Universo

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domingo, 13 de mayo de 2018


EL REGRESO TRIUNFAL DEL YO SUPERIOR 

El origen de las corrientes temporal y espiritual de evolución, es 
como sigue: Jehová creó al ser humano llamado Eva. El luciferario 
espíritu Samael se unió con Eva y engendró a su semidivino hijo Caín. 
Como quiera que Samael abandonó a Eva antes de que naciera el hijo, 
fue Caín el hijo de una viuda y una serpiente de sabiduría. Después 
Jehová creó a Adán, un ser también humano como Eva. Adán y Eva se 
unieron y engendraron un hijo, humano como ellos. Cuyo nombre fue 
Abel. Jehová es el Dios lunar relacionado con el agua, y por esto hubo 
enemistad entre Caín, el hijo del Fuego, y Abel, el hijo del Agua. Así 
Caín mató a Abel, y Seth sustituyó a Abel. Con el tiempo y en el 
trascurso de muchas generaciones, los hijos de Caín fueron los 
artífices habilísimos en el uso del fuego y los metales. Su ideal era 
masculino y estaba personificado en Hiram Abiff, el maestro de 
operarios. Por otra parte, los hijos de Seth fueron clérigos que 
mantuvieron el ideal femenino, simbolizado en la Virgen María y 
gobernaron a sus gentes por virtud del agua mágica colocada a la 
puerta de sus templos. Diversos intentos e hicieron para unir estas 
dos corrientes de humanidad y emanciparlas de sus respectivos 
progenitores Jehová y Samael. Con este propósito se edifico el 
simbólico templo, según las instrucciones de Salomón, el hijo de Seth. 
Hiram Abiff, el hijo de Caín había de fundir el mar de bronce; pero 
este proyecto fracasó, según ya vimos y no pudo realizarse la 
intentada unión de las dos opuestas ramas de la humanidad. Moisés, el 
legislador y caudillo del Antiguo Testamento, más tarde reencarnado en 
la personalidad de Elías, guío al infantil genero humano y últimamente 
reencarno en Juan el Bautista, heraldo o precursor de la nueva 
dispensación o era cristiana. Al propio tiempo renacían los demás 
actores del Drama del Mundo para que pudiesen axuliar a sus hermanos. 
Al fundir Hiram Abiff el mar de bronce recibió el bautismo de fuego y 
Caín lo emancipó de los espíritus lucíferarios y dióle un nuevo 
martillo y una nueva palabra. Al comienzo de la nueva era reencarnó 
Hiram Abiff en la personalidad de Lázaro, el hijo de la viuda de Nain, 
y lo resucito al toque de la poderosa garra del león de Judá, 
elevándolo a la categoría de los inmortales como Christian Rosenkreuz, 
Salomón, el hijo de Seth, reencarnó en Jesús, y el bautismo de agua, 
que le administró Juan, simboliza su emancipación del dominio de 
Jehová, pues al mismo momento del bautizo cedió su cuerpo para morada 
del descendiente espíritu de Cristo a quien desde entonces siguió como 
discípulo. La religión se ha mancillado horriblemente en transcurso 
del tiempo y régimen dogmático empeño su prístina pureza, de modo que 
ya no le cuadra el calificativo de católica, es decir, de universal. 
En todas direcciones se han desgajado ramas, sectas, e ismos; pero 
todavía Jesús desde los mundos invisibles, abarca en su amor a todos 
los hijos de Seth, que con fe invoquen su nombre y llegará el día en 
que una a todas las diseminadas Iglesias en el Reino de Cristo. 
Christian Rosenkreuz recibió el encargo de aleccionar a los hijos de 
Caín que buscaban la luz del conocimiento en el sagrado fuego del 
místico santuario. Así como la energía infundida por su divino 
progenitor Samael movió a Caín al trabajo y la inventiva, así también 
la misma excitación espiritual mueve a sus descendientes a procurar su 
salvación por medio del fuego de las tribulaciones y elaborarse el 
áureo traje de bodas que es el “ábrete sésamo” del mundo invisible y 
aunque la purificante sangre de Jesús es de absoluta necesidad para 
millones de débiles hermanos, no cabe duda de que cuanto más seres 
humanos se afilien a la mística Masonería para conscientemente 
construir el Templo del Alma, más pronto vendrá Cristo por segunda vez 
y más vigorosa será la raza que ha de regir por la ley del amor.

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