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sábado, 30 de abril de 2016

La Iniciación Hebraica y su relación con el Hombre. JORGE ADOUM




 Capítulo V LA INICIACIÓN HEBRAICA Y SU RELACIÓN CON EL HOMBRE 
 
71. El Tabernáculo en el desierto es el símbolo del cuerpo físico en el desierto de la materia. Cuando el hombre fue dotado de mente perdió la vista espiritual porque dedicó todos sus pensamientos al mundo externo. Entonces el Señor reveló a los guías de la humanidad (los maestros internos) la manera de volver al mundo espiritual por el camino de la mente o el pensamiento. Así el Tabernáculo o cuerpo le fue dado al hombre para hallar a su Dios.

72. La Pirámide de Egipto se asemeja al Tabernáculo diseñado por Jehová: ambos eran la representación del cuerpo humano, ambos entrañaban la incorporación de grandiosas verdades cósmicas ocultas tras el velo del simbolismo, cuyos objetivos son la unión del hombre con el Íntimo mediante el pensamiento.

Esa idealización divina le es dada al hombre que hace alianza con Dios, comprometiéndose a servirle y ofrecer la sangre de su corazón, llevando una vida de servicio sin buscar provecho alguno para sí.

73. El Tabernáculo estaba orientado del Este al Oeste; el Este del hombre es su frente o parte anterior; el Oeste es la parte inferior. El aspirante entraba por la puerta oriental, siguiendo el camino del astro del día, y continuaba andando hacia el frente, hacia el Occidente: tocaba el Altar de las Ofrendas o Altar de los Sacrificios (que está en el bajo vientre), donde ellas eran quemadas; después llegaba al Lavabo de Bronce (el hígado y la purificación por el servicio o prueba del agua) para penetrar, en seguida, en el vestíbulo, estancia oriental llamada Lugar Santo y, por fin, en la parte occidental, el Sancta-sanctórum, donde se hallaba el Arca de la Alianza, el símbolo más grandioso de todos.

74. De la misma manera anduvieron también los Tres Magos de Oriente (los tres cuerpos del hombre) guiados por el pensamiento, la Estrella del Cristo Interno, hasta llegar a Bethleem-Belén, casa de carne, donde reside el punto central de la Divinidad nacida en forma humana.

75. La puerta del Tabernáculo se hallaba en la fachada oriental. Estaba cubierta con una cortina de lino de tres colores – azul, escarlata y púrpura – que representan los tres aspectos o Personas de la Divinidad. “Dios es Luz”, dice San Juan, pero la luz blanca se refracta en tres colores primarios, en la naturaleza y en el hombre. El rojo corresponde al Espíritu Santo: en el hombre, está en la sangre, cuando se pone en contacto con el aire; el amarillo es el color del Hijo que fulgura en el corazón, mientras que el azul es el color del Padre, que flota, como bruma, en las quebradas de las montañas lejanas, en la cabeza. El amarillo del Hijo mezclado con el azul del Padre da el color verde vegetal de la naturaleza; es el color de la vida y la energía. El amarillo con el rojo producen la sangre purpúrea de las venas como consecuencia del error y el pecado.

En aquellos tiempos no aparecía aún el amarillo puro en el velo del Tabernáculo porque Cristo no se había manifestado en el Hombre para tejer el “traje dorado de la boda” del alma humana que fue la novia de Cristo en lenguaje místico.

Esos tres colores significaban también las tres religiones consecutivas del hombre: el rojo, la religión del Espíritu Santo en épocas pasadas; el amarillo, la del Hijo, en la actual; y el azul, la del Padre, en el futuro.

Vendrá el día en que los tres colores del hombre, emancipado de las restricciones de la ley, se entremezclarán y, girando en torno del Íntimo, formarán, con la Unión, la luz blanca, síntesis de todos los colores.

76. El altar de Bronce estaba colocado a la entrada Este del Tabernáculo, en el vientre del hombre. En aquel altar sacrificaba algo de la propiedad material que poseyó, para que sea consumido por el Fuego; así como el sacrificante sentía la pérdida del animal de su propiedad, así también, con el mismo dolor y la misma pena, sentimos hoy el sacrificio de un hábito o vicio animal caro a nuestros sentidos (tal es la prueba del fuego).

La primera lección dada al candidato es el sacrificio de sus propios instintos animales. El animal era sacrificado por su amor, por su propio bien en el Altar de Bronce; el candidato debe también sacrificar todo su bienestar, por amor a los demás, en el altar de su instinto (el vientre).

El Tabernáculo en el desierto era una sombra o proyección de las cosas mayores que habían de venir, dice San Pablo. Y todas esas cosas están dentro y no fuera del hombre.

77. Todo hombre debe construir su propio Tabernáculo, o sea su Cuerpo-Templo; debe convertirse en Altar del Altísimo y ser el sacerdote y la hostia a la vez; debe ser, al mismo tiempo, el sacrificante y la oblación o sacrificio que en él se ofrece. Y como Sacerdote debe degollar allí al animal y quemarlo por amor a los demás.

El fuego con densa nube de humo que flotaba sobre el Altar de Bronce y que consumía a la víctima es nuestro remordimiento que consume nuestros yerros y faltas. El fuego del remordimiento está escondido por la Divinidad Interna; es el único purificador de nuestros vicios. Sin embargo, aunque al principio nos moleste su humo, en él se refleja la Luz que puede servirnos para llegar al mundo de la Unidad, mundo de la pura luz de la Verdad.

Tenemos que sacrificar nuestros instintos en el altar de nuestro Dios Íntimo, quemarlos con el remordimiento para que seamos perdonados y que se cumpla en nosotros lo que dice el salmista: “Aunque sus pecados sean tan rojos como la escarlata, quedarán tan blancos como la nieve”.

Después de la purificación por fuego en el Altar de Bronce y de quedar limpio de los instintos animales, caros a sus sentidos, el aspirante debía lavarse en el Lavabo de Bronce, gran pila que se mantenía siempre llena de agua.

78. El hígado es el Mar Rojo – el de los deseos -; los hebreos tuvieron que cruzarlo durante su éxodo hacia la tierra de promisión, hasta Jerusalén (ciudad de la paz, el cuerpo humano limpio de los deseos inferiores); es el Altar de Bronce donde los instintos animales, situados en la parte inferior del vientre, deben ser quemados por el fuego del arrepentimiento. El Lavabo de Bronce es la depuración de los deseos inferiores en la región del hígado; es la santificación y consagración por el servicio para poder construir el verdadero templo del Dios Interno. Y cuando salga del agua, sobre él bajará el Espíritu Santo en forma de paloma y se oirá la voz del Padre diciendo: “Este es mí hijo bien amado”.

79. Cuando el aspirante, en su viaje mental, ha pasado por el charco de los instintos en el bajo vientre y por el fuego de los deseos en el hígado, encuentra el velo que oculta la entrada del Templo Místico, ante el corazón.

Al correr el velo, el aspirante entraba en la estancia oriental llamada Lugar Sagrado o Lugar Santo, que no tenía abertura alguna por donde pudiese pasar la luz exterior, por lo cual día y noche estaba iluminado por una luz interna.

Coloque el aspirante su cuerpo en disposición para comprender esos símbolos sagrados y procure penetrar con el pensamiento en la parte interior del pecho, tratando de ver lo que hay adentro.

Igual que en el Tabernáculo, verá mentalmente los objetos, único mobiliario del Lugar Santo o pecho: el Altar del Incienso (el corazón), la Mesa de los Panes de la proposición (los pulmones) y el Candelabro de Oro del que provenía la Luz (los siete centros luminosos, llamados chakras, en la espina dorsal del hombre).

Únicamente el sacerdote (Iniciado) podía cruzar el velo exterior y entrar.

80. En el Lugar Santo se encuentra, al lado izquierdo, el Candelabro de Oro de las siete luces. Son los siete Ángeles ante el Trono del Señor y con esas luces iluminan el mundo interno del hombre.

En la mesa de la proposición (pulmones) había doce panes (que corresponden a los doce signos zodiacales) elaborados por las doce facultades del Espíritu o doce glándulas internas que participan en la preparación del pan de la vida para desarrollo del alma. El propio Íntimo nos las dio por medio de los doce departamentos bajo el dominio de las doce jerarquías. Esos panes deben alimentar el alma de cada hombre al servicio de los demás.

81. El Altar de Oro del Incienso es el corazón donde el Iniciado Sacerdote debe quemar el Aroma del Servicio y del Amor en el Lugar Santo, antes de poder penetrar en el Sanctasanctórum.

El animal (el error) fue quemado en el Altar de Bronce; el incienso (el servicio) se quema en el Altar de Oro o del Incienso, ante el Señor. El error es quemado por el remordimiento, el servicio es quemado por el fuego puro del Amor Impersonal. El olor del fuego del arrepentimiento es nauseabundo y el olor del servicio es fragante.

Una vez ofrecido su servicio, como incienso, en el Altar del Corazón, ya puede el aspirante levantar el segundo velo para penetrar, en su ascenso, en la estancia occidental llamada el Sanctasanctórum.

82. El Sanctasanctórum es la cabeza del hombre, saturada de una grandeza Divina. Nadie podía entrar en esa habitación sino el Sumo Sacerdote y el Hierofante Mayor, una sola vez al año. Todo el Tabernáculo es Santuario de Dios, así como el cuerpo físico del hombre es la residencia del Íntimo; sin embargo, en la cabeza o Sanctasanctórum se manifiesta la gloria de Shekinah. Por eso, nadie más que el perfecto Hierofante puede penetrar en él, una vez al año, el día de la Propiciación.

En el extremo occidental del Sanctasanctórum (la cabeza), es decir en la parte extrema al Oeste del Tabernáculo, descansaba el Arca de la Alianza. Era un receptáculo cóncavo que contenía el Vaso de Oro del Maná, la Vara de Aarón y las Tablas de la Ley.

El Arca de la Alianza es la forma interior de la cabeza del hombre, y representa el desarrollo de ella en todas las edades.

En el subconsciente están escritas las leyes divinas y naturales que le dictan, como dice San Pablo, la manera de trabajar con ellas sin quebrantarlas; de ese modo se convierte en servidor de las leyes por amor a las leyes.

El Vaso de Oro del Maná es la mente que bajó del cielo Íntimo al cuerpo humano que posee la mente. Ese Espíritu en la cabeza, o Arca de la Alianza, es el que da vida a los órganos y está encerrado en el Arca de cada ser humano.

La Vara de Aarón es el principio Creador del hombre, que reside en la médula desde la glándula pineal y se manifiesta en el sexo. La glándula pineal es la que comunica fuerza espiritual creadora al Árbol del Edén para que dé sus frutos. Es el origen de la fuerza creadora del hombre que quiera utilizarla para la regeneración y no para la degeneración.

83. Para llegar a Hierofante y poder entrar en el Sanctasanctórum, todo aspirante debe hacer florecer en él la Vara de Aarón por medio de la castidad.

A ambos lados del Arca de la Alianza (en el interior de la cabeza) había dos Querubines en actitud reverente. Adoraban el fuego ardiente de la Gloria de Shekinah, de la cual salía la Luz del Padre y comulgaba con sus adoradores.

Siguiendo mentalmente el viaje espiritual del aspirante, que ahora es Hierofante, y al llegar a la parte occidental de la cabeza (jardín del Edén, de donde fue expulsado), vemos a dos Querubines que impiden la entrada en el Edén. Son dos grandes fuerzas representadas por el Ángel de la Espada y el Ángel de la Guarda o Intercesor. El primero es terrible: nos espanta con su espada flamígera, anotando nuestras acciones. El segundo es nuestro intercesor o Custodio.

El primero obstruye nuestro paso con nuestra forma mental grosera, hecha de nuestros más bajos deseos y pasiones. El segundo reúne los átomos de nuestras más elevadas y sutiles aspiraciones, ideas y obras de servicio.

84. En el Altar de las Ofrendas debemos quemar los átomos del instinto y en el Altar del Incienso ofrecer los de los deseos, para poder entrar nuevamente en el Reino de Dios.

El centro del Sanctasanctórum está ocupado por el Triángulo Sagrado de Shekinah, que simboliza “la presencia de Dios en medio de nosotros”. Está siempre iluminado y representa el fuego del fervor y la llama. Luz de la Divina Presencia. El Triángulo de Shekinah simboliza la Trinidad del Absoluto o Íntimo en su manifestación: el Padre en el Átomo del entrecejo, el Hijo en el de la glándula pituitaria y el del Espíritu Santo en el de la glándula pineal.

Cristo fue el primero que con su sacrificio rasgó el velo y abrió el camino al Sanctasanctórum.

85. Cristo puso fin al santuario externo para erigir el Santuario Interno.

El Altar del Sacrificio de los instintos purga las faltas. El Candelabro de Oro debe estar encendido en ese Santuario Íntimo para que Su Luz nos guíe a la Unión con el Padre que mora dentro de nuestra conciencia Divina.

86. Cuando ha sido hecho Sacerdote del Altísimo y entra en el Sanctasanctórum para unirse con el Padre, el aspirante debe salir nuevamente para ayudar a sus hermanos en el mundo y, una vez terminada su misión con ellos, debe ser crucificado en el cráneo, ese punto de nuestra propia cabeza por el cual sale el Espíritu, definitivamente, al abandonar el cuerpo con la muerte. El Gólgota es la meta del desarrollo humano en la Iniciación Cristiana, mas no en la Iniciación Hebraica, porque no había llegado la hora.

87. Antes de la venida de Cristo, los hebreos se iniciaban en los misterios del Tabernáculo, aunque nunca llegaban hasta el sacrificio de sí mismos; por eso la Iniciación era incompleta.

88. Desde la venida de Cristo al mundo, la Iniciación Egipcia y la Hebraica fueron completadas por la Iniciación Cristiana cuya meta es enseñarnos a imitar a Cristo, su fundador, que trazó el camino único: entrar muchas veces, espiritualmente, en unión con el Padre para volver a sacrificarnos por los demás antes de dar el salto final.

89. Resumen de la Iniciación Hebraica:

El instinto de la carne debe ser consumido en el Altar del Sacrificio propio por el remordimiento; el alma debe ser lavada y purificada de sus deseos. Entonces el hombre puede buscar su Íntimo en su templo interno.

En su búsqueda está iluminado por los siete rayos de las Siete Virtudes; sus pensamientos, palabras y obras se convierten en pan de la vida para sus doce facultades del Espíritu; su servicio impersonal será como el Incienso quemado por el amor a los demás en el altar de su corazón.

90. En tal estado, ya puede “ir al Padre, al cielo y el cielo está dentro del hombre” y puede identificarse con el Padre, convirtiéndose en Dios-Hombre, consciente de su Omnipotencia creadora desde el cielo de su mente por la Unión con el Padre en la propia conciencia divina, en la Gloria de Shekinah.

JORGE ADOUM - EL APRENDIZ Y SUS MISTERIOS


viernes, 29 de abril de 2016

La Evolución Primitiva de la Religión

Documento 86

La Evolución Primitiva de la Religión

(950.1) 86:0.1 LA EVOLUCIÓN de la religión que partió del impulso de adoración primitivo y precedente no depende de la revelación. El funcionamiento normal de la mente humana bajo la influencia directora del sexto y séptimo ayudantes de la mente de la dote espiritual universal es totalmente suficiente para asegurar tal desarrollo.
(950.2) 86:0.2 El más primitivo temor prerreligioso del hombre a las fuerzas de la naturaleza, gradualmente se volvió religioso a medida que la naturaleza se fue personificando, espiritualizando y finalmente deificando en la conciencia humana. La religión de tipo primitivo fue por lo tanto una consecuencia biológica natural de la inercia psicológica de la mente animal en evolución una vez que dicha mente llegaba a captar el concepto de lo sobrenatural.

1. El Azar: la Buena Suerte y la Mala Suerte

(950.3) 86:1.1 Aparte del impulso natural de adoración, la religión evolutiva primitiva tuvo su origen en las experiencias humanas del azar: la así llamada suerte, los sucesos comunes. El hombre primitivo era un cazador de alimentos. Los resultados de la caza variaban constantemente, y esto dio origen inevitable a esas experiencias que el hombre interpreta como buena suerte y mala suerte. La infortunio fue un factor muy importante en la vida de los hombres y mujeres que vivían constantemente bajo el filo de la navaja de una existencia precaria y difícil.
(950.4) 86:1.2 El horizonte intelectual limitado del salvaje tanto concentra la atención sobre el azar que la suerte se torna un factor constante en su vida. Los urantianos primitivos luchaban por su subsistencia, no por un estándar de vida; vivían vida llena de peligro en la que el azar jugaba un papel importante. El temor constante de lo desconocido y de las calamidades invisibles pesaba sobre estos salvajes como una nube de desesperación que efectivamente eclipsaba todo placer; vivían en temor constante de hacer algo que hiciera volver la mala suerte. Los salvajes supersticiosos siempre temían el soplo de la buena suerte; veían tan buena fortuna como un signo certero de calamidades futuras.
(950.5) 86:1.3 Este terror de la mala suerte constantemente presente era paralizante. ¿Para qué trabajar tanto y cosechar mala suerte —nada por algo— cuando era posible dejarse llevar y encontrar la buena suerte —algo por nada? Los hombres que no razonan olvidan la buena suerte —la toman como cosa natural— pero recuerdan dolorosamente la mala suerte.
(950.6) 86:1.4 El hombre primitivo vivía en la inseguridad y en el temor constante del azar — de la mala suerte. La vida era un estimulante juego de azar; la existencia, una empresa arriesgada. No es de extrañar que los pueblos parcialmente civilizados aún crean en el azar y manifiesten predisposiciones residuales por el juego de azar. El hombre primitivo alternaba entre dos poderosos intereses: la pasión de conseguir algo por nada y el temor de conseguir nada por algo. Este juego de la existencia era el interés principal y la suprema fascinación de la mente salvaje primitiva.
(951.1) 86:1.5 Más adelante los pastores compartieron estos sentimientos sobre el azar y la for-tuna, mientras que los agricultores aun más recientes tenían clara conciencia del hecho de que las cosechas dependían de muchas cosas sobre las que el hombre tenía poco o ningún control. El agricultor se halló víctima de la sequía, las inundaciones, el granizo, las tormentas, las plagas y las enfermedades de las plantas, así como también del calor y el frío. Y puesto que todas estas influencias naturales afectaban la prosperidad individual, se las consideraba buena suerte o mala suerte.
(951.2) 86:1.6 Esta idea de azar y suerte colorearon fuertemente la filosofía de todos los pueblos antiguos. Aun en tiempos recientes en la sabiduría de Salomón está escrito: «Me volví y vi que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y occasión acontenecen a todos. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos».

2. La Personificación del Azar

(951.3) 86:2.1 La ansiedad era un estado natural de la mente salvaje. Cuando los hombres y las mujeres caen víctimas de una ansiedad excesiva, vuelven simplemente al estado natural de sus antepasados distantes; y cuando la ansiedad se vuelve realmente dolorosa, inhibe la actividad e instituye infaliblemente cambios evolutivos y adaptaciones biológicas. El dolor y el sufrimiento son esenciales para la evolución progresiva.
(951.4) 86:2.2 La lucha por la vida es tan dolorosa que ciertas tribus retrógadas aún hoy lloran y lamentan cada amanecer. El hombre primitivo constantemente se preguntaba: «¿Quién me atormenta?». Al no hallar una fuente material de su sufrimiento, se contentó con una explicación espiritual. Así nació la religión del temor a lo misterioso, el respeto a lo invisible y el terror de lo desconocido. El temor a la naturaleza se volvió así un factor en la lucha por la existencia: primero por la presencia del azar y luego por la presencia del misterio.
(951.5) 86:2.3 La mente primitiva era lógica pero contenía pocas ideas para la asociación inteligente; la mente salvaje no era educada, era totalmente no sofisticada. Si un acontecimiento seguía al otro, el salvaje lo consideraba causa y efecto. Lo que el hombre civilizado considera superstición era tan sólo ignorancia en el salvaje. La humanidad ha sido lenta en aprender que no hay necesariamente relación alguna entre propósitos y resultados. Los seres humanos tan sólo ahora comienzan a darse cuenta de que las reacciones de la existencia aparecen entre las acciones y sus consecuencias. El salvaje trata de personalizar todo lo que sea intangible y abstracto, y de este modo tanto la naturaleza como el azar se vuelven personalizados como fantasmas —espíritus— y más adelante como dioses.
(951.6) 86:2.4 El hombre naturalmente tiende a creer en lo que cree le convenga, lo que es de su inmediato o remoto interés; el autointerés oscurece en gran parte a la lógica. La diferencia entre la mente del salvaje y la mente del hombre civilizado es más una de contenido que de naturaleza, o de grado más bien que de calidad.
(951.7) 86:2.5 Pero seguir atribuyendo a causas sobrenaturales lo que resulta difícil de comprender no es más que una manera perezosa y conveniente de evitar toda forma de trabajo duro e intelectual. La suerte es meramente un término creado para amparar lo inexplicable en cualquier era de la existencia humana; define aquellos fenómenos que el hombre es incapaz de penetrar o no desea penetrar. Azar es una palabra que significa que el hombre es demasiado ignorante o demasiado indolente para determinar las causas. El hombre considera los sucesos naturales como accidentes o mala suerte sólo cuando carece de curiosidad e imaginación, cuando la raza no tiene iniciativa ni sentido de la aventura. La exploración de los fenómenos de la vida más tarde o más temprano destruye la creencia del hombre en el azar, la suerte y los así llamados accidentes, sustituyéndola por un universo de ley y orden en el que los efectos son precedidos por causas definidas. Así pues, el temor a la existencia es reemplazado por la felicidad del vivir.
(952.1) 86:2.6 El salvaje consideraba que la naturaleza toda estaba viva, como poseída por algo. El hombre civilizado aún patea e insulta a aquellos objetos inanimados que lo obstaculizan o lastiman. El hombre primitivo siempre creyó que todo era intencional y nunca consideró que fuese accidental. Para el hombre primitivo el dominio de los hados, la función de la suerte, el mundo espiritual, era tan desorganizado y confuso como la sociedad primitiva. La suerte se consideraba la reacción azarosa y temperamental del mundo espiritual; más adelante, el estado de ánimo de los dioses.
(952.2) 86:2.7 Pero no todas las religiones evolucionaron del animismo. Otros conceptos de lo sobrenatural fueron contemporáneos al animismo, y estas creencias también condujeron a la adoración. El naturalismo no es una religión —es el vástago de la religión.

3. La Muerte — Lo Inexplicable

(952.3) 86:3.1 La muerte era para el hombre evolutivo el supremo arcano, la combinación más aterradora de azar y misterio. El arcano de la muerte, más bien que la santidad de la vida, inspiró el temor y de esta manera fomentó eficazmente la religión. Entre los pueblos salvajes la muerte era generalmente violenta, de modo que la muerte sin violencia se tornó cada vez más misteriosa. El concepto de muerte como fin natural y previsto de la vida no era claro para la conciencia de los pueblos primitivos, y le llevó al hombre edades tras edades darse cuenta de su inevitabilidad.
(952.4) 86:3.2 El hombre primitivo aceptaba la vida como hecho, pero consideraba la muerte una visitación. Todas las razas tienen sus leyendas de hombres que no morían, tradiciones residuales de la actitud primitiva hacia la muerte. Ya en la mente humana existía el concepto nebuloso de un mundo espiritual vago y desorganizado, un dominio del cual provenía todo lo inexplicable en la vida humana, y la muerte fue agregada a esta larga lista de fenómenos sin explicación.
(952.5) 86:3.3 Todas las enfermedades humanas y la muerte natural se atribuyeron al principio a la influencia de los espíritus. Aún en este momento algunas razas civilizadas consideran la enfermedad como algo producido por «el enemigo» y dependen de ceremonias religiosas para efectuar la curación. Sistemas más recientes y más complejos de teología aún atribuyen la muerte a la acción del mundo espiritual, todo lo cual condujo a doctrinas tales como el pecado original y la caída del hombre.
(952.6) 86:3.4 Fue la comprensión de la impotencia ante la fuerza poderosa de la naturaleza, juntamente con el reconocimiento de la debilidad humana ante las visitaciones de la enfermedad y de la muerte, lo que obligó al salvaje a buscar ayuda en el mundo super-material, que vagamente visualizaba como la fuente de estas vicisitudes misteriosas de la vida.

4. El Concepto de la Supervivencia de la Muerte

(952.7) 86:4.1 El concepto de una fase supermaterial de la personalidad mortal nació de la asociación inconsciente y puramente accidental de los sucesos de la vida diaria sumados al sueño fantasmal. El hecho de que varios miembros de una tribu soñaran simultáneamente con un cacique fallecido parecía constituir prueba convincente de que el viejo cacique había realmente retornado en alguna forma. Resultaba todo muy real para el salvaje quien despertaba de tales sueños bañado de sudor, temblando y gritando.
(953.1) 86:4.2 El origen onírico de la creencia en una existencia futura explica la tendencia a imaginar siempre cosas invisibles en términos de cosas vistas. Finalmente este nuevo concepto de vida futura en el sueño fantasmal se tornó efectivamente el antídoto para el temor a la muerte, asociado con el instinto biológico de la autopreservación.
(953.2) 86:4.3 El hombre primitivo mucho se preocupaba por su respiración, especialmente en los climas fríos, allí donde aparecía su aliento como una nube cuando exhalaba. El aliento de la vida se consideraba un fenómeno que diferenciaba a los vivos de los muertos. Sabía que el aliento podía abandonar al cuerpo, y sus sueños, en los que hacía todo tipo de cosas extrañas mientras dormía, le convencieron que había algo inmaterial en el ser humano. La idea más primitiva del alma humana, el fantasma, se derivó del sistema ideacional del aliento-sueño.
(953.3) 86:4.4 Finalmente el salvaje se concibió a sí mismo como un ente doble: cuerpo y aliento. El aliento menos el cuerpo igualaba al espíritu, al fantasma. Aunque tenían origen muy claramente humano, los fantasmas, o espíritus, se consideraban sobrehumanos. Esta creencia en la existencia de espíritus sin cuerpo parecía explicar la ocurrencia de lo raro, lo extraordinario, lo infrecuente y lo inexplicable.
(953.4) 86:4.5 La doctrina primitiva de supervivencia después de la muerte no fue necesariamente una creencia en la inmortalidad. Estos seres que no llegaban a contar más de veinte difícilmente podían concebir la infinidad y la eternidad; más bien pensaban en encarnaciones recurrentes.
(953.5) 86:4.6 La raza anaranjada se dejó llevar especialmente por la creencia en la transmigración y reencarnación. Esta idea de la reencarnación se originó en la observación de la similitud hereditaria de rasgos en los vástagos respecto de sus antepasados. La costumbre de llamar a los hijos con el nombre de los abuelos y de otros antepasados se debía a la creencia en la reencarnación. Algunas razas posteriores creían que el hombre moría de tres a siete veces. Esta creencia (residuo de las enseñanzas de Adán sobre los mundos de estancia), y muchos otros residuos de la religión revelada, se pueden encontrar entre las doctrinas por otra parte absurdas de los bárbaros del siglo veinte.
(953.6) 86:4.7 El hombre primitivo no imaginó el infierno ni castigos futuros. El salvaje consideraba la vida futura como igual a ésta, menos la mala suerte. Más adelante, se concibió un destino separado para los buenos fantasmas y los malos fantasmas —el cielo y el infierno. Pero puesto que muchas razas primitivas creían que el hombre entraba a la vida próxima tal como dejaba ésta, no les gustaba la idea de volverse viejos y decrépitos. Los vejetes preferían que se los matara antes de que se volviesen demasiado débiles.
(953.7) 86:4.8 Casi todos los grupos tenían una idea diferente sobre el destino del alma fantasmal. Los griegos creían que los hombres débiles debían tener almas débiles; así pues inventaron el Hades como el lugar adecuado para la recepción de tales almas anémicas; también se creía que estos ejemplares no robustos tenían sombras más cortas. Los anditas primitivos creían que sus fantasmas volvían a las tierras ancestrales. Los chinos y los egipcios antiguamente creían que el alma y el cuerpo permanecían juntos. Entre los egipcios esto condujo a la construcción esmerada de la tumba y a grandes esfuerzos por la preservación del cuerpo. Aun los pueblos modernos tratan de detener el deterioro de la muerte. Los hebreos concebían que una réplica fantasmal del individuo bajaba a sheol; no podía retornar a la tierra de los vivos. Hicieron un avance importante en la doctrina de la evolución del alma.

5. El Concepto del Alma Fantasma

(953.8) 86:5.1 La parte no material del hombre se ha denominado variadamente fantasma, espíritu, sombra, espectro, y últimamente alma. El alma era el doble del hombre primitivo en su sueño; era en todas las formas exactamente igual al mortal mismo excepto que no respondía al sentido del tacto. La creencia en los dobles oníricos condujo directamente a la idea de que todas las cosas animadas e inanimadas tienen alma, tanto como tienen los hombres. Este concepto tendió a perpetuar por largo tiempo las creencias en los espíritus de la naturaleza. Los esquimales aún conciben que todo en la naturaleza tiene su espíritu.
(954.1) 86:5.2 El alma fantasmal podía oírse y verse, pero no se la podía tocar. Gradualmente la vida onírica de la raza tanto desarrolló y amplió las actividades de este mundo espiritual evolutivo que la muerte llegó a definirse como «echar el alma». Todas las tribus primitivas, excepto las que estaban apenas por encima de los animales, han desarrollado algún concepto del alma. A medida que avanza la civilización, este concepto supersticioso del alma se destruye, y el hombre depende completamente de la revelación y de la experiencia personal religiosa para su nueva idea del alma como creación conjunta de la mente mortal que conoce a Dios y de su espíritu residente, el Ajustador del Pensamiento.
(954.2) 86:5.3 Los mortales primitivos generalmente no supieron diferenciar los conceptos de un espíritu residente y de un alma de naturaleza evolucionaria. El salvaje estaba muy confundido en cuanto a si el alma fantasmal nacía del cuerpo o era una agencia externa en posesión del cuerpo. La ausencia de pensamiento razonado en presencia de la confusión explica las incongruencias groseras del punto de vista salvaje sobre el alma, los fantasmas y los espíritus.
(954.3) 86:5.4 Se creía que el alma era al cuerpo como lo que el perfume es a la flor. Los antiguos creían que el alma podía abandonar al cuerpo de varias maneras, como por ejemplo:
(954.4) 86:5.5 1. En el desmayo común y pasajero.
(954.5) 86:5.6 2. Al dormir, en el sueño natural.
(954.6) 86:5.7 3. En el coma y la pérdida de conciencia asociada con la enfermedad o los accidentes.
(954.7) 86:5.8 4. En la muerte, la partida permanente.
(954.8) 86:5.9 El salvaje consideraba el estornudo un intento abortivo del alma de escapar al cuerpo. Como estaba despierto y en vigilancia, el cuerpo podía abortar el intento de fuga del alma. Más adelante, el estornudo siempre fue acompañado por alguna expresión religiosa, como por ejemplo, «¡que Dios te bendiga!»
(954.9) 86:5.10 Primitivamente en la evolución el sueño era considerado como la prueba de que el alma fantasmal podía faltarle al cuerpo, y se creía que se la podía llamar de vuelta hablando o gritando el nombre del que dormía. En otras formas de pérdida de la conciencia, se creía que el alma se había alejado más, tal vez tratando de escapar para siempre —amenaza de muerte. Los sueños se consideraban experiencias del alma provisionalmente ausente del cuerpo que dormía. El salvaje cree que sus sueños son tal reales como cualquier parte de su experiencia cuando está despierto. Los antiguos tenían la práctica de despertar suavemente a los que dormían para que el alma tuviera tiempo de volver al cuerpo.
(954.10) 86:5.11 A través de todas las edades los hombres han tenido miedo de las apariciones nocturnas, y los hebreos no fueron una excepción. Verdaderamente creían que Dios les hablaba en sueños, a pesar de las admoniciones de Moisés contra esta idea. Y Moisés tenía razón, porque los sueños comunes no son métodos empleados por las personalidades del mundo espiritual cuando buscan comunicarse con los seres materiales.
(954.11) 86:5.12 Los antiguos creían que las almas podían entrar en los animales o aun en los objetos inanimados. Esto culminó en las ideas de identificación animal, como por ejemplo el hombre lobo. Era posible que el alma de un ciudadano, observante de la ley durante el día, le abandonase cuando dormía para meterse en un lobo u otro animal y cometer depredaciones nocturnas.
(955.1) 86:5.13 Los hombres primitivos creían que el alma estaba asociada con el aliento, y que sus cualidades podían ser impartidas o transferidas por el aliento. El cacique valeroso respiraba sobre el niño recién nacido, impartiéndole así valor. Entre los cristianos primitivos la ceremonia de donar el Espíritu Santo iba acompañada de respirar sobre los candidatos. Dijo el salmista: «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca». Por mucho tiempo fue costumbre del hijo mayor tratar de aspirar el último aliento de su padre moribundo.
(955.2) 86:5.14 Más adelante se llegó a temer la sombra y reverenciarla, como el aliento. El propio reflejo en el agua también se consideraba a veces como prueba del ser doble, y los espejos se respetaban con miedo supersticioso. Aun ahora muchas personas civilizadas dan vuelta al espejo contra la pared cuando hay una muerte en la familia. Algunas tribus retrógadas aún creen que hacer retratos, dibujos, modelos o imágenes quita todo o parte del alma del cuerpo; por lo tanto estas cosas están prohibidas.
(955.3) 86:5.15 Se pensaba generalmente que el alma estaba identificada con el aliento, pero también estaba ubicada según distintos pueblos en la cabeza, el cabello, el corazón, el hígado, la sangre y la grasa. «La voz de la sangre de Abel que clama desde la tierra» expresa la creencia antigua de la presencia del fantasma en la sangre. Los semitas enseñaban que el alma residía en la gordura del cuerpo, y entre muchos comer grasa animal era tabú. La caza de cabezas fue un método para captar el alma del enemigo, así como también el quitarle el cuero cabelludo. En tiempos recientes los ojos se han considerado las ventanas del alma.
(955.4) 86:5.16 Los que mantenían la doctrina de tres o cuatro almas creían que la pérdida de un alma significaba incomodidad; dos, enfermedad; tres, muerte. Un alma vivía en el aliento, una en la cabeza, una en el cabello y otra en el corazón. Se aconsejaba que los enfermos deambularan al aire libre con la esperanza de volver a captar sus almas vagabundas. Los mejores curanderos intercambiaban según se suponía el alma enferma de una persona enfermiza por un alma nueva, el «nuevo nacimiento».
(955.5) 86:5.17 Los hijos de Badonán desarrollaron la creencia en dos almas, el aliento y la sombra. Las primitivas razas noditas consideraban al hombre como que consistía en dos personas: alma y cuerpo. Esta filosofía de la existencia humana se reflejó más adelante en el punto de vista griego. Los griegos creían en tres almas; el alma vegetativa residía en el estómago, el alma animal en el corazón, el alma intelectual en la cabeza. Los esquimales creen que el hombre tiene tres partes: cuerpo, alma y nombre.

6. El Medio Ambiente de Espíritus y Fantasmas

(955.6) 86:6.1 El hombre heredó un medio ambiente natural, adquirió un medio ambiente social e imaginó un medio ambiente fantasmal. El estado es la reacción del hombre a su medio ambiente natural, el hogar a su medio ambiente social, la iglesia a su medio ambiente fantasmal ilusorio.
(955.7) 86:6.2 Muy pronto en la historia de la humanidad las realidades del mundo imaginario de los fantasmas y espíritus se volvieron universalmente creencias, y este mundo espiritual imaginado nuevamente se tornó un poder en la sociedad primitiva. La vida mental y moral de toda la humanidad fue modificada para siempre por la aparición de este nuevo factor en el pensamiento y la actuación humanas.
(955.8) 86:6.3 Dentro de esta importante premisa de ilusión e ignorancia, el temor a la muerte ha acumulado todas las supersticiones y religiones subsiguientes de los pueblos primitivos. Ésta fue la única religión del hombre hasta los tiempos de la revelación, y hoy en día muchas de las razas del mundo tan sólo tienen esta burda religión evolucionaria.
(955.9) 86:6.4 A medida que progresó la evolución, la buena suerte se empezó a asociar con los buenos espíritus y la mala suerte con los espíritus malignos. Las dificultades de una adaptación forzada a un medio ambiente cambiante se consideraban mala suerte, la ira de los fantasmas espíritus. El hombre primitivo lentamente desarrolló la religión, partiendo de su innato impulso natural hacia la adoración y de su interpretación errónea del azar. El hombre civilizado provee esquemas de seguro para sobreponerse a estas vicisitudes del azar; la ciencia moderna ofrece un actuario de seguros basado en la matemática para reemplazar a los espíritus ficticios y dioses capr ichosos.
(956.1) 86:6.5 Cada generación que pasa se ríe de las supersticiones tontas de sus antepasados, pero persiste en errores de pensamiento y de adoración que motivarán la risa de una posteridad esclarecida.
(956.2) 86:6.6 Pero por fin la mente del hombre primitivo estuvo ocupada con pensamientos que transcendían todos sus impulsos biológicos inherentes; por fin el hombre estaba a punto de desarrollar un arte de vivir basado en algo más que la respuesta a los estímulos materiales. Empezaban a brotar los comienzos de una primitiva norma filosófica para la vida. Una norma de vida sobrenatural estaba a punto de aparecer porque, si el fantasma espiritual airado desencadena la mala suerte y complacido, la buena suerte, la conducta humana habrá de reglamentarse según ello. El concepto del bien y del mal por fin se ha desarrollado; y todo ello mucho antes de los tiempos de las revelaciones en la tierra.
(956.3) 86:6.7 Con la aparición de estos conceptos, comenzó la prolongada y ruinosa lucha por apaciguar a los espíritus constantemente airados, la esclavitud y servidumbre al temor religioso evolucionario, ese prolongado desperdicio del esfuerzo humano en tumbas, templos, sacrificios y sacerdocios. Fue un precio tremendo y tremebundo que hubo que pagar, pero valió su costo, porque el hombre por este medio alcanzó una conciencia natural del bien y del mal relativos; ¡así nació la ética humana!

7. La Función de la Religión Primitiva

(956.4) 86:7.1 El salvaje sintió la necesidad de asegurarse, y por consiguiente pagó voluntariamente las pesadas primas de temor, superstición, terror y obsequios a los sacerdotes para obtener su póliza de seguro mágico contra la mala suerte. La religión primitiva fue simplemente el pago de las primas de seguro contra los peligros del bosque; el hombre civilizado paga primas materiales contra los accidentes de la industria y las exigencias del sistema moderno de vida.
(956.5) 86:7.2 La sociedad moderna traslada las operaciones de seguro del ambiente sacerdotal y religioso al mundo de la economía. La religión se ocupa cada vez más al seguro de la vida más allá de la tumba. Los hombres modernos, por lo menos los que piensan, ya no pagan primas inútiles para controlar su suerte. La religión asciende lentamente a niveles filosóficos más altos, en comparación con su antigua función como sistema de seguros contra la mala suerte.
(956.6) 86:7.3 Pero estas antiguas ideas religiosas previnieron que el hombre se volviera fatalista y desesperadamente pesimista; los hombres creyeron así que podían por lo menos hacer algo para influir sobre sus hados. La religión del temor a los fantasmas convenció a los hombres de que debían reglamentar su conducta, de que existía un mundo supermaterial que controlaba el destino humano.
(956.7) 86:7.4 Las razas civilizadas modernas comienzan a salir del temor a los fantasmas como explicación de las vicisitudes de la suerte y de las desigualdades comunes de la existencia. La humanidad se está emancipando de la esclavitud de las explicaciones espíritu-fantasmales de la mala suerte. Pero aunque los hombres descartan la doctrina errónea de una causa espiritual de las vicisitudes de la vida, exhiben una disposición sorprendente a aceptar una enseñanza casi igualmente errónea que les incita a atribuir todas las desigu aldades humanas a la falta de adaptación política, a la injusticia social y a la competencia industrial. Las nuevas legislaciones, la mayor filantropía y la reorganización industrial, aunque en sí sean buenas, no remediarán los hechos del nacimiento y los accidentes del vivir. Sólo la comprensión de los hechos y la manipulación sabia dentro de las leyes de la naturaleza permitirá al hombre conseguir lo que quiere y evitar lo que no quiere. El conocimiento científico, que lleva a la acción científica, es el único antídoto para los así llamados males accidentales.
(957.1) 86:7.5 La industria, la guerra, la esclavitud y el gobierno civil surgieron en respuesta a la evolución social del hombre en su medio natural. La religión similarmente surgió como respuesta al medio ilusorio del mundo imaginario de los fantasmas. La religión fue un desarrollo evolutivo del automantenimiento, y ha tenido una buena influencia, a pesar de que fuera originalmente errónea en su concepto y totalmente ilógica.
(957.2) 86:7.6 La religión primitiva preparó el terreno de la mente humana, mediante la fuerza poderosa y espeluznante del temor falso, para recibir una fuerza espiritual auténtica de origen sobrenatural, el Ajustador del Pensamiento. Y los Ajustadores divinos han laborado por siempre para transmutar el temor a Dios en amor a Dios. La evolución podrá ser lenta, pero es infaliblemente eficaz.

(957.3) 86:7.7 [Presentado por una Estrella Vespertina de Nebadon.]




El Libro de Urantia
Anónimo

miércoles, 27 de abril de 2016

Los Orígenes de la Adoración




Documento 85

Los Orígenes de la Adoración


(944.1) 85:0.1 LA RELIGIÓN primitiva tuvo un origen biológico, un desarrollo evolucionario natural, aparte de las asociaciones morales y de toda influencia espiritual. Los animales más elevados tenían temores, pero no ilusiones, por lo tanto no tenían religión. El hombre crea sus religiones primitivas a partir de sus temores y mediante sus ilusiones.
(944.2) 85:0.2 En la evolución de la especie humana, la adoración en sus manifestaciones primitivas aparece mucho antes de que la mente del hombre sea capaz de formular los conceptos más complejos de la vida aquí y la del más allá, que merecen llevar el nombre de religión. La religión primitiva era totalmente intelectual en su naturaleza y se basaba enteramente en circunstancias asocionales. Los objetos de la adoración eran siempre sugestivos; consistían en las cosas de la naturaleza que estaban cerca, o que tenían gran influencia en la experiencia común de los primitivos urantianos de mente simple.
(944.3) 85:0.3 Una vez que la religión progresó más allá de la adoración de la naturaleza adquirió raíces de origen espiritual, pero siguió sin embargo estando condicionada por el medio ambiente social. A medida que se desarrolló la adoración de la naturaleza, los conceptos del hombre imaginaron una división del trabajo del mundo supermortal; había espíritus de la naturaleza para los lagos, los árboles, las cascadas, la lluvia y cientos de otros fenómenos terrestres comunes.
(944.4) 85:0.4 En uno u otro momento el hombre mortal ha adorado todo lo que se encuentra en la faz de la tierra, incluyéndose a sí mismo. También ha adorado todo lo que se pudiera imaginar en el cielo y por debajo de la superficie de la tierra. El hombre primitivo temía todas las manifestaciones de poder; adoraba todo fenómeno natural que no podía comprender. La observación de las poderosas fuerzas de la naturaleza, tales como tormentas, inundaciones, terremotos, avalanchas, volcanes, fuego, calor y frío, impresionaban grandemente la mente humana en expansión. Las cosas inexplicables de la vida aún se llaman «actos de Dios» y «dispensaciones misteriosas de la Providencia».

1. La Adoración de las Piedras y las Colinas

(944.5) 85:1.1 El primer objeto adorado por el hombre en evolución fue una piedra. Aún presentemente los katerinos del sur de la India adoran una piedra, así como lo hacen numerosas tribus en el norte de la India. Jacob durmió sobre piedra porque la veneraba; hasta llegó a ungirla. Raquel ocultaba una cantidad de piedras sagradas en su tienda.
(944.6) 85:1.2 Las piedras impresionaron primero al hombre primitivo porque eran fuera de lo común debido a la forma en que aparecían tan repentinamente sobre la superficie de un campo cultivado o de un campo de pastura. Los hombres no sabían tomar en cuenta la erosión ni los resultados de la arada de la tierra. Las piedras también impresionaban mucho a los pueblos primitivos debido a su frecuente parecido con los animales. La atención del hombre civilizado se detiene ante numerosas formaciones rocosas de las montañas que tanto se asemejan al hocico de un animal o aun a un rostro humano. Pero la influencia más profunda fue ejercida por las piedras meteóricas que los humanos primitivos veían entrar en la atmósfera en grandiosidad llameante. La estrella caída era impresionante para el hombre primitivo, y creyó fácilmente que estas cintas de fuego marcaban el pasaje de un espíritu camino a la tierra. No es de sorprender que los hombres fueran llevados a adorar dichos fenómenos, especialmente cuando descubrieron posteriormente los meteoros. Esto llevó a una mayor reverencia por todas las demás rocas. En Bengal muchos adoran un meteoro que cayó a la tierra en el año 1880 después de Cristo.
(945.1) 85:1.3 Todos los clanes y tribus antiguos tenían sus piedras sagradas, y la mayor parte de los pueblos modernos manifiestan cierto grado de veneración por ciertos tipos de piedra —sus alhajas. En la India se reverenciaba un grupo de cinco piedras; en Grecia era un racimo de treinta; entre los hombres rojos es generalmente un círculo de piedras. Los romanos siempre arrojaban una piedra al aire cuando invocaban a Júpiter. En la India aún hasta este día una piedra puede ser utilizada como testigo. En algunas regiones la piedra se puede emplear como talismán de la ley, y por su prestigio un criminal puede ser llevado a la corte. Pero los simples mortales no siempre identifican la deidad con un objeto de ceremonia reverente. Estos fetiches muchas veces son meros símbolos del verdadero objeto de la adoración.
(945.2) 85:1.4 Los antiguos tenían un respeto peculiar por los orificios en las piedras. Esas rocas porosas se suponían ser extraordinariamente eficaces para curar enfermedades. No se perforaban las orejas para llevar piedras, pero sí se colocaban piedras dentro del oído para mantener el orificio auditivo abierto. Aún en los tiempos modernos las personas supersticiosas hacen un agujero en las monedas. En África los nativos mucho vociferan de sus piedras fetiches. En efecto, entre todas las tribus y pueblos atrasados las piedras aún se consideran con veneración supersticiosa. La adoración de las piedras aún presentemente está muy difundida en todo el mundo. La piedra sobre la tumba es un símbolo sobreviviente de las imágenes e ídolos que se esculpían en la piedra, en relación con las creencias en fantasmas y espíritus de los seres humanos fallecidos.
(945.3) 85:1.5 La adoración de las colinas vino después de la adoración de las piedras, y las primeras colinas que fueron veneradas eran grandes formaciones rocosas. Luego se volvió costumbre creer que los dioses habitaban las montañas, de manera que las altas elevaciones de tierra eran adoradas por esta razón adicional. A medida que pasaba el tiempo, ciertas montañas fueron asociadas con ciertos dioses y por consiguiente se volvieron sagradas. Los aborígenes ignorantes y supersticiosos creían que las cuevas llevaban al mundo subterráneo, con sus espíritus y demonios malignos, en contraste con las montañas, que eran identificadas con los conceptos de desarrollo más reciente de los espíritus y las deidades buenos.

2. La Adoración de las Plantas y de los Árboles

(945.4) 85:2.1 Las plantas primero fueron temidas y después adoradas debido a los licores intoxicantes que de ella se derivaban. El hombre primitivo creía que la intoxicación lo volvía a uno divino. Se suponía que había algo de especial y sagrado en tal experiencia. Aún en los tiempos modernos las bebidas alcohólicas se conocen con el nombre de «bebidas espirituosas».
(945.5) 85:2.2 El hombre primitivo consideraba el grano en crecimiento con temor y respeto supersticioso. El apóstol Pablo no fue el primero en derivar del grano en crecimiento profundas lecciones espirituales y en predicar creencias religiosas.
(945.6) 85:2.3 Los cultos de la adoración de los árboles están entre los grupos religiosos más antiguos. Todas las primitivas bodas se celebraban bajo los árboles, y cuando la mujer deseaba hijos, se la encontraba de vez en cuando en el bosque abrazando afectuosamente un roble robusto. Muchas plantas y árboles eran venerados debido a sus poderes medicinales verdaderos o imaginarios. El salvaje creía que todos los efectos químicos se debían a la actividad directa de la fuerzas sobrenaturales.
(945.7) 85:2.4 Las ideas sobre los espíritus de los árboles variaban grandemente entre las distintas tribus y razas. Algunos árboles estaban habitados por espíritus bondadosos; otros, por espíritus engañosos y crueles. Los finlandeses creían que la mayoría de los árboles estaban ocupados por espíritus bondadosos. Los suizos por mucho tiempo desconfiaron de los árboles, creyendo que contenían espíritus engañosos. Los habitantes de la India y de Rusia oriental consideran que los espíritus de los árboles son crueles. Los patagones aún adoran a los árboles, así como lo hacían los primitivos semitas. Mucho después de que los hebreos dejaran de adorar a los árboles, continuaron venerando a sus varias deidades en las arboledas. Excepto en la China, existió antiguamente un culto universal del árbol de la vida.
(946.1) 85:2.5 La creencia de que el agua o los metales preciosos por debajo de la superficie de la tierra pueden ser detectados por una varilla adivinadora de madera es una reliquia de los antiguos cultos a los árboles. El mayo, el árbol de navidad y la práctica supersticiosa de tocar madera perpetúan algunas de las antiguas costumbres de adoración a los árboles y algunos de los cultos al árbol más recientes.
(946.2) 85:2.6 Muchas de estas formas más antiguas de veneración de la naturaleza se mezclaron con técnicas posteriores de adoración, pero la adoración más primitiva activada por el ayudante de la mente estaba funcionando mucho antes de que la naturaleza religiosa en sus albores de la humanidad respondiera plenamente al estímulo de las influencias espirituales.

3. La Adoración de los Animales

(946.3) 85:3.1 El hombre primitivo nutría un sentimiento peculiar y fraternal hacia los animales más elevados. Sus antepasados habían convivido con ellos y aún se habían apareado con ellos. En el sur de Asia primitivamente se creía que las almas de los hombres volvían a la tierra en forma animal. Esta creencia era un residuo de la práctica aún más primitiva de adorar a los animales.
(946.4) 85:3.2 Los hombres primitivos reverenciaban a los animales por su fuerza y su astucia. Creían que el agudo sentido del olfato y la vista de lince de ciertas criaturas denotaba guía espiritual. Todos los animales han sido adorados por una u otra raza en uno u otro momento. Entre dichos objetos de adoración había criaturas que eran consideradas mitad humanas y mitad animales, tales como los centauros y las sirenas.
(946.5) 85:3.3 Los hebreos adoraron a las serpientes hasta los días del rey Ezequías, y los hindúes aún tienen relaciones amistosas con sus serpientes domésticas. La adoración de los chinos por el dragón es un residuo de los cultos a la serpiente. La sabiduría de la serpiente fue el símbolo de la medicina griega y aún se emplea como emblema de los médicos modernos. El arte del encantamiento de la serpiente ha sido trasmitido desde los días de las shamanes femeninas del culto del amor a la serpiente, quienes, como resultado de las mordeduras diarias de las serpientes, se tornaban inmunes, de hecho, desarrollaban una adición genuina al veneno y no podían vivir sin esta ponzoña.
(946.6) 85:3.4 La adoración de los insectos y de otros animales fue promovida por una interpretación más reciente de la regla de oro —hacer a los demás (toda forma de vida) lo que deseáis que os hagan. Los antiguos cierta vez creían que todos los vientos eran producidos por las alas de los pájaros y por consiguiente temían y adoraban a la vez a todos los seres alados. Los nórdicos primitivos creían que los eclipses eran causados por un lobo, que devoraba una porción del sol o de la luna. Los hindúes frecuentemente muestran a Vishnu con cabeza equina. Muchas veces un símbolo animal simboliza a un dios olvidado o un culto desaparecido. Primitivamente en la religión evolutiva el cordero se volvió el típico animal para sacrificio y la paloma el símbolo de la paz y del amor.
(946.7) 85:3.5 En la religión, el simbolismo puede ser bueno o malo según el símbolo desplace o no la idea original de adoración. El simbolismo no debe ser confundido con la idolatría directa en la cual el objeto material es directa y efectivamente adorado.

4. La Adoración de los Elementos

(946.8) 85:4.1 La humanidad ha adorado la tierra, el aire, el agua y el fuego. Las razas primitivas veneraban los manantiales y adoraban los ríos. Aún ahora en Mongolia florece un influyente culto al río. El bautismo se volvió una ceremonia religiosa en Babilonia, y los griegos practicaban el baño ritual anual. Era fácil para los antiguos imaginar que los espíritus habitaban en las surgentes burbujeantes, en las fuentes profundas, en los ríos fluyentes y en los torrentes impetuosos. Las aguas movedizas impresionaban vívidamente a estas mentes sencillas con creencias en la animación de los espíritus y de las potencias supernaturales. A veces ocurría que le negara socorro a un hombre a punto de ahogarse por temor a ofender al dios del río.
(947.1) 85:4.2 Muchas cosas y numerosos eventos han actuado como estímulos religiosos para diferentes pueblos en diferentes eras. Aún presentemente, el arco iris es adorado por muchas de las tribus montañeras de la India. Tanto en la India como en África el arco iris se considera una gigantesca serpiente celestial; tanto los hebreos como los cristianos lo consideran un «arco de promesa». De la misma manera, las influencias consideradas beneficiosas en cierta parte del mundo pueden ser consideradas malignas en otras regiones. El viento del este es bueno en América del Sur, porque trae lluvias; en la India es un diablo porque trae polvo y produce sequía. Los antiguos beduinos creían que un espíritu de la naturaleza producía los remolinos de arena, y aún en tiempos de Moisés la creencia en los espíritus naturales era lo suficientemente fuerte, como para asegurar su perpetuación en la teología hebrea bajo la forma de ángeles del fuego, el agua y el aire.
(947.2) 85:4.3 Las nubes, la lluvia y el granizo han sido temidos y adorados por numerosas tribus primitivas y por muchos cultos primitivos de la naturaleza. Las tormentas de viento con truenos y relámpagos asustaban al hombre primitivo. Tanto le impresionaban estos disturbios elementales que el trueno era considerado la voz de un dios airado. La adoración del fuego y el temor al relámpago estaban correlacionados y muy difundidos entre muchos grupos primitivos.
(947.3) 85:4.4 El fuego se confundía con la magia en la mente de los mortales primitivos sobrecogidos por el temor. Los aficionados a la magia recordarán vívidamente un resultado azaroso positivo en la práctica de sus fórmulas mágicas, mientras que olvidarán tranquilamente una serie de resultados negativos, fracasos completos. La reverencia al fuego llegó a su máximo en Persia, donde persistió por mucho tiempo. Algunas tribus adoraban el fuego como una deidad en sí, otros lo reverenciaban como símbolo flamante del espíritu purificador y de purga de sus deidades veneradas. Las vírgenes vestales tenían el deber de vigilar los fuegos sagrados, y en el siglo veinte se encienden velas como parte del rito de muchos servicios religiosos.

5. La Adoración de los Cuerpos Celestiales

(947.4) 85:5.1 La adoración de las rocas, las colinas, los árboles y los animales evolucionó naturalmente a través de la veneración temerosa de los elementos hasta deificar el sol, la luna y las estrellas. En la India y en otros lugares, las estrellas eran consideradas las almas glorificadas de los grandes hombres que habían partido de la vida en la carne. Los cultistas caldeos de las estrellas se consideraban a sí mismos hijos del cielo el padre y de la tierra la madre.
(947.5) 85:5.2 La adoración de la luna precedió a la adoración del sol. La veneración de la luna llegó a su máxima expresión durante la era de caza, mientras que la adoración del sol se volvió la ceremonia religiosa principal en las eras agrícolas subsiguientes. La adoración del sol por primera vez arraigó extensamente en la India, y allí persistió por más tiempo. En Persia la veneración del sol dio origen al culto mitraico posterior. Entre muchos pueblos el sol se consideraba el antepasado de sus reyes. Los caldeos colocaban al sol en el centro de «los siete círculos del universo». Las civilizaciones más recientes honraron al sol dando su nombre al primer día de la semana.
(947.6) 85:5.3 El dios sol se consideraba el padre místico de los hijos del destino nacidos de la virgen que de vez en cuando, según se creía, se otorgaban como liberadores de razas favorecidas. Estos infantes sobrenaturales siempre aparecían a la deriva en algún río sagrado para ser salvadores de una forma extraordinaria, después de lo cual crecían hasta volverse personalidades milagrosas y los liberadores de sus pueblos.

6. La Adoración del Hombre

(948.1) 85:6.1 Habiendo adorado todo lo demás en la faz de la tierra y en los cielos, el hombre no dudó en honrarse a sí mismo con dicha adoración. El salvaje de mente sencilla no hace una distinción clara entre bestias, hombres y dioses.
(948.2) 85:6.2 El hombre primitivo consideraba sobrehumanas todas las personas fuera de lo común, y tanto temía a estos seres que los reverenciaba; hasta cierto punto, literalmente los adoraba. Aún el nacimiento de mellizos se consideraba sumamente afortunado o sumamente desafortunado. Los lunáticos, los epilépticos y los retardados frecuentemente eran adorados por sus semejantes de mente normal, quienes creían que dichos seres anormales estaban habitados por los dioses. También eran adorados los sacerdotes, los reyes y los profetas; los hombres santos de la antigüedad se consideraban inspirados por las deidades.
(948.3) 85:6.3 Los caciques tribales morían y se los deificaba. Más tarde, las almas distinguidas morían y se las santificaba. La evolución sin ayuda no originó nunca dioses que fueran más elevados que los espíritus de los humanos muertos glorificados, exaltados y evolucionados. En la evolución primitiva la religión crea sus propios dioses. En el curso de la revelación los Dioses formulan la religión. La religión evolutiva crea sus dioses a imagen y semejanza del hombre mortal; la religión reveladora trata de transformar y evolucionar al hombre mortal a imagen y semejanza de Dios.
(948.4) 85:6.4 Los dioses fantasmas, que se supone tienen origen humano, deben ser distinguidos de los dioses de la naturaleza, porque la adoración de la naturaleza desarrolló un panteón —espíritus de la naturaleza elevados a la posición de dioses. Los cultos de la naturaleza continuaron desarrollándose paralelamente con los cultos a los fantasmas que aparecieron más recientemente, y cada uno ejerció una influencia sobre el otro. Muchos sistemas religiosos comprendían un concepto dual de la deidad: dioses de la naturaleza y dioses fantasmas. En algunas teologías estos conceptos están entrelazados en forma muy confusa, tal como se ilustra en Thor, un héroe fantasma que también era el amo del relámpago.
(948.5) 85:6.5 Pero la adoración del hombre por el hombre alcanzó su máximo cuando los gobernantes temporales requerían tal veneración de sus súbditos que, para sustanciar dichas demandas, declaraban haber descendido de la deidad.

7. Los Ayudantes de la Adoración y de la Sabiduría

(948.6) 85:7.1 La adoración de la naturaleza puede parecer haber surgido natural y espontáneamente en la mente de los hombres y mujeres primitivos, y así ocurrió; pero durante todo este tiempo existía en operación en estas mismas mentes primitivas el espíritu ayudante sexto, que había sido otorgada a estos pueblos como influencia directora para esta fase de la evolución humana. Y este espíritu estaba constantemente estimulando el impulso a la adoración en la especie humana, sin importarle cuán primitivas fueran sus primeras manifestaciones. El espíritu de adoración dio origen definida al impulso humano de adorar, aunque el temor a los animales motivó la expresión de la adoración, y su práctica temprana se centró en objetos de la naturaleza.
(948.7) 85:7.2 Debéis recordar que el sentimiento, y no el pensamiento, fue la influencia guía y controladora en todo desarrollo evolucionario. Para la mente primitiva existe poca diferencia entre temer, evitar, honrar y adorar.
(948.8) 85:7.3 Cuando el impulso de adoración está disciplinado y dirigido por la sabiduría — pensamiento meditativo y experiencial— comienza a evolucionar hacia un fenómeno de verdadera religión. Cuando el séptimo ayudante, el espíritu de la sabiduría, alcanza una ministración eficaz, entonces el hombre a través de la adoración comienza a dar la espalda a la naturaleza y a los objetos naturales en favor del Dios de la naturaleza y del Creador eterno de todas las cosas naturales.

(949.1) 85:7.4 [Presentado por una Estrella Brillante Vespertina de Nebadon.]


El libro de Urantia.
Anónimo