El despertar de la humanidad.
De acuerdo a su calendario ritual, los egipcios daban por iniciado el año nuevo en el momento que se producía la inundación del Nilo, cuando la estrella más resplandeciente del cielo, Sirio (Sothis), ascendía al amanecer, en el mismo punto del horizonte que el Sol. Esta ascensión, llamada orto helíaco, coincidía con el solsticio de verano y con la crecida del Nilo. Sirio era entonces considerada como la estrella más importante en el cielo. Se le asoció a Isis, la diosa madre que conforma el aspecto femenino de la trinidad formada por Isis, Osiris y Horus.
El movimiento celeste de la estrella Sirio también se observó y fue venerado por los antiguos griegos, sumerios, babilonios y otras civilizaciones. La estrella era considerada sagrada, y por lo tanto su aparición en el cielo fue acompañada de fiestas y celebraciones.
Según la mitología Dogon, la Humanidad proviene de los Nommo, una raza de anfibios habitantes de otra estrella que gira alrededor de Sirio. Los Nommo habrían descendido del cielo en un barco acompañado por fuego y trueno, e impartieron a los seres humanos un conocimiento profundo.
Ocultistas de todas las épocas sostienen que Thoth-Hermes instruyó a los habitantes de la Atlántida, para poder convertirse en la civilización más avanzada del mundo. Los supervivientes de la Atlántida, tras el gran diluvio, habrían viajado por el mundo, y a Egipto, donde impartieron sus avanzados conocimientos.
Por lo anterior, la estrella Sirio se asocia al origen del desarrollo de las civilizaciones; al conocimiento divino despertado en el hombre; a la iluminación de su espíritu.
La Pentalpha y los elementos.
La estrella Pentalpha propiamente tal, proviene del Pentalpha de Pitágoras, palabra compuesta por penta (cinco), y alpha (la primera letra griega que se traza como un triángulo pequeño). Es una figura geométrica que se forma a partir de cinco triángulos, que al unirse generan un pentágono en el centro de la pentalpha, sobre el cual se inscribe otra pentalpha de idénticas proporciones. Es por esto que los Pitagóricos consideraron a esta figura, como el "emblema de la perfección y del supremo saber".
Al parecer los Pitagóricos, al construir e introducir la estrella de cinco puntas, dentro de sus enseñanzas, tomaron como base, el triple triángulo enlazado que usaban los Druidas y los Esenios; figura geométrica que dedicaban a la divinidad.
Platón, en su dialogo Timeo, plantea que todo lo existente provenía de un alma universal, siendo los elementos: Fuego, Aire, Agua y Tierra, sus concepciones geométricas en el espacio, trazadas por el Demiurgo, con la intención de crear un mundo sensible perfecto. Para Platón, el alma del mundo, sería creada con anterioridad al cuerpo que debía habitar. Esta alma sería partícipe tanto de lo mortal como de lo inmortal.
Por otra parte, Aristoteles basó sus ideas en lo que Empédocles propuso. La idea de que todo lo que existe está hecho de cuatro elementos: Fuego, Aire, Agua y Tierra; y sus correspondientes cualidades: caluroso, frio, seco y húmedo. Y además enunció un quinto elemento o quintaesencia: el Eter: eterno e incorruptible a diferencia de los otros, y que sería la sustancia de la cual están hechos los astros.
Los elementos de la Kabalah
En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Genesis 1:1)
Según la Kabalah, el mundo está compuesto de cuatro elementos, los que tienen un origen espiritual, y tienen relación con las cuatro letras del nombre de Dios (YHVH). Todas las cualidades del ser humano, positivas y negativas, provienen de esos cuatro elementos. Lo que varía entre un ser humano y otro es solamente la proporción en que están combinados. Si bien, en el árbol de la vida alquímico, estos cuatro elementos se posicionan alrededor del mercurio filosofal o quintaescencia; en el Otz Jaim hebreo, estos cuatro elementos se relacionan con cuatro mundos que describen la dinámica de la creación, y que se presentan de la siguiente forma:
Atzilluth (Emanación, Yod): Es el mundo arquetípico, donde se origina la organización cósmica. Se le asocia al Fuego. En él hay 3 centros de energía, Kether, Hochmah y Binah. El Fuego simboliza en el hombre el plano Espiritual, sus mejores aspiraciones, sus ideales supremos.
Briah (Creación, He): Es el mundo donde empieza la organización de todo lo que será. Se le asocia al Agua divina. La humanidad proviene de este mundo, donde la interiorización de la emanación se medita a sí misma. En él hay tres centros de energía: Hesed, Gueburah y Tiphereth. El Agua, simboliza en el hombre, el plano de las emociones, los deseos y las pasiones.
Yetzirah (Formación, Vau). Es la creación de todo lo tangible, y los centros de energía que se inscriben en él son: Netzah Hod y Yesod. Se le asocia al aire, que en el hombre simboliza la mente, la intelectualidad, las ideas, los pensamientos, los proyectos. Está representado por la respiración.
Assiah (acción, He). Es la materia que se encuentra con los distintos planos de manifestación de la energía, el plano astral y plano físico (materia y energía sensible). En él se inscribe el centro energético Malkuth. Se relaciona con la tierra, que en el hombre simboliza lo tangible.
El Zohar plantea que existen dos formas de Hochmah (sabiduría) una sabiduría superior que procede del cielo, y que sostiene y rectifica lo que percibimos como “la realidad”; y otra sabiduría inferior, representada en la Biblia por el rey Salomón como el prototipo de sabiduría “terrenal”, a quien le fue otorgado el “don” para que pudiese comprender el hombre, cómo es que Dios maneja el mundo, amparándose en las leyes de la naturaleza.
Dado que los aspectos del alma universal se plasman en todas las manifestaciones de la creación, es posible hacer una analogía entre lo creado y su origen eterno. El hombre es por excelencia, la imagen del creador; El prototipo universal perfecto, en la forma del Adam Kadmón (Hombre Cósmico o Primordial). El Zohar dice que el nombre ADAM contiene lo que está arriba y lo que está abajo, al contener las letras aleph, daleth y men.
Por lo anterior, cada sefirot del Otz Jaim es el arquetipo de uno de los órganos o miembros principales del hombre, kether es el cerebro oculto y superinteligible; hochmah, el cerebro derecho que ve solamente al Uno; binah, el cerebro izquierdo, que le da capacidad para discriminar entre lo que es real e irreal; hesed, el brazo derecho o misericordioso, que está siempre aspirando a lo divino; Gueburah, el brazo izquierdo o riguroso, que proporciona un juicio verdadero sobre todas las cosas; Tiphereth, el corazón, símbolo de belleza y de amor; Netsah, el muslo derecho, o fuerza poder espiritual; Hod, el muslo izquierdo, o fuerza fuerza natural; Yesod, el órgano genital o acto creativo, y Malkhut, los «pies», el recipiente sustancial de las emanaciones sefiróticas.
Las 5 fases energéticas del Taoísmo.
Los Taoístas crearon un modelo bajo cuya lupa pueden ser apreciados distintos aspectos de la vida, tanto del ser humano (aspectos psicológicos, fisiológicos, etc), como también de aspectos Astrológicos y Ambientales (Feng-Shui).
En este modelo se identifica una dinámica universal manifestada en cinco elementos o fases energéticas, que más que estructuras elementales, corresponden a herramientas de funciones del Yin y el Yang (Actividad y receptividad).
Cada uno de los elementos posee una naturaleza especial cuyas características influyen en la dinámica de la vida del hombre, el cual reúne en su capacidad de vida, todas las cualidades del universo; y en una situación ideal, la naturaleza humana posee la capacidad de transmutación, que se rige y explica, de acuerdo con los ciclos identificados con los cinco elementos.
Estos 5 elementos o fases energéticas son los siguientes:
- Madera: Posee la fuerza y la determinación del crecimiento. Es inspirada por la aventura y el sentido descubridor y explorador de nuevos horizontes.
- Fuego: Se corresponde con la energía que enaltece e inspira. Expresa su naturaleza en la calidez del verano. Es el elemento que hace madurar los frutos, fortalece a los animales y seres humanos. Es de naturaleza Yang dominante.
- Tierra: De la tierra todo nace y a la tierra todo vuelve, por eso este elemento controla los ciclos de vida. Se corresponde con la capacidad de razonamiento. Este elemento entrega estabilidad y solidez, ayudando al hombre a comprender o procesar el mundo que le rodea.
- Metal: Es símbolo de pureza y transparencia. Otorga rectitud, justica e igualdad a las acciones del hombre. Es de naturaleza sólida y depuradora. Promueve el orden, resuelve el caos, establece valores de equilibrio y ecuanimidad.
- Agua: Elemento esencial de la vida. En la tradición taoísta se habla de la “mente de agua”, responsable por la búsqueda del conocimiento esencial y los misterios del espíritu.
Gracias al estudio de este modelo es posible identificar las distintas manifestaciones que cada elemento identificado posee en el carácter y comportamiento de cada ser humano, permitiéndole gracias a la explicación de dichos fenómenos que se dan en el Macrocosmos, el entendimiento de algún aspecto más de su propio Microcosmos.
Los cinco elementos del Hinduismo.
El sistema Samkhya (enumeración), cuya autoría se le atribuye al sabio hindú Kapila, y que corresponde a una de las seis doctrinas clásicas del hinduismo, habla de los tatwas (entidades reales) a través de las cuales se manifiesta el Tat (Realidad única). De estas entidades, hay cinco elementos sutiles que son: olor, sabor, color, tacto, sonido; que a su vez se corresponden con cinco buthas, o elementos burdos, de los cuales está formado el mundo sensible: tierra, agua, fuego, aire y éter, respectivamente.
Estos cinco elementos sutiles son:
- Prithivi: Principio arquetípico de la tierra. Con él se relaciona el sentido del olfato, y la facultad humana de percibir la realidad física.
- Apas: Principio arquetípico del agua. Con él se relaciona el sentido del gusto, y la facultad humana de la asimilación de la realidad.
- Agni: Principio arquetípico del fuego. Con él se relaciona el sentido de la vista, y la facultad humana de la imaginación.
- Vayu: Principio arquetípico del aire. Con él se relaciona el sentido del tacto, y las facultades humanas del juicio y la creatividad.
- Akasha: Principio arquetípico del Eter (el mercurio filosofal de los alquimistas), con él se relaciona la sensación del sonido, y las facultades humanas de la compresión y el lenguaje.
El reconocimiento y el dominio de los elementales.
Para la Mas:. y otras sociedades esotéricas, estos elementos se encuentran plasmados en la estrella flamígera, simbolizando, en consecuencia, el hecho de que el espíritu humano (el microcosmos), es una proyección del alma universal, y cuya existencia se rige por las mismas leyes del macrocosmos. Es el emblema del hombre perfecto. La representación del arquetipo divino del hombre. El Adam Kadmón
En la estrella de cinco puntas, se sitúa el hombre con la cabeza erguida, y los brazos y piernas extendidas. Las extremidades representan a los cuatro elementos sublimes, y la cabeza, el asiento de las facultades intelectuales y espirituales que le permiten dominar el cuaternario de los elementos. En rituales de magia blanca, se utiliza también la estrella de cinco puntas como símbolo de superación de espiritual, y de identificación con los aspectos de Dios; y al estar la estrella invertida simbolizaría el vicio, y la sumisión descontrolada ante las sensaciones materiales.
Entonces el hombre, al ser creado a imagen y semejanza del alma universal, es en esencia un potencial mago o arquitecto, cuya conformación física y espiritual consta de los elementos arquetípicos, que lo hacen poseedor de la facultad de tener control sobre estos.
En el ritual de iniciación a la Or:., el neófito debe ponerse en contacto con su naturaleza: los elementos de los cuales está constituido, en orden ascendente, desde el más pesado al más liviano, de acuerdo al orden occidental Rosacruz. Tras la realización del primer viaje simbólico, el neófito es reconocido por la madre tierra y por las aguas genésicas; y tras el segundo viaje, es reconocido por el soplo del espíritu, y por el fuego purificador. Este es el primer acercamiento del Mas:. hacia el conocimiento de su esencia divina.
La misión del hombre en el mundo (y en particular nuestro deber como masones), es conocerse y regirse a sí mismo, para ascender hacia la identificación con el G.’.A.’.D.’.U.’., a través del desarrollo de las cinco virtudes, que en el ritual de aumento de salario, aparecen mencionadas en forma de escalones, y se invocan en orden ascendente: Inteligencia, rectitud, valor, prudencia y filantropía.
En dicho ritual, al culminar el cuarto viaje simbólico, la estrella flamígera se enciende para indicar que el recipiendario se encuentra sobre el primer peldaño del segundo tramo que lo conducirá hacia el templo de la sabiduría: el peldaño de la inteligencia.
La estrella flamígera se ubica en oriente entre los símbolos del sol y de la luna, para indicar que la luz de la inteligencia humana es alimentada tanto por la imaginación, o lo que el hombre percibe a partir de sensaciones; como por la razón, o lo que el hombre percibe por medio de la intuición.
El recipiendario recibe las cinco condiciones que deberá cumplir para alcanzar la gnosis: las virtudes que le permitirán evolucionar sobre los cuatro elementos, tomando conciencia de su existencia eterna y de su poder infinito. Y será capaz de percibir la realidad, afectarla y crearla; teniendo completo dominio sobre salamandras, ondinas, gnomos y sílfides. Ya no será esclavo de las pasiones y necesidades meramente terrenales, ni de las limitaciones enceguecedoras de las apariencias materiales.
Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:3,4)
Es mi Pal.’.
Gracias Q:.H:. J.E. por permitirme subir tu trazado. Atte: Demian Lucano.
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