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Salomón es un personaje descrito en la
Biblia como el tercer
y último rey del Israel unificado (incluyendo el reino de Judá). Es
célebre por su sabiduría, riqueza y poder, pues La
Biblia’ ‘lo considera el hombre más sabio que existió en la Tierra. Logró
reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970
a.C. y el 930 a.C. aproximadamente. Construyó el Templo de Jerusalén, y
se le atribuye la autoría del Libro de Eclesiastés, libro de los
Proverbios y Cantar de los Cantares, todos estos libros recogidos en la
Biblia. Es el protagonista de muchas leyendas posteriores, como que fue uno de los maestros de la Cábala. En el
Tanaj (libro hebreo, a una versión del cual los cristianos llaman
Antiguo Testamento) también se le llama Jedidías. En la
Biblia
se dice del rey Salomón que heredó un considerable imperio conquistado
por su padre el rey David, que se extendía desde el Valle Torrencial, en
la frontera con Egipto, hasta el río Éufrates, en Mesopotamia.
Tenía
una gran riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un
sistema de 12 distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a «
la hija del faraón».
Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes
proyectos de construcción. La Biblia dice del rey Salomón que era «
el más sabio de los hombres», que podía pronunciar un discurso sobre la biodiversidad de todas las plantas,
«desde los cedros del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros, y animales, y pájaros, y cosas que se arrastran, y peces». Entre los distintos autores que han tratado sobre Salomón y el
Arca de la Alianza, se distingue Erich von Daniken, que lo relata, con su estilo atrevido, en su obra “
Profeta del Pasado”, en la que me he basado para escribir este artículo.
Según el Éxodo, Dios ordenó a Moisés que construyera un Arca. Las instrucciones que Moisés recibió fueron: “
Mira bien y hazlo fabricar según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. El Zohar, obra principal de la Cabala, dedica al
Arca de la Alianza
casi cincuenta páginas, y ha consignado hasta los más mínimos detalles
que pasaron inadvertidos a los ojos de otros narradores. A primera vista
podrá sorprender que el Zohar hable del
Arca de la Alianza bajo el epígrafe de «
El Antepasado de los Días».
Pero es evidente que la descripción cuadra con el Arca. En el Zohar se
dice que Moisés recibió de Yahveh, el Dios de Israel, instrucciones para
la construcción de una caja según especificaciones exactamente
detalladas, y con destino al «
Antepasado de los Días». El recipiente debía acompañarle con el misterioso «
Antepasado»
en la travesía del desierto. Aunque sabemos que el Arca existió, hay
dudas sobre su verdadero tamaño y se discute su finalidad. Una de las
primeras cosas que hizo el Rey David, padre de Salomón, fue trasladar
el
Arca de la Alianza desde su última ubicación temporal hasta la capital, como preparativo para su emplazamiento en una
Casa de Yahveh
que David planeaba erigir. Pero ese honor, según le dijo el profeta
Natán, no sería suyo debido a la sangre derramada por sus manos en las
guerras y en sus conflictos personales. Este honor, se le dijo, sería
para su hijo Salomón. Todo lo que se le permitió hacer mientras tanto
fue erigir un altar, cuyo lugar exacto se lo mostró a David un «
Ángel de Yahveh, de pie entre el Cielo y la Tierra», que señalaba el lugar con una espada. También se le mostró un
Tavnit,
un modelo a escala del futuro templo, y se le dieron detalladas
instrucciones arquitectónicas, que, llegado el momento, David transmitió
a Salomón en una ceremonia pública, diciendo: “
Todo esto, escrito por Su mano, me hizo comprender Yahveh, de todas las obras del Tavnit”.
En la Biblia se dice: “
hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza“. Con respecto a imagen y semejanza, Maimónides, en su obra “
Guía de los Descarriados“,
distingue dos conceptos: tzélem (forma) y demut (semejanza), de tóar
(aspecto) y tavnit (configuración). Tóar y tavnit expresan la figura
material, mientras que tzélem y demut la forma espiritual. La Tora
(Instrucción), al indicar tzélem y demut define el espíritu y nos
confronta con uno de los principios básicos del Hebraismo. No es posible
elevarse a Elohim por medio de la materia, tóar y tavnit, (Isaías XLIV)
y sí por medio del espíritu, tzélem y demut. En el cuarto año de su
reinado (480 años después del comienzo del Éxodo, según la Biblia),
Salomón comenzó la construcción del Templo, «
sobre el Monte Moriah, como se le había mostrado a su padre, David».
Mientras se traían maderas de los cedros del Líbano, se importaba el
oro más puro de Ofir y se extraía y se fundía el cobre para los lavabos,
había que erigir la estructura con «
piedras talladas y cinceladas, grandes y costosas piedras».Los
sillares de piedra tuvieron que prepararse y tallarse según el tamaño y
la forma deseados, pero en otra parte, ya que la construcción estaba
sujeta a una estricta prohibición contra el uso de cualquier herramienta
de hierro en el Templo. Así, los bloques de piedra tuvieron que ser
transportados y ubicados en el lugar sólo para su montaje. «
Y la
Casa, cuando estaba en construcción, se hizo de piedra, lista ya antes
de ser llevada hasta allí; de modo que no hubo martillo ni sierra, ni
ninguna herramienta de hierro en la Casa mientras se estuvo construyendo».
Ofir (hebreo estándar
Ofir, hebreo de Tiberíades
Ôp̄îr)
es un puerto o región mencionada en la Biblia que fue famosa por su
riqueza. Se cree que el rey Salomón recibía cada tres años un cargamento
de oro, plata, sándalo, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales
de Ofir. Estudiosos de la Biblia, arqueólogos y otras muchas personas
han intentado determinar la localización exacta de Ofir. Muchos
estudiosos modernos sostienen que podía haber estado en el suroeste de
Arabia, en la región del actual Yemen. Ésta es también la posible
localización de Sheba. Otra posibilidad es la costa africana del Mar
Rojo, ya que el nombre puede ser derivado de la etnia Afar de Etiopía.
Otros posibles localizaciones varían enormemente. El
Easton’s Bible Dictionary (1897) menciona la conexión a «
Sofir»,
el nombre copto para la India, y también una posible conexión a Abhira,
en la desembocadura del río Indo. Flavio Josefo lo conectó con Cophen,
un río indio, a veces asociado a una parte de Afganistán. Algunos
estudiosos, que proponen conexiones entre Eurasia y América antes de la
llegada de Colón, también han hecho sus propias hipótesis, incluyendo
lugares como Perú.
Llevó siete años finalizar la construcción del Templo y equiparlo con
todos los utensilios del ritual. Después, en la siguiente celebración
del Año Nuevo («
en el séptimo mes»), el rey, los sacerdotes y todo el pueblo presenciaron el traslado del
Arca de la Alianza hasta su lugar permanente, en el
Santo de los Santos del Templo. “
No había nada en el Arca, salvo las dos tablillas de piedra que Moisés había puesto en su interior en el Monte Sinaí”. En cuanto el Arca estuvo en su lugar, bajo los querubines alados, «
una nube llenó la Casa de Yahveh»,
obligando a los sacerdotes a salir apresuradamente. Después, Salomón,
de pie ante el altar que había en el patio, oró a Dios «
que mora en el cielo»
para que viniera y residiera en esta Casa. Fue más tarde, por la noche,
cuando Yahveh se le apareció a Salomón en un sueño y le prometió una
presencia divina: «
Mis ojos y mi corazón estarán en ella para siempre».
El Templo se dividió en tres partes, a las cuales se entraba mediante
un gran pórtico flanqueado por dos pilares especialmente diseñados. La
parte frontal recibió el nombre de Ulam («
Vestíbulo»); la parte más grande, la del medio, era el Ekhal, término hebreo que proviene del Sumerio E.GAL («
Gran Morada»). Separada de ésta mediante una pantalla, estaba la parte más profunda, el
Santo de los Santos. Se le llamó
Dvir, literalmente: “
El Orador”, pues guardaba el
Arca de la Alianza
con los dos querubines sobre ella, de entre los cuales Dios le hablaba a
Moisés durante el Éxodo. El gran altar estaba en el patio, no dentro
del Templo. Los datos y las referencias bíblicas, las tradiciones
antiguas y las evidencias arqueológicas no dejan lugar a dudas de que el
Templo que construyó Salomón (
el Primer Templo) se levantaba
sobre la gran plataforma de piedra que todavía corona el Monte Moriah
(también conocido como el Monte Santo, Monte del Señor o Monte del
Templo). Todo parece indicar que el
Arca de la Alianza podía
ser algún sofisticado medio de comunicación, incluyendo, al vez, algún
tipo de hologramas. O, especulando todavía más, algún tipo de puerta
estelar.
Dadas las dimensiones del Templo y el tamaño de la plataforma, existe
un acuerdo general sobre dónde se levantaba el Templo, y sobre el hecho
de que el
Arca de la Alianza, dentro del
Santo de los Santos, estaba emplazada sobre un afloramiento rocoso, una
Roca Sagrada
que, según firmes tradiciones, era la roca sobre la que Abraham estuvo a
punto de sacrificar a Isaac. En las escrituras judías, la roca recibió
el nombre de
Even Sheti’yah, «
Piedra de Fundación», pues fue a partir de esa piedra que «
todo el mundo se tejió». El profeta Ezequiel la identificó como el
Ombligo de la Tierra. Esta tradición estaba tan arraigada, que los artistas cristianos de la Edad Media representaron el lugar como el
Ombligo de la Tierra y siguieron haciéndolo así aún después del descubrimiento de América. El Templo que construyera Salomón (
el Primer Templo)
lo destruyó el rey babilonio Nabucodonosor en 576 a.C, y lo
reconstruyeron los exiliados judíos a su regreso de Babilonia, 70 años
después. A este respecto vale la pena resaltar que la tradición interna
de la Orden Masónica afirma que Jacobo de Molay, el último maestre de
los Templarios, hizo crear poco antes de ser quemado en la hoguera
cuatro grandes logias masónicas. Estos mismos rituales remontan a
Salomón, el monarca israelita, los orígenes del Arte que ellos
practican. Pero afirman que este llegó a occidente a través de los
Caballeros del Templo de Salomón.
Es decir, defienden que la masonería se había configurado en Tierra
Santa por obra de las órdenes militares, especialmente la del Temple, y
que, como hemos visto, fueron estas fraternidades de constructores
llegadas a occidente las que habrían originado la francmasonería moderna
(ver el artículo “
La enigmática Orden del Temple”).
El profeta Samuel, que también fue juez, y que, como tal, debía ser un buen observador, escribió: “
Ahora,
pues, manos a la obra: haced un carro nuevo, y uncid al carro dos vacas
recién paridas, que no hayan traído yugo… Tomaréis después el Arca del
Señor y la pondréis en el carro; colocando a su lado en un cofrecillo
las figuras de oro que le consagrasteis por el pecado”. Y Samuel incluso nos habla de otro carro utilizado para el transporte: “
Y
pusieron el Arca de Dios en un carro nuevo, sacándola de la casa de
Abinadab, que habitaba en una colina; siendo Oza y Ahio, hijos de
Abinadab, los que iban guiando el carro nuevo… Y a cada seis pasos que
andaban los que llevaban el Arca del Señor…”. Pese al empleo de uno
o varios carros y la tracción a cargo de dos vacas fuertes, el peso
muerto no debió ser superior en ningún caso a unos trescientos kilos,
aproximadamente, pues a veces el Arca es transportada y trasladada por
los levitas, sacerdotes a cargo de los santuarios de Yahveh: “
Y a cada seis pasos que andaban los que llevaban el Arca del Señor, inmolaban un buey y un carnero”. Pero,
¿qué era lo que transportaron a través del desierto los judíos, entre
grandes trabajos y durante cuarenta años? Si tantas molestias les
causaba, ¿por qué no podían desprenderse de ese objeto? Lazarus
Bendavid (1762-1832), filósofo y matemático de Berlín, que dirigió la
Academia libre judía, fue un «
judío ilustrado y conocido filósofo», que consiguió demostrar que «
el
Arca de la Alianza de los tiempos mosaicos debió contener un grupo
bastante completo de instrumentos eléctricos, cuyas influencias se
hacían sentir en el exterior». Lazarus Bendavid no sólo fue un hombre sabio, sino que además se adelantó con mucho a su época. Sabía que el acceso al
Arca de la Alianza
estaba rigurosamente limitado a un círculo muy restringido de personas,
y que ni siquiera los Sumos Sacerdotes podían acercarse al Arca todos
los días, sin peligro de sufrir un terrible accidente.
Dice Bendavid: «
La visita al Santo de los Santos, según
testimonio de los talmudistas, iba siempre unida a un peligro mortal;
los Sumos Sacerdotes se le acercaban siempre con cierto temor, y se
juzgaban afortunados si conseguían alejarse de nuevo sin que les hubiese
acaecido nada malo». Después de una guerra contra los israelitas, a
los que vencieron, los filisteos, tribu hebrea de procedencia
occidental, confiscaron el
Arca del Señor. Habían observado que
los israelitas concedían mucha importancia al misterioso artefacto y
esperaban sacar beneficio de su posesión. Pero los filisteos no supieron
qué hacer con él. En todo caso, tardaron poco en darse cuenta de que
todas las personas que se acercaban al Arca enfermaban o morían.
Entonces empezaron a trasladar su botín de un lugar a otro, pero en
todas partes ocurrió lo mismo: los curiosos que se aproximaban demasiado
enfermaban con tumores y caída del cabello. Muchos padecían grandes
vómitos, y algunos murieron de una muerte horrible. Los filisteos
fueron un pueblo de la Antigüedad, del cual existen testimonios en
diferentes fuentes textuales (asirias, hebreas, egipcias) o
arqueológicas. Ellos se mencionan en la
genealogía de las naciones,
donde juntamente con Caftorín, fueron descendientes de Mesraín. Se
hacen conjeturas que con bastante probabilidad habían venido de Creta,
algunas veces identificada con Caftor y que no dejaban de ser gente más
bien “
pirata“. Los filisteos aparecen en fuentes egipcias donde
son presentados como los enemigos de Egipto venidos del norte,
mezclados con otras poblaciones hostiles conocidas colectivamente por
los antiguos egipcios bajo el nombre de
Pueblos del Mar. Tras
su enfrentamiento con los egipcios, los filisteos se establecieron en la
costa suroeste de Canaán, es decir, en la región central de la actual
Franja de Gaza. En contextos posteriores, este territorio sería
denominado Filistea en época romana, antes denominado
Judea Samaria.
Sus ciudades dominaron la región hasta la conquista asiria por
Tiglatpileser III en el año 732 a. C.. Seguidamente, fueron sometidos a
los imperios regionales y parecen haber sido asimilados progresivamente.
Las últimas menciones a los filisteos datan del siglo II a. C., en la
Biblia.
Y aquí nos extenderemos en los misteriosos Pueblos del Mar, que son
la imagen más viva de la terrible hecatombe que asoló Grecia, Asia Menor
y Egipto en una incontenible oleada de destrucción sin parangón en la
toda la Historia. Antes de iniciarse la guerra de Troya, el mundo
civilizado vivía un equilibrio de poderes perfectamente asentados.
Grecia estaba dominada por los micénicos, Egipto era un estado fuerte y
poderoso, Troya dominaba la costa occidental turca y los hititas el
resto de la península turca y Siria. Pero a finales del siglo XIII, todo
ese equilibrio de poderes se vino abajo por causas aún no aclaradas.
Los griegos micénicos que habían destruido Troya fueron aplastados por
una oleada invasora que borró todo resto de su civilización. Los
fantásticos palacios fortificados micénicos como Tirinto o Micenas
fueron asaltados y destruidos, la población se dispersó, los campos se
abandonaron, la zona se despobló e incluso la escritura se perdió. Sólo
la ciudadela micénica de Atenas, encaramada en lo alto de la Acrópolis
resistió la destrucción. Todo lo demás fue destruido. Grecia se sumió en
una Edad Oscura que habría de durar más de 400 años. En esa misma
época, todo el Asia menor fue literalmente arrasado. Ugarit en Siria,
Tarso en el sur de la costa turca, uno a uno todos los enclaves
civilizados fueron destruido. Egipto fue invadido y a duras penas
consiguió rechazar a los asaltantes a un altísimo coste del que ya nunca
más se recuperaría. El poderoso imperio Hitita también fue arrasado. Su
capital, Hattusa, con sus soberbias fortificaciones que causaban
asombro en el mundo entero fue destruida y arrasada hasta los cimientos.
Jamás la Historia había visto ni verá tal hecatombe que hizo retroceder
siglos el curso de la Historia, condenando a florecientes
civilizaciones a volver a la Edad de Piedra.
¿Quién hizo esto? ¿Quién fue el responsable de tal hecatombe? Este
es, precisamente, uno de los mayores enigmas de la Historia. Quizás
algún día sepamos lo que realmente ocurrió. Hace poco más de 100 años
pensábamos que Troya o Micenas eran invenciones de un poeta y ni
siquiera sabíamos que los hititas habían existido. hemos conseguido
conocer la pregunta y algún día sabremos la respuesta. De momento sólo
podemos formular hipótesis más o menos fiables. Los relieves de
Medinet-Habu muestran a los guerreros de Los Pueblos del Mar con toda
claridad. Su armamento no es ni micénico ni egipcio. Los curiosos yelmos
de tiras hacia arriba son parecidos a los de colmillos de jabalí pero
al revés. Llevan largas espadas de corte de forma triangular y escudos
redondos con asa central. Algunos llevan corazas con hombreras. Otros
guerreros, en otras partes de los relieves llevan cascos con cuernos.
Se cree que no hubo un único responsable de esta gigantesca y
escalofriante debacle, sino muchos. En 1285 a.C. tuvo lugar la famosa
batalla de Kadesh, la primera gran batalla de la Historia que enfrentó a
dos fuerzas colosales: los imperios egipcio e hitita, en un grandiosos
choque que, ante el inmenso poder de ambos contendientes, quedó en
tablas. El equilibrio entre las dos superpotencias quedó fijado por la
diplomacia, que formalizó mediante un famoso tratado entre el rey
Muwatali de los hititas y Ramsés II de Egipto el acuerdo en el que se
desenvolvería todo el mundo civilizado. Sin embargo, apenas 85 años
después comenzó la cadena de destrucciones. En 1200 a.C. la civilización
micénica fue borrada de la faz de la tierra con una contundencia tal
que permaneció oculta más de 3.000 años. Toda la costa del Mediterráneo
oriental fue arrasada por una ola sanguinaria sin parangón en la
Historia que llegó poco después, en 1186 a.C. a Egipto.
Los invasores de Egipto llegaron por tierra y, caso raro, también por mar, por lo que los egipcios se refirieron a ellos como “
Los Pueblos que venían de las Islas del Mar“.
Puesto que sólo la civilización egipcia logró sobrevivir al desastre,
las únicas referencias que tenemos de tal debacle son las suyas,
especialmente las que adornan las paredes del templo de Medinet-Habu,
levantado por Ramsés III para conmemorar su importantísima victoria
sobre estos terribles invasores. No fue por casualidad que los egipcios
los llamaran “
Los Pueblos“, ya que no se trataba de una sola
nación, sino de muchas naciones lanzadas al saqueo y la destrucción. El
que una nación marinera como Egipto tuviera tantas dificultades para
vencer a la flota enemiga en la batalla del Delta demuestra que se
trataba de una fuerza invasora perfectamente organizada, con un
componente naval, el que más impresionó a los egipcios, de primerísimo
orden. Los relieves de Medinet-Habu demuestran que las naves de los
Pueblos del Mar eran
iguales o superiores a las egipcias, lo que nos pone en la pista de
pueblos esencialmente marineros con un dominio de la técnica naval tal
que sólo pudieron haber venido, paradójicamente, de esa misma zona
geográfica, el mar Egeo, ya que ni en el Mediterráneo occidental ni en
el mar Negro existía nada parecido. ¿Es posible que la caída de Troya y
de toda su enorme zona de influencia causara la ruina de todos los
pueblos que la componían lanzándolos a la piratería?
Salvo algún problema de fechas, esto es, a grandes rasgos, lo que se
piensa que ocurrió. No sólo con la caída de Troya, sino con la caída en
cadena de toda la civilización micénica que empujó hacia el sur a miles
y miles de personas que lo habían perdido todo y que sólo conservaban
sus barcos y sus armas. Todo ello fue una reacción en cadena ante la
caída de la civilización micénico-troyana. Pero ¿cuál fue el detonante
que convirtió al Mediterráneo oriental en el sangriento escenario de una
masacre tal? Hace siglos, los inmigrantes llegaban a millares en
oleadas sucesivas que trastocaron la Historia de la Humanidad hasta la
Edad Media. Uno de esos movimientos demográficos afectó a un pueblo
centroeuropeo germánico que, ante la presión de otras invasiones
asiáticas, no tuvo más remedio que abandonar sus tierras y bajar hasta
Grecia. Ese pueblo eran los
dorios, que se cree fueron los
responsables de sumir a Grecia en la Edad de Piedra, no por su propia
fuerza, sino por la debilidad micénica, a la que la reciente victoria
contra Troya no parecía haber fortalecido, sino todo lo contrario. El
relato de Homero sobre la vuelta de los reyes micénicos a casa es una
historia desgarradora, que refleja las tremendas conmociones
socio-económicas que siguieron a la guerra y que debilitaron sin remedio
a la civilización micénica hasta dejarla indefensa frente a la invasión
doria. Los testimonios arqueológicos nos muestran formidables
fortificaciones como Micenas o Tirinto arrasadas, palacios como Pilos
destruidos y un cambio brutal que lleva a Grecia de la más rica
civilización de todo el continente europeo a la Edad de Piedra. La
escritura micénica, la
Lineal B, se pierde para siempre, y la
arquitectura que dio los soberbios palacios y las fabulosas tumbas
abovedadas de los reyes queda reducida a cabañas de piedra y tierra con
tejados de ramas, la cerámica, único arte funcional que sobrevive, deja
la frescura traída desde la Creta minoica y se transforma en la austera
geometría germánica.
Los dorios conocían el hierro, con lo que sus guerreros tenían una
ventaja enorme sobre los micénicos armados con bronce. Todo se juntó
para darle la puntilla a tan gloriosa civilización. La famosa leyenda de
El Retorno de los Heráclidas nos habla de los hijos de
Heracles, el Hércules romano, que tras la muerte de su padre regresan a
Grecia para hacerse por las bravas con la península griega que reparten
en tres partes. Muchos creen que esta antiquísima leyenda es una
explicación legendaria de la invasión doria y la creación de tres
grandes agrupaciones de estados. Pero no se cree que sólo los dorios
fueran los responsables de la caída micénica. Hoy en día hay una nueva
hipótesis que exculpa a los dorios para echar casi toda la
responsabilidad sobre los
Pueblos del Mar. Según esta
hipótesis, la invasión doria fue una consecuencia y no la causa de la
caída micénica, lo que es un argumento que sirve también para explicar
la caída del Imperio Hitita. Pero hay algo que no encaja, ya que poco
antes de la destrucción de las ciudadelas micénicas sus fortificaciones
fueron reforzadas e incluso se construyó un muro defensivo en el istmo
de Corinto, lo que parece indicar una amenaza del norte, más que del
sur. Yo creo que los ataques rabiosos de Los Pueblos del Mar (como el
que destruyó Pilos) debilitaron de tal modo a los griegos micénicos que
les fue imposible resistir la invasión doria. Tan sólo la ciudad de
Atenas resistió al invasor germánico. 400 años más tarde, desde esa
misma Atenas surgiría una corriente como jamás ha conocido la Humanidad,
pero esta vez será una oleada de filósofos, científicos y artistas que
llevarán un alto nivel de civilización.
Una vez la costa turca sumida en el caos por la caída de Troya,
ahora se sumaba toda Grecia. Y toda esta orgía de destrucción empuja
lenta pero inexorablemente a miles y miles de personas hacia el cercano y
rico Este, que tras la destrucción de Troya no puede ni mantener a sus
ciudadanos. Y, evidentemente, cada vez son más y más los pueblos que,
por tierra o por mar, bajan por la costa hasta Siria arrasándolo todo a
su paso, de la misma forma que los dorios han arrasado Grecia. Los
archivos encontrados en las excavaciones muestran el terror despertado
en las ciudades ante la inminencia de la destrucción. Un frenético
intercambio de mensajes entre distintas ciudades y gobiernos que
muestran el pánico ante la destrucción que avanza inexorablemente. El
poderoso Imperio hitita cae víctima de la oleada destructora que ya se
encamina más hacia el sur, hacia el delta del Nilo, donde Ramsés III
logrará frenarla a costa de la ruina de Egipto. Los cronistas egipcios
identifican algunas naciones integrantes de estos Pueblos del Mar.
Sabemos que los Peleset son los Filisteos de la Biblia, que los Shardana
colonizaron Cerdeña junto con otros restos de esta oleada que llegaron a
Italia y que serían el núcleo de la civilización etrusca siglos
después. Incluso en Hispania también han sido detectadas perturbaciones
demográficas en dicha época. La conclusión más lógica es que la caída de
Troya provocó el caos en la costa turca. Caos que provocó que
florecientes civilizaciones se lanzaran a la piratería y el bandidaje
como único medio de subsistencia. Eran pueblos navales, por lo que, con
sus tierras destruidas tras diez años de guerra, convirtieron al mar en
su nuevo hogar. Los ataques provocaron más ruina y caos, que como una
bola de nieve se extendió a la civilización de los griegos micénicos,
debilitándolos de tal modo que sucumbieron a la presión doria. Los
nuevos contingentes de desesperados, que nada tenían, se unieron a la
bola de nieve que, tras destruir toda la costa turca y Siria, ahora se
dedicaba a atacar el Imperio Hitita, al que tampoco logró destruir, pero
que debilitó de tal forma que sus eternos enemigos pudieron lanzarse
sobre él, despedazándolo. Ya sólo quedaba Egipto, que gracias a su
enorme fortaleza pudo rechazar la destrucción aún a costa de perder su
grandeza definitivamente.
Y volvemos al relato principal. Según dijo el profeta Samuel: “
Por
lo cual hicieron que se juntasen todos los sátrapas de los filisteos,
los cuales dijeron: Devolved el Arca del Dios de Israel, y restitúyase a
su lugar; a fin de que no acabe con nosotros y con nuestro pueblo.
Porque se difundía por todas las ciudades el terror de la muerte; y la
mano de Dios descargaba terriblemente sobre ellas, pues aun los que no
morían, estaban llagados en las partes más secretas de las nalgas; y los
alaridos de cada ciudad subían hasta el cielo: Los filisteos estuvieron
en poder del maldito objeto durante siete meses, al cabo de los cuales
ya no pensaban sino en desprenderse de él. Cargaron la caja sobre un
carro, le uncieron dos vacas y las arrearon a latigazos, entre mugidos,
hasta el límite de Betsamés. Por la mañana, cuando los betsamitas
salieron al valle para segar el trigo, repararon en el carro con el
Arca. Inmediatamente sacrificaron las vacas y llamaron a los sacerdotes
levitas, como únicos que sabían manejar el Arca. Lo horrible es que aún
murieron setenta jóvenes, por desconocer la peligrosidad del Arca;
ingenuos como niños, se habían aproximado demasiado al peligroso
cargamento, y «el Señor los hirió con grande mortandad»”. En 1978 aparece en Londres el libro “
La máquina del maná”
, una
obra escrita en colaboración por el naturalista George Sassoon y el
ingeniero Rodney Dale. Los investigadores británicos se atuvieron a la
descripción, más detallada, del Zohar, interpretándola y
reconstruyéndola a la luz del saber técnico y biológico de nuestros
días. Pretendieron demostrar que el
Arca de la Alianza era un
artefacto tecnológico , tal como sospechó Bendavid, acarreado por los
israelitas durante su viaje a través del desierto para que no les
fallara la provisión de un alimento rico en proteínas: el maná.
Parece ser que el
Arca de la Alianza no era el
Santo de los Santos, sino, entre otras cosas, el
embalaje de una máquina que producía alimento. Sólo podían acercarse a la misma los «
elegidos»,
es decir, aquellos que fuesen conocedores de su manejo. Las personas no
iniciadas sufrieron lesiones, enfermaron o murieron porque la máquina,
por los síntomas, parece que irradiaba una fuerte radiactividad. El
maná, según el libro del Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos
los días durante la estancia del pueblo de Israel en el desierto. Todos
los días menos el sábado, por lo cual debían recolectar doble ración el
viernes. También se encuentran referencias en
midrashes judíos
que el maná tenían el sabor y la apariencia de aquello que uno más
deseaba. En el arca de la alianza se conservaba una muestra suya. El
maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras
al-Baqara,
al-Araf, y
Ta ha,
mencionando la fuente divina del maná como uno de los milagros con los
cuales Dios favoreció a los israelitas. En el libro del Éxodo se le
describe apareciendo cada mañana después de que el rocío hubiera
desaparecido, y debía ser recogido antes de que el calor del sol lo
derritiera. Según Números llegaba con el rocío, por la noche. Según la
descripción bíblica, el maná se parecía a las semillas de coriandro, era
de color blanco, y tras molerlo y hornearlo se parecía a las obleas con
miel, aunque en Números se describe del mismo color que la mirra india,
y añade que algunas de las tortas sabían a tortas aceitadas.Los
exégetas creen que estas diferencias se deben que el Éxodo es un texto
yavista mientras
el de Números es de fuente sacerdotal. El Talmud babilónico explica que
las diferencias en la descripción se debían a que su gusto variaba
según quien lo tomaba, miel para los niños, aceitunas para los jóvenes,
pan para los mayores. La literatura rabínica clásica soluciona la
cuestión de si el maná caía antes o después del rocío, explicando que lo
hacía entre dos capas de humedad.
Es interesante observar que, independientemente, los egiptólogos
Howard Middleton-Jones y James Michael Wilkie, en su primer libro sobre
la Gran Pirámide, “
Giza-Genesis – The Best Kept Secrets“,
muestran cómo la explicación bíblica de la construcción del Arca es una
descripción del pasaje hacia adentro de la Gran Pirámide, donde dicen
que se almacena la Alianza, llamada el
Arca de la Alianza. Según se dice, el
Arca de la Alianza
es un portal, y reúne o hace puente entre bandas de frecuencia de
dimensiones, algo similar a lo que es logrado por los llamados “
agujeros de gusano” de la física y la ciencia ficción. Esta parece que es una de las funciones del Arca. Se afirma que La tecnología del
Arca de la Alianza
fue instalada en nuestro sistema planetario para contrarrestar
desequilibrios y distorsiones creados por interferencias negativas. La
Gran Pirámide fue construida, al parecer, alrededor del 46.000 a.C., y
luego reconstruida varias veces alrededor del 28.000 a.C., 10.500 a.C., y
9500 a.C., después de distintos cataclismos. Podríamos añadir que este
lugar es también un vórtice de energía central de la Tierra,
correspondiente a un chakra en los humanos. Este vórtice fusionó las
frecuencias de la tercera y cuarta dimensión. Y cuando está activo,
dentro de la cámara de resonancia armónica de la Pirámide, crea una
alineación interdimensional con un sistema similar en Sirio, lo que
permite algún tipo de tele transportación. El Arca está asegurada y
oculta dentro de la Esfinge, más allá del
portal Interior de la Tierra alrededor de donde fue construida la Esfinge alrededor de la época de la Gran Pirámide. Pero la
Tierra Interna no significa
el centro de nuestra Tierra.
La Esfinge fue construida, al parecer, por los Anunnaki, fundadores de
la cultura sumeria. La cabeza era la de un Anunnaki como un recordatorio
de su herencia.
Por motivos desconocidos para nosotros, los “
dioses” y “
ángeles”,
probablemente seres extraterrestres, tuvieron interés en aislar a un
determinado grupo humano respecto de su ambiente habitual, y mantenerlo
durante más de dos generaciones apartado de todo contacto con el resto
de la humanidad. A través de su mediador, un profeta, ordenaron la
segregación del grupo elegido, alejándolo de la civilización. Moisés,
aunque también pudo ser otro el elegido, condujo a los israelitas a
través del desierto. Al principio estos “dioses” mantuvieron a raya a
los enemigos del pueblo errante: Según el Éxodo, “
las aguas vueltas a
su curso sumergieron los carros y la caballería de todo el ejército del
Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel: ni uno tan
siquiera pudo salvarse”. Se argumenta, por ejemplo, que los
israelitas habrían aprovechado el reflujo para vadear un estrecho
cubierto de plantas acuáticas, mientras que los egipcios, al seguirles,
habrían sido sorprendidos por el flujo o crecida de las aguas. Por
muchas cualidades privilegiadas que atribuyamos al pueblo elegido, no
podemos negarles a los egipcios, los primeros que calcularon la duración
del año en 365 días, y precisamente gracias a la observación de las
crecidas del Nilo, un conocimiento sobre los períodos de la bajamar y la
pleamar por lo menos tan completo como el de los israelitas. Por ello,
no parece que los egipcios corrieran a ciegas a su perdición. Fueron
desorientados
a propósito por unos misteriosos «
ángeles»… y mediante una columna de fuego. Según el Éxodo:
“En
esto, alzándose el ángel de Dios que iba delante del ejército de los
israelitas, se colocó detrás de ellos, y con él juntamente la columna de
nube, la cual, dejada la delantera, se situó a la espalda, entre el
campo de los egipcios y el de Israel; y la nube era tenebrosa (por la
parte que miraba a aquéllos) al paso que (para Israel) hacía clara la
noche, de tal manera que no pudieron acercarse los unos a los otros
durante todo el tiempo de la noche”.
Esa nube no sería un meteoro casual, ya que Moisés manifiesta expresamente que la «
columna de nube y fuego» era una señal de guía para los israelitas: “
E
iba el Señor delante para mostrarles el camino, de día en una columna
de nube y por la noche en una columna de fuego, sirviéndoles de guía en
el viaje, día y noche”. Nunca faltó la columna de nube durante el
día, ni la columna de fuego por la noche delante del pueblo. Los
fenómenos meteorológicos casuales son esencialmente transitorios; podrán
presentarse durante minutos, o durante horas si se quiere, pero no a lo
largo de meses y años. Fue una aventura tremenda la de conducir a
miles de seres humanos, mujeres, niños, ancianos, hombres y jóvenes por
una región donde no hay frutos silvestres ni caza de que alimentarse.
Los problemas de abastecimiento han hecho fracasar incluso a ejércitos
modernos. Los naturalistas británicos George Sassoon y Rodney Dale
reconstruyeron el
‘Antepasado de los Días» con arreglo a las
descripciones del Zohar. Según su opinión, se trataba de una máquina
capaz de producir un alimento albuminoide, el maná, por síntesis
partiendo de algas irradiadas.
En los desiertos cálidos, con su
ambiente poco propicio al desarrollo de la vida, las temperaturas
varían entre 58 grados centígrados y —10 grados centígrados. La
precipitación media anual apenas llega a los diez centímetros. Allí la
naturaleza no produce nada susceptible de aliviar el hambre de un grupo
numeroso de gente. Y sin embargo, Moisés no tuvo reparos en lanzar a su
pueblo a través del interminable desierto abrasado bajo el sol. Parece
que los “
dioses” extraterrestres proveyeron de alimentos a los israelitas y que Moisés lo sabía de antemano. Pues «
el Señor» que se le había aparecido en medio de una «
zarza ardiente»
le facilitó una máquina maravillosa que iba a librarle del problema
para todos los años que durase la migración. Según George Sassoon y
Rodney Dale, durante la noche almacenaba el agua recogida del rocío y la
mezclaba con algas microscópicas del tipo
Chlorella para
producir cantidades ilimitadas de alimento. La síntesis de materia
alimenticia a partir del agua y de las algas verdes se operaba por
irradiación.
Pero la irradiación supone que hay una fuente de energía. ¿De dónde
sacarla en medio del desierto? Según las investigaciones actuales
seguramente fue un reactor nuclear en miniatura. El aparato mostrado por
«
el Señor» a Moisés en la montaña sagrada parece que no podía
permanecer expuesto al aire libre. Quizá le perjudicasen las tempestades
de arena del desierto, o las elevadas temperaturas a mediodía. También
es posible que no conviniera permitir que el pueblo del éxodo viese la
extraña máquina de donde salía su alimento. Sea como fuere, el caso es
que construyeron para la misma un Arca, es decir un recipiente seguro,
realizado sobre prototipo y con arreglo a especificaciones definidas.
Por consiguiente, el Arca
no era la máquina del maná, sino sólo
el contenedor que servía para guardarla y transportarla. Durante los
descansos prolongados, la máquina se guardaba en una tienda. Dada la
peligrosidad de la radiación, el Arca no se colocaba nunca en medio del
campamento. Moisés lo puso lejos, fuera del campamento, y lo llamó
Tabernáculo de la Alianza.
Uno de los conceptos más fundamentales que se desarrollan en toda la
Escritura lo constituye el hecho de que Yahveh está preparando una
habitación para residir en medio del hombre. Las religiones en general
se centran en ir a Dios, pero la Biblia nos asegura que Yahveh es el que
viene a nosotros, es decir, a este mundo. El diseño del tabernáculo nos
permite ver aspectos muy importantes de su venida. El Tabernáculo con
sus detalles fueron revelados a Moisés en el Monte Sinaí. Pareciera que
lo que Yahveh mostró a Moisés fue una visión del trono de Dios y de la “
Nueva Jerusalén”
para que Moisés hiciera un registro minucioso de lo observado. Este
registro sirvió posteriormente para definir las especificaciones mismas
del tabernáculo. El tabernáculo o tienda de reunión se situaba en medio
de las tribus de Israel. Tres tribus por lado acampaban alrededor del
tabernáculo. Una pared hecha de cortinas separaba el tabernáculo del
pueblo mismo. Dentro del área se encontraba el altar de bronce, el
lavatorio y el “
Mikdash“.
El lugar del
Mikdash, es el sitio mas sagrado del mundo. En hebreo, la palabra
Mikdash (
Templo) proviene de la palabra
Kodesh (
Sagrado). Este lugar es la raíz de la creación, la raíz de la vida. Otra razón por la que llamamos al
Mikdash raíz de vida, es que aquí se creo al primer hombre:
Adam (
Adán). Por lo tanto, una persona que no esta ritualmente pura, no debe subir al
Mikdash. Hay que tomar en cuenta, que incluso dentro del
Mikdash, hay diferentes niveles de
Kedusha (
santidad). El primer nivel, es la subida al
Monte del Templo. Para subir de manera pura, basta con la sumersión en la
Mikve (
baño ritual), de manera correcta y
Kasher (o sea, apegarse estrictamente a las leyes de la Tora). Esta es la manera en que rectificamos y nos purificamos. Otro nivel de
Kedusha (
santidad) del
Monte del Templo se fija por el
Soreg (pared externa divisoria, que rodea el
Mikdash),
y aquellos que se encuentran impuros por contacto con un cadáver, o que
no pertenecen al pueblo de Israel, tienen prohibido pasar este nivel.
Según Sassoon y Dale, siguiendo las orientaciones del Zohar, el «
Antepasado de los Días»
funcionaba durante seis días seguidos en turno matutino, produciendo
maná sin problemas de ninguna clase. El séptimo día aparentemente se
destinaba al mantenimiento de la máquina. Estos trabajos de
mantenimiento corrían a cargo de los levitas, instruidos por Aarón, el
hermano de Moisés. Aarón había acompañado a Moisés en el Monte, y sin
duda recibió instrucciones: “
El Señor le dijo: Anda, baja; después
subirás tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasen
los límites ni suban hacia donde está el Señor, no sea que les quite la
vida”. Parece que los acompañantes extraterrestres del pueblo
israelita se propusieron separar de su medio a este grupo humano. Cuando
su vehículo espacial hubo aterrizado en la montaña, su comandante
ordenó expresamente a Moisés que construyera una cerca alrededor del
punto de aterrizaje, a fin de que nadie pudiese acercarse: “
Baja e
intímale al pueblo que no se arriesgue a traspasar los límites para ver
al Señor, por cuyo motivo vengan a perecer muchísimos de ellos...”. Dijo entonces Moisés al Señor: “
No
se atreverá el pueblo a subir al monte Sinaí, puesto que tú me has
intimado y mandado expresamente: Señala límites alrededor del monte y
santifícale”.
Aparentemente, el pequeño grupo de “
ángeles” extraterrestres
hizo una clara demostración de su poder mediante una columna de fuego
móvil o con el exterminio del ejército egipcio. Por lo que se explica en
el Éxodo, la nave espacial expelía gases ardientes y producía un
estruendo ensordecedor, ya que todo el monte Sinaí estaba humeando por
haber descendido a él el Señor entre llamas. Subía el humo como de un
horno, y todo el monte causaba espanto. De la nave espacial fue
descargada una máquina productora de alimento, y entregada a Moisés y
Aarón. Durante los transportes, la máquina era guardada en un
recipiente, el
Arca del Testamento o Alianza, que se cargaba en
una carreta de bueyes. Pero no debía pesar más de trescientos
kilogramos, pues se citan algunos casos en que fue trasladado por
hombres con ayuda de pértigas. Las personas que, por descuido,
permanecían demasiado cerca del aparato, enfermaban, padecían vómitos y
les salían llagas y eczemas, muy propio de personas que han estado bajo
fuertes readiaciones. Nadie sabía lo que se transportaba en el Arca, ya
que al pueblo sólo se le dijo que los alimentaba «
el Señor».
El Tabernáculo donde estaba el Arca servía para guardar el secreto. Los
levitas, después de recibir formación especial, atendían al servicio de
la máquina revestidos con ropas apropiadas. Pero tampoco ellos conocían
los principios en virtud de los cuales funcionaba. Tenían miedo de ella,
pues en algunos de los accidentes también murieron sacerdotes. ¿Qué se
hizo del «
Arca de la Alianza»?
De las descripciones
del Éxodo se desprende que la máquina funcionó mientras estuvo
correctamente atendida. Pero una vez conquistada la Tierra Prometida ya
no fue necesaria, pues allí corría «
leche y miel» a raudales, permitiendo introducir un poco de variación en la monótona dieta.
Sin embargo, parece había corrido el rumor de que los emigrantes
superaron la travesía gracias al artilugio extraño que los proveía de
alimento. Por ello, distintos soberanos deseaban poseer la máquina
maravillosa. Ya hemos visto la derrota de los israelitas a manos de los
filisteos y cómo éstos capturaron la máquina, teniendo que devolverla
luego en vista de los muchos accidentes que acarreaba. ¿Dónde quedó la
máquina, después de ser depositada en Betsamés? Durante veinte años, al
menos, permaneció inmovilizada y fuera de servicio en una choza: “
Vinieron,
pues, los de Cariatiarín (Kirjath-Jearim) y transportaron el Arca del
Señor, y la colocaron en casa de Abinadab, que habitaba en la colina
(Gabaa) consagrando a su hijo Eleazar para que cuidase del Arca del
Señor. Y sucedió que desde el día en que el Arca del Señor llegó a
Cariatiarín pasó mucho tiempo (pues era ya el año vigésimo), y toda la
casa de Israel gozó de paz siguiendo al Señor”. Fue Saúl, primer
rey de Israel, que vivió hacia el año 1000 a.C, quien recordó a su yerno
David (1013-973 a.C.) la existencia del Arca. Cuando David empezó a
interesarse por el misterioso artefacto, éste se hallaba todavía en la
choza de Abinadab, tal como fue entregado. David, en efecto, sintió
interés, pero no tanto que se molestase en reservar al Arca un lugar
digno en el palacio que precisamente estaba construyéndose. A lo mejor
le hicieron temer algo las extrañas historias que aún corrían por el
país, o quizá no le diese tanta importancia como para asignarle un lugar
especial. En todo caso, se lo pensó bastante antes de obedecer a la
sugerencia de su suegro y ponerse en camino con treinta mil hombres
hacia Gabaa, en Judea, «
para traerse el Arca de Dios».
Pero durante el transporte ya se produjo un accidente: “
Y
pusieron el Arca de Dios en un carro nuevo, sacándola de la casa de
Abinadab, que habitaba en Gabaa; siendo Oza y Ahio, hijos de Abinadab,
los que iban guiando el carro nuevo. Luego que sacaron el Arca de Dios
de la casa de Abinadab, en cuya custodia estaba en Gabaa, Ahio iba
delante del Arca… Más así que llegaron a la era de Nacón, extendió Oza
la mano hacia el Arca de Dios, y la sostuvo, porque los bueyes coceaban y
la habían hecho inclinar. Y el Señor, indignado en gran manera contra
Oza, castigóle por su temeridad, y quedó allí muerto junto al Arca de
Dios”. Es curioso que tras veinte años de inutilización, la máquina
aún produjese fuertes descargas eléctricas. Por tanto, el reactor aún
generaba energía. Superados algunos pequeños inconvenientes técnicos, el
Arca y su contenido llegaron por fin a Jerusalén, lo cual causó tanto
júbilo al rey David que se puso a bailar de alegría, desnudo y dando
saltos ¿Acaso pretendía obtener maná para el aprovisionamiento de su
pueblo? Por grande que fuese su satisfacción por poseer el Arca, David
no se decidió a guardarla en palacio ni ordenó construir ningún templo a
tal fin: “
Introdujeron pues el Arca del Señor y la colocaron en su sitio, en medio del tabernáculo que le había mandado levantar”.
Una vez más se hace el silencio alrededor del misterioso objeto. Fue el
sucesor de David, el rey Salomón (aproximadamente 965-926 a.C), quien
hizo instalar el Arca en el
Sancta Sanctorum, un
recinto del Templo dotado de un blindaje especial. Allí permaneció sin
ser tocada durante trescientos años, a pesar de todas las guerras y
revoluciones que tuvieron lugar en el reino israelita. En ese lapso de
tiempo, el Templo fue saqueado por lo menos cuatro veces; los asaltantes
se llevaron tesoros de piedras preciosas y oro… pero sorprendentemente
no tocaron el
Arca de la Alianza. No vuelve a ser mencionada en
ninguna crónica. Y eso que los saqueadores se llevaron cosas de menos
importancia, además de las joyas. ¿Acaso desconocían la existencia del
Arca? ¿Temían su misterioso contenido? ¿O quizá los israelitas
trasladaron a otro lugar, celosamente oculto, el preciado recuerdo de su
propio éxodo a través del desierto? ¿Tal vez nadie sabía dónde estaba?
¿No será ésta la razón de que la pista se borre durante tanto tiempo?
En todo caso, y según los últimos indicios, el Arca había dejado de tener importancia para sus propietarios: “
Colocad
otra vez el Arca en el santuario del templo, edificado por Salomón,
hijo de David, rey de Israel; porque ya no la tendréis que llevar más” (Crónicas) . Salomón fue el segundo de los hijos que tuvieron el rey David y Betsabé. En la
Biblia,
el profeta Natán informa a David que Dios ha ordenado la muerte a su
primer hijo como castigo por el pecado del rey, quien había enviado a la
muerte a Urías, marido de Betsabé, para casarse con su esposa Según
Samuel: «
Has hecho blasfemar a los enemigos de Dios».
Tras una semana de oración y ayuno, David supo la noticia de la muerte
de su hijo y consoló a Betsabé, quien inmediatamente quedó embarazada,
esta vez de Salomón. La historia de Salomón se narra en el
Primer Libro de los Reyes y en el
Segundo Libro de las Crónicas.
Sucedió a su padre, David, en el trono de Israel hacia el año 970 a. C.
Su padre lo eligió como sucesor a instancias de Betsabé y Natán, aunque
tenía hijos de más edad habidos con otras mujeres. Fue elevado al trono
antes de la muerte de su padre, ya que su hermanastro Adonías se había
proclamado rey. Adonías fue más tarde ejecutado por orden de Salomón, y
el sacerdote Abiatar, partidario suyo, fue depuesto de su cargo, en el
que fue sustituido por Sadoc. Del relato bíblico parece deducirse que a
la ascensión de Salomón al poder tuvo lugar una purga en los cuadros
dirigentes del reino, que fueron reemplazados por personas leales al
nuevo rey.
En la Bibliase dice del rey Salomón que heredó un inmenso imperio
conquistado por su padre David que se extendía desde el Nilo, en Egipto,
hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Asimismo poseía una gran
riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un sistema de 12
distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a “
la hija del faraón“.
Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes
proyectos de construcción, incluyendo: el Templo, el Palacio Real, las
murallas de Jerusalén, las ciudades reales de Meguido, Hazor, y Gezer,
así como las ciudades para almacenes, para sus jinetes y para sus
carros, a lo largo de su imperio. Para ser consistentes con el modelo
de otras culturas de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro en el
antiguo Próximo Oriente (egipcios, babilónicos, asirios, e hititas),
sería de esperar que numerosos documentos, artículos, e inscripciones en
edificios o monumentos públicos hubieran sido dejados por este gran rey
o, más tarde, por sus descendientes en su honor. Pero,
sorprendentemente, todavía no se ha encontrado ningún artículo de
cualquier clase que lleve su nombre. Las ciudades de Hazor, Meguido y
Gezer han sido excavadas extensamente hoy en día. Se encontró en cada
una de estas ciudades un estrato que contenía grandes palacios, templos y
fortificaciones. No se ha hallado el nombre de Salomón, pero en cambio
sí se ha encontrado el cartucho del faraón de la XVIII Dinastía
Amenhotep III. En Jerusalén no ha sido posible excavar en el
Monte del Templo,
pero las extensas excavaciones realizadas en la ciudad, incluso en las
áreas adyacentes al monte del templo, no han revelado la existencia de
ningún palacio salomónico.
Es más, la excavación del Millo
ha revelado (según la alfarería encontrada en él) que su construcción
original también fue contemporánea del reinado de Amenhotep III de la
XVIII Dinastía egipcia.
Amenhotep III, conocido en tiempos antiguos como el “
Rey de Reyes” y “
Señor de Señores“,fue
un faraón de la gloriosa XVIII Dinastía de Egipto. Al igual que
Salomón, heredó un inmenso imperio cuya influencia se extendía
literalmente desde el Nilo al Éufrates.En contraste con el imperio de
Salomón, el imperio de Amenhotep es indiscutible. Los edificios,
monumentos, documentos, artículos, y otros numerosos vestigios de su
reinado son universales e incomparables, con la posible excepción de los
que dejó el faraón de la XIX Dinastía, Ramsés II. El reinado completo
de Amenhotep III fue consagrado a la construcción de monumentos a lo
largo de Egipto, Canaán y Siria. Aparte del templo más glorioso de la
antigüedad en Luxor,construyó otros muchos templos de diseño similar a
lo largo de Egipto y en el resto de su imperio,
incluso en
las ciudades fortificadas cananeas de Hazor, Meguido, Gezer, Laquis y
Betseán.Según los registros egipcios, el padre de Amenhotep, Thutmosis
IV, y su abuelo Amenhotep II deportaron a unos 80.000 cananeos. Los
habitantes cananeos de Gezer fueron específicamente incluidos en esta
deportación. Fue durante el reinado de Amenhotep III cuando Gezer y
otras ciudades principales de Palestina fueron fortificadas como las
guarniciones reales egipcias y se las dotó de refinados templos y
palacios. La Biblia dice que durante los días de Salomón, el faraón de
Egipto capturó la ciudad cananea de Gezer y se la regaló a su hija como
dote de su matrimonio con Salomón (
Reyes).
Era una costumbre obligatoria para Amenhotep III casarse con “
la hija del faraón”
para asegurarse el trono. Esto es precisamente lo que hizo cuando se
casó con Sitamon, la hija de su padre, el faraón Thutmosis IV.
La red de ciudades fortificadas de la XVIII Dinastía egipcia también
incluía a Jerusalén. Si las construcciones de Amenhotep III en Gezer,
Hazor, Meguido y otras guarniciones son alguna muestra, entonces
Amenhotep indudablemente edificó un magnífico templo en el venerado
Monte del Templo de Jerusalén. La estructura adyacente al
Monte del Templo de Jerusalén, conocida tradicionalmente como los “
establos de Salomón“,
es consistente con la arquitectura de las ciudades fortificadas de
Amenhotep. La arqueología también ha confirmado que durante su reinado
se guardaron carros en estas ciudades en grupos de entre treinta a
ciento cincuenta cada uno.Las antiguas minas de Timna, en el desierto
del Neguev, conocidas como las “
minas de Salomón” en realidad
son anteriores a Salomón en unos trescientos años, según la cronología
convencional, datándolas una vez más en los tiempos de Amenhotep III.
Cobre de Timna, oro del Sudán,otros metales preciosos, joyas y piedra de
alta calidad fueron utilizados en gran abundancia en los templos de
Amenhotep, así como en los de Salomón. Una estela del templo funerario
de Amenhotep alardea de que el templo fue “
embellecido por todas
partes con oro, su suelo brilla como la plata… con estatuas reales de
granito, de cuarcita y de piedras preciosas“. La cantidad de
materiales empleados en otro templo construido por Amenhotep es también
“asombrosa: 3,25 toneladas de electro, una aleación de plata y oro, 2,5
toneladas de oro, 924 toneladas de cobre. Se dice que la satisfacción
más grande del Salomón bíblico fue el reto de completar sus grandes
proyectos (
Eclesiastés). Lo mismo se dijo de Amenhotep III. En un texto egipcio real del periodo se lee, “
He
aquí que el corazón de su Majestad estaba satisfecho con la
construcción de monumentos muy grandes, como los cuales nunca se habían
hecho realidad desde las primeras edades de las Dos Tierras“. Sólo
un rey enormemente rico de un imperio bastante estable podría construir
tan espléndidamente y en muchos sitios tan distribuidos en la
antigüedad.
Amenhotep III fue indiscutiblemente el rey más rico de la antigüedad.
La realización de tales magníficos proyectos requirió el mantenimiento
de una considerable y constante fuente de trabajo y de ingresos que se
extendía a lo largo de un periodo de muchas décadas. La administración y
el sistema de impuestos de Amenhotep, con sus 12 distritos, es idéntico
al de Salomón que se describe en la Biblia (
Reyes). Amenhotep
también se dedicó a redescubrir la sabiduría, los misterios y las
tradiciones de las dinastías egipcias anteriores. Se ha establecido una
fuerte relación entre los “
Proverbios de Salomón” de la Biblia y las “
Máximas de Amenhotep III” encontradas en Egipto.
Además
de los proyectos ya mencionados, Amenhotep construyó también un palacio
completamente nuevo en Tebas. La nueva residencia real incluía todos
los elementos contenidos en el palacio de Salomón que se describe en la
Biblia (
Reyes), a saber: una casa fabricada casi completamente
de cedros del Líbano (construida para la fiesta del Jubileo de
Amenhotep); una sala de columnas con una terraza en la fachada y rodeado
por un patio de columnas; un salón del trono construido con muchas
columnas de madera y cuyo suelo era la escena de un lago pintado
(idéntico al que cruzó maravillada la reina de Saba cuando se acercó al
trono de Salomón, como se describe en el Corán); un palacio separado
construido para Sitamon, “
la hija del faraón“; un palacio real
(consistente en su propia residencia, la residencia de su Gran Esposa,
Tiye, y una residencia para el harén real). Amenhotep, como Salomón, fue
incansable en la persecución de mujeres para su harén, especialmente de
mujeres extranjeras y hermosas, tanto de origen regio como humilde. El
harén de Amenhotep incluía a dos princesas de Babilonia, dos princesas
de Siria, dos princesas de Mitani, y como el harén de Salomón, incluía a
una princesa de cada una de las siete naciones enumeradas en Reyes.
Como el rey más poderoso de Oriente Medio,
Amenhotep
no envió a cambio a ninguna de sus propias hijas a otros reyes, ni lo
hizo ningún otro faraón de esta dinastía (ni probablemente ningún otro
en toda la historia de Egipto). Denegó específicamente una petición del
rey de Babilonia para una esposa egipcia. De forma pretenciosa, la
Biblia da énfasis a la pretendiente egipcia de Salomón, pero no menciona
que Salomón tuviera alguna esposa hebrea. Roboam, del que se dice haber
sucedido a Salomón, fue el hijo de una princesa amonita. La corte de
Amenhotep III era extremadamente liberal, y reflejaba cada posible
exceso de un reinado poderoso y seguro. El erotismo en el arte y en la
vida de la corte alcanzó su plenitud durante el reinado de Amenhotep. La
famosa pintura mural de las “
bailarinas desnudas” data del reinado de Amenhotep.Al igual que Salomón, Amenhotep “
no negó a sus ojos ninguna cosa que desearan” y “
apartó su corazón de cualquier placer” (
Eclesiastés).
Sin embargo, los últimos años de los treinta y ocho del reinado de
Amenhotep no fueron agradables. Los largos años de indulgencia habían
pasado factura y tuvo muchas dolencias. Como gesto compasivo, su cuñado
le envió un ídolo de la diosa Ishtar (Astoret). La conclusión es que la
historia de Salomón fue tomada después y específicamente de la vida de
Amenhotep III. El mismo nombre de Salomón, que literalmente significa “
paz” o “
seguridad“,
apunta a Amenhotep III, cuyo largo y penetrante reinado en el siglo XIV
a. C. no incluyó ninguna gran campaña militar, pero se caracterizó por
una estabilidad sin precedentes a lo largo del Próximo Oriente. Después
de la XVIII Dinastía egipcia, la región entre los dos grandes ríos no
fue controlada de nuevo por ningún poder individual hasta el imperio
asirio de Asurbanipal (el nieto de Senaquerib), que invadió Egipto y
saqueó Tebas en el siglo VII a. C., y el imperio de Ciro, de Persia, en
el siglo VI a. C., que también conquistó Egipto y lo convirtió en una
provincia persa.
No hay ningún indicio de ningún imperio de estos tiempos que
controlara esta región y cuya capital fuese Jerusalén.Se dice que
Salomón tuvo “
mil cuatrocientos” carros (
Reyes). Esto
representa un ejército prodigioso según los cánones antiguos, y el cual
sólo pudo haber sido reunido en un largo periodo de tiempo por una
civilización estable. A pesar de eso, se nos dice que sólo cinco años
después de la muerte del gran rey Salomón, el faraón egipcio Sisak y sus
aliados invadieron Judá y capturaron sus ciudades fortificadas con poca
o ninguna resistencia militar. La Biblia añade que la misma Jerusalén
fue perdonada sólo después de entregar a Sisak la totalidad de las
riquezas acumuladas por el rey Salomón. La rapidez con la que se
estableció el imperio de Salomón, como se describe en la Biblia, y la
facilidad con la que fue sometido después al poder extranjero en un
corto plazo de tiempo, tampoco es consistente con el modelo fijado para
otras grandes civilizaciones antiguas. Leemos en la
Biblia, “
Yahvé se apareció á Salomón… y le díjo: Pide
lo que quisieres que yo te dé. Y Salomón dijo:… Da pues á tu siervo un
corazón dócil para juzgar á tu pueblo, para discernir entre lo bueno y
lo malo [para poder gobernar. Y respondió Dios: lo he hecho conforme á
tus palabras: he aquí que te he dado corazón sabio y entendido” Cabe destacar que dicha Sabiduría estaba basada en seguir los mandamientos o estatutos
: “
Salomón amó a Yahvé, andando en los estatutos de su padre David“. Él tenía muy claro que “
La Ley de Yahvé hace sabio al ingenuo“. A ese tipo de sabiduría se refería el profeta Baruc: “
Él [Dios] halló todos los caminos de la sabiduría, y la ha dado a Jacob, su siervo, a Israel, a quien ama. Así apareció en la tierra la sabiduría y ha vivido con los hombres.
”. También el apóstol Pablo habla de ella: “
Hablamos
sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este
siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos
sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, …la que ninguno de
los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido,
nunca habrían crucificado al Señor“.
Esa “rectitud” y “justicia” que se difundía en la sociedad al aplicar
la Ley de Dios lograba la prosperidad del reino de Salomón, alcanzando
el mayor esplendor de la monarquía israelita. Mantuvo en general la paz
con los reinos vecinos, y fue aliado del rey Hiram I de Tiro, quien le
auxilió en muchas de sus empresas. Emprendió numerosas obras
arquitectónicas, entre las que destaca por encima de todas la
construcción del
Templo de Jerusalén como lugar para la permanencia del
Arca de la Alianza,
aunque destaca también la erección de un fabuloso palacio y la
construcción de un terraplén que unía el templo con la ciudad de
Jerusalén. En sus construcciones participaron un gran número de técnicos
extranjeros, como albañiles y broncistas de Tiro o carpinteros de
Gebal. Entre todos ellos destacaba el arquitecto Hiram, y se importaron
lujosos materiales procedentes de Fenicia. Durante el transcurso de su
reinado la monarquía hebrea tuvo su momento de mayor prosperidad y el
esplendor de su nación llamó la atención de la reina de Saba. Se hablaba
también del llamado
Juicio de Salomón. Gobernante y pueblo se regían bajo la
Ley de Yahvé. Finalmente se había establecido el Reino de Dios en la tierra: “
Salomón …en el trono del reino de Yahvé sobre Israel…
Y se sentó Salomón por rey en el trono de Yahvé en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel”. Vivían ‘
siguiendo los preceptos del Señor’.
Dios les concedía tranquilidad en sus fronteras y el orden y la
alegría dominaban. No obstante, para consolidar el poder político de
Israel en la región, contrajo matrimonio con una de las hijas del faraón
del Antiguo Egipto: Siamón. Salomón se fue rodeando de todos los lujos y
fue adquiriendo la grandeza externa de un monarca oriental. Esto hizo,
sin embargo, que en la segunda mitad de su reinado cayera en la
idolatría, inducido por sus numerosas esposas extranjeras. De acuerdo
con Reyes, «
tuvo, contrariando la Ley, setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas, y esas mujeres le desviaron el corazón».
La seguridad interna y el control de las vías de comunicación habían
facilitado una amplia expansión del comercio hebreo. Se dice en la
Biblia
que sus naves llegaron hasta Ofir, en algún lugar del Mar Rojo, donde
cargaron 14.300 kg de oro. Tanto el rey como el pueblo se dedicaron a
comerciar. Pero fueron atrapados por el ansia de riquezas y cayeron en
el materialismo. Aquí se dio el punto de inflexión hacia un modo de vida
que posteriormente sería causa de reproches por parte de los profetas: “
andan descarriados, todos se han pervertido. No hay quien practique el bien, no hay ni uno”. En vez de administrar justicia, los propios hebreos… “
oprimían
a los pobres, acechaban a las personas. Sus casas estaban llenas de
fraudes; con esos fraudes se han engrandecido y se han hecho ricos…”.
En las transacciones, el rey demostraba que ya no era justo. Reavivó
el tema de la esclavitud en los infieles y permitió sacerdotes que en
muchos casos eran indignos. Se dotó de equipamiento de guerra, tales
como carrozas y caballos. Aquél pecado de Salomón, “
priorizar la obtención de riquezas por sobre la Ley de Dios”,
fue la causa de que a su muerte se dividiera el reino de Israel. La
división de Israel era inexorable, pero ocurriría en la generación de su
hijo. Pero aunque cometió este pecado de caer en la vanidad y la
soberbia, se arrepintió y luego escribió el
Libro de Eclesiastés para aconsejar a otros a que no siguieran su ejemplo. Allí menciona «
vanidad de vanidades, todo es vanidad»
y esto se refiere a su vida inicua. Salomón escribe este libro como un
testimonio y ejemplo de que las cosas de este mundo no son duraderas. Le
sucedió su hijo Roboam, cuya madre era Naamá, de origen ammonita. Pero
pronto, la parte norte aparecería como rebelde, estando formada por 10
de las doce tribus de Israel. En realidad todas excepto Judá y Benjamín.
Así quedaría dividido el reino.
La reina Hatshepsut reinó durante 17 años, gobernando Egipto en la
época de un nuevo renacimiento. Y su sucesor, Tutmosis III, fue uno
de los faraones más importantes de Egipto, habiendo sido superado
únicamente por Ramsés II, durante la siguiente dinastía. El templo de
Hatshepsut, construido sobre terraplenes en el Valle de los Reyes, tiene
dos rampas que lo conectan entre sí y su arquitectura modular es mucho
más avanzada que cualquier otra de su época. La espectacularidad y
adaptación al entorno donde está colocado lo hacen quizás el templo más
sofisticado e importante de Egipto, compitiendo en popularidad solamente
con Abú Simbel. Existe una coincidencia entre esta arquitectura modular
y la descrita por Platón en relación a los edificios atlantes. La
arquitectura inca en Perú y los edificios modulares de la cultura
azteca en Uxmal presentan un sistema arquitectónico común. De acuerdo
con la teoría propuesta por Velikovsky, se identifica a Hatshepsut con
la legendaria reina de Saba, que fue la soberana que sedujo con sus
encantos e inteligencia al rey Salomón A ella se refieren sus cánticos
cuando exalta a la mujer, presentándola como el mayor tesoro del hombre
si es virtuosa. La reina de Saba por su parte, había asesinado a su
primer marido, un malvado ministro de la época del reinado de su padre,
siendo tan grandes sus encantos y su inteligencia que logró eclipsar a
las 700 esposas y 300 concubinas del rey Salomón. Según la leyenda,
tenía las piernas peludas y un pie de cabra, lo que coincide
curiosamente con algunas imágenes de la época sumeria representando a
dioses, que fue sanado al pisar un espejo de vidrio que simulaba agua.
Esta fue una trampa de Salomón para obligarla a levantarse la falda a
fin de no mojarla cuando tuvo que cruzarlo. El templo funerario de
Hatshepsut parece haber sido utilizado por el mismo rey Salomón para
guardar parte de sus inmensas riquezas en el corazón de la montaña. Pero
no se ha encontrado aún ninguno de los legendarios tesoros de Salomón y
de la reina Hatshepsut.
Es posible que el Arca se perdiese durante la destrucción de
Jerusalén (586 a.C). Hay que seguir esta pista, pero antes tenemos que
resumir los hechos. La máquina había dejado de producir maná y no había
nadie que la cuidase. A pesar de su prolongada inmovilización, la
máquina todavía funcionaba, dando una tensión eléctrica de valor
suficiente para fulminar a Oza, un joven encargado del cuidado del arca,
que quiso sujetarla durante un bamboleo para que esta no se estrellase
contra el suelo. Los reyes Saúl, David y Salomón tuvieron miedo del Arca
y la ocultaron. Al correr del tiempo, el Arca perdió la significación
religiosa que había tenido durante la travesía del desierto, ya que los
extraterrestres, evidentemente, se habían marchado. En tiempos del
profeta Jeremías (627-585 a.C.) y de su contemporáneo Ezequiel, los
extraterrestres parece que regresaron súbitamente. Jeremías recibió la
orden de hacer desaparecer el aparato, que aún seguía emitiendo una
peligrosa radiactividad. Jeremías, uno de los profetas mayores del
Antiguo Testamento, era un personaje incómodo. Nacido en la pequeña
ciudad de Anatot, al norte de Jerusalén, de estirpe sacerdotal, pronto
se hizo muy impopular entre sus contemporáneos por censurar su
idolatría, exhortarles a la penitencia y criticar sus malas costumbres.
En pocas palabras, obligaba a sus paisanos a mirarse en un espejo, en
el que no se veían muy favorecidos. Como todos los profetas, Jeremías
tuvo buen olfato. Predijo la ruina de Israel y la destrucción del Templo
de Jerusalén. Fácilmente se comprenderá que las prédicas de Jeremías
gustasen poco o nada al rey de Judá, Joaquín (608-598 a.C). Tan pronto
como éste subió al trono, Jeremías pronunció uno de sus más incendiarios
discursos en el atrio del Templo, con frases lapidarias que causaron
gran impresión al auditorio. Jeremías molestaba, y por eso se trató de
suprimirle o por lo menos de silenciarle.
Con el país de mal en peor, al astuto Jeremías se le ocurrió una idea
genial: en el año 605 a.C. solicitó que sus discursos fueran apuntados
por su secretario y discípulo Baruc, al objeto de asegurar su difusión.
Un año más tarde, con motivo de haberse convocado la celebración de un
ayuno, Baruc leyó los discursos de Jeremías ante el pueblo reunido en
asamblea en el Templo. Los funcionarios se pusieron furiosos, y
corrieron a dar parte al rey de lo ocurrido. Le quitaron a Baruc su
manuscrito y se lo dieron al rey Joaquín, quien, no menos furioso,
desgarró las hojas del libro y las arrojó al brasero que tenía en la
sala. A partir de entonces, Jeremías y Baruc se pasaron a la
clandestinidad y anduvieron escondidos. El rey Joaquín teóricamente era
vasallo de los egipcios. Pero Jeremías era partidario de los caldeos
(babilonios), y por consiguiente, enemigo de los egipcios. Joaquín
toleraba las costumbres idólatras, que se propagaban cada vez más en
Israel, mientras que Jeremías censuraba severamente aquellas malas
costumbres. Y no le fue difícil sublevar a sus paisanos, pues los
israelitas estaban sometidos al pago de fuertes tributos. El rey Joaquín
advirtió la oportunidad, se alió con los egipcios y congeló el pago de
las indemnizaciones de guerra. El rey de los caldeos, Nabucodonosor II
(605-562 a.C.) no era hombre que aguantase tal desplante, y envió desde
Siria un ejército que puso sitio a Jerusalén, logrando conquistarla el
año 597 a.C. En tan apurada situación, Joaquín envió un emisario al
odiado Jeremías. Pero éste no envió ninguna palabra de consuelo para el
rey, sino únicamente el ingrato consejo de que se rindiera
incondicionalmente a los babilonios. De pronto, apareció en escena un
ejército egipcio que intervino en la contienda. Así pues, los babilonios
tenían que luchar en dos frentes, contra los israelitas y contra los
egipcios. De momento pareció como si el hábil Jeremías se hubiera
equivocado con su pronóstico. Inicialmente los babilonios infligieron a
los egipcios una derrota completa y regresaron a sus posiciones de
asedio alrededor de Jerusalén.
Los enemigos de Jeremías en la corte convencieron a Joaquín para que
hiciera asesinar a Jeremías. El profeta fue arrojado al fondo de una
cisterna en la que bullía un fango espeso. Se trataba de hacerle perecer
miserablemente de hambre, lo que era una muerte lenta y desagradable.
Pero entre los consejeros del rey Joaquín estaba un joven funcionario
etíope llamado
Abdemelec. Gracias a su enorme ascendiente sobre el monarca, el
consejero pudo lograr que Jeremías fuera sacado de la cisterna, cuando
ya estaba a punto de morirse de hambre y frío. Pero el fin de Jerusalén
ya estaba cerca. los babilonios derribaron las murallas de la ciudad; el
rey Joaquín fue hecho prisionero y murió en el cautiverio. Su hijo
Jeconías sólo intentó reinar tres meses antes de rendirse también a los
babilonios. Diez mil hombres partieron hacia el exilio, incluyendo todos
los jefes militares y todos los hombres en edad de tomar las armas, así
como todos los cerrajeros y herreros. Sólo dejaron atrás al pueblo
llano. Los tesoros del Templo y del palacio real también fueron llevados
a Babilonia, y los utensilios de oro de Salomón fueron martillados en
el Templo mismo. Jeremías había recobrado definitivamente la libertad.
Pero, ¿qué se hizo del
Arca de la Alianza? Como decíamos
antes, Nabucodonosor conquistó Jerusalén para los babilonios en 597 a.C.
Ahora nos trasladamos al reinado de su hijo Baltasar, es decir a
mediados del siglo VI a.C, época en que ocurrieron acontecimientos muy
misteriosos.
El rey Baltasar daba un gran banquete a mil invitados de su corte.
Animado por el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre
se había llevado de Jerusalén. Entre gran jolgorio de los asistentes,
hizo que los llenaran para beber en ellos. Los invitados, alborozados y
llenos de vino, se apoderaron de aquellos objetos del culto. En medio de
la orgía sintieron un escalofrío que les corría por la espalda. En la
penumbra de la sala llena de humo apareció una mano que escribía en la
pared. Aparecieron unos dedos, como de mano de hombre, que escribían
enfrente del candelero, sobre la superficie de la pared de aquel regio
salón. Y el rey estaba observando los dedos de la mano que escribía. Se
le mudó al instante al rey el color del rostro y se le llenaron de
turbación los pensamientos que le venían. Gritó, pues, en alta voz el
rey que hiciesen venir a los magos caldeos y los adivinos… Esto es,
pues, lo que estaba allí escrito: “
Mane, Tecel, Fares” (
numerado, pesado y hallado falto)…
Aquella noche misma fue muerto Baltasar, rey de los caldeos. Pero
volvamos a Jeremías, ya que hay algo que no concuerda. Según la
declaración de su secretario Baruc, su amo recibió un aviso de no se
sabe qué «
ángel del Altísimo»
antes de que se acercara
el ejército de los babilonios. Dicho ángel, evidentemente bien
informado de los acontecimientos que estaban por venir, ordenó a
Jeremías que ocultase los paramentos sagrados que el Señor había
confiado a Moisés, para que no cayeran en manos del ejército babilonio.
Por consiguiente, lo que importaba al ángel
no eran los objetos
que luego presentó Baltasar a sus compañeros de orgía, sino
precisamente los aparatos que había custodiado Moisés durante la
travesía del desierto. Ahora bien, entre éstos figuraba el
Arca del Testamento o Alianza,
incluyendo la máquina productora de maná. Comprendiendo la gravedad de
la situación, Jeremías llamó en su ayuda a hombres vigorosos, entre
quienes aparece de nuevo su amigo
etíope Abdemelec. Sin que lo
supiera nadie, el grupo sacó los aparatos de la ciudad y los escondió en
una cueva. El hecho es que el Arca no cayó en manos de los babilonios,
pero desapareció sin dejar huellas.
En los textos canónicos, es decir los libros bíblicos bendecidos por
la Iglesia, no vuelve a ser mencionada nunca más. El Arca sólo aparece
ya en los libros sagrados ocultos
. La cadena de indicios no
continúa sino en los evangelios apócrifos, es decir, en las escrituras
sagradas que se mantienen en secreto. Desde el punto de vista cristiano,
los apócrifos no tienen valor de «
revelación», y eso que su estilo y su contenido no los diferencia en nada de los textos «
homologados». Uno de esos apócrifos es el libro segundo de los Macabeos, en el que leemos: “
Así
decía también el mismo libro, que por orden del Señor les intimó el
profeta a llevar el Tabernáculo del Testimonio y el Arca. Así pues,
cuando llegaron al monte adonde había subido Moisés, y visto que
hubieron la tierra de promisión, halló Jeremías una cueva; en ella
guardó el Tabernáculo y el Arca y el altar de los holocaustos, cubriendo
luego la entrada. Más algunos de los que le acompañaban quisieron poner
marcas en la entrada y dejar señas ante ella, pero ya no supieron
hallarla. Súpolo Jeremías y los reprendió diciéndoles: Este
lugar no debe ser conocido ni hallado por ningún hombre, hasta que el
Señor haya reunido de nuevo a su pueblo y le mire de nuevo con
benevolencia”. La
Mishná (“
estudio, repetición“),
es un cuerpo exegético de leyes judías compiladas, que recoge y
consolida la tradición oral judía desarrollada durante siglos desde los
tiempos de la Torá o ley escrita, y hasta su codificación a manos de
Rabí
Yehudá Hanasí, hacia finales del siglo II. El
corpus iuris llamado
Mishná, es la base de la ley judía oral o rabínica, que conjuntamente con la Torá o ley escrita, conforman la
halajá. A su vez, la
Mishná fue ampliada y comentada durante tres siglos por los sabios de Babilonia —
la Guemará—, en tanto la
Mishná original y su exégesis o
Guemará, recibieron conjuntamente el nombre de Talmud. Dice la
Mishná que
cierto día un sacerdote del Templo estaba buscando el Arca en las
afueras de Jerusalén, y que halló una gran piedra informe, cuya
existencia puso en conocimiento de sus colegas. Pero murió
misteriosamente antes de haber podido dar la localización concreta de su
hallazgo. La Mishná es la parte del Talmud que contiene “
la relación de las leyes“, por lo que los sacerdotes vinieron a saber que
allí permanecía oculta el Arca de la Alianza.
Según la
Mishná, los sacerdotes la suponían escondida en
algún lugar próximo a Jerusalén, como indicaba la misteriosa muerte de
uno de los suyos, atribuida por ellos al Arca. Las informaciones
disponibles sugieren que en tiempos de Jeremías hubo actividad de
extraterrestres en nuestro planeta. Jeremías recibió un aviso anticipado
del «
ángel del Señor», y su escribiente, Baruc, consigna que hubo «
resplandores en el cielo».
Asimismo, en la misma época tenemos el testimonio del profeta Ezequiel
sobre su encuentro con una supuesta nave espacial. El secretario y
amigo de Jeremías, Baruc, dice en el texto apócrifo «
Epílogo al libro de Baruc»
que el etíope Abdemelec tuvo un encuentro con supuestos
extraterrestres. Lo cual nos conduce a la hipótesis de que el grupo de
extraterrestres era de reducido número y no intervino en los combates
para ayudar a ninguna de las tres partes en contienda. Evitaban
mostrarse a grupos humanos demasiado numerosos. Por razones que
desconocemos, la expedición extraterrestre no pudo encargarse de hacer
desaparecer el Arca con la máquina del maná. Lo cierto es que los
extraterrestres no deseaban que el Arca fuese a parar a manos de los
babilonios. Por ello rogaron a Jeremías que reuniese a los más adictos
para ocultar el disputado objeto. Pero la acción nocturna no pudo
llevarse a cabo sin cómplices entre los cuales estaba el
etíope Abdemelec.
Entre el aviso que recibió Jeremías y la llegada del ejército babilonio
medio muy poco tiempo. Jeremías no pudo habilitar un recinto a prueba
de saqueos, por lo que no le quedó más solución sino esconder el Arca en
una caverna natural. Teniendo en cuenta el peso relativamente
considerable del Arca, Jeremías y sus ayudantes tuvieron que pasar por
caminos, o al menos por sendas. Seguramente, y para no llamar la
atención, los expedicionarios utilizarían un carro de bueyes, como de
costumbre. Teniendo presente que la operación hubo de llevarse a cabo en
una noche,
una sola noche, no es probable que consiguieran
alejarse mucho de Jerusalén, ya que el ejército babilonio se acercaba
por el Oeste, es decir por lo que hoy es Jordania.
Parece que Jeremías conocía las propiedades del aparato y es posible
que incluso estuviera familiarizado con su manejo, pues ninguno de sus
ayudantes sufrió daño. Durante el camino, más tarde, murió un sacerdote
por haberse acercado demasiado. Los extraterrestres estaban al tanto de
la importancia de la máquina, pues de lo contrario no les habría
importado que cayera en manos de los babilonios. Mas no fue así, sino
que dieron orden de quitarla de en medio. ¿
Dónde escondió Jeremías el Arca de la Alianza? En
la accidentada geografía que rodea a Jerusalén no faltan buenos
escondrijos. Al este del lado de Genezaret el terreno es sumamente
quebrado y abundan las cuevas naturales, que serían refugios perfectos
para el Arca. Sin embargo, no es concebible que Jeremías y su pesado
cargamento consiguieran recorrer los ciento treinta kilómetros a vuelo
de pájaro. Teniendo en cuenta el trazado de los caminos en aquella época
y la lentitud de los bueyes, habría necesitado varios días para llegar a
la región del lago Genezaret. Incluso hubiera sido un error táctico
emprender esa dirección, pues se habría arrojado en los brazos de sus
enemigos. Aunque Jeremías hubiese buscado escondrijo en las cercanías
más inmediatas de Jerusalén, hoy estaría enterrado. No sabemos dónde
está depositada la máquina, ni si hemos de buscar una cueva o una
colina. Y lo que es peor, no volvemos a encontrar mención alguna del
Arca en los testimonios históricos. Se decía que el
etíope Abdemelec
había sido testigo presencial del traslado nocturno del Arca. ¿Tal vez
comentó lo de la máquina maravillosa cuando regresó a su país? Entre
los documentos de la tradición etíope figura la epopeya
Kebra Negest, lo cual significa algo así como «
Gloria de los Reyes». El
Kebra Nagast es
una crónica pretendidamente histórica de los reyes de Etiopía, que
remonta su genealogía hasta Menelik I, hijo del Rey Salomón y de la
Reina de Saba, y contiene una serie de tradiciones sobre la monarquía
etíope. Escrito en lengua
ge’ez, es considerado por los cristianos etíopes y el movimiento
rastafari como la verdadera historia del origen de la dinastía salomónica, así como de la conversión de Etiopía al cristianismo.
La mayoría de los estudiosos opina que se trata de una recopilación
realizada hacia el año 1300 d. C. de tradiciones muy anteriores.
Contiene no solo la historia de cómo la reina de Saba conoció a Salomón,
y sobre cómo el
Arca de la Alianza llegó a Etiopía con Menelik
I, sino también un relato de la conversión de los etíopes, desde la
adoración del sol, la luna, y las estrellas a la veneración del Dios de
Israel. A partir de las primeras expediciones portuguesas a Etiopía, en
los siglos XV y XVI, el libro fue conocido en Europa, y se realizaron
traducciones a las principales lenguas europeas. El
Kebra Nagast
está dividido en 117 capítulos, y podemos encontrar algunas de sus
escenas en otros textos religiosos. Edward Ullendorff califica su estilo
como “
un gran conflicto de ciclos legendarios“. El documento se presenta como un debate entre los 318
padres ortodoxos en el primer concilio de Nicea. Estos sacerdotes plantean la pregunta
¿en qué consiste la gloria de los reyes?, a lo que responde un tal padre Gregorio con un discurso que termina con la declaración de que Moisés hizo una copia de
La gloria de Dios y la guardó en el
Arca de la Alianza. ¿Qué era esta misteriosa
gloria de Dios? Después el arzobispo Domitius lee un libro que había encontrado en la iglesia de
Hagia Sophia e introduce la historia de
Makeda, mejor conocida como la reina de Saba, Salomón y Menelik I, y de cómo el arca llegó a Etiopía. El
Kebra Nagast concluye con la profecía de que el poder de Roma será eclipsado por el de Etiopía, y describe cómo el Rey
Kaleb de Aksum sometió a los judíos de Nagran, e hizo heredero al menor de sus hijos,
Gabra Masqal. Parece que el
Kebra Nagast estaba escrito en copto y fue traducido al árabe el
Año de Gracia 409 (1225 d. C.) por un equipo de clérigos etíopes en los tiempos del obispo
Abba Giyorgis. Finalmente se tradujo al
ge’ez en época del gobernador
Ya’ibika Igzi.
Conti Rossini, Littmann y Cerulli han señalado el período de 1314 a
1321-1322 d.C. para la composición del libro. Un estudio cuidadoso del
texto revela rastros del árabe pero ninguna evidencia clara de una
versión copta anterior. Muchos eruditos dudan que existiese dicha
versión, y creen que la original fue la árabe.
Por otra parte, las numerosas citas bíblicas que tiene el texto no
fueron traducidas desde el árabe, sino tomadas directamente de la
traducción etíope de la Biblia, y su uso e interpretación demuestran la
influencia de algunos padres de la Iglesia, como Gregorio de Nisa.
Hubbard detalla las muchas fuentes que el recopilador del
Kebra Nagast
utilizó para crear este trabajo. Incluyen no solamente el Antiguo y
Nuevo Testamento, sino también hay evidencias de fuentes rabínicas y
apócrifas, sobre todo del
Libro de Enoc, el
Libro de los Jubileos y traducciones del sirio, como el
libro de la cueva de los tesoros, y sus derivados, el
libro de Adán y Eva y el
libro de la abeja.
Una de las primeras colecciones de documentos etíopes llegó con los
escritos de Francisco Álvares, oficial que acompañó a Rodrigo De Lima,
embajador del Rey Manuel I de Portugal ante el
negus Negusti
Dawit II. En los documentos relativos a esta misión, Álvares incluyó la
historia del Emperador de Etiopía y una descripción en portugués de los
hábitos de los etíopes, titulados el
Preste Juan de Indias, que fue impreso en 1533. Más información sobre el
Kebra Nagast fue incluida por el sacerdote jesuita Manuel de Almeida en su
Historia de Etiopía. Almeida fue enviado como misionero y tuvo oportunidad de estudiar el
Kebra Nagast
debido a su excelente conocimiento de la lengua. Su manuscrito es un
trabajo valioso. En el primer cuarto del siglo XVI, P.N. Godinho publicó
algunas historias sobre el rey Salomón y su hijo Menelik, procedentes
del
Kebra Nagast. Más datos sobre el contenido los dio Baltasar Téllez (1595-1675), autor de la
Historia General de Etiopía Alta
(Coimbra, 1660). Las fuentes de su trabajo eran las historias de Manuel
Almeida, Alfonso Méndez y Jerónimo Lobo. No fue hasta finales del siglo
XVIII que, al publicar James Bruce sus recorridos en busca de las
fuentes del Nilo, llegó a los eruditos y teólogos europeos una mayor
información sobre el contenido del
Kebra Nagast. Cuando Bruce abandonó Gondar,
Ras Mikael Sehul, el regente del emperador
Tekle Haymanot le dio varios valiosos manuscritos, entre ellos una copia del
Kebra Nagast. Cuando publicó la tercera edición de
Viajes en busca de las fuentes del Nilo incluyó una descripción del manuscrito original, que más tarde entregó a la biblioteca Bodleian de la universidad de Oxford.
Aunque August Dillmann preparó un resumen del contenido del
Kebra Nagast,
no hubo disponible ninguna parte substancial de la narración hasta que
F. Praetorius publicó una versión en latín. 35 años después, en 1905, el
orientalista alemán Carl Bezold publicó el texto completo acompañado de
unos comentarios. Hoy en día el
Kebra Nagast está publicado en
inglés en dos ediciones, la de G. Hausman (1997) y la de M. F. Brooks
(1995). En francés hay una publicación muy reciente realizada por el Dr.
S. Mahler, y en italiano el
Kebra Nagast se encuentra en una
edición publicada en Julio 2007, traducida por el Dr. Lorenzo Mazzoni,
escritor y estudioso de historia y filosofía
Rastafari. En Mayo de 2010 fue publicada la primera traducción al castellano de este antiguo texto de Etiopía, “
Kebra Nagast, La Biblia secreta del Rastafari”.
El texto se había traducido a lo largo de los siglos en varios idiomas,
pero aún resultaba imposible encontrarlo hasta ahora en una edición en
español. Las únicas publicaciones relativas al
Kebra Nagast en
España datan del siglo XVI y se trata de dos ediciones incompletas que
se limitan a pocos capítulos, traducidos probablemente de portugués a
castellano. Todas las publicaciones del
Kebra Nagast en
circulación en diferentes idiomas han tenido un éxito notable. La
importancia de éste libro etiope del siglo IV d.C. radica en su relato
de la historia del hijo del hombre desde Adán hasta Jesucristo; porque
narra y explica la interesante tradición religiosa del antiguo Imperio
de Etiopía. Pero sobre todo se trata del texto sagrado de un movimiento
espiritual que se ha afirmado cada vez más y en más países, gracias a la
música
Reggae y a cantantes como Bob Marley: el movimiento
Rastafari.
La traducción alemana de Bezold se basa en textos vertidos del etíope
al árabe por los etíopes Isaak y Jemharana-Ab el año 409 d. C. Los dos
traductores dicen en su prólogo: “
Hemos traducido esta Escritura de
un libro copto al árabe… en el año de gracia de 409, en la nación de
Etiopía y bajo el reinado de Su Majestad el rey Gabra-Masqal, llamado
también Lalibala, siendo Abba-Gijorgis nuestro amado obispo… Rogad por
mí, vuestro humilde siervo Isaak, y no me censuréis por la pobreza de la
expresión. Naturalmente, vamos a perdonarle al humilde siervo Isaak el
haber introducido en su digno trabajo interpolaciones de doctrina
cristiana y premoniciones del advenimiento de Cristo que de ningún modo
podía contener la Kebra Negest originaria”.
No podía contenerlas, ya que fue escrita mucho antes de la Era cristiana. ¿Cómo pudo el rey Salomón, que vivió hacia el 965-926
a.C.,
hablar sobre Jesús, su crucifixión y su resurrección? Conviene saltarse
los añadidos cristianos para leer el contenido precristiano y no perder
de vista el rastro del
Arca de la Alianza. A las pocas páginas del
Kebra Negest nos encontramos ya con el Arca: “
Fabricad
un Arca de madera incorruptible; tú la revestirás de oro puro, y
guardarás en ella la palabra del Testamento, escrita por mis propias
manos.
El Arca es de un material y un color prodigiosos,
semejante al jaspe, al azabache, al topacio, al diamante, al cristal de
roca y a la luz, pues arrebata la mirada y la deleita, perturbando los
sentidos, hecho de obra del Señor y no de la mano de un artista
terrenal, pues él mismo la eligió (el Arca) para sede de su
magnificencia… Había también en ella un gomor de oro, con una medida
rebosante de maná del que ha descendido del cielo; y la vara de Aarón,
que verdeció cuando no era más que un bastón seco, y sin que hubiese
sido humedecida siquiera; que luego se rompió por dos partes y fue tres
varas cuando no había sido más que una”. Plausible descripción de
un aparato, de cuyo funcionamiento no tenían la menor idea los etíopes
de aquellos tiempos. Por eso tomaron de su vocabulario aquellas nociones
que al menos permitiesen describir la cosa de un modo aproximado. Lo
mismo hizo Ezequiel cuando describió «
la gloria del Señor» en términos de ámbar, de zafiro, de brillante y de cristal. Lo mismo intentó Enoc cuando describió, en el
Apocalipsis de Abrahán, al jefe de los extraterrestres con estas imágenes, entre realistas y surrealistas: «
Su
cuerpo era como un zafiro y su rostro como un crisólito…, una luz
poderosa, indescriptible, y en medio del resplandor aparecieron unas
figuras…». Imágenes muy parecidas. Salomón podría haber pasado a la Historia como “
el Rey de los viajes“.
Según los textos antiguos, el enigmático monarca de Israel era capaz de
cubrir enormes distancias en periodos de tiempo impensables para la
época. De esta forma, visitaba cada mes a su amada Makeda,
Reina de Saba, y empleaba en el trayecto tan sólo medio día.
Pero jugaba con ventaja. Su sabiduría le había hecho poseer secretos
tecnológicos que utilizaba con la ayuda de unos pequeños genios llamados
“
djins“. ¿Qué misteriosos conocimientos poseía Salomón para
llevar a cabo tales hazañas? ¿De dónde los extrajo? Si indagamos un
poco, descubriremos que Salomón (996 a.C. – 926 a.C.) era hijo del Rey
David y de Betsabé, y que llegó a ser uno de los monarcas más ricos,
poderosos y sabios de su época gracias a muchas de sus virtudes, entre
ellas las de organizar el
Estado de Israel en 12 provincias, crear un poderoso ejército equipado con numerosos carros de combate, y construir, el soberbio
Templo de Jerusalén, tan
apreciado por los Templarios. También se le atribuye una de las mejores
flotas marinas del mundo, cuyo puerto estaba situado en
Ezion-Gueber,
cerca de Elat. Sus barcos los construían los hebreos, pero,
curiosamente, los tripulaban los fenicios, que eran mejores navegantes.
El oro entraba a raudales y lo buscaban en un lejano y fabuloso país
llamado
Parvaim o
Paruim (¿Perú?).
Pero si conocida es su flota marina, no lo es tanto su enigmática y
casi desconocida flota aérea. La Tradición hace referencia a que el Rey
Salomón (
Suleimán para los árabes) poseía la capacidad de trasladarse por los aires en “
aparatos voladores“, y esta información, aunque parezca mentira, procede, directa o indirectamente, de al menos tres textos religiosos: el
Corán, el
Kebra Negast y el
Targum. Pero antes veamos una leyenda que tiene como protagonistas a Salomón y a unos extraños personajes, llamados
djins
o genios, en la mitología musulmana. Conocedor de los nombres secretos
de todas las cosas, Salomón dominaba a estos genios y los hacía trabajar
para él. Sabido es que conocer el nombre secreto de alguien, y más si
atañe a estos espíritus de la naturaleza, es conocer su punto débil y
conseguir su completa sumisión. Esa misma Tradición dice que Salomón
llegó a reunir la insignificante cantidad de sesenta millones de
djins para una batalla que, por supuesto, ganó. Los
djins
le suministraron no sólo ayuda, sino poder y conocimiento. En los
versículos 12 y 13 de la Sura XX-XIV del Corán se lee este extraño
pasaje: “
Y a Sulayman (le subordinamos) el viento que en una mañana
hacía el recorrido de un mes y en una tarde el de otro. E hicimos que
manara para él un manantial de cobre fundido. Y había genios que
trabajaban para él con permiso de su Señor… Hacían para él lo que
quería: templos escalonados, estatuas, jofainas como aljibes y marmitas
que no se podían mover“. Las tradiciones orientales recogidas por
el Corán hacen veladas alusiones al conocimiento que debió tener Salomón
sobre alguna técnica aérea. Un Rey al que estaba “
subordinado el viento tempestuoso, que corría obedeciendo su mandato hasta la tierra que habíamos bendecido“, que conocía el “
lenguaje de las aves” y para el cual “
se reunieron sus ejércitos de genios, hombres y pájaros y fueron puestos en orden de batalla“. Salomón tenía muchos de estos serviciales espíritus guardados en recipientes herméticamente cerrados.
En tiempos de Mahoma, la historia de este Rey judío y sus diablos o
genios, que tenía encerrados en una botella, debió ser lo
suficientemente conocida como para dejar su huella en los suras del
Corán. En este texto sagrado se confirma que las huestes de genios
colaboraban con él en arduas tareas, como la construcción de tres
poderosas fortalezas y del grandioso Templo, para albergar dignamente el
santuario del
Arca de la Alianza, como testimonio imperecedero de su sabiduría. Mientras, otros genios “
buceaban para él, buscando perlas y gemas, realizando, aparte de eso, otros trabajos”
(Sura XXI). Con el paso del tiempo, las hazañas que efectuaban estos
genios embotellados para uso y disfrute de Salomón, incluido el
transporte aéreo a lejanas tierras, se atribuyeron también a otros
personajes reales como Paracelso. Aparte de su valor simbólico, la
mención de estos
djins viene a constatar que diversos relatos,
para explicar el enorme poderío que tuvo Salomón, se empeñan en
atribuirle ayuda sobrenatural en forma de estos serviciales espíritus.
La fama de la sabiduría y la riqueza de Salomón superó los confines de
sus dominios y atrajo a su Corte a la
Reina de Saba,
procedente, al parecer, de Etiopía, aunque otros dicen que esta
soberana era de Yemen. El hecho es que, a pesar de las 700 mujeres
legales y las 300 concubinas que tenía Salomón, Makeda se enamoró de él y
juntos vivieron un apasionado idilio que dio su fruto: un niño llamado
Menelik. Aquí tenemos que acudir al
Kebra Negast para saber
que el Rey Salomón poseía un carro celeste con el cual recorría en un
día la distancia que de otro modo habría tardado tres meses en cubrir a
caballo: “
El Rey y todos cuantos obedecían su mandato volaron en el
carro sin enfermedades ni padecimientos, sin hambre ni sed, sin sudor ni
fatiga y con él cubrieron en un día el recorrido de tres meses“. Cuando la
Reina de Saba, llamada Makeda en el
Kebra Negast,
descubrió que iba a tener un hijo de Salomón, se marcha de Jerusalén, y
aquél le ofreció algunos regalos. El libro I de los Reyes es parco en
palabras en este sentido: “
El Rey Salomón dio a la Reina de Saba todos cuanto ella deseó… Después se volvió ella a su tierra con sus servidores“.
Pero el
Kebra Negast detalla cada una de estas ofrendas: “
El
le dió las exquisiteces y riquezas más codiciables, cautivadores trajes
y todas las magnificencias deseables en el país de Etiopía, camellos y
carros en número de seis mil, cargados con costosos y apetecibles
utensilios“. Además de todo esto le ofreció “carruajes con los que
recorría el país y un carro que podía desplazarse por el aire que él
mismo había confeccionado con arreglo a la sabiduría que le confiriera
Dios”. Veinte años después, su hijo Menelik regresó a Jerusalén para ver
a su padre, quien inmediatamente le reconoció y le ofreció toda clase
de honores. Al cabo de un año de estancia, los ancianos de Israel se
quejaron de que Salomón tenía excesiva preferencia por él e insistieron
en que debía regresar a Etiopía. El
Kebra Negast afirma que fue Menelik I, quien, en venganza, robó el Arca y alguno de sus “
carros volantes“. Eso sí, antes sustituyó el Arca auténtica por una copia y luego se la llevó “
por los aires” hasta ocultarla en
Axum (Etiopía).
Precisamente en uno de estos carros aéreos regresó a su tierra con todo
su séquito. El largo viaje que hizo Menelik desde Jerusalén hasta
Etiopía no fue tan penoso como cabría suponer. Se puede leer
textualmente: “
Y cargaron los carros y los caballos y las mulas a
fin de partir… Y, en cuanto a los carros, ninguno cargó el suyo… Y ya
fuesen hombres, caballos, mulas o camellos cargados, todos fueron
elevados del suelo hasta una altura de un codo; y todos los que iban
sobre los animales fueron elevados sobre sus lomos a la altura de un
palmo de un hombre y todas las diversas clases de equipaje que iban
cargadas en los animales, así como quienes iban montados sobre ellos,
fueron elevados a la altura de un palmo de un hombre, y los animales
fueron alzados a la altura de un palmo y todos viajaron en los carros….
como un águila cuando su cuerpo se desliza sobre el viento“.
¿Qué gran nave o carro podría albergar a tantos hombres y animales?
Según el texto etíope, cuando los sumos sacerdotes indagaron y
preguntaron a sus vecinos egipcios, éstos les contestaron que “
hace
largo tiempo que las gentes de Etiopía pasaron por aquí, conduciendo un
carro como los ángeles y más veloces que el águila en los cielos“. Pero no sólo el
Kebra Negast nos suministra información sobre las máquinas volantes de Salomón. En el
Targum, libro de los judíos que contiene las glosas caldeas de las
Sagradas Escrituras, se comenta que Salomón dominaba los vientos y que éste realizó, con “
un medio de transporte sobrenatural“,
el recorrido de La Meca a Yemen, entre la salida y la puesta de la
estrella Canope, excursión que de otra forma hubiera requerido un mes.
Uno de los aspectos más sorprendentes de Salomón era su afán viajero,
recogido en las leyendas locales y en la toponimia de algunos enclaves
geográficos. Una y otra vez se encuentra de improviso en lugares
separados miles de kilómetros unos de otros. Ya sabemos que cada mes
visitaba a su amada Reina, cubriendo la distancia Jerusalén – Marib
(Yemen) o Jerusalén – Etiopía, en tan sólo medio día. También viajó
5.000 kilómetros más al oriente, edificando templos y residencias
megalíticas en determinados montes “
estratégicos” en los actuales países de Irán, Pakistán y Cachemira. Todos estos montes reciben el nombre de
Takh-i-Suleiman (
Trono de Salomón).
Uno de ellos está situado cerca de la ciudad de Srinagar, en el valle
de Cachemira. Las leyendas locales dicen que Salomón llegó aquí con su
trono volante, encauzó el torrente y desecó los pantanos. Por eso a
Cachemira se le denomina también “
Huerto de Salomón“. Otro de los montes estaría al oeste de la ciudad pakistaní
Dera Ismail Khan, con sus 3441 metros de altitud. El tercer “
trono de Salomón” se situaría al noroeste de Irán, con 2400 metros de altitud.
Algunos investigadores, entre los que destaca, tal como ya hemos
comentado, Erich Von Däniken, especulan con la posibilidad de que estas
instalaciones fueran estaciones de aterrizaje de naves voladoras de
Salomón. Avala esta hipótesis el hecho de que el historiador árabe
Al-Masudi (siglo X d.C.) refiriera que los templos edificados por Salomón en el
Takh-i-Suleiman
tenían admirables paredes pintadas que representaban los cuerpos
celestes, las estrellas, la Tierra con sus continentes y las regiones
habitadas, así como “
otras cosas sorprendentes“. Si el pionero de estos “
carros”
hubiera sido el propio Rey Salomón, cabría dudar de que, efectivamente,
poseyera tales artefactos. Pero muchos años antes que él, la navegación
aérea parecía ser moneda corriente. La pregunta sería si este medio “
sobrenatural” de transporte del que disponía Salomón pertenecía a la familia de los
vimanas, palabra sánscrita sinónima de “
máquina voladora“, pilotados por los
avsnis
y utilizados en la India miles de años atrás, según aseguran el
Ramayana y otros textos sagrados hindúes. Y antes que ellos, algunos
manuscritos chinos hacen referencia a los “
barcos voladores” de los dropa o en un papiro del Faraón Tutmosis III se hace referencia a “
ruedas o discos de fuego“.
La firme y universal creencia en la existencia de un legado salomónico
que contenía la clave de muchos secretos del mundo fue firmemente
compartida por eruditos cristianos, musulmanes y judíos a lo largo de la
Edad Media, destacando sobre todo los Templarios (
Orden del Templo de Salomón).
Y esto dio pié a que circulasen documentos mágicos atribuidos a
Salomón, los cuales, se asegura, contenían todos estos secretos. Para
unos, el secreto de la sabiduría de este monarca residió en la
construcción del Templo, otros lo atribuyen al
anillo de Salomón, donde está inscrito su Sello, mientras que otros hablan del conocimiento del
Nombre de Dios primordial y otros de sus avanzados conocimientos aéreos.
Artículo de oldcivilizations.wordpress.com