abajo—, hacia las alturas o hacia las profundidades; pero nunca te mueves horizontalmente. Un Buda, un Shiva,
vive en la eternidad, no en el tiempo.
A Jesús le preguntaron: «¿Qué sucederá en tu Reino de Dios?». El hombre que le preguntaba no lo hacía acerca de la dimensión del tiempo sino acerca de sus deseos: «¿Cómo se sa-tisfarán? ¿Habrá vida eterna, o muerte? ¿Habrá sufrimiento? ¿Habrá hombres inferiores y hombres superiores?». Le pregun-taba en relación a las cosas de este mundo: «¿Qué sucederá en
tu Reino de Dios?».
Y Jesús respondió —la respuesta es la misma que la de un monje zen—: «No transcurrirá el tiempo». Tal vez aquel hombre no entendió la respuesta. Jesús solamente dijo: «No transcu-rrirá el tiempo»; porque el tiempo es horizontal y el Reino de Dios es vertical; es eterno. Está siempre aquí; sólo tienes que salir del tiempo para entrar en el Reino de Dios.
El amor es la primera puerta... puedes salir del tiempo; por eso todo el mundo quiere sentirse amado, todo el mundo quiere amar. Nadie sabe por qué el amor significa tanto, por qué ese profundo anhelo de amor; y a menos que lo sepas con certeza, no podrás amar ni ser amado, porque el amor es uno de los fe-nómenos más profundos.
Creemos que tal como somos podemos amar, pero no es así; por eso estamos frustrados. El amor es una dimensión distinta. Si tratas de amar a alguien en la dimensión del tiempo, fracasa-rás en el intento porque en ella no es posible amar.
Recuerdo una anécdota:

Meera estaba enamorada de Krishna. Era una ama de casa, la esposa de un príncipe. Éste sentía celos de Krishna. Pero Krishna no vivía, no estaba presente; no era un cuerpo físico. Hay una diferencia de cinco mil años entre la existencia de Krishna y la de Meera. ¿Cómo puede ella enamorarse de Krishna? ¡Hay un intervalo de tiempo enorme!
Un día el príncipe preguntó a Meera: «No cesas de hablar de tu amor, cantas y bailas alrededor de Krishna, ¿pero dónde está él? ¿De quién estás enamorada? ¿A quién le hablas?». Meera hablaba a Krishna, cantaba para él, se reía, se enfa-daba... ¡Parecía que estuviese loca! Lo estaba (a nuestros ojos). Así que su marido le dijo: «¿Te has vuelto loca? ¿Con quién hablas? ¡Estoy aquí y te has olvidado de mí completa-mente!».
Entonces Meera dijo: «Krishna está aquí, tú no; porque Krishna es eterno y tú no. Siempre estará aquí, siempre estuvo aquí, está aquí. Tú no estarás aquí, tú no estabas aquí. Hubo un día en el que tú no estabas aquí, habrá un día que tú no es-tarás... ¿Cómo puedo creer que entre esas dos no-existencias estás aquí? ¿Cómo es posible la existencia entre dos no-existencias?

El príncipe está en la dimensión del tiempo, Krishna está en la eternidad. Puedes estar cerca del príncipe, pero no puedes destruir la distancia; permanecerás distante. Tal vez haya una distancia enorme en el tiempo entre Krishna y tú, y sin embargo puedes estar muy cerca; pero es una dimensión diferente.
Miro frente a mí y hay un muro. Muevo mis ojos y ahí está el cielo. Cuando miras en el tiempo, siempre hay un muro; si miras más allá del tiempo, ves el cielo abierto, el infinito. El amor te abre al infinito, a la eternidad de la existencia. Por eso, si amas realmente, puedes hacer del amor una técnica de medi-tación. Ésta es la técnica:
Mientras eres amada, dulce princesa, entra en el amor como en la vida eterna.
No seas un amante que mantiene distancias, vuélvete amo-roso y entra en la eternidad. Cuando amas a alguien, ¿estás ahí como amante? Si estás ahí, te hallas en la dimensión del tiempo, y el amor es falso, pseudo; si todavía estás ahí y puedes decir «soy», quizá podrás estar cerca físicamente pero espiritual-mente estarás separado.
Cuando estás enamorado, no eres: eres sólo amor; te vuelves amor. Acariciando a tu amada, a tu amado, vuélvete la caricia; besando, no seas el que besa, ni el que recibe el beso, sé el beso. Olvida el ego completamente, disuélvelo en el acto; entra en el acto tan profundamente que el actor desaparezca.
Si no puedes entrar en el amor, te será difícil entrar en el an-dar o en el comer. Te resultará muy difícil porque el amor es la forma más fácil de disolver el ego; por eso los egoístas no pue-den amar. Pueden hablar, cantar, escribir, acerca de ello, pero no amar; el ego no puede amar.
Shiva dice: «Vuélvete amor. Cuando estás abrazando, vuél-vete el abrazo, vuélvete el beso. Olvídate a ti mismo completa-mente, de forma que puedas decir: «He dejado de ser; sólo el amor existe». Entonces ya no es el corazón el que late, es el amor; ya no circula la sangre sino el amor; ya no son los ojos los que ven, el amor ve; las manos ya no se mueven para tocar, el amor las mueve».
¡Vuélvete amor!, y entra en la eternidad. El amor, de re-pente, te cambia de dimensión; te saca de la dimensión del tiempo y te coloca frente a lo eterno.
El amor puede convertirse en una profunda meditación, la más profunda. Y algunas veces, los amantes conocen lo que los santos no han conocido, y sienten un centro que muchos yoguis no han experimentado; pero es solamente un vislumbre, a me-nos que transformes tu amor en meditación. Ahora ya sabes, ya entiendes por qué el Tantra habla tanto acerca del amor y del sexo. ¿Por qué? Porque el amor es la puerta más natural para trascender este mundo, esta dimensión horizontal.
Mira a Shiva y a su consorte Devi. ¡Míralos! No parecen dos: son uno. La unidad es tan profunda que de ella se ha hecho un símbolo. Todos hemos visto un Shivalinga; es un símbolo fá-lico: el órgano sexual de Shiva. Pero no está solo, está sobre la vagina de Devi; los hindúes de esa época eran muy atrevidos. Ahora, cuando vemos un Shivalinga, nunca lo recordamos como un símbolo fálico. Lo hemos olvidado; hemos intentado olvidarlo completamente.
Jung cuenta en sus memorias un bello y divertido incidente:

Cuando viajó a la India visitó Konarak, y en el templo de Konarak hay muchos Shivalingas, muchos símbolos fálicos. El pandit que le guiaba en la visita del templo le iba expli-cando todo excepto lo relacionado con los Shivalingas; pero había tantos que era difícil evitarlos. Jung se daba cuenta de ello, y para bromear le preguntaba una y otra vez al pandit: «¿Esto qué es?». Hasta que por fin el pandit le susurró al oído: «No me lo pregunte más, ya se lo explicaré después, es algo muy privado». Jung debió reírse por dentro de cómo son los hindúes modernos.
Cuando salieron del templo el pandit se le acercó y le dijo: «No es correcto hacer esa clase de preguntas en público. Se lo contaré... es un secreto». Y le susurró al oído: «Son nuestras partes privadas».
Cuando Jung regresó, conoció a un célebre erudito en filo-sofía y mitología oriental, Heinrich Zimmer, y le contó la anécdota. Zimmer fue una de las mentes más agraciadas a la hora de penetrar en el pensamiento indio; amaba la India y sus formas de pensamiento —el enfoque místico oriental ilógico de la vida. Cuando Zimmer oyó la anécdota de Jung se rió y dijo: «Esto merece un replanteamiento. Siempre he oído co-mentarios acerca de los indios notorios (Buda, Krishna, Maha-vira), pero lo que me relatas no dice nada acerca de los indios notorios, sino acerca de los indios».

 El amor, para Shiva, es la gran puerta. Y para él el sexo no es algo condenable; es la semilla, y el amor, su florecimiento. Si condenas la semilla, condenas la flor. El sexo puede volverse amor; si nunca se transforma en amor es porque está lisiado. Condena la alteración, no el sexo. El amor debe florecer; el sexo debe convertirse en amor. Si no evoluciona, no es un fallo del sexo; es tu fallo.
El sexo no debe permanecer como tal —ésa es la enseñanza del Tantra—, debe transformarse en amor; y éste, no debe per-manecer amor, debe transformarse en luz, en una experiencia meditativa, en la suprema experiencia mística. ¿Cómo transfor-mar el amor? Sé el «acto» y olvida el «actor». Cuando ames, sé amor, simplemente amor. Entonces no es tu amor, ni el mío, ni el de ningún otro: es simplemente amor. Cuando no estás ahí, estás en manos de una fuente suprema, de una corriente, estás enamorado. No eres el que está enamorado; es el amor el que te ha engullido, tú has desaparecido. Te has convertido en una energía que fluye.
D.H. Lawrence, una de las mentes más creativas de su época, fue, a sabiendas o no, un adepto del Tantra. En Occi-dente fue totalmente condenado, y se prohibieron sus libros. Fue procesado judicialmente por decir que la energía sexual es la única energía, que si la condenas y la reprimes estás actuando en contra del universo y nunca serás capaz de conocer el su-premo florecimiento de esta fuerza.
Cuando ésta se suprime se vuelve funesta. Es un círculo vi-cioso: los sacerdotes, los moralistas —la llamada gente reli-giosa—, los papas, shankaracharyas y otros que condenan el sexo dicen que éste es perverso. Cuando lo suprimes se vuelve perverso; por eso dicen: «Lo que estáis haciendo es perverso y vosotros lo sabéis».
Pero el sexo no es perverso, son los sacerdotes quienes lo han vuelto así. Pervirtiéndolo demuestran que tienen razón; y una vez pervertido, se vuelve cada vez más y más deplorable.
El sexo es una energía inocente, la vida fluyendo dentro de ti, la existencia viva en ti. No la mutiles; permítela que se eleve. El sexo debe volverse amor. ¿Cuál es la diferencia? Cuando tu mente es sexual estás explotando al otro, que es en-tonces nada más que un instrumento para usar y tirar; cuando el sexo se vuelve amor, el otro no es un instrumento, no es ex-plotado. El otro no es realmente el otro. Cuando amas, no estás centrado en ti mismo. Al contrario: el otro se vuelve significativo, único.
No lo estás explotando, no. Al contrario, ambos os unís en una profunda experiencia. Sois compañeros en esa vivencia, no un explotador y un explotado. Os estáis ayudando el uno al otro a entrar en un mundo diferente, de amor. El sexo es explotación. El amor es avanzar juntos hacia un mundo diferente.
Si este acercamiento no es momentáneo; si se vuelve medi-tativo; si puedes olvidarte de ti mismo completamente, el amado y la amada desaparecen, y sólo queda el amor fluyendo. Shiva dice: «La vida eterna es tuya».


3

SEXO Y SEXUALIDAD

 
El sexo transferido a la cabeza es sexualidad; pensar acerca del sexo es sexualidad. Vivirlo es algo muy distinto.
Cualquier cosa vivida totalmente te lleva más allá.
...no le tengas miedo a nada. ¡Vívelo!


Hagas lo que hagas, hazlo meditativamente y con totalidad — incluso el sexo. Es fácil concebir cómo estar enfadado a solas; pero también puedes crear una orgía solo, meditativamente. Y algo en ti cambiará después de ello.
Cuando estés solo, cierra la puerta de tu habitación y adéntrate en el sexo como en el acto sexual. Deja que todo tu cuerpo se mueva; salta y grita; haz todo lo que te apetezca, con total liber-tad. Olvídate de todo: de la sociedad, de las inhibiciones, etc. Ex-perimenta en el acto sexual tú solo, meditativamente, pero pon toda tu sexualidad en ello.
Con el otro, la sociedad está presente porque el otro está ahí, y es muy difícil estar tan profundamente enamorado que puedas sentir como si el otro no estuviera. Sólo en el amor, en una profunda intimidad, es posible estar con tu amado o con tu amada como si él o ella no estuviera.
Eso es la intimidad: estar con tu amado o con tu amada en una habitación como si estuvieras solo, sin ningún temor hacia el otro; entonces puedes adentrarte en el sexo totalmente. De otro modo, el otro es una presencia inhibidora, te está mirando: «¿Qué pen-sará ella? ¿Qué pensará él? ¿Qué estás haciendo, comportándote como un animal?».
Hace unos días vino una dama quejándose de su marido. Me dijo: «No puedo tolerarlo. ¡Cuando mi marido me ama, se com-porta como un animal!».
Cuando el otro está presente, te está mirando: «¿Qué estás ha-ciendo?». Y te han estado enseñando a no hacer ciertas cosas... Te inhibe; no puedes ser total.
Si hay verdadero amor, entonces puedes comportarte como si estuvieras solo. Y cuando dos cuerpos se vuelven uno, tienen un solo ritmo; desaparece la dualidad y el sexo puede liberarse com-
pletamente.
Y no es como la ira, que es siempre funesta; el sexo no siem-pre lo es. Algunas veces es la cosa más hermosa, pero sólo algu-nas veces. Cuando el encuentro es perfecto; cuando los dos se vuelven un solo ritmo; cuando su respiración se ha vuelto una y su prana fluye en círculo; cuando los dos han desaparecido comple-tamente y los dos cuerpos se han vuelto una unidad; cuando lo ne-gativo y lo positivo, lo masculino y lo femenino, dejan de existir, entonces el sexo es el fenómeno más hermoso. Pero ese no es
siempre el caso.
Si ello no es posible, puedes llevar el acto sexual a un clímax frenético estando solo, de un modo meditativo. Cierra la habita-ción, medita en ella, y permite que tu cuerpo se mueva sin ningún control por tu parte. ¡Pierde todo el control!
Tu esposo o tu esposa puede ser una gran ayuda, particular-mente en el Tantra. Tu mujer, tu marido, tu amigo o tu amiga puede ser una gran ayuda si ambos experimentáis profundamente. Permitíos el uno al otro total descontrol. Olvidad la civilización, como si nunca hubiera existido. Regresad al jardín del Edén. ¡Arrojad la manzana, el fruto del árbol del conocimiento! Sed Adán y Eva antes de ser expulsados del jardín del Edén. ¡Regre-sad al jardín del Edén! Sed inocentes como los animales y permi-tir la expresión total de vuestra sexualidad, y nunca volveréis a ser los mismos.
Sucederán dos cosas: la sexualidad desaparecerá y el sexo per-manecerá; pero la sexualidad desaparecerá completamente. Y cuando no hay sexualidad, el sexo es divino. Cuando no hay an-siedad mental, cuando no piensas acerca de ello, cuando se con-vierte en una simple implicación —un acto total, un movimiento de todo tu ser—, es divino. Primero desaparecerá la sexualidad, y tal vez luego el sexo. Porque una vez que conozcas la esencia pro-funda de ello, puedes penetrar en la esencia sin sexo.
Pero todavía no has conocido la esencia profunda, ¿cómo es-peras entonces alcanzar la esencia? El primer vislumbre llega a través del sexo total; una vez que lo has conocido, el camino puede recorrerse de diversas formas: simplemente mirando una flor puedes vivir el mismo éxtasis que cuando te fundes con tu amada o con tu amado; o simplemente mirando las estrellas.
Una vez que conoces el camino, sabes que está en ti. La es-posa o el esposo solamente te ayuda a conocerlo, y tú le ayudas a él. ¡Está dentro de ti! El otro solamente lo provoca: es un estí-mulo, una ayuda para que conozcas algo que siempre ha estado en ti.
Y eso es lo que ocurre entre un Maestro y un discípulo: el Ma-estro puede convertirse en un estímulo porque puede mostrarte lo que siempre ha estado oculto en ti, él no te va a dar nada. No te puede dar porque no hay nada que dar. Todo lo que puede darse carece de valor, porque solamente es una cosa.
Lo que no puede darse —sino solamente provocarse— es va-lioso. Un Maestro simplemente te provoca, te estimula para ayu-darte a que llegues al punto en que puedas reconocer algo que ya estaba ahí. Una vez conocido, no hay necesidad de un Maestro.
El sexo puede desaparecer, pero primero desaparece la sexua-lidad. Entonces el sexo se vuelve un acto puro e inocente, hasta que también desaparece. Entonces eres brahmacharya; que no es lo opuesto al sexo sino sólo su ausencia. Recuerda esta diferencia, no eres consciente de ella.
Las religiones antiguas condenan la ira y el sexo como si am-bos perteneciesen a la misma categoría. ¡No pertenecen a la misma categoría! La ira es destructiva, el sexo es creativo. Las re-ligiones antiguas condenan ambas cosas de la misma forma, como si la ira y el sexo, la codicia y el sexo, la envidia y el sexo, fueran similares. ¡No lo son! La envidia es destructiva, ¡siempre! Nunca es creativa; no puede aportar nada. La ira es siempre destructiva, ¡pero el sexo no!
El sexo es la fuente de la creatividad. La divinidad lo utiliza para la creación. La sexualidad es como la envidia, como la ira, como la codicia: siempre es destructiva. El sexo no lo es, pero no conocemos el sexo puro; solamente conocemos la sexualidad.
La persona que suele mirar imágenes pornográficas, o que va a ver una película de orgías, no busca sexo: busca sexualidad. Co-nozco gente que no puede hacer el amor con su esposa a menos que primero vea una revista, un libro o imágenes obscenas; cuando ven esas imágenes se excitan. La esposa no les interesa.
Una fotografía de un desnudo les excita más; esa excitación no proviene de sus entrañas, es una excitación mental, de la cabeza.
El sexo transferido a la cabeza es sexualidad; pensar acerca del sexo es sexualidad. Vivirlo es algo muy distinto, y si puedes ha-cerlo irás más allá de ello. Cualquier cosa vivida totalmente te lleva más allá; así que no le tengas miedo a nada. ¡Vívelo!
Si crees que es destructivo para otros, experimenta tú solo; no lo hagas con otros. Si crees que es creativo, busca entonces una compañera, un compañero, una amiga, un amigo. Volveos aman-tes, una pareja tántrica, y experimentad con ello totalmente. Si to-davía sientes que la presencia de la otra persona te inhibe, enton-ces puedes hacerlo solo.



4

DE LA CORAZA

AL CORAZÓN


Cuando se suprime el corazón, se crean necesidades simbólicas.
.. .se crean falsas necesidades.

Y estamos llenos de falsas necesidades; por eso no estamos satisfechos.


Sigmund Freud dice en alguna parte que el hombre nace neurótico; es una verdad a medias. El hombre no nace así pero nace en una humanidad neurótica, y la sociedad tarde o tem-prano le vuelve neurótico. El hombre nace natural, real, normal; pero en el momento que el recién nacido entra a formar parte de la sociedad, surgen las neurosis.
Tal como somos, somos neuróticos. La neurosis consiste en un desdoblamiento, una profunda división. No eres uno, eres dos; o incluso muchos más. Esto tiene que entenderse en pro-fundidad, sólo entonces podemos proceder en el Tantra. Tu sen-timiento y tu pensamiento se han vuelto dos cosas diferentes: ésta es la neurosis básica. Tu pensar y tu sentir se ha vuelto dos, y te identificas con el pensamiento, no con el sentimiento; y éste es más real, más natural que aquél. Has venido con un co-razón que siente; el pensamiento es cultivado, te lo ha transmi-tido la sociedad. Y tu sentimiento se ha convertido en algo que suprimes; incluso cuando dices que sientes, solamente piensas que sientes. El sentir ha cesado. Y esto es debido a determina-das razones.
Cuando el niño nace, es un ser que siente; todavía no piensa. Es natural, como cualquier otro ser de la naturaleza —como un árbol o un animal. Pero empezamos a moldearlo, a instruirlo. Tiene que reprimir sus sentimientos porque si no lo hace tendrá problemas. Cuando quiere llorar no puede hacerlo porque sus padres no lo aprueban: le censuran, no le aprecian, no le aman; no se le acepta tal como es. Tiene que comportarse; y ha de hacerlo de acuerdo a unas ideas, a unos ideales; sólo entonces es amado.
El amor no es para él tal como es. Solamente merece ser amado si acata ciertas normas que le son impuestas, que no son naturales. Lo natural empieza a suprimirse, y lo artificial, lo irreal, se impone sobre ello. Lo irreal es tu mente, y llega un momento en que el desdoblamiento es tan grande que no puedes crear un puente entre las divisiones y te olvidas completamente de tu verdadera naturaleza. Eres falso, tu rostro original se ha perdido. Y tienes miedo de sentir lo original, porque en cuanto esto ocurre toda la sociedad se vuelve contra ti. Por eso tú mismo estás en contra de tu verdadera naturaleza.
Esto crea un estado muy neurótico. No sabes lo que quieres; no sabes cuáles son tus necesidades reales, auténticas. Entonces se crean falsas necesidades: porque solamente sintiendo el cora-zón puedes albergar un sentido, tener una dirección... saber cuál es tu verdadera necesidad. Cuando se suprime el corazón, se crean necesidades simbólicas; por ejemplo, tal vez comas en ex-ceso, llenándote de comida, pero nunca te sientes satisfecho. La necesidad es de amor, no de alimento, pero el alimento y el amor están profundamente relacionados; por eso, cuando no sientes la necesidad de amor o la suprimes, se crea una necesi-dad falsa de alimento. Y puedes comer más y más, pero como la necesidad es falsa, nunca te satisface. Y estamos llenos de falsas necesidades; por eso no estamos satisfechos.
Quieres sentirte amado —esa es tu necesidad básica, natu-ral—; pero puede desviarse a una dimensión falsa. Por ejemplo, la necesidad de amor, de sentirse amado, puede sentirse como una falsa necesidad si tratas de desviar la atención de los otros hacia ti. Quieres que los otros te presten atención; tal vez lle-gues a ser un líder político al que las masas aclamen, pero la verdadera necesidad básica es sentirte amado, y aunque el mundo entero esté pendiente de ti, la necesidad básica no será satisfecha. Esa necesidad puede ser satisfecha incluso por una sola persona que te ame, que te preste atención amorosamente.
     Cuando amas a alguien le prestas atención. Amor y atención  están profundamente relacionados. Si suprimes la necesidad de amor, se crea una necesidad simbólica (necesitas la atención de los demás); y aunque la consigas, no te sentirás satisfecho por-que la necesidad es falsa, está desconectada de la necesidad na-tural básica. Este desdoblamiento de la personalidad es una neurosis.
El Tantra es un concepto muy revolucionario: el más antiguo y a la vez el más nuevo. Es una de las tradiciones más antiguas y, sin embargo, no es tradicional, incluso es antitradicional, por-que dice: a menos que seas un todo, uno, no entenderás la vida en su conjunto. No deberías permanecer fragmentado, tienes que volverte uno.
¿Qué hacer para volverse uno? Puedes pensar y darle mu-chas vueltas, pero eso no te ayudará porque pensar es una téc-nica que divide. Pensar es analítico: divide, fragmenta elementos. Sentir une, sintetiza, vuelve las cosas uno. Puedes pensar, leer, estudiar, contemplar, pero ello no te ayudará a menos que retomes a tu centro que siente; y eso es muy difícil porque incluso cuando pensamos acerca de ese centro que siente, ¡esta-mos pensando!
Cuando le dices a alguien: «Te amo», percibe si es sólo un pensamiento o un sentimiento. Si sólo es un pensamiento, entonces estarás echando algo en falta. Un sentimiento es total, implica al cuerpo, a la mente, a todo lo que eres. En el pensar sólo tu mente está implicada, y ni siquiera ella lo está total-mente; solamente un fragmento, un pensamiento que pasa; tal vez ya no esté ahí el próximo instante. Sólo concierne a un frag-mento, y eso crea mucho sufrimiento, porque por un pensa-miento fraccionado puedes prometer cosas que no puedes cum-plir. Puedes decir: «Te amo y te amaré siempre». La segunda parte es una promesa que no puedes cumplir porque proviene de un pensamiento fraccionado; la totalidad de tu ser no está impli-cada. ¿Y qué harás mañana cuando el fragmento se vaya y el pensamiento ya no esté ahí? Entonces la promesa se convertirá en una esclavitud.
Sartre dice en alguna parte que todas las promesas son fal-sas. ¡No puedes prometer porque no eres un todo! Sólo una parte de ti promete, y cuando esa parte ya no está ahí, encum-brada, otra parte se apodera de ti. ¿Qué hacer? ¿Cómo cumplir la promesa? La hipocresía nace porque intentamos cumplir el compromiso, pretendemos que cumplimos...; entonces todo se vuelve falso.



  FIN PARTE 1.

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