Universo

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sábado, 28 de julio de 2018

SIMILITUDES ENTRE KABBALAH Y YOGA


SIMILITUDES ENTRE KABBALAH Y YOGA


Por Claudia Zumelzu C.

INTRODUCCIÓN

El Yoga y la Kabbalah representan para algunos la cumbre de la tradición espiritual de Oriente y Occidente, respectivamente. Dion Fortune define precisamente a la Kabbalah como “El Yoga de Occidente”.  Y Phileas del Montesexto diseña un ícono con el símbolo del hexagrama y del Om para su escuela de formación iniciática. Podemos decir que hay mucho que podría apuntar a la Verdad de que Yoga y Kabbalah tienen bastantes cosas en común y, tal vez, tienen un origen divino.
Pero, para H. P. Blavatsky, “Origen divino no quiere decir una revelación de un Dios antropomorfo, sobre un monte, en medio de rayos y de truenos, sino, según lo comprendemos, un lenguaje y sistema de ciencia comunicados a la Humanidad primitiva por otra Humanidad tan avanzada, que parecía divina a los ojos de la Humanidad inmatura.”
Yoga es una palabra sánscrita que significa: unir, juntar, soldar, y está tomada de la raíz sánscrita yuj, unión. Metafísicamente alude a la unión de Purusha y Prakriti, Esencia y Sustancia, o Espíritu y Materia, los dos polos, activo y pasivo, de la manifestación, y referido en el hombre a la unión de Atman (el Sí Mismo) y Brahmán (el Absoluto), o alma espiritual y Realidad Suprema. El Vedanta Advaita (surgido de la recopilación del filósofo Shankara) afirma la unidad básica entre ambos, unidad que no experimentamos en el estado de dualidad en el que opera nuestra mente. Es por ello que Patanjali define el Yoga cómo “la cesación de las fluctuaciones de la mente”. Cuando cesa la agitación de la mente (pensamientos, emociones y sensaciones fluctuantes) surge el estado real del YOGA. Entre sus obras se encuentran la Baghavad Gita, a los Yoga Sutras, de Patanjali, a las obras de Shankara, los vedas y los Upanishads, en fin, una enseñanza que se remonta a más de 5.000 años.
En cuanto a las raíces de la Kabbalah, estas no se encuentran en el judaísmo, sino que se extienden hasta los días de Babilonia, antes del nacimiento del judaísmo. La Kabbalah comenzó alrededor de 5.000 años atrás en Mesopotamia, en la ciudad de Babilonia. Tiene un largo linaje de escritores y maestros que comienza con Adam, el primer hombre, quien existió tanto en el reino terrenal como en el espiritual y escribió el primer libro cabalístico, el HaMalaaj Raziel (El Secreto del Ángel de Dios). Luego, Abraham escribió el Sefer Yetzirá (El Libro de la Creación). Después vino Moisés (la Torá y la Biblia), y los escritos fundamentales de El Libro del Zohar, de Shimon Bar Yojai (Rashbi), y El Árbol de la Vida, de Isaac Luria (El Arí). Estas obras dieron paso al rabino Yehuda Ashlag y a sus explicaciones modernas de los textos ancestrales.

DESARROLLO

La Realidad Última
En los Yoga Sutras se afirma que lo Real se halla más allá del tiempo, del espacio y de la causa, por lo que será constante, siempre idéntico a sí mismo, no determinado, infinito. Se le da el nombre de Brahman (no confundir con Brahma), por encima del sujeto y del objeto, fuente de la Existencia, Inteligencia y Dicha (Sat, Chit, Ananda), más allá de toda descripción. Brahman es no-dual, el uno sin segundo, y puede distinguirse un Brahman Nirguna (sin manifestación), y un Brahman Saguna, manifestado, al que se conoce como Ishvara. Ishvara se manifiesta como el Creador (Brahma), el Preservador (Vishnú) y el Destructor (Shiva) del universo.

En la Kabbalah este Infinito es llamado Ain Sof, (sin límites o sin fin). “Llamamos Infinito a lo que nadie comprenderá jamás, a lo que no tendrá fin porque nunca tuvo principio” (Zohar). “Debes saber que todo lo que es visible y todo lo que pueda ser captado por medio de la capacidad del corazón humano es limitado, y todo lo que es limitado tiene un fin, y todo lo que tiene un fin carece de valor. Partiendo de esta constatación, lo que no es limitado debe llamarse Infinito -Ain-Sof- y que es indiferenciación absoluta en la unidad perfecta sin alteraciones. Si algo es infinito, nada existe que sea exterior” (El Bahir). El Ain Sof es la fuente de toda existencia, el uno sin segundo, Si preguntamos ¿Qué es? la respuesta es Nada, Ayin (אין ),puesto que nada puede decirse sobre ello, está más allá de toda comprensión. El Ain Sof es el origen de las Sefirot, como emanaciones de su manifestación.
Para acercarse a la comprensión de esta Realidad Ultima el Vedanta Advaita tiene un método conocido como neti neti (ni esto, ni aquello), método que parte de la base de que el conocimiento racional del Absoluto es totalmente imposible, pues el propio conocimiento como tal requiere de un conocedor, el sujeto, y un objeto que se pretende conocer, en este caso Brahman, pero cómo éste no es precisamente un objeto, no es posible definirlo con atributos, y por ello la negación de todo aquello que no es puede llevarnos a lo único que no es posible negar: el Ser.
Por su parte la Kabbalah tiene una vía similar, la llamada vía del no, vía que por medio de la negación despoja a Dios de todos sus atributos: “El Ain Sof no está diferenciado por nada, y todo se une en su indiferenciación, pues en su seno todo es indiferenciado” (El Bahir).
La Realidad Ultima es pues para ambos, Yoga y Kabbalah, NO DUAL, más allá del tiempo y del espacio, y, en origen, SIN MANIFESTACIÓN, y se conoce como Brahman Nirguna en el Yoga, y Ain Sof en la Kabbalah. Cuando en este estado original surge la consciencia: el pensamiento “Yo Soy”, entonces el Noumeno se refleja como en un espejo en el universo. Para verse a Sí Mismo el Noumeno se objetiviza en fenómeno, y surge la primera dualidad básica: la polaridad de lo activo (Purusha) y de lo pasivo (Prakriti). Asimismo para que los fenómenos puedan desarrollarse surgen el espacio y el tiempo. En la Kabbalah, Ain Sof se manifiesta como El Uno en la primera sefirá, Kether, con el pensamiento “Yo soy el que soy” (Ehié aser ehié), y la polaridad básica de lo activo y pasivo, energía y espacio y tiempo, masculino y femenino, en las sefirot de Jokmáh y Bináh respectivamente.

Bhakti Yoga y Kabbalah Extática

La unión mística con la Divinidad es la meta de muchas tradiciones espirituales, desde la escuela pitagórica hasta el sufismo. Para alcanzarla, el Yoga y la Kabbalah presentan métodos que utilizan predominantemente el sonido de fonemas o palabras sagradas.
El Bhakti Yoga es una de las vías del Yoga, junto con el Karma Yoga (vía de la acción) y el Jñana Yoga (vía del conocimiento) descritas en el Baghavad Gita. Bhakti significa devoción, y proviene de la raíz verbal “participar, tomar parte”: El yogui toma parte en la Divinidad por medio de la devoción, el servicio, el culto, y por último es involucrado en la unión mística con la Divinidad. La práctica más habitual es la recitación de mantras, frases, palabras o sílabas sagradas que se utilizan como medio para entrar en un estado de conciencia que permita el silencio mental necesario para la recepción de la experiencia transcendente. El principio de un mantra es el concepto básico de que el sonido es vibración, y toda vibración a su vez genera energía y por lo tanto tiene la habilidad de generar cambios en el campo donde se introduce. Se cree que los mantras se originaron en tradiciones védicas, en las que las palabras han sido consideradas como poderes creadores o destructores.
La Kabbalah Extática, difundida por el cabalista sefardí Abraham Abulafia, aspira en su práctica al debekut  דבקות o unión con Dios, finalidad de toda experiencia mística. Abulafia propone una técnica de meditación que incluye combinaciones con las letras del alefato (alfabeto hebreo) y vocalizaciones de dichas letras, acompañadas de determinados movimientos e incluso respiraciones, que algunos asocian a las técnicas del pranayama yóguico: “Cuando empieces a pronunciar la letra, empieza a mover la cabeza y el corazón: el corazón, mediante el intelecto, porque es un órgano interno, y la cabeza, por sí misma, pues es un órgano externo…”. Los mantras son en este caso las propias letras hebreas, cuyo carácter sagrado se fundamenta en que mediante ellas todo el universo fue creado (Sefer Yetziráh).

El sonido de la Creación

En el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios
(Juan 1:1)

OM es la vibración cósmica que da origen al universo, la sílaba sagrada, la expresión directa de Brahman. Sus tres letras (A-U-M y un silencio) se identifican con la Creación (Brahma), la Preservación (Visnú) y la Destrucción (Shiva), la Trimurti que representa el devenir continuo de toda la manifestación, manifestación que llegará a su fin en el Pralaya (disolución), cesando la vibración y retornando al Silencio Infinito.

El Único Infinito hizo vibrar una parte de Sí Mismo transformándola en dos, y después en muchas más, hasta que la vibración cósmica originó las estrellas, las galaxias, los planetas, las flores, los árboles y el cuerpo humano” (La esencia de la autorrealización. Paramahansa Yogananda)

AUM forma parte de la designación divina de Brahman, SAT TAT AUM, las tres palabras inspiradoras del alma: SAT (Realidad, Verdad), TAT (“Eso”, el Eterno Sin Nombre) AUM (Vibración Creadora).
El OM se identifica con la Madre Divina, ya que representa el aspecto femenino de Dios, su manifestación como Universo. Para el cristianismo sería el Espíritu Santo. Para la Kabbalah es la Shekináh.
En el Árbol de la Vida las palabras sagradas se corresponderían con:

SAT                El Absoluto. Sat Chit Ananda                               Sefirá de Kether
TAT               Kuthastha Chaitanya o Conciencia Crística                    Sefirá de Tiferet
AUM              Vibración cósmica, Shekináh                                Sefirá de Malkut

La Kabbalah enseña que el Verbo existía antes de la Creación en forma de Pensamiento. Solo cuando el Pensamiento hubo concebido la Luz, ésta pudo ser expresada y creada por el Verbo. Así, tanto para el Yoga como para la Kabbalah la expresión directa del Absoluto (Brahman, Ain Sof) es una vibración sonora que da origen al Universo.
La Ciencia ha encontrado una radiación cósmica de fondo como eco del Big Bang, radiación que emite un sonido que incluso ha sido recreado a partir de las longitudes de onda de dicha radiación. Se puede oír en el siguiente link: BBSnd200.wav (sound duration 200 seconds, size 3.05 Mb)

El Bindu y el Punto Supremo
La manifestación se representa por un punto llamado bindu. Bindu es la fuente de la creación, es la semilla cósmica desde donde todas las cosas se manifiestan y desarrollan, es el núcleo de energía concentrada, el germen del sonido último, y representa los aspectos dinámicos y estáticos de lo masculino y lo femenino (Shiva y Shakti), unidos en Uno. Contiene todas las potencialidades del devenir. 


Según el texto tántrico Sharada Tilak la manifestación comienza al estallar el Bindu. El Bindu se representa como el punto diacrítico sobre el símbolo OM, o como el punto central del Sri Yantra. “El punto esencial en medio del yantra es la Shakti suprema, que crece y toma la forma de un triángulo” (Kamakalavilasa). El punto recibe un rayo y en su seno se opera la polarización de Shiva y Shakti, las energías dinámicas y estáticas comienzan a relacionarse y los dos puntos suplementarios emergen, para formar una tríada: el triángulo primordial, llamado mula-trikona".
Como chakra, es el Bindu Visarga situado en el área de la coronilla. Algunas escuelas lo identifican con el séptimo chakra: Sahasrara, otras lo consideran un octavo chakra más elevado.

Por otra parte, en Kabbalah el Punto Supremo hace referencia a la primera sefirá,  Kether, la Corona Suprema. La palabra esplendor (Zohar) designa el punto brillante que el Misterioso hizo brotar al alcanzar el vacío y que es el origen del Universo, palacio construido para su gloria. Este brillo es en cierto modo la semilla sagrada del mundo: “Y la simiente de que proviene es sagrada” (Is. 6:13). De Kether parte el Kav o Rayo Relampagueante que hace surgir las sefirot. La primera polarización da lugar a las sefirot de Jokmáh y Bináh, Energía y Forma, Espacio y Tiempo. Las tres sefirot constituyen la Triada Divina también llamada Gran Rostro.

La Reencarnación: Samsara versus Guilgul

La creencia en una esencia individual, alma, cuerpo causal, mente, conciencia, etc., que evoluciona a través de sucesivas encarnaciones en cuerpos diferentes es común a muchísimas tradiciones espirituales. En el Yoga aparece ya en los Upanishads asociada a la ley del karma. “Karma” significa acción; se refiere a cualquier acción física o mental y a las consecuencias de estas acciones. Es equivalente a la ley de causa y efecto, o acción y reacción. Los frutos del karma son el placer y el dolor. El hombre vuelve a nacer una y otra vez para recoger los frutos de su karma, en un ciclo denominado samsara (vagabundeo, deambular), hasta que por fin alcanza la liberación de este estado, el samadhi. Patanjali cita dos grados en el samadhi: el samadhi samprajnata, en el que aún se conserva la conciencia de individualidad, y el samadhi asamprajnata, en el que la osmosis con el Absoluto es total, realizándose la identidad entre  el alma individual (Atman), y el alma universal (Brahman).

“El ser humano tiene que comprenderse en su totalidad. Es inmortal como esencia, pero debido a un proceso de identificación con el fenómeno contingente y relativo de estas dimensiones del ego se cree mortal. La Liberación consiste justamente en devolver la conciencia a su fuente imperecedera.”(Yoga Sutras 4.4)

En las acciones que realizamos y que generan karma tienen gran importancia los samskaras. Estos samskaras son fuertes impresiones en la mente, que determinan las creencias, actitudes y personalidad de un ser humano, generando la tendencia a repetir esos actos. Los samskaras de otras vidas anteriores actúan en el subconsciente condicionando nuestra conducta y convirtiéndose en las semillas de actividad que se manifestarán en el renacimiento futuro. Todos nuestros deseos y aspiraciones hacen girar la rueda del karma, y por ello se afirma que el yogui debe abandonar incluso el deseo de liberación. El Dharma, el Orden Cósmico, es también el destino personal, y cada uno de nosotros debe encontrar su svadharma, es decir su camino.
La Kabbalah también recoge la doctrina de la reencarnación, guilgul, גלגול, o Guilgul Haneshamot, “retorno de las almas”. La palabra guilgul proviene de “galgal” que significa rueda. Los guilgulim son rotaciones de la esencia espiritual, que atraviesa en su evolución diversos estados o niveles de la Luz del Infinito, desde el más primario de nefesh hasta el más elevado de yejidáh. En el Zohar (2.99b) se lee: «Todas las almas están sujetas a la transmigración, y los hombres que no conocen los caminos del Señor, que sean bendecidos; ellos no saben que están siendo traídos delante del tribunal, tanto cuando entran en este mundo como cuando salen de él. Son ignorantes de las muchas transmigraciones y pruebas secretas que deben de pasar». El sentido de la reencarnación en la Kabbalah es positivo, como atestigua el hecho de que guilgul y Jesed (misericordia) tienen la misma guematría: 72, indicando que la misericordia divina nos da tantas oportunidades como necesitemos para evolucionar.
En la obra Shaar Ha Guilgulim (Pórtico de las rotaciones) Jaim Vital compila las enseñanzas de su maestro, Ytzak Luria, “El Ari”, el cabalista que más desarrolló esta doctrina. Luria afirma que la reencarnación tiene un propósito sagrado: el cumplimiento del tikún, palabra que significa “reparación”. ¿Y qué es lo que hay que reparar?: el desequilibrio del universo, originado al descender el Rayo Relampagueante cuya luz era excesiva para las sefirot que debían contenerla a partir de la cuarta sefirá. Una de las consecuencias de este desequilibrio energético es el exilio de la Shekináh al mundo material, Malkut, y la pérdida de la Unidad original. El tikún es el trabajo que el hombre, cooperando con la divinidad, debe realizar para rescatar a la Shekináh del exilio y reconstruir la Unidad perdida. Para ello necesita una evolución que requiere innumerables reencarnaciones, pues en una única vida sería del todo imposible encontrar y cumplir este propósito sagrado. Svadharma o tikún señalan pues a un destino individual que transciende la vida terrena y lleva implícito una evolución del alma hasta su Fuente.

La anatomía sutil: chakras versus sefirot
Los chakras (rueda en sánscrito) son puntos concretos situados en el eje central del cuerpo y en los que se cruzan los nadis, una especie de canales por los que discurre el prana, la energía vital. Este sistema es el equivalente en el cuerpo sutil a la circulación de la sangre en el físico.


Existen muchos nadis, pero los tres principales son:
Ida: A la izquierda del central: Asociado a la energía femenina y fría de la luna.
Pingala: A la derecha del central. Asociado a la energía masculina y cálida del sol.
Sushuma: El canal central en el que se alinean los chakras y por el que asciende Kundalini. Kundalini es la energía cósmica evolutiva que posee cada individuo. Se encuentra “dormida” en el primer chakra y enrollada en él. Al despertar ascendería por sushuma atravesando todos los chakras hasta llegar al último, Sahasrara, lo que supondría el máximo nivel evolutivo alcanzable, la iluminación.

Ø  Muladhara o chakra raíz: En la base de la columna, dónde se encuentra enrollada Kundalini. Representa el elemento Tierra y la función de supervivencia del ser físico.
Ø  Svadhisthana: Situado en el área genital. Representa el elemento Agua y la función de reproducción.
Ø  Manipura: Situado en el plexo solar. Representa el elemento Fuego y la función de afirmación del ser.
Ø  Anahata: Situado en el plexo cardiaco. Representa el elemento Aire y la función de amor más allá del ego.
Ø  Vishuda: Situado en la base de la garganta. Representa el elemento Éter y la función de expresión del ser.
Ø  Ajna: Situado en la zona del entrecejo, en la glándula pituitaria. Representa el elemento Avyakta, la nube primordial de materia y energía indiferenciadas y la función es el conocimiento del ser.
Ø  Sahasrara: Situado en la coronilla, en la glándula pineal. Cuando la Kundalini Shakti (principio femenino) se une con Shiva (principio masculino) en este chakra, el yogui alcanza el séptimo plano de la conciencia, la unión con el Absoluto.

Equivalencias

Muladhara equivale a la sefirá de Malkut.
Swadhistana equivale a la sefirá de Yesod.
Manipura equivale a las sefirot de Hod y Netzaj
Anahata equivale a la sefirá de Tiferet
Vishuda equivale a las sefirot de Jesed y Guevuráh
Ajna equivale a las sefirot de Jokmáh y Bináh
Sahasrara equivale a la sefirá de Kether

Los 3 nadis principales se corresponderían a los 3 pilares del Árbol de la Vida:
El nadi Ida al Pilar Izquierdo.
El nadi Pingala al Pilar Derecho
El  nadi Sushuma al Pilar Central


Por último, y con respecto al ascenso de Kundalini, que a veces se representa en el Árbol de la Vida de la Kabbalah como la serpiente Najustán recorriendo todos los senderos del Árbol hasta llegar a Kether en un proceso de evolución de la conciencia, el Hatha Yoga Pradipikta afirma que Kundalini solo se despierta cuando la gracia desciende sobre uno. Patanjali afirma que debemos estar preparados a fin de acogerla cuando llegue: “Estén físicamente firmes, mentalmente estables y preparados espiritualmente para recibirla”. La palabra Kabbalah significa precisamente recepción, y apunta directamente a este mismo concepto, puesto que su notarikón: (jen, חן, de Jokmáh Nistaráh, “Sabiduría Secreta”) significa exactamente lo mismo, “gracia”. La Kabbalah y el Yoga confluyen en este mismo concepto de estar receptivos, ya que la Gracia no desciende por nuestros esfuerzos, sucede, sin que nosotros hagamos nada. Cuando el fruto está maduro, cae del árbol, no por sí mismo, sino por una fuerza mayor que le atrae y que llamamos gravedad. Esa fuerza ya estaba ahí todo el tiempo, pero no puede actuar sobre el fruto hasta que éste no alcanza su madurez.
En el Árbol de la Vida la sefirá de Malkut es la morada de la Shekináh, la Presencia Divina de Dios en su aspecto femenino. El paralelismo incluso lingüístico con la Shakti hindú es evidente. La Shekináh, también conocida como “La Divina Princesa”, sufre el exilio en la materia, y duerme esperando ser rescatada igual que Kundalini duerme enrollada en el chakra Muladhara.

CONCLUSIÓN

A modo de conclusión, quisiera mencionar que en diversos libros sobre Masonería se menciona la necesidad de desarrollar el discernimiento, palabra vinculada a la de criterio, lo cual se vincula tanto al Yoga como a la Kabbalah.
En la Kabalah se habla de que antes de iniciar el camino al conocimiento, hay que desarrollar una pantalla (Masaj). Hay que superar correcciones que toman años en completarse. En esas correcciones se adquieren herramientas para discernir lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo espiritual y lo material, comprender este mundo y el siguiente, la vida y la muerte. En resumen, se debe tener una Masaj. Este proceso de purificación, la corrección, la adquisición de una pantalla, la sustitución del egoísmo por la bondad, representan el ascenso por la escalera, que solo se logra por el estudio de uno mismo.
En el Yoga, por su parte se habla de Viveka, el discernimiento entre lo real y lo irreal.

Así, el maestro Shankara afirma: “Para aquellos que viven afligidos por esta existencia mundana, sufriendo el dolor abrasador que les producen los ardientes rayos del sol de la triple miseria, y que confundidos por la ilusión vagan de un lado para otro como perdidos en el desierto en busca de agua. Para ellos aquí está este triunfante mensaje de Shankara; señalándoles que dentro de ellos y a su alcance, se encuentra el confortador océano de Néctar, Brahman, el Primero sin segundo, para conducirlos a la liberación”.

Cómo se adquiere el discernimiento

Para Lavagnini, siguiendo el parecer de ambas filosofías, el discernimiento se adquiere por medio del estudio, la reflexión y la meditación, con la observación y la experiencia entendidas como el deseo de conocer la Verdad y la Realidad final y fundamental que se encierran en estas.
También se adquiere por medio de la práctica de la Virtud, aprendiendo a preferir y anteponer las acciones nobles a las acciones egoístas. Eligiendo conscientemente entre uno y otro manifestamos un discernimiento individual, lo usamos y expresamos: de tal manera este talento se desarrolla con el hábito y eso nos da libertad y progreso.
La Masonería, como otras corrientes existentes, nos enseña a pensar por nosotros mismos y a hacer el bien por el bien, independientemente y por encima de toda otra consideración, pues sólo en este sendero individual de la verdad y de la virtud puede encontrarse el discernimiento necesario para pasar la puerta de la Cámara del Medio y aspirar a la Maestría, mediante la transmutación de los metales de nuestras facultades que se efectúa con la proyección de nuestra propia Piedra Filosofal.
Realizando estas dos cosas nos convertimos realmente en Masones: nuestro discernimiento crece y se desarrolla, y de una maestría puramente simbólica pasamos a una maestría efectiva, real y filosófica, de otra forma nos quedamos en lo externo, en los adornos, en la obra de teatro de las tenidas, sin renunciar verdaderamente a nuestra vida anterior.


POR CLAUDIA ZUMELZU C. 
Muy agradecido por permitirme subir vuestro tratado.


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