TANTRA, ESPIRITUALIDAD Y SEXO
1
TANTRA Y YOGA
El sexo es la energía básica...
El Yoga lucha contra esta energía...
El Tantra, la aprovecha, la transforma.
Osho, ¿cuál es la diferencia entre el Yoga tradicional y
el Tantra? ¿Es lo mismo?
El
Tantra y el Yoga son básicamente distintos. Te llevan a la misma meta, pero los
caminos no son solamente distintos sino contrarios. Esto debe entenderse muy
claramente.
El
proceso del Yoga también es metódico; es una técnica, no una filosofía. Al
igual que el Tantra, el Yoga también depende de la acción, del método, de la
técnica. La acción te conduce al Yoga, pero el proceso es diferente: en el Yoga
tienes que luchar, es el camino del guerrero; en el camino del Tantra no hay
que luchar sino, por el contrario, hay que ser indulgente, pero con
consciencia. El Yoga es una supresión con consciencia; el Tan-tra es
indulgencia con consciencia.
El
Tantra dice que seas lo que seas, lo Supremo no se opone a ello. Es un
crecimiento; puedes crecer y ser lo Supremo. No hay oposición entre tú y la
realidad; tú eres parte de ella. Por eso, la lucha, el conflicto, el oponerse a
la naturaleza, no es ne-cesario; debes aprovecharlo, utilizar lo que quiera que
seas para ir más allá.
En
el Yoga tienes que luchar contigo mismo para ir más allá; en él lo mundano y el
moksha —tú,
tal como eres, y lo que podrías ser— son dos cosas opuestas. Suprime, lucha,
disuelve lo que eres y podrás alcanzar aquello que puedes ser... Ir más allá,
en el Yoga, significa morir; debes morir para que tu ser verda-dero nazca. A
los ojos del Tantra, el Yoga es un profundo suicidio: debes aniquilar tu ser
natural —tu cuerpo, tus instintos, tus deseos, todo.
El
Tantra dice: acéptate tal como eres. Es una profunda aceptación. No crees
distancia entre tú y lo real, entre lo mun-dano y el nirvana. ¡No crees ninguna
separación! Para el Tantra no existe la separación. No es necesario morir. No
tienes que morir para renacer, sino trascender, y para ello debes utilizar tu
energía. Por ejemplo, la energía sexual está ahí; es la energía básica —a
través de la cual has nacido, con la que has venido. Las células de tu ser, de
tu cuerpo, son sexuales y por eso la mente humana gira en tomo al sexo. El Yoga
lucha contra esta energía; a través de la lucha, creas en ti un centro
diferente y cuanto más luchas, más te integras en él. Entonces, el sexo deja
de ser tu centro.
Luchando
contra el sexo —conscientemente, por supuesto— crearás un nuevo centro en tu
ser, un nuevo énfasis, una nueva cristalización. El sexo dejará de ser tu
energía; luchando contra él crearás una energía diferente, un nuevo centro de
existencia.
El
Tantra dice: utiliza la energía sexual, no luches contra ella, ¡transfórmala!
No pienses en términos de antagonismo, sé amigable con ella. Es tu energía; no es
maligna ni nociva. Toda energía es neutral; puede ser utilizada contra ti o a
tu favor; puedes crear un bloqueo, una barrera, o puedes hacer de ella un
escalón. Se puede utilizar: si se hace correctamente se vuelve amistosa; si se
usa equivocadamente se vuelve tu enemiga. Pero no es ni una cosa ni la otra; la
energía es neutral.
De
la forma en que se utiliza comúnmente, se convierte en tu enemiga; te destruye.
Simplemente disipas tu energía. El Yoga apuesta por una aproximación opuesta a
la mente común;
ésta ha sido destruida por sus propios deseos. Por eso el Yoga dice: abandona
el deseo, sé sin él; lucha contra él y crea en ti una integridad sin deseo.
El
Tantra dice: sé consciente del deseo; no crees ningún con-flicto. Déjate llevar
por él con total consciencia; y cuando hagas esto, lo trascenderás. Eres parte
de él y, a la vez, no lo eres. Pa-sas a través de él, pero permaneces extraño.
El
Yoga es muy atractivo porque es justo lo opuesto a la mente común; por eso el
hombre corriente puede entender su lenguaje. Tú sabes cómo el sexo te está
destruyendo, cómo te ha destruido, cómo dependes de él —como un esclavo, como
una marioneta. Lo sabes por propia experiencia, así que cuando el Yoga te dice
combátelo, inmediatamente lo comprendes; ése es su atractivo, un atractivo
elemental.
El
Tantra no puede atraer tan fácilmente. Parece difícil: ¿cómo dejarse llevar por
el deseo sin ser desbordado por él? ¿Cómo estar en el acto sexual,
conscientemente, con una per-cepción total? La mente común se asusta —parece
peligroso—; no lo es, pero lo que conoces acerca del sexo te crea ese temor. Te
conoces; sabes cómo te engañas a ti mismo, sabes perfecta-mente que tu mente es
deshonesta. Puedes dejarte llevar por el deseo —en el sexo o en cualquier cosa—
y engañarte a ti mismo pensando que lo haces totalmente consciente; por eso
presientes el peligro, que no está el Tantra sino en ti. Y la razón del
atractivo del Yoga está también en ti, en tu mente común, en tu supresión
sexual, en tu hambre de sexo, en tu mente indul-gente respecto a él.
El
Yoga es tan atractivo porque la mente común no está sana en lo que concierne al
sexo. Una humanidad mejor, con una se-xualidad sana —natural, normal...— porque
no somos norma-les, naturales. Somos absolutamente anormales, malsanos,
esta-mos realmente enfermos. Pero como todo el mundo está como nosotros, no nos
damos cuenta. El estar trastornado es tan co-rriente que el no estarlo nos
parecería anormal. Un Buda, entre nosotros, es anormal; un Jesús es anormal. No
pertenecen a nuestra categoría. Esta normalidad es una enfermedad.
Esta
mente «normal» ha creado el interés por el Yoga. Si aceptas el sexo con
naturalidad, sin ninguna ideología, sin nin-guna filosofía a favor o en contra;
si aceptas el sexo de la misma forma que aceptas tus manos, tus ojos; si lo
aceptas totalmente como algo natural, entonces te atraerá el Tantra y te será
de gran ayuda.
Los
días del Tantra se acercan. Tarde o temprano el Tantra se expandirá entre las
masas por primera vez. Porque por pri-mera vez, los tiempos estarán maduros
para aceptar el sexo de forma natural. Seguramente la expansión vendrá de
occidente, porque Freud, Jung y Reich han preparado el terreno; no sabían nada
acerca del Tantra, pero han preparado el terreno para que se desarrolle.
La
psicología occidental ha llegado a la conclusión de que el principal trastorno
humano está relacionado con el sexo, de que es un trastorno sexual. Por lo
tanto, a menos que se disuelva el trastorno, el hombre no puede ser natural,
normal. El hombre ha ido en una dirección equivocada, debido, únicamente, a sus
ac-titudes respecto al sexo.
No
es necesaria ninguna actitud —sólo entonces eres natu-ral. ¿Qué actitud tienes
acerca de tus ojos? ¿Son perniciosos, o son divinos? ¿Estás a favor de los
ojos, o estás en contra? ¡No tienes ninguna actitud! Por eso tus ojos son
normales. Toma partido, piensa que tus ojos son perniciosos, y el ver se
volverá difícil, problemático (al igual que el sexo). Entonces querrás ver. Desearás
y ansiarás ver; pero cuando veas sentirás remordi-mientos: has hecho algo malo,
has pecado. Querrías aniquilar el instrumento para ver, te gustaría destruir
tus ojos; y cuanto más desees aniquilarlo, más te obsesionarás con ello. Se
creará una situación absurda: ansiarás cada día más el ver, y simultánea-mente
te sentirás más y más culpable. Eso es lo que ha ocurrido con la sexualidad.
El
Tantra dice: acéptate tal como eres. Esto es lo fundamen-tal, total aceptación;
solamente aceptándote totalmente puedes crecer. Utiliza todas las energías de
que dispones. ¿Cómo utili-zarlas? Aceptándolas, descubriendo lo que son esas
energías. ¿Qué es el sexo? ¿Qué es ese fenómeno? No lo conocemos real-mente.
Sabemos muchas cosas acerca del sexo, cosas que nos han trasmitido. Tal vez
hemos experimentado el acto sexual, pero con remordimientos, con una actitud
supresora, con urgen-cia, con prisas; como un desahogo. Entonces el acto sexual
no es un acto amoroso, no te quedas realmente satisfecho, pero tampoco puedes prescindir
de él. Cuanto más tratas de vivir sin ello, más te atrae; cuanto más lo
condenas, más te tienta.
No
puedes suprimirlo, y esta actitud negativa, destructiva, destruye la mente, la
consciencia, la sensibilidad que se precisa para entenderlo; y el sexo
continúa, pero sin sensibilidad y por eso no puedes comprenderlo. Solamente una
sensibilidad pro-funda puede hacerlo; una experiencia y un sentir profundos,
pueden hacerte entender todo. Podrás entender el sexo si te acercas a él como
un poeta se mueve entre las flores —sólo en-tonces. Si sientes remordimientos
acerca de las flores, quizá pa-ses a través de un jardín, pero lo cruzarás con
los ojos cerrados, con prisas, con una urgencia desquiciada —tienes que salir
de ahí. ¿Cómo puedes percibir, ser consciente, de ese modo?
Por eso el Tantra dice: acéptate comoquiera que seas —un
gran misterio de energías multidimensionales. Acéptalo, y expe-rimenta cada
energía con profunda sensibilidad, con conscien-cia, con amor, con
entendimiento. Experimenta con ello... en-tonces, cada deseo se convierte en un
vehículo para ir más allá de él. Cada energía se convierte en una ayuda;
entonces, este mundo es el nirvana, y este cuerpo un templo, algo sagrado.
El
Yoga es negación, el Tantra afirmación. El Yoga concibe en términos de
dualidad; de ahí la palabra «Yoga»: significa juntar, unir dos cosas. Pero las
dos están ahí, hay dualidad.
El
Tantra dice que no hay dualidad; pues con ella no puede haber unidad. No
importa cómo lo intentes, seguirán siendo dos; comoquiera que las unas,
permanecerán dos. Entonces la lucha continuará y el dualismo también. Si lo
terreno y lo di-vino son dos, no se pueden unificar. Si realmente no lo son,
úni-camente aparentan serlo, sólo entonces pueden ser uno. Si tu cuerpo y tu
alma son dos, no pueden ser uno. Si tú y Dios sois dos, no es posible la
unidad. Seguirá habiendo dos.
El
Tantra dice que no hay dualidad; es sólo una apariencia. ¿Por qué entonces
ayudar a que aumente? El Tantra dice: ¿Para qué ayudar a que aumente esa
apariencia de dualidad? ¡Disuél-vela en este preciso instante! Sé uno; a través
de la aceptación te vuelves uno, no a través de la lucha. Acepta el mundo, el
cuerpo y todo lo que es inherente a él. No crees en ti un centro diferente,
porque para el Tantra ese centro no es otra cosa que el ego. Para el Tantra
—recuérdalo— ese centro no es otra cosa que el ego. No crees un ego,
simplemente sé consciente de lo que eres. Si luchas, el ego estará ahí. Por eso
es difícil encontrar un yogui que no sea egoísta. ¡Es difícil! Los yoguis dicen
que no hay que tener ego, pero ellos mismos no pueden dejar el suyo. Su propio
proceso lo crea: la lucha es el proceso; si lu-chas, lo crearás. Cuanto más lo
hagas, más fortalecerás el ego. Y si vences en esa lucha, alcanzarás el ego
supremo.
El
Tantra dice: ¡No luches! Entonces no hay posibilidad para el ego. Si escuchamos
lo que dice el Tantra tendremos proble-mas, porque para nosotros si no hay
lucha, solamente hay indul-gencia; para nosotros, la ausencia de lucha
significa indulgen-cia, y nos asusta. Hemos sido indulgentes durante muchas
vidas y no hemos llegado a ninguna parte; pero para el Tantra, la in-dulgencia
no es lo mismo que para nosotros. El Tantra dice: sé indulgente, pero sé
consciente. Si estás enojado, no te dirá que no lo estés; te dirá: enfádate de
todo corazón, pero sé cons-ciente. El Tantra no está en contra de la ira, sólo
está en contra de que te duermas espiritualmente, de la inconsciencia
espiri-tual. Sé consciente y enójate. En eso reside el secreto del mé-todo: si
eres consciente, la ira se transforma y se vuelve compasión.
Por
eso el Tantra dice: no digas que la ira es tu enemiga — es la semilla de la
compasión. La propia ira, la misma energía, se volverá compasión; si luchas contra
ella, no habrá posibili-dad para la compasión. Si tienes éxito en la lucha, en
suprimir la ira, te convertirás en un «muerto»; no tendrás ira porque la habrás
suprimido, pero tampoco tendrás compasión, porque so-lamente la ira se puede
transformar en compasión.
Si
tienes éxito en la supresión —lo cual es imposible— no tendrás deseo sexual,
pero tampoco podrás amar, porque aniqui-lando el sexo, aniquilarás la energía
que crece en el amor. Vivi-rás sin sexo, pero también vivirás sin amor, y todo
el esfuerzo habrá sido en vano, porque sin amor no hay divinidad, ni
libera-ción, ni libertad.
El
Tantra dice que estas energías tienen que ser transforma-das. Si estás en
contra de lo terreno, entonces no hay posibili-dad para el nirvana, porque es
precisamente lo terreno lo que ha de ser transformado en el nirvana. En ese
caso, irás en contra de las energías básicas que son la fuente en sí. La
alquimia del Tantra dice: no luches, sé amigable con todas las energías que te
han sido dadas; recíbelas amistosamente. Siéntete agradecido por tu ira, por tu
sexo, por tu avidez. Siente agradecimiento por-que son fuentes ocultas y pueden
ser transformadas, pueden abrirse. Cuando el sexo se transforma, se vuelve
amor. El ve-neno se disuelve, lo feo desaparece.
La
semilla es fea, pero cuando cobra vida, cuando brota y florece, entonces hay
belleza. No deseches la semilla, porque haciéndolo estás desechando las flores
que contiene. Todavía no han florecido, no se han manifestado —por eso no las
puedes ver—, pero están ahí. Aprovecha la semilla, así podrás florecer.
Aceptación, profunda sensibilidad, entendimiento y consciencia —entonces puedes
permitirte ser indulgente.
Una cosa más, es muy
extraña pero es uno de los descubri-mientos más profundos del Tantra: lo que
ves como enemigo la codicia, la ira, el odio, el sexo o cualquier otra cosa—,
tu actitud de abordarlo así es lo que lo convierte como tal. Recí-belo como un
regalo divino, abórdalo con gratitud en tu corazón.
Por
ejemplo, el Tantra ha desarrollado muchas técnicas para transformar la energía
sexual: aborda el acto sexual como si en-trases en un templo divino, como si
fuera una plegaria o una meditación; siente lo sagrado que ello contiene. Por
eso, en Khajuraho, en Puri y en Konarak, cada templo tiene esculturas maithun. Las
esculturas de actos sexuales en los muros del tem-plo parecen ilógicas,
especialmente para el cristianismo, el is-lam, el jainismo. Parece
inconcebible, contradictorio, que estos templos tengan imágenes maithun. En el
exterior de los templos de Khajuraho hay imágenes de todos los actos sexuales
posi-bles. ¿Por qué? Para nuestra mente esas imágenes no tienen ca-bida en un
templo. El cristianismo no puede concebir una igle-sia con las imágenes de
Khajuraho. ¡Imposible!
Los
hindúes contemporáneos también sienten remordimien-tos, porque su mente la ha
creado el cristianismo. Son «hindúes-cristianos», y son peores —porque ser
cristiano es bueno, pero ser un hindú-cristiano es simplemente una rareza.
Sienten re-mordimientos. Un líder hindú, Purshottamdas Tandan, propuso destruir
esos templos. «¡No forman parte de nuestra cultura!» Realmente no forman parte
de nosotros, porque el Tantra no forma parte de nuestros corazones desde hace
siglos; no ha sido la corriente predominante. El Yoga sí lo ha sido, y para él,
Kha-juraho es inconcebible: debe ser destruido.
El
Tantra dice: aborda el acto sexual como si entrases en un templo sagrado; por
eso sus templos sagrados contienen imáge-nes de actos sexuales. Para que en tu
mente permanezcan aso-ciados y sientas que entre lo terreno y lo divino no hay
con-flicto, que son una unidad. No se contradicen, son polos opuestos que se
ayudan mutuamente. Y pueden existir única-mente debido a esta polaridad; si
ésta desaparece, se pierde todo este mundo. Así que percibe la profunda unidad
subyacente; no percibas sólo los polos opuestos, sino el interior subyacente que
los hace uno.
Para
el Tantra, todo es sagrado. Recuerda: para el Tantra todo es sagrado, nada es
profano. Entiéndelo de esta forma: para una persona no religiosa, todo es
profano. Para la persona supuestamente religiosa, algunas cosas son sagradas y
otras profanas. Para el Tantra, todo es sagrado.
Un
misionero cristiano me dijo: «Dios creó el mundo». Así que yo le pregunté:
«¿Quién creó el pecado?». «El diablo» — me respondió. Entonces le pregunté:
«¿Quién creó al Diablo?». «Dios, por supuesto» —me dijo un tanto confundido...
El diablo crea el pecado y Dios crea el Diablo. ¿Quién es entonces el ver-dadero
pecador?: ¿Dios, o el Diablo? Una concepción dualista siempre te lleva al
absurdo.
Para
el Tantra, Dios y el Diablo no son dos; no hay nada que pueda llamarse pecado:
todo es divino, todo es sagrado. Y pa-rece ser la visión correcta, la más
profunda. Si en este mundo hay algo profano, ¿de dónde proviene? ¿Quién lo ha
hecho posible?
Así
que sólo hay dos alternativas: la primera, la del ateísmo, que afirma que todo
es profano. Es correcta, no es dualista. No ve nada divino en el mundo; la
segunda alternativa es el Tantra, en él todo es divino. Tampoco es dualista. Y
entre estas dos al-ternativas están las personas supuestamente religiosas, que
en realidad ni son religiosas ni son ateas, porque siempre están en conflicto.
Toda su teología consiste en intentar unir dos extre-mos, cuando esos extremos
no pueden unirse
Si
una sola célula o un simple átomo es profano, todo lo es, porque ¿cómo puede
existir algo profano en un mundo sagrado? Está en interacción con el todo; ser
implica interacción con el todo. Y si los elementos profanos están en
interacción con los divinos, apoyándolos, ¿cuál es entonces la diferencia? Así
que, o bien el mundo es totalmente sagrado, incondicionalmente, o es profano.
No hay una posibilidad intermedia.
El Tantra dice que
todo es sagrado —por eso no podemos entenderlo. Es la concepción no dualista
más profunda, si es que se le puede llamar concepción. Porque cualquier concep-ción
está llamada a ser dualista. Pero al no estar en oposición con algo, no es una
concepción: es una unidad, una unidad viva.
El
Yoga y el Tantra son dos caminos. El Tantra no atrajo tanto debido a la
limitación de nuestra mente, pero para alguien que está sano interiormente, es
hermoso; puede entenderlo. El Yoga tiene un atractivo fácil, debido a la
alteración de nuestra mente. Recuerda: es tu mente la que hace algo atractivo o
no. Eres tú el factor decisivo.
Son aproximaciones distintas. No estoy diciendo que no se
pueda llegar por medio del Yoga. También se puede, pero no a través del Yoga
predominante que no es Yoga realmente sino
una interpretación de
la mente enferma.
El
Yoga auténtico puede ser una aproximación hacia lo su-premo, pero solamente si
tu mente está sana, cuando no está en-ferma; entonces toma un cariz distinto.
Por ejemplo, Mahavira está en el camino del Yoga, pero no está suprimiendo el
sexo —porque lo ha vivido, lo ha conocido. Está profundamente fa-miliarizado
con él y se ha vuelto fútil, y por tanto, ha quedado descartado. Buda está
también en ese camino, pero ha vivido lo terreno, está profundamente
familiarizado con ello; no está en conflicto.
Una
vez que has conocido algo, te liberas de ello. Simple-mente «cae», como caen
las hojas muertas de un árbol. No es una renuncia; no hay conflicto, no hay
lucha. Mira el rostro de Buda —no es el rostro de un guerrero. No ha estado
luchando. ¡Está profundamente relajado! Su rostro representa la relajación
más profunda; no hay
conflicto.
Mira
a los yoguis: la lucha se refleja en sus rostros. Tienen un gran conflicto
interior; están sentados sobre un volcán. Puedes mirar a sus ojos, a sus
rostros, y lo sentirás —en algún lugar in-terno están todos sus trastornos
suprimidos; no han ido más allá.
En
un mundo sano, donde todo el mundo viva su individua-lidad, su vida,
auténticamente, sin imitar a los demás, viviendo de acuerdo consigo mismos, el
Yoga y el Tantra, ambos, tienen cabida. De uno aprenderás la profunda
sensibilidad que tras-ciende; del otro, llegar al punto en que todos los deseos
son fú-tiles y desaparecen. El Yoga puede conducirte a ello, pero para mí, te
guiará en el mismo mundo en que el Tantra pueda guiarte—recuérdalo.
Necesitamos
una mente sana, un hombre natural. En un mundo donde el hombre sea así, el Tantra
será una guía y el Yoga también. En nuestra sociedad, el Yoga no te puede guiar
y el Tantra tampoco; porque si elegimos el primero, no lo hace-mos porque los
deseos se hayan vuelto fútiles. ¡No! Todavía son importantes. No han
desaparecido por sí mismos. Hay que for-
zarlos.
Cuando
elegimos el Yoga lo hacemos como una técnica de supresión. Cuando escogemos el
Tantra es un ardid, una artimaña para ser indulgentes. Por eso, con una mente
malsana, ambos te conducen al engaño. Una mente sana, en especial se-xualmente
sana, se precisa para empezar. Entonces no te resul-tará difícil escoger tu
camino. Puedes elegir uno u otro.
Hay
dos tipos de personas: una básicamente masculina y otra básicamente femenina,
no biológicamente hablando sino psicológicamente. Para las personas
psicológicamente masculi-nas —agresivas, violentas, extrovertidas— el Yoga es
su ca-mino. Para las que son básicamente femeninas —receptivas, pa-sivas, no
violentas— su camino es el Tantra.
Toma
nota: para el Tantra, la madre, Kali, Tara y otras devis, bhairavis, son
importantes; en el Yoga nunca oirás mencionar ninguna deidad
femenina. El Tantra tiene deidades femeninas, el Yoga dioses masculinos. El
Yoga es energía moviéndose ha-cia afuera, el Tantra es energía moviéndose hacia
adentro. En términos psicológicos modernos, el Yoga es extrovertido y el Tantra
introvertido. Así que dependerá de tu personalidad: si tienes una personalidad
introvertida, la lucha no es para ti; si por el contrario es extrovertida, la
lucha es para ti.
Pero
estamos confundidos, hechos un lío. Y por eso nada nos sirve de ayuda. Al
contrario, nos confunde más. El Yoga te perturbará y el Tantra también.
Cualquier medicina te creará más trastornos, porque el que elige está enfermo,
su capacidad de elección está trastornada, enferma.
Por
tanto, no estoy diciendo que por medio del Yoga no pue-des llegar. Estoy
enfatizando en el Tantra únicamente porque vamos a intentar comprender lo que
es.
2
MEDITACIÓN
Y
AMOR TÁNTRICO
En el instante del amor,
el pasado y el futuro no existen. El amor te abre al
infinito,
a la eternidad de la existencia.
Shiva le dice a Devi: «Mientras eres acariciada, dulce
prin-cesa, entra en el amor como en la vida eterna».
Shiva
empieza con el amor. La primera técnica concierne al amor, porque el amor es tu
experiencia más próxima en la cual estás relajado. Si no puedes amar, relajarte
te resultará imposible; si puedes relajarte, tu vida será amorosa.
Un hombre tenso no
puede amar. ¿Por qué? Porque vive siempre con un propósito. Puede ganar dinero,
pero no puede amar, porque el amor no tiene propósito. El amor no es un pro-ducto,
no puedes acumularlo ni ingresarlo en una cuenta banca-ria, ni tampoco
fortalecer tu ego con él. Realmente, el amor es el acto más absurdo —sin ningún
significado ni propósito más allá de sí mismo. Existe para sí, no para otra
cosa.
El
dinero lo ganas para algo: es un medio. Construyes una casa para vivir en ella:
es un medio. El amor no es un medio. ¿Por qué amas? ¿Para qué amas? El amor es
el fin en sí mismo; por eso la mente calculadora, lógica, que funciona a base
de propósitos, no puede amar. La mente que siempre piensa en función de unos
propósitos está tensa, porque el propósito solamente puede satisfacerse en el
futuro, nunca aquí y ahora.
Si
estás construyendo una casa, no puedes habitarla. Primero tendrás que
construirla; podrás habitarla en el futuro, no ahora. Si estás haciendo un
negocio, el beneficio lo obtendrás en el fu-turo, no ahora. Los medios los
tendrás que utilizar ahora, y los fines llegarán después.
El
amor siempre está aquí; no está en el futuro. Por eso el amor está tan cerca de
la meditación, así como la muerte, por-que ésta es siempre aquí y ahora; no
puede ocurrir en el futuro. ¿Cómo puedes hacerlo en el futuro? Solamente puedes
morir en el presente; nadie ha muerto en el futuro. ¿Cómo puedes morir en el
futuro, o en el pasado? El pasado pasó, ya no es; por eso no puedes morir en
él. El futuro todavía no ha llegado, ¿cómo puedes morir en él? La muerte
siempre sucede en el presente.
La
muerte, el amor, la meditación, siempre tienen lugar en el presente. Por eso,
si temes la muerte, no puedes amar. Si temes amar, no puedes meditar. Si temes
meditar, tu vida será inútil — no en el sentido de falta de propósito, inútil
en el sentido de que nunca podrás sentir ninguna dicha... fútil.
Puede
parecer extraño el conectar el amor, la meditación y la muerte, pero no lo es;
son experiencias similares. Por eso, si puedes entrar en una, puedes entrar en
las otras dos.
Shiva empieza con el
amor. Dice:
Mientras eres acariciada y amada, dulce princesa, entra
en el amor como en la vida eterna.
¿Qué
quiere decir? Muchas cosas. Una de ellas es que mien-tras eres amado, amada, el
pasado cesa y el futuro no existe; tie-nes que moverte en la dimensión del
presente, te mueves en el ahora. ¿Has amado alguna vez a alguien? Si has amado
alguna vez, la mente no estaba ahí; por eso se dice: «Los enamorados están
ciegos, no tienen mente, están chiflados». En cierto sen-tido es correcto; los
enamorados están ciegos porque no miran al futuro, no analizan lo que están
haciendo. ¡Están ciegos! No pueden ver el pasado.
¿Qué les ocurre a los
enamorados? Viven el aquí y ahora sin considerar el pasado ni el futuro, sin
considerar las consecuencias; por eso están chiflados. Están ciegos a los ojos
de quienes calculan todo, y son visionarios para quienes no son calculadores;
éstos verán en el amor los ojos verdaderos, la visión real.
Así
que el primer punto es: en el instante del amor, el pa-sado y el futuro no
existen. Hay que entender una sutileza: cuando no hay ni pasado ni futuro,
¿puedes llamar presente a ese instante? ¿Está el presente únicamente entre el
pasado y el futuro? Es relativo; si no hay pasado ni futuro, ¿qué significado
tiene llamarlo presente? No tiene sentido. Por eso Shiva no uti-liza la palabra
«presente»; dice «vida eterna» —eternidad—: entra en lo eterno.
Dividimos
el tiempo en tres: pasado, presente, futuro. Esa división es falsa,
absolutamente falsa. El tiempo es, en realidad, pasado y futuro. El presente no
forma parte del tiempo; es parte de la eternidad. Lo que pasó, es tiempo; lo
que ha de llegar, es tiempo. Lo que es, no es tiempo,
porque nunca pasa, siempre está ahí. El ahora siempre es, siempre está
aquí. Este ahora es eterno.
Si
te mueve el pasado, nunca estás en el presente; del pasado saltas al futuro. No
llega el momento presente. Desde el pasado siempre vas al futuro. Desde el
presente no puedes moverte en el futuro. Desde el presente, entras más profundamente
en el presente... más y más en el presente... eso es la eternidad.
Podemos
exponerlo de esta forma: entre el pasado y el fu-turo existe lo temporal. El
tiempo implica moverse en un plano, en una línea recta, horizontalmente. En el
momento que estás en el presente, la dimensión cambia; te mueves verticalmente
—arriba y abajo—, hacia las alturas o hacia las profundidades; pero nunca te
mueves horizontalmente. Un Buda, un Shiva,
vive en la eternidad,
no en el tiempo.
A
Jesús le preguntaron: «¿Qué sucederá en tu Reino de Dios?». El hombre que le
preguntaba no lo hacía acerca de la dimensión del tiempo sino acerca de sus
deseos: «¿Cómo se sa-tisfarán? ¿Habrá vida eterna, o muerte? ¿Habrá
sufrimiento? ¿Habrá hombres inferiores y hombres superiores?». Le pregun-taba
en relación a las cosas de este mundo: «¿Qué sucederá en
tu Reino de Dios?».
Y
Jesús respondió —la respuesta es la misma que la de un monje zen—: «No
transcurrirá el tiempo». Tal vez aquel hombre no entendió la respuesta. Jesús
solamente dijo: «No transcu-rrirá el tiempo»; porque el tiempo es horizontal y
el Reino de Dios es vertical; es eterno. Está siempre aquí; sólo tienes que
salir del tiempo para entrar en el Reino de Dios.
El
amor es la primera puerta... puedes salir del tiempo; por eso todo el mundo
quiere sentirse amado, todo el mundo quiere amar. Nadie sabe por qué el amor
significa tanto, por qué ese profundo anhelo de amor; y a menos que lo sepas
con certeza, no podrás amar ni ser amado, porque el amor es uno de los
fe-nómenos más profundos.
Creemos
que tal como somos podemos amar, pero no es así; por eso estamos frustrados. El
amor es una dimensión distinta. Si tratas de amar a alguien en la dimensión del
tiempo, fracasa-rás en el intento porque en ella no es posible amar.
Recuerdo una
anécdota:
Meera
estaba enamorada de Krishna. Era una ama de casa, la esposa de un príncipe.
Éste sentía celos de Krishna. Pero Krishna no vivía, no estaba presente; no era
un cuerpo físico. Hay una diferencia de cinco mil años entre la existencia de
Krishna y la de Meera. ¿Cómo puede ella enamorarse de Krishna? ¡Hay un
intervalo de tiempo enorme!
Un
día el príncipe preguntó a Meera: «No cesas de hablar de tu amor, cantas y
bailas alrededor de Krishna, ¿pero dónde está él? ¿De quién estás enamorada? ¿A
quién le hablas?». Meera hablaba a Krishna, cantaba para él, se reía, se
enfa-daba... ¡Parecía que estuviese loca! Lo estaba (a nuestros ojos). Así que
su marido le dijo: «¿Te has vuelto loca? ¿Con quién hablas? ¡Estoy aquí y te
has olvidado de mí completa-mente!».
Entonces
Meera dijo: «Krishna está aquí, tú no; porque Krishna es eterno y tú no.
Siempre estará aquí, siempre estuvo aquí, está aquí. Tú no estarás aquí, tú no
estabas aquí. Hubo un día en el que tú no estabas aquí, habrá un día que tú no
es-tarás... ¿Cómo puedo creer que entre esas dos no-existencias
estás aquí? ¿Cómo es posible la existencia entre dos no-existencias?
El
príncipe está en la dimensión del tiempo, Krishna está en la eternidad. Puedes
estar cerca del príncipe, pero no puedes destruir la distancia; permanecerás
distante. Tal vez haya una distancia enorme en el tiempo entre Krishna y tú, y
sin embargo puedes estar muy cerca; pero es una dimensión diferente.
Miro frente a mí y hay un muro. Muevo mis ojos y ahí está
el cielo. Cuando miras en el tiempo, siempre hay un muro; si miras más allá del
tiempo, ves el cielo abierto, el infinito. El amor te abre al infinito, a la
eternidad de la existencia. Por eso, si amas realmente, puedes hacer del amor
una técnica de medi-tación. Ésta es la técnica:
Mientras eres amada, dulce princesa, entra en el amor
como en la vida eterna.
No
seas un amante que mantiene distancias, vuélvete amo-roso y entra en la
eternidad. Cuando amas a alguien, ¿estás ahí como amante? Si estás ahí, te
hallas en la dimensión del tiempo, y el amor es falso, pseudo; si todavía estás
ahí y puedes decir «soy», quizá podrás estar cerca físicamente pero
espiritual-mente estarás separado.
Cuando
estás enamorado, no eres: eres sólo amor; te vuelves amor. Acariciando a tu
amada, a tu amado, vuélvete la caricia; besando, no seas el que besa, ni el que
recibe el beso, sé el beso. Olvida el ego completamente, disuélvelo en el acto;
entra en el acto
tan profundamente que el actor desaparezca.
Si
no puedes entrar en el amor, te será difícil entrar en el an-dar o en el comer.
Te resultará muy difícil porque el amor es la forma más fácil de disolver el
ego; por eso los egoístas no pue-den amar. Pueden hablar, cantar, escribir,
acerca de ello, pero no amar; el ego no puede amar.
Shiva
dice: «Vuélvete amor. Cuando estás abrazando, vuél-vete el abrazo, vuélvete el
beso. Olvídate a ti mismo completa-mente, de forma que puedas decir: «He dejado
de ser; sólo el amor existe». Entonces ya no es el corazón el que late, es el
amor; ya no circula la sangre sino el amor; ya no son los ojos los que ven, el
amor ve; las manos ya no se mueven para tocar, el amor las mueve».
¡Vuélvete
amor!, y entra en la eternidad. El amor, de re-pente, te cambia de dimensión;
te saca de la dimensión del tiempo y te coloca frente a lo eterno.
El
amor puede convertirse en una profunda meditación, la más profunda. Y algunas
veces, los amantes conocen lo que los santos no han conocido, y sienten un
centro que muchos yoguis no han experimentado; pero es solamente un vislumbre,
a me-nos que transformes tu amor en meditación. Ahora ya sabes, ya entiendes
por qué el Tantra habla tanto acerca del amor y del sexo. ¿Por qué? Porque el
amor es la puerta más natural para trascender este mundo, esta dimensión
horizontal.
Mira
a Shiva y a su consorte Devi. ¡Míralos! No parecen dos: son uno. La unidad es
tan profunda que de ella se ha hecho un símbolo. Todos hemos visto un Shivalinga; es un
símbolo fá-lico: el órgano sexual de Shiva. Pero no está solo, está sobre la
vagina de Devi; los hindúes de esa época eran muy atrevidos. Ahora, cuando
vemos un Shivalinga, nunca lo recordamos como un símbolo fálico. Lo hemos
olvidado; hemos intentado olvidarlo completamente.
Jung cuenta en sus
memorias un bello y divertido incidente:
Cuando
viajó a la India visitó Konarak, y en el templo de Konarak hay muchos Shivalingas,
muchos símbolos fálicos. El pandit que le guiaba en la visita del templo le iba
expli-cando todo excepto lo relacionado con los Shivalingas; pero
había tantos que era difícil evitarlos. Jung se daba cuenta de ello, y para
bromear le preguntaba una y otra vez al pandit: «¿Esto qué es?». Hasta que por
fin el pandit le susurró al oído: «No me lo pregunte más, ya se lo explicaré
después, es algo muy privado». Jung debió reírse por dentro de cómo son los
hindúes modernos.
Cuando
salieron del templo el pandit se le acercó y le dijo: «No es correcto hacer esa
clase de preguntas en público. Se lo contaré... es un secreto». Y le susurró al
oído: «Son nuestras partes privadas».
Cuando
Jung regresó, conoció a un célebre erudito en filo-sofía y mitología oriental,
Heinrich Zimmer, y le contó la anécdota. Zimmer fue una de las mentes más
agraciadas a la hora de penetrar en el pensamiento indio; amaba la India y sus
formas de pensamiento —el enfoque místico oriental ilógico de la vida. Cuando
Zimmer oyó la anécdota de Jung se rió y dijo: «Esto merece un replanteamiento.
Siempre he oído co-mentarios acerca de los indios notorios (Buda, Krishna,
Maha-vira), pero lo que me relatas no dice nada acerca de los indios notorios,
sino acerca de los indios».
El amor, para
Shiva, es la gran puerta. Y para él el sexo no es algo condenable; es la
semilla, y el amor, su florecimiento. Si condenas la semilla, condenas la flor.
El sexo puede volverse amor; si nunca se transforma en amor es porque está
lisiado. Condena la alteración, no el sexo. El amor debe florecer; el sexo debe
convertirse en amor. Si no evoluciona, no es un fallo del sexo; es tu fallo.
El
sexo no debe permanecer como tal —ésa es la enseñanza del Tantra—, debe
transformarse en amor; y éste, no debe per-manecer amor, debe transformarse en
luz, en una experiencia meditativa, en la suprema experiencia mística. ¿Cómo
transfor-mar el amor? Sé el «acto» y olvida el «actor». Cuando ames, sé amor,
simplemente amor. Entonces no es tu amor, ni el mío, ni el de ningún otro: es
simplemente amor. Cuando no estás ahí, estás en manos de una fuente suprema, de
una corriente, estás enamorado. No eres tú el que está
enamorado; es el amor el que te ha engullido, tú has desaparecido. Te has
convertido en una energía que fluye.
D.H.
Lawrence, una de las mentes más creativas de su época, fue, a sabiendas o no,
un adepto del Tantra. En Occi-dente fue totalmente condenado, y se prohibieron
sus libros. Fue procesado judicialmente por decir que la energía sexual es la
única energía, que si la condenas y la reprimes estás actuando en contra del
universo y nunca serás capaz de conocer el su-premo florecimiento de esta
fuerza.
Cuando
ésta se suprime se vuelve funesta. Es un círculo vi-cioso: los sacerdotes, los
moralistas —la llamada gente reli-giosa—, los papas, shankaracharyas y
otros que condenan el sexo dicen que éste es perverso. Cuando lo suprimes se
vuelve perverso; por eso dicen: «Lo que estáis haciendo es perverso y vosotros
lo sabéis».
Pero
el sexo no es perverso, son los sacerdotes quienes lo han vuelto así.
Pervirtiéndolo demuestran que tienen razón; y una vez pervertido, se vuelve
cada vez más y más deplorable.
El
sexo es una energía inocente, la vida fluyendo dentro de ti, la existencia viva
en ti. No la mutiles; permítela que se eleve. El sexo debe volverse amor. ¿Cuál
es la diferencia? Cuando tu mente es sexual estás explotando al otro, que es
en-tonces nada más que un instrumento para usar y tirar; cuando el sexo se
vuelve amor, el otro no es un instrumento, no es ex-plotado. El otro no es
realmente el otro. Cuando amas, no estás centrado en ti mismo. Al contrario: el
otro se vuelve significativo, único.
No lo estás explotando, no. Al contrario, ambos os unís
en una profunda experiencia. Sois compañeros en esa vivencia, no un explotador
y un explotado. Os estáis ayudando el uno al otro a entrar en un mundo
diferente, de amor. El sexo es explotación. El amor es avanzar juntos hacia un
mundo diferente.
Si
este acercamiento no es momentáneo; si se vuelve medi-tativo; si puedes
olvidarte de ti mismo completamente, el amado y la amada desaparecen, y sólo
queda el amor fluyendo. Shiva dice: «La vida eterna es tuya».
3
SEXO Y SEXUALIDAD
El sexo transferido a la cabeza es sexualidad; pensar
acerca del sexo es sexualidad. Vivirlo es algo muy distinto.
Cualquier cosa vivida totalmente te lleva más allá.
...no le tengas miedo a nada. ¡Vívelo!
Hagas
lo que hagas, hazlo meditativamente y con totalidad — incluso el sexo. Es fácil
concebir cómo estar enfadado a solas; pero también puedes crear una orgía solo,
meditativamente. Y algo en ti cambiará después de ello.
Cuando
estés solo, cierra la puerta de tu habitación y adéntrate en el sexo como en el
acto sexual. Deja que todo tu cuerpo se mueva; salta y grita; haz todo lo que
te apetezca, con total liber-tad. Olvídate de todo: de la sociedad, de las
inhibiciones, etc. Ex-perimenta en el acto sexual tú solo, meditativamente,
pero pon toda tu sexualidad en ello.
Con
el otro, la
sociedad está presente porque el otro está ahí, y es muy difícil estar tan
profundamente enamorado que puedas sentir como si el otro no estuviera. Sólo en
el amor, en una profunda intimidad, es posible estar con tu amado o con tu
amada como si él o ella no estuviera.
Eso
es la intimidad: estar con tu amado o con tu amada en una habitación como si
estuvieras solo, sin ningún temor hacia el otro; entonces puedes adentrarte en
el sexo totalmente. De otro modo, el otro es una presencia inhibidora, te está
mirando: «¿Qué pen-sará ella? ¿Qué pensará él? ¿Qué estás haciendo,
comportándote como un animal?».
Hace
unos días vino una dama quejándose de su marido. Me dijo: «No puedo tolerarlo.
¡Cuando mi marido me ama, se com-porta como un animal!».
Cuando el otro está presente, te está mirando: «¿Qué
estás ha-ciendo?». Y te han estado enseñando a no hacer ciertas cosas... Te
inhibe; no puedes ser total.
Si
hay verdadero amor, entonces puedes comportarte como si estuvieras solo. Y
cuando dos cuerpos se vuelven uno, tienen un solo ritmo; desaparece la dualidad
y el sexo puede liberarse com-
pletamente.
Y
no es como la ira, que es siempre funesta; el sexo no siem-pre lo es. Algunas
veces es la cosa más hermosa, pero sólo algu-nas veces. Cuando el encuentro es
perfecto; cuando los dos se vuelven un solo ritmo; cuando su respiración se ha
vuelto una y su prana
fluye en círculo; cuando los dos han desaparecido comple-tamente y los dos
cuerpos se han vuelto una unidad; cuando lo ne-gativo y lo positivo, lo
masculino y lo femenino, dejan de existir, entonces el sexo es el fenómeno más
hermoso. Pero ese no es
siempre el caso.
Si
ello no es posible, puedes llevar el acto sexual a un clímax frenético estando
solo, de un modo meditativo. Cierra la habita-ción, medita en ella, y permite
que tu cuerpo se mueva sin ningún control por tu parte. ¡Pierde todo el
control!
Tu
esposo o tu esposa puede ser una gran ayuda, particular-mente en el Tantra. Tu
mujer, tu marido, tu amigo o tu amiga puede ser una gran ayuda si ambos
experimentáis profundamente. Permitíos el uno al otro total descontrol. Olvidad
la civilización, como si nunca hubiera existido. Regresad al jardín del Edén.
¡Arrojad la manzana, el fruto del árbol del conocimiento! Sed Adán y Eva antes
de ser expulsados del jardín del Edén. ¡Regre-sad al jardín del Edén! Sed
inocentes como los animales y permi-tir la expresión total de vuestra
sexualidad, y nunca volveréis a ser los mismos.
Sucederán
dos cosas: la sexualidad desaparecerá y el sexo per-manecerá; pero la
sexualidad desaparecerá completamente. Y cuando no hay sexualidad, el sexo es
divino. Cuando no hay an-siedad mental, cuando no piensas acerca de ello,
cuando se con-vierte en una simple implicación —un acto total, un movimiento de
todo tu ser—, es divino. Primero desaparecerá la sexualidad, y tal vez luego el
sexo. Porque una vez que conozcas la esencia pro-funda de ello, puedes penetrar
en la esencia sin sexo.
Pero
todavía no has conocido la esencia profunda, ¿cómo es-peras entonces alcanzar
la esencia? El primer vislumbre llega a través del sexo total; una vez que lo
has conocido, el camino puede recorrerse de diversas formas: simplemente
mirando una flor puedes vivir el mismo éxtasis que cuando te fundes con tu
amada o con tu amado; o simplemente mirando las estrellas.
Una
vez que conoces el camino, sabes que está en ti. La es-posa o el esposo
solamente te ayuda a conocerlo, y tú le ayudas a él. ¡Está dentro de ti! El
otro solamente lo provoca: es un estí-mulo, una ayuda para que conozcas algo
que siempre ha estado en ti.
Y
eso es lo que ocurre entre un Maestro y un discípulo: el Ma-estro puede
convertirse en un estímulo porque puede mostrarte lo que siempre ha estado
oculto en ti, él no te va a dar nada. No te puede dar porque no hay nada que
dar. Todo lo que puede darse carece de valor, porque solamente es una cosa.
Lo
que no puede darse —sino solamente provocarse— es va-lioso. Un Maestro
simplemente te provoca, te estimula para ayu-darte a que llegues al punto en
que puedas reconocer algo que ya estaba ahí. Una vez conocido, no hay necesidad
de un Maestro.
El
sexo puede desaparecer, pero primero desaparece la sexua-lidad. Entonces el
sexo se vuelve un acto puro e inocente, hasta que también desaparece. Entonces
eres brahmacharya;
que no es lo opuesto al sexo sino sólo su ausencia. Recuerda esta diferencia,
no eres consciente de ella.
Las
religiones antiguas condenan la ira y el sexo como si am-bos perteneciesen a la
misma categoría. ¡No pertenecen a la misma categoría! La ira es destructiva, el
sexo es creativo. Las re-ligiones antiguas condenan ambas cosas de la misma
forma, como si la ira y el sexo, la codicia y el sexo, la envidia y el sexo,
fueran similares. ¡No lo son! La envidia es destructiva, ¡siempre! Nunca es
creativa; no puede aportar nada. La ira es siempre destructiva, ¡pero el sexo
no!
El
sexo es la fuente de la creatividad. La divinidad lo utiliza para la creación.
La sexualidad es como la envidia, como la ira, como la codicia: siempre es
destructiva. El sexo no lo es, pero no conocemos el sexo puro; solamente
conocemos la sexualidad.
La
persona que suele mirar imágenes pornográficas, o que va a ver una película de
orgías, no busca sexo: busca sexualidad. Co-nozco gente que no puede hacer el
amor con su esposa a menos que primero vea una revista, un libro o imágenes
obscenas; cuando ven esas imágenes se excitan. La esposa no les interesa.
Una
fotografía de un desnudo les excita más; esa excitación no proviene de sus
entrañas, es una excitación mental, de la cabeza.
El
sexo transferido a la cabeza es sexualidad; pensar acerca del sexo es
sexualidad. Vivirlo es algo muy distinto, y si puedes ha-cerlo irás más allá de
ello. Cualquier cosa vivida totalmente te lleva más allá; así que no le tengas
miedo a nada. ¡Vívelo!
Si
crees que es destructivo para otros, experimenta tú solo; no lo hagas con
otros. Si crees que es creativo, busca entonces una compañera, un compañero,
una amiga, un amigo. Volveos aman-tes, una pareja tántrica, y experimentad con
ello totalmente. Si to-davía sientes que la presencia de la otra persona te
inhibe, enton-ces puedes hacerlo solo.
DE LA CORAZA
AL CORAZÓN
Cuando se suprime el corazón, se crean necesidades
simbólicas.
.. .se crean falsas
necesidades.
Y estamos llenos de falsas necesidades; por eso no
estamos satisfechos.
Sigmund
Freud dice en alguna parte que el hombre nace neurótico; es una verdad a
medias. El hombre no nace así pero nace en una humanidad neurótica, y la
sociedad tarde o tem-prano le vuelve neurótico. El hombre nace natural, real,
normal; pero en el momento que el recién nacido entra a formar parte de la
sociedad, surgen las neurosis.
Tal
como somos, somos neuróticos. La neurosis consiste en un desdoblamiento, una
profunda división. No eres uno, eres dos; o incluso muchos más. Esto tiene que
entenderse en pro-fundidad, sólo entonces podemos proceder en el Tantra. Tu
sen-timiento y tu pensamiento se han vuelto dos cosas diferentes: ésta es la
neurosis básica. Tu pensar y tu sentir se ha vuelto dos, y te identificas con
el pensamiento, no con el sentimiento; y éste es más real, más natural que
aquél. Has venido con un co-razón que siente; el pensamiento es cultivado, te
lo ha transmi-tido la sociedad. Y tu sentimiento se ha convertido en algo que
suprimes; incluso cuando dices que sientes, solamente piensas que sientes. El
sentir ha cesado. Y esto es debido a determina-das razones.
Cuando el niño nace,
es un ser que siente; todavía no piensa. Es natural, como cualquier otro ser de
la naturaleza —como un árbol o un animal. Pero empezamos a moldearlo, a
instruirlo. Tiene que reprimir sus sentimientos porque si no lo hace tendrá
problemas. Cuando quiere llorar no puede hacerlo porque sus padres no lo
aprueban: le censuran, no le aprecian, no le aman; no se le acepta tal como es.
Tiene que comportarse; y ha de hacerlo de acuerdo a unas ideas, a unos ideales;
sólo entonces es amado.
El amor no es para él
tal como es. Solamente merece ser amado si acata ciertas normas que le son
impuestas, que no son naturales. Lo natural empieza a suprimirse, y lo
artificial, lo irreal, se impone sobre ello. Lo irreal es tu mente, y llega un
momento en que el desdoblamiento es tan grande que no puedes crear un puente
entre las divisiones y te olvidas completamente de tu verdadera naturaleza.
Eres falso, tu rostro original se ha perdido. Y tienes miedo de sentir lo
original, porque en cuanto esto ocurre toda la sociedad se vuelve contra ti.
Por eso tú mismo estás en contra de tu verdadera naturaleza.
Esto
crea un estado muy neurótico. No sabes lo que quieres; no sabes cuáles son tus
necesidades reales, auténticas. Entonces se crean falsas necesidades: porque
solamente sintiendo el cora-zón puedes albergar un sentido, tener una
dirección... saber cuál es tu verdadera necesidad. Cuando se suprime el
corazón, se crean necesidades simbólicas; por ejemplo, tal vez comas en
ex-ceso, llenándote de comida, pero nunca te sientes satisfecho. La necesidad
es de amor, no de alimento, pero el alimento y el amor están profundamente
relacionados; por eso, cuando no sientes la necesidad de amor o la suprimes, se
crea una necesi-dad falsa de alimento. Y puedes comer más y más, pero como la
necesidad es falsa, nunca te satisface. Y estamos llenos de falsas necesidades;
por eso no estamos satisfechos.
Quieres
sentirte amado —esa es tu necesidad básica, natu-ral—; pero puede desviarse a
una dimensión falsa. Por ejemplo, la necesidad de amor, de sentirse amado,
puede sentirse como una falsa necesidad si tratas de desviar la atención de los
otros hacia ti. Quieres que los otros te presten atención; tal vez lle-gues a
ser un líder político al que las masas aclamen, pero la verdadera necesidad
básica es sentirte amado, y aunque el mundo entero esté pendiente de ti, la
necesidad básica no será satisfecha. Esa necesidad puede ser satisfecha incluso
por una sola persona que te ame, que te preste atención amorosamente.
Cuando amas a alguien le prestas atención. Amor y atención están
profundamente relacionados. Si suprimes la necesidad de amor, se crea una
necesidad simbólica (necesitas la atención de los demás); y aunque la consigas,
no te sentirás satisfecho por-que la necesidad es falsa, está desconectada de
la necesidad na-tural básica. Este desdoblamiento de la personalidad es una
neurosis.
El
Tantra es un concepto muy revolucionario: el más antiguo y a la vez el más
nuevo. Es una de las tradiciones más antiguas y, sin embargo, no es
tradicional, incluso es antitradicional, por-que dice: a menos que seas un
todo, uno, no
entenderás la vida en su conjunto. No deberías permanecer fragmentado, tienes
que volverte uno.
¿Qué
hacer para volverse uno? Puedes pensar y darle mu-chas vueltas, pero eso no te
ayudará porque pensar es una téc-nica que divide. Pensar es analítico: divide,
fragmenta elementos. Sentir une, sintetiza, vuelve las cosas uno. Puedes
pensar, leer, estudiar, contemplar, pero ello no te ayudará a menos que retomes
a tu centro que siente; y eso es muy difícil porque incluso cuando pensamos
acerca de ese centro que siente, ¡esta-mos pensando!
Cuando
le dices a alguien: «Te amo», percibe si es sólo un pensamiento o un
sentimiento. Si sólo es un pensamiento, entonces estarás echando algo en falta.
Un sentimiento es total, implica al cuerpo, a la mente, a todo lo que eres. En
el pensar sólo tu mente está implicada, y ni siquiera ella lo está total-mente;
solamente un fragmento, un pensamiento que pasa; tal vez ya no esté ahí el
próximo instante. Sólo concierne a un frag-mento, y eso crea mucho sufrimiento,
porque por un pensa-miento fraccionado puedes prometer cosas que no puedes
cum-plir. Puedes decir: «Te amo y te amaré siempre». La segunda parte es una
promesa que no puedes cumplir porque proviene de un pensamiento fraccionado; la
totalidad de tu ser no está impli-cada. ¿Y qué harás mañana cuando el fragmento
se vaya y el pensamiento ya no esté ahí? Entonces la promesa se convertirá en
una esclavitud.
Sartre
dice en alguna parte que todas las promesas son fal-sas. ¡No puedes prometer
porque no eres un todo! Sólo una parte de ti promete, y cuando esa parte ya no
está ahí, encum-brada, otra parte se apodera de ti. ¿Qué hacer? ¿Cómo cumplir la promesa? La hipocresía
nace porque intentamos cumplir el compromiso, pretendemos que cumplimos...;
entonces todo se vuelve falso.
FIN PARTE 1.