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jueves, 20 de febrero de 2020

EL ENIGMA DE LOS DOS PILARES EN LOS QUE TOTH GRABÓ EL CONOCIMIENTO PRIMIGENIO



Hermes Trismegisto puede considerarse la figura central en el esoterismo occidental. Su identidad es un misterio que haría una gran película de arqueología esotérica de alto presupuesto. Misterioso autor de una serie de textos que dieron a luz a una tradición (el hermetismo) y que fueron incorporados al esoterismo de los tres grande monoteísmos y de las más diversas escuelas iniciáticas, el origen del Tres Veces Grande Hermes se pierde entre la leyenda y el polvo del tiempo. Sabemos, sin embargo, que guarda una estrecha relación con el dios egipcio Toth y por supuesto con el Hermes griego y el Mercurio latino, dioses ligados a la inteligencia, la escritura y las artes ocultes, los cuales toman gran parte de sus atributos de la divinidad egipcia. Entre las leyendas de la antigüedad, de alguna manera comunes a la tradición grecolatina, judía, musulmana y cristiana, encontramos una especie de episodio fundacional del conocimiento que es el registro hecho por Toth (también Thoth y Tot) en una o dos piedras, columnas, tablas, pilares o estelas de una transmisión divina, las claves de la sabiduría primigenia. De manera no exhaustiva, haremos aquí una revisión de este enigma, una circunvalación por los anales esotéricos que conforman el linaje hermético, la superna tradición de la filosofía mística de Occidente. 
Hermes Trismegisto es el autor del influyente Corpus Hermeticum, una serie de textos sobre la creación del mundo, teología, teúrgia, astrología y misticismo en general. Algunos eminentes filósofos y pensadores del Renacimiento y todavía un par de siglos después atribuían un origen antiquísimo a estos textos, que se consideraban originalmente egipcios. La primera mención conocida actualmente data de alrededor de finales del siglo II d. C., cuando ya Clemente de Alejandría hace mención de una procesión hermética y enuncia algunos de estos textos, diciendo que existían 42 tomos (una numeración conservadora, ya que Jámblico habla de 20 mil y Manetón asigna 34 mil a la preclara pluma del Tres Veces Grande Hermes). Los académicos actualmente consideran que estos textos, escritos en griego, reflejan cierta influencia egipcia, esto luego también de que se encontraran fragmentos herméticos entre el tesoro gnóstico de Nag Hammadi, y después de una oleada de escepticismo que sugería que la influencia egipcia era el resultado de los excesos supersticiosos de magos, teúrgos y astrólogos. Además de la influencia egipcia, existen también rasgos neoplatónicos y hay quien ha visto incluso gnósticos y hasta hinduistas. El Corpus Hermeticum, ya sea porque recupera distintas tradiciones o porque estas tradiciones tienen una misma rutilante raíz, puede leerse como un compendio de la tradición esotérica de la antigüedad y se convertiría en la gran fuente de las diversas corrientes esotéricas modernas, desde la alquimia a la teosofía.   

El Corpus Hermeticum gozaba de tan alta estima que Marsilio Ficino interrumpió su traducción del "corpus" de Platón para rendir con celeridad el de Hermes Trismegisto al latín, bajo el auspicio de los Medici en Florencia. Ficino consideraba que Hermes o Mercurius Trismegistus era parte de un linaje de grandes iniciados, hombres tocados por el nous divino (una prisca theologia) que incluía a Zoroasatro, a Orfeo, a Pitágoras y a Platón, un mismo cauce de conocimiento revelado. La tradición reitera que Pitágoras y Platón (al igual que Solón y otros) aprendieron los secretos de su filosofía en los templos egipcios, accediendo a jeroglíficos que reproducían la enseñanza primigenia de Toth, el escriba de Ra, el inventor de todas las artes y ciencias. El filósofo neoplatónico Jámblico en su libro Sobre los misterios egipcios le dice a Porfirio que su filosofía debe ser interpretada "de acuerdo a las antiguas estelas de Hermes, que Platón, ya antes, y Pitágoras, tras leerlas en su totalidad, utilizaron para crear su filosofía". Esto arrojando luz a la muy difundida noción en la Antigüedad de que Pitágoras había obtenido buena parte de sus conocimientos de iniciación con los sacerdotes egipcios; también se creía que Platón había viajado a Egipto (Ficino escribe que Platón fue iniciado por Hermes, ya sea por un sacerdote egipcio como tal o por el espíritu de la inteligencia divina), aunque esto es puesto en duda por los académicos modernos, en parte porque no consideran que existan fuentes fidedignas, en parte también quizás porque rompería con su narrativa de que la tradición filosófica occidental nace en Grecia. La tradición, sin embargo, nos dice que la filosofía y sus verdaderos postulados tienen su origen en Egipto y quizás incluso es necesario mirar hacia India, o más aún, si creemos lo que dice Platón, a la Atlántida.
Intentemos analizar las fuentes antiguas con las que contamos y de las cuales deriva en parte esta leyenda de que Toth o Hermes inscribieron unas estelas con los secretos de la doctrina, leyenda para nosotros tal vez, pero algo que fue aceptado por una tradición de las mentes más sabias durante siglos, hasta hace relativamente poco. Una de las principales fuentes de esta historia proviene de un libro llamado Libro de Sothis (Libro de Sirio) y atribuido al sacerdote egipcio Manetón, quien fue contemporáneo de los primeros ptolomeos. Este texto es mencionado por el monje Jorge Sincelo en el siglo XIII. Ahí se lee:
Se propone entonces hacer algunos extractos en lo que concierne a las dinastías egipcias de los libros de Manetón. Siendo él un alto sacerdote de los templos paganos egipcios, y basando sus respuestas [al rey Ptolomeo] en los monumentos que existían en el país seriádico. [Estos monumentos,] nos dice, estaban inscritos con caracteres de la lengua sagrada y con la escritura de Toth, el primer Hermes; después del diluvio fueron traducidos de la lengua sacra a la lengua vulgar, pero aún en caracteres jeroglíficos, y almacenados por el hijo de Agathodaimon y el segundo Hermes, padre de Tat --en los templos interiores de Egipto.
Aquí la madeja del misterio empieza a conectar. La versión que reproducimos aquí es de G. R. S. Mead, el gran erudito en estos temas herméticos y gnósticos. Muchos académicos consideran que el texto atribuido a Manetón, el cual ha desaparecido, no es realmente de este historiador (por lo que se considera un texto de "Pseudo-Manetón"). Mead, sin embargo, argumenta que no es del todo improbable que en realidad sí haya sido compuesto por Manetón. Sabemos que "país seriádico" es probablemente una referencia a Egipto, derivado de Sothis o Seth, ambas referencias posiblemente a Sirio, el astro que fuera tan importante para los egipcios. El diluvio que se menciona parece estar en consonancia con lo que menciona Platón en el Critias y en el Timeo, que un sacerdote egipcio le dijo a Solón que los griegos eran como niños puesto que ignoraban que el mundo había sido destruido antes (y que volvería a ser destruido) por el fuego o por el agua.
Mead esboza una genealogía de Hermes: "Este Hermes es el segundo, el padre de Tat (figura que aparece en el Corpus Hermeticum), nos dice Manetón en otra parte, e hijo del Buen Espíritu (Agathodaimon), quien fue el primer Hermes. Tenemos aquí la gradación precisa de nuestros tratados 1. El Pastor de Hombres, la Mente [el Poimandres, Toth] 2. Trismegisto 3. Tat. Esto se refiere a la siempre presente distinción del pupilo, maestro y el Maestro de maestros". 
Este será un tema complejo y difícil de resolver del todo. La tradición habla de varios Hermes (Cicerón menciona hasta cinco); generalmente se cree que existe primero Toth, el dios egipcio ligado a la Luna y juez de la psicostasia, el encargado de pesar el corazón contra la pluma de Maat. Su consorte, polaridad o shakti es Maat, la Ley, la Verdad. Esta deidad es identificada con la inteligencia divina del cosmos (con el Logos)  y por ello es el dador del conocimiento a todos los hombres. En los textos egipcios se dice que Toth es el escriba de Ra, el dios solar. Manly P. Hall en Las enseñanzas secretas de todos los tiempos nos dice de Hermes: "Fue reverenciado en la forma del planeta Mercurio, puesto que su cuerpo era el más cercano al Sol; Hermes de todas las criaturas estaba más cerca de Dios, y fue conocido como el Mensajero de Dios". Esto nos llevará a hacer interesantes conexiones, en la segunda parte de este ensayo, en torno a la relación entre Hermes y los ángeles de la tradición judía, y su vínculo con Enoc y Moises. 
Sigamos con las versiones antiguas, otra importante referencia es la del historiador judío Flavio Josefo, quien en el siglo I d. C. escribió:
Ellos [los hijos de Seth] fueron también los inventores de un tipo peculiar de conocimiento que se ocupa con los cuerpos celestes, y su orden. Y para que sus invenciones no desaparecieran antes de que fueran suficientemente conocidas, bajo la predicción de Adán de que el mundo sería destruido una vez por el fuego, y otra por la violencia del agua, hicieron dos pilares, uno de ladrillo y el otro de piedra; inscribieron sus conocimientos en ambos de tal forma que si el pilar de ladrillo fuera destruido por el diluvio, el pilar de piedra permaneciera y la humanidad pudiera conocer lo que sabían; y también informarles que había otro pilar erigido por ellos. Esto permanece en la tierra de Siriad [Egipto] hasta nuestros días [traducción de William Whiston].


Set o Seth es según el Génesis el tercer hijo de Adán y Eva, nacido para reemplazar a Abel y según la tradición depositario del conocimiento esotérico. En el Zohar o "libro del esplendor" se dice que Seth es "el ancestro de todas las generaciones de tzadikim" (los tzaddikim son los "justos", los sabios). 
Mead critica a Flavio Josefo por incrustar a Hermes en la genealogía de la religión judía. Pero lo mismo podemos hacer e incrustar a Adán en la visión hermética que se expone en el Poimandres, del hombre arquetípico o Antropos, el cual es una imagen del universo en su totalidad, mismo que también será tomado por la cábala. Entrando en lo más profundo del misterio quizás podamos encontrar una pista en la misma tradición cabalista. Nos dice Manly P. Hall que en algunos textos cabalistas se menciona que "Adán antes de ser expulsado del Jardín del Edén fue instruido por los ángeles... se dice que atendió un colegio celestial por el espíritu del mundo. Es posible que exista un no-lugar en el que se le mostraron los secretos del universo". Esto nos coloca en un paradigma de conocimiento muy distinto al que predomina actualmente, en el que se cree que progresamos hacia un conocimiento en el futuro, que nunca ha sido aprehendido por la mente. La tradición antigua, como sugiere Platón con su dictum "aprender es recordar", consideraba que el hombre en su origen, ya sea a través de facultades perceptivas que hoy en día yacen veladas o por la asistencia de mensajeros divinos, fue depositario de la doctrina universal, lo que en la Tabla Esmeralda, atribuida también a Hermes Trismegisto, se expresa así: "Lo de abajo es como lo de arriba, y lo de arriba es como lo de abajo, para obrar los milagros de una sola cosa". Esto, en gran medida, es lo que habría estado celosamente guardado en las estelas de Hermes, un conocimiento que de perderse sería más que trágico para las generaciones futuras,  que andarían extraviadas en el mundo sin reconocer su conexión con el cosmos y su origen divino.
En la segunda parte de este ensayo seguiremos explorando el misterio de las inscripciones de Toth en relación a las columnas de Hércules y Atlas, investigaremos también el origen misterioso de la Tabla Esmeralda (y el misterioso personaje Belinas-Apolonio de Tiana), veremos cómo autores más recientes, como Paracelso, han entendido y vinculado los jeroglíficos de Toth-Hermes con la alquimia y la religión judeocristiana y también compararemos estos pilares con los pilares del templo de Salomón y con los del templo masónico. Con esto último cerraremos. Nos dice el último gran estudioso del esoterismo que tuvimos en lengua española, Federico González:

En el antiguo manuscrito masónico Cooke, (circa 1.400) de la Biblioteca Británica, se lee en los párrafos 281-326 que toda la sabiduría antediluviana fue escrita en dos grandes columnas. Después del diluvio de Noé, una de ellas fue descubierta por Pitágoras, la otra por Hermes el Filósofo, los cuales se dedicaron a enseñar los textos allí grabados. Esto se encuentra en perfecta concordancia con lo atestiguado por una leyenda egipcia, de la que ya daba cuenta Manetón ­según el mismo Cooke­ vinculada también con Hermes.



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